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Latinoamérica

6 de mayo del 2002

La izquierda argentina y las asambleas barriales, divididas

Raúl Zibechi
Cuando la movilización en la calle comienza a descender, la potencia de las asambleas barriales consigue una victoria inesperada: frenaron en seco la manipulación y los deseos de cooptación de varios partidos de izquierda.

Nadie sabe bien cuántas son, ni cuántas personas participan en ellas, pero el movimiento de las asambleas barriales, surgido después de la insurrección del 19 y el 20 de diciembre, es un bocado muy apreciado para algunos partidos de izquierda. En las últimas semanas la movilización callejera descendió notablemente. La protesta que se hacía todos los viernes en Plaza de Mayo, donde confluían casi todas las asambleas de la capital y cada vez más del conurbano, se convirtió en una concentración mensual, en vista del enorme despliegue de energías que demandaba estar de forma casi permanente en la calle. A la marcha semanal había que sumar los escraches a militares y políticos y las innumerables acciones y reuniones en sus barrios.
Simultáneamente, la asistencia a las asambleas fue decreciendo. Las más pasaron de contar con un promedio de 150 a 200 participantes, si es que puede establecerse algún promedio, a apenas 50 o 60 personas. En contrapartida, surgieron nuevas asambleas y otras se fraccionaron, pero las comisiones siguieron reuniéndose de forma estable. Como si los vecinos hubieran optado por un funcionamiento más pegado al terreno, con relaciones cara a cara más directas.
La Asamblea Interbarrial, que se realiza todos los domingos en el parque Centenario, también sufrió una fuerte reducción numérica. Mientras se registraba un importante reflujo de vecinos, la presencia de algunos partidos se fue incrementando. Algunos sostienen que fue, precisamente, la manipulación de los aparatos partidarios (el "aparateo") la causa de que muchos vecinos se retiraran. En cambio, otros sotienen que el reflujo es algo normal después de cuatro meses de intensísima actividad.
Lo cierto es que la presencia de algunos partidos iba en aumento. En todos los actos de las asambleas barriales aparecen grandes pancartas y banderas del Partido Obrero (po), del Movimiento Socialista de los Trabajadores (mst) y del Partido Comunista. La convivencia entre éstos y los vecinos y entre los mismos partidos se iba tornando cada vez más tensa.
TROMPADAS
La situación se mantenía estable, con tendencia a la baja, hasta el domingo 21 de abril. Ese día la Interbarrial discutía sobre el acto del Primero de Mayo, para cuya concreción había varias propuestas. Se realizó una votación amañada, en la que de 57 asambleas presentes 24 no votaron, 15 lo hicieron por una propuesta de uno de los partidos y otras 18 a favor de una propuesta de otro partido, seguida por muchas asambleas. Quedaron enormes dudas de la representatividad de muchos delegados, ya que los militantes de varios partidos -la mayoría acusa al po- habrían votado sin tener mandato de sus asambleas y, en ocasiones, sin siquiera haber mediado una discusión en la base.
Apenas terminada la votación, militantes del po y del mst se trenzaron a trompadas en medio de la nutrida asamblea. Fue la gota que colmó la paciencia de la mayoría de los activistas que no estaban encuadrados en ningún partido.
Lo cierto es que las asambleas tienen un funcionamiento muy peculiar. Todos los domingos ellas llevan sus propuestas a la Interbarrial. Ahí cada asamblea toma nota de todas las propuestas para luego, durante la semana, debatirlas y tomar una decisión. Al domingo siguiente, siempre y cuando la mayoría de las asambleas se haya pronunciado, se realiza una votación definitiva. Sucede que entre medio aparece toda una cantidad de nuevas propuestas que dificultan un debate ordenado.
En suma, el movimiento asambleísta tiene tiempos que no se corresponden con los de la política tradicional e institucional, ya que no tiene una estructura interna con cargos permanentes. Además, los pequeños partidos de la izquierda se han fortalecido en los últimos meses gracias a la captación de una pequeña porción de los jóvenes que participan en el movimiento actual. Quizá por eso esgrimen un sectarismo que enerva a los vecinos. "Si las asambleas se reducen a la huertita orgánica y otras cuestiones vecinalistas, para nosotros es un retroceso", dijo un militante del po a la cronista de Página 12. Semejante actitud, despectiva y hasta insolente, provocó sonados rechazos.
En la reunión siguiente a la del domingo de las trompadas, el 28 de abril, las asambleas zanjaron el tema. La Asamblea Popular de Liniers leyó un comunicado que comenzaba diciendo: "Ante la crisis de la Interbarrial, provocada por el proceso de desmovilización de las asambleas barriales y por la práctica aparatista de dos organizaciones en particular, que llevaron su lucha de aparatos al seno de este organismo incipiente que los vecinos con mucho esfuerzo estamos construyendo (...)". Y a continuación propusieron que cada asamblea tuviera un voto y un orador, aunque se invitó a todos los vecinos a concurrir los domingos, entre otras cosas, para controlar a sus delegados.
UN DELEGADO, UN VOTO
La moción fue aprobada en una reunión mayor que las habituales, con un solo voto en contra. El tema venía debatiéndose desde varias semanas atrás en cada barrio, buscando formas de evitar intromisiones y fortalecer la democracia participativa. A partir de ahí se generó un interesante debate. Algunos, que preferían el voto proporcional a los miembros de cada asamblea, sostenían que no es lo mismo una asamblea de 20 que una de 200. Otros, respondieron que es muy fácil inflar el número de miembros de una asamblea para tener mayor representación.
Tras cinco horas de intensa discusión y de durísimas críticas a los partidos, los vecinos apoyaron masivamente la propuesta de Liniers. Uno de los más de 30 delegados que hablaron, en una verdadera catarsis contra los aparatos, dijo: "Queremos encontrar una forma de seguir estando todos juntos, pero con un lugar de decisiones que nos exprese a todos. Han pasado cosas por las que tenemos que estar en la calle". Luego, durante un nuevo intento de torcer la voluntad de la mayoría, surgió espontáneo un cantito: "Respeten los mandatos, basta de aparatos".
Al parecer, el proceso de crecimiento interior, porque de eso se trató a lo largo de las dos últimas semanas, consolidó al movimiento. El acto que hicieron con motivo del Primero de Mayo en el Obelisco ratificó que se trata de un movimiento que existe y se consolida y que, en contra de muchos pronósticos y no pocos deseos, no va a desaparecer. Allí fueron más de 80 asambleas, a las que habría que sumar la decena que acudió al acto de Plaza de Mayo. Ese día realizaron además innumerables pequeñas acciones, desde ollas populares hasta pequeños actos barriales.
Las asambleas salieron muy fortalecidas de esta instancia. Ahora les llega otro tipo de propuestas, de corte institucional, que procuran integrarlas al dispositivo municipal descentralizado. Por el momento, la consigna de "que se vayan todos" la siguen aplicando hacia afuera y hacia adentro.