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¿En qué terminarán las asambleas vecinales?
Por Silvia Bleichmar *.
El retorno de la política
El ruido de las cacerolas, el fragor de los piquetes han empezado al fin a buscar palabras. Este nuevo modelo de participación pone de relieve dos cuestiones: en primer lugar, el retorno de la políticaen el sentido más profundo del término, como propuesta de participación activa en el destino del país, comoforma de profundización de la democracia, dando cuenta del descrédito de un modo de ejercicio del poder y a la vez de la voluntad de la ciudadanía de no ceder su derecho participativo. Lo cual nos lleva a la segunda cuestión: el abandono de toda ilusión retrospectiva de que el fracaso de un modo de gobernabilidad acarree, necesariamente, la pérdida de los derechos civiles o ponga en riesgo las conquistas democráticas de los últimos años. Las asambleas populares en sus diversas formas dan cuenta de que no hay un deseo de ceder el poder a ningún salvador de turno, a ningún mesiánico que venga bajo los modos que hemos conocido "de gobierno fuerte" a "poner orden". Si el retiro del Estado de sus funciones administrativas y de protección se ha visto continuado por el desgobierno –desgobierno que se caracteriza por el desconocimiento de las compañías petroleras a acatar la propuesta presidencial de no aumentar la nafta, y no por la permanencia en la calle de la indignación popular frente a la mezcla de impunidad e inoperancia que muestran las clases gobernantes– es altamente auspicioso este profundo movimiento reparador que constituye el comienzo de un diálogo inter-pares. Diálogo simétrico, carente de fórmulas previas pero no de memoria histórica y de anhelo de un proyecto postergado, interrupto de país, en el cual coexisten la racionalidad y el exceso, la rabia y el deseo de tomar a cargo las impostergables tareas postergadas.
Por eso es injusto poner el acento en los desbordes y en muchos casos mal tomadas decisiones de escraches de dudoso alcance o de consignas cuya inmediatez parecen no dar cuenta de la dimensión que está en juego. Sólo una mezcla de terror a la irrupción de la ciudadanía demasiado tiempo silenciosa o una profunda desconfianza en la potencialidad histórica de los procesos nuevos puede llevar a tratar de manera peyorativa o a desconocer el alcance profundo de estos modos de ejercer la democracia, y de intentar darle un sentido profundo: con contenido social, despojándola de la vacuidad a la cual la corporación política parecería haberla condenado no sólo por su imposibilidad de despojarse de las alianzas que la tornan conciliatoria con la corrupción y la torpeza, sino también por no haber tenido la capacidad mínima de escuchar que el país que se anhela no puede quedar reducido a tres meses más de supervivencia de un ajuste que ha ido expulsando de la vida no sólo civil sino también cultural y en su extremo biológica, a un conjunto cada vez mayor de habitantes.
Si el diálogo es necesario, es indudable que en el país se ha establecido un solo modelo de ejercicio: el que la gente realiza diariamente con sus consignas, con sus marchas, con su creatividad y ahora con sus asambleas, en las cuales se puede escuchar un diálogo tan novedoso como estremecedor, cuando un "busca" debate con el médico del barrio, en el medio de una esquina aglomerada de gente y de palabras, qué proyecto de país quieren y hasta dónde estándispuestos a pelearlo.
De tal modo las asambleas están restituyendo su valor a las palabras; palabras que la corporación política, los empresarios, los representantes extranjeros de las grandes compañías, habían gastado, porque no tenían retorno, siendo efecto del discurso autistizado y que ya nadie escucha porque no se espera ni que recojanel sufrimiento de la mayoría, ni que busquen soluciones, ni que tomen a cargo la verdadera función de gobernabilidad que implica hacerse cargo de las necesidades de las mayorías.Es el deseo de un país menos excluyente y más capacitado para acoger profundamente la vida y anhelos de sus integrantes aquello que aparece, al menos en embrión, en las asambleas populares: con todas sus virtudes y todos los defectos de un proceso nuevo que deberá ir encontrando su modo de desplegarse y, fundamentalmente, de no quedar reducido a cumplir una función catártica, de descarga de angustia y bronca, ni declamativo, en la cual las palabras reemplacen los proyectos que de ellas pueden emerger.
* Psicóloga.
Por Alejandro Samek *.