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Latinoamérica

El final del corralito define el futuro del presidente argentino

Se acercan días decisivos
El gobierno debe definir una solución final al corsé del corralito, esa estructura con que Domingo Cavallo, en tiempos de Fernando de la Rúa, quiso disfrazar el fracaso de la convertibilidad pero sobre todo, el plan de fuga de capitales que secaron el sistema financiero argentino y castigaron a millones de ahorristas, la mayoría de ellos de recursos escasos o medianos.

Los ahorristas quieren su dinero.

ISIDORO GILBERT - CORRESPONSAL EN ARGENTINA

Hay una polémica que enfrenta al ministro de economía, Roberto Lavagna, con el titular del Banco Central, Mario Blejer, que ha sido casi toda su vida funcionario de fuste del FMI: por eso se lo vincula con "His master voice" (la voz del amo, de los viejos discos de la Víctor). Sus posturas son además, la que defienden los bancos, en las vísperas de un profundo movimiento de reestructuración donde caerán instituciones débiles y otras que no lo son tanto.
Las razones son muy claras: hasta antes del corralito, los bancos manejaban unos 80.000 millones de dólares. Actualmente, solamente unos 15 mil millones, con la misma cantidad de firmas y sucursales. Se viene el darwinismo financiero, pero los integrantes del Banco Central le reclaman a Eduardo Duhalde una ley de impunidad. Cada cierre de una institución, abrirá un juicio de los ahorristas afectados. Hay demasiados encartados por concentraciones anteriores.
Por las diferencias en el equipo económico y por la caída de bancos es que el dólar trepó acercándose a los 4 pesos por unidad; y hay proyecciones que llevarían a la hiperinflación por la incidencia de la divisa sobre los precios.
Anne Krueger, la voz de George Bush dentro del FMI, respaldó la emisión de un bono de inequívoco contenido compulsivo para cambiarlo por los pesos (o dólares pesificados) acorralados. En esencia se trata de postergar todo el tiempo posible la semi inmovilización de plazos fijos y depósitos a la vista. Es lo que sostiene Blejer, pero el equipo económico quiere mayor flexibilidad para usar los papeles a emitirse para ciertas transacciones.
El pánico de Blejer es que una flexibilización del corral derivará indefectiblemente en dinero hacia el área del dólar, empujándolo hacia arriba y, con ello, arrastrando los precios de artículos al menudeo cada vez menos accesibles para millones.
Lavagna vincula una mayor flexibilización con un teórico programa de obras públicas y viviendas para dar el santo y seña del despegue para una economía en persistente picada: este año el PBI caería un quince por ciento.
Pero lo que discurre entre posiciones y palabrerío es algo más que ajuste perpetuo contra desarrollo inducido pero módico. Se quiere en uno y otro esquema darle punto final a los reclamos de millones de damnificados, con el menor costo para los bancos. Es que parte de este debate incluye quién paga el costo del Bono, y hay otros puntos no resueltos alrededor de la indexación de préstamos hipotecarios.
Ni a Economía ni al Banco Central se les ocurre reclamar a los bancos extranjeros que se hagan cargo de sus compromisos. Se ha demostrado en la voz de los expertos del ARI, que no han sido los ahorristas nerviosos por los rumores quienes apresuraron la instalación del corralito cuando fueron por lo suyo, sino básicamente la persistente fuga de capitales al exterior, toleradas por el Banco Central.
Un hombre llamado Blejer
Blejer no amenazó con irse, pero dio señales bastante fuertes de que podría dar ese paso, que es como un nuevo desaire al FMI cuando Duhalde y los suyos creen que han avanzando en la negociación para destrabar créditos y han recibido datos alentadores en ese sentido, como la postergación de una deuda o un crédito que entregó el BID, sólo posible con el visto bueno del Fondo.
Hay una idea que circula con fuerza: "Si Blejer se va, Duhalde se cae". ¿Es que el presidente insiste en su heterodoxia después de haber aceptado hacer aprobar leyes como la reforma a la ley de quiebras y la subversión económica que dejaron en el camino jirones de dignidad? Simplemente la ortodoxia lo acusa de no ser consecuente, que una medida trae la otra, así de sencillo. Y no debe ni perder tiempo ni entrar en los meandros de las cavilaciones.
Se lo acaban de decir, a Duhalde, claro, en Madrid, en la cumbre eurolatinoamericana, donde fue estrella no por éxitos sino por sus descalabros: no apartarse de los lineamientos que da el FMI, entonces te ayudaremos, le sermonearon tanto José María Aznar como Silvio Berlusconi, pero lo mismo hubiera escuchado de todo el G7.
No por lo que hace, sino cómo y el tiempo que tarda en definirse es que Duhalde provoca las iras del sistema financiero. Va de suyo que la presión para que no sean los bancos quienes terminen por pagar el peso de la crisis es parte de este forcejeo para un gobierno que no tiene comunicación con la gente y es sostenido por una coalición válida en votos en el Parlamento, pero fuertemente deslegitimada.
Aunque lo niegue, detrás de Blejer se alinea la superortodoxia financiera, entre ellos el menemismo que busca hacer flamear nuevamente la bandera de la dolarización, como panacea de la crisis sin rival en el pasado. Esos arranques dolarizadores se compadecen con un plan más vasto de Carlos Menem por instalarse como pretendiente para la presidencia en 2003, un dato que lo une a los deseos de Duhalde, pero no hay que equivocarse: se detestan.
Audaz como nadie, Menem espera estrecharle la mano a George W. Bush en Houston en la próxima reunión de la Unión Democrática Internacional (UDI), foro de los democristianos y diversas fuerzas de derecha; irá (pese a que el PJ formalmente abandonó ese espacio mundial) como titular formal, lo es, del peronismo. El ex presidente quiere demostrar que él tiene el diálogo con los poderosos que Duhalde (y ningún otro) podrían sostener. A pesar que las mediciones lo ubican en las profundidades del océano, el riojano es tenaz y comienza a jugar sus cartas. Que no son solamente políticas; hay un proyecto que querrá imponer como plataforma, meta mínima, al Partido Justicialista.
Definición ideológica
El juego de fuerzas es variado. Por lo pronto dos gobernadores, el santafesino Carlos Reutemann y el cordobés José Manuel de la Sota, le enviaron mensaje de apoyo a Blejer, que es insistir en una definición ideológica en que Duhalde cree poco o nada; que aceptó como los catorce puntos de los gobernadores, el non plus ultra del neoliberalismo recitado por el peronismo, como mal menor, como acto de supervivencia cuando nadie ya daba un céntimo por su futuro.
A su regreso, el presidente deberá definir cómo salir del corralito (y atención, ninguna de las variantes parece contar con el respaldo de los damnificados), pero también si continúa con la coalición actual que lo obliga a consultas (no muchas) con los radicales y los restos del Frepaso.
A los gobernadores sobre todo, pero también a los senadores, la UCR no les agrega nada y repiten aquello que le han tirado el gobierno por segunda vez por ser ineptos. La negativa radical a apoyar la derogación de la ley sobre subversión económica, que derivó en su estancamiento por ahora, hizo rebrotar un viejo nudo que está en la garganta de un sector influyente del peronismo.
En la Cámara de Diputados, al PJ se le haría cuesta arriba legislar sin el respaldo de radicales y frepasistas. En rigor, quienes quieren irse más temprano que tarde de la coalición son la mayoría de los radicales. No así Raúl Alfonsín (obsesionado por un sesgo autoritario como secuencia de un Duhalde teniendo que acortar su ya breve mandato), quien apuesta toda su estrategia a respaldar al presidente. El viejo caudillo radical está desgastado.
Una foto que lo marcó leyendo una esquela donde le aconsejan "cajonear" la designación de un juez, desnuda lo conocido: que nombramientos tan sensibles, a pesar de que funciona el Consejo de la Magistratura, quedan en última instancia en esa zona de acuerdos de la politiquería, en el toma y daca.
Tal vez el viejo líder fue víctima de una operación, de todas maneras, el estilo que detestan los ciudadanos y que le ha hecho tanto mal a la política, marca las últimas horas del ex mandatario: "Me iré cuando Duhalde termine su mandato", proclamó después del bochorno.
Juicio a la Corte
Finalmente la Comisión de Juicio Político de la Cámara Baja aconsejó por mayoría acusar a los nueve jueces de la Corte Suprema de Justicia por mal desempeño en sus funciones. Siempre son transgresiones, pero no del mismo nivel, como las que acumularon con el sudor de su frente cinco de sus integrantes, esos que le fueron leales a Menem y le dieron marco jurídico a decisiones que eran francamente inconstitucionales o dolosas.
El dictamen dio a luz por la tenacidad de un grupo de legisladores peronistas y la enorme figura de la diputada Elisa Carrió, del ARI, que no le dejó margen a los radicales para no firmarlo. Carrió va a ser acusada de unir a los detestables con las buenas personas, lo que es de inicio, falso: cada juez es acusado por puntos concretos y no todos podrían tener que irse.
Duhalde que en algún momento le dio envión a la Comisión, cuando fulminó a la Corte de "chantajearlo", hoy cree necesario no enfrentarla porque necesita de sus oficios para darle legalidad a disposiciones alrededor del corralito.
Duhalde, así como Alfonsín, prefieren negociar con los supremos, quienes se deben ir por insalvables y quienes deberían suplirlos. La foto que captó al ex mandatario con una esquela (que no tiene nada que ver con el juicio a la Corte) ilustra la metodología que desearían hacer prevalecer.
La suerte del dictamen la dará la política fuera del Parlamento. Si fuera por los números, hoy la acusación, ni la de los más notorios, no lograría los 2/3 de votos necesarios para que pase al Senado (Cámara juzgadora).
Ahora bien: ¿quién es el maula capaz de defender la permanencia de los supremos? Se buscarán modos de hundir el dictamen en la noche de los tiempos. Pero lo más probable es que en alguno de los picos de indignación que se avecinan, lo escrito por la mayoría de los diputados consiga el marco necesario y se haga avanzar la justicia.
No es un camino inevitable pero acaso como en escasas ocasiones, es la ciudadanía la que tiene que hacerse cargo de imponer el castigo que han reclamado a los supremos.
El movimiento de las Asambleas que fueron fundamentales para la salida del gobierno tanto de Fernando de la Rúa como de Adolfo Rodríguez Saá, hoy está recluido a tareas municipalistas o de reflexión, tiene un inmenso potencial que necesita poner en funcionamiento. Si hay una posibilidad de una salida progresista al desastre actual, esa contiene al movimiento popular organizado barrial y zonalmente.
Es tan válido para pronosticar cual será el destino de la Corte como el del futuro del país.
De otro modo, las ofertas de centroderecha o derecha a secas, irán ganando espacio. *