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El mundo es una red
(II y final)
Amaury E. del Valle
Hasta la propia Alicia estaría convencida de que Internet es un mundo
más fantástico que el narrado por Lewis Carroll en su libro.
Y no solo porque la red semeje una pócima mágica que agranda
o empequeñece a cualquiera. La Web es también el mundo llevado
al más extremo absurdo.
Uno de cada cuatro japoneses tiene conexión a Internet mediante la
telefonía celular; uno de cada cuatro africanos morirá por SIDA
en el 2010. La diferencia pudiera parecer solo estadística, pero encierra
la oscura cara de un subdesarrollo llevado a niveles de escándalo.
Cual aséptico paraíso, a la Web se entra por la estrecha pantalla
de un ordenador, en el cual aparece un mágico universo plagado de publicidad,
y ajeno a carencias imprescindibles.
Alicia no correría en Internet tras el conejo, ella preferiría
navegar buscando un conocimiento que se universaliza en un lenguaje común,
donde éxito, negocio o dinero son palabras mágicas que abren
cualquier puerta a los modernos Alí Babá y muchísimos
más de cuarenta seguidores. La red es ahora, ante todo, un gran negocio.
CARAS Y CARAS
En la primera parte de este trabajo, publicada la semana anterior, explicamos
el nacimiento de los sistemas de redes y su conexión creciente a través
del tiempo. Este proceso, desarrollado desde los años 60 del siglo
XX, derivó en la formación de ARPAnet, inicialmente, y el posterior
surgimiento, en 1985, de NSFnet (Red de la Fundación Nacional para
la Ciencia de Estados Unidos), la cual absorbió el trabajo de la anterior
y propició la diseminación de Internet.
El gran salto no fue solo resultado de los avances científicos. Un
lado poco mostrado de Internet lo constituyó el enorme potencial de
negocios que propició en sus inicios, que incluyó desde el desarrollo
de computadoras cada vez más potentes hasta el comercio electrónico.
Fue en marzo de 1972 que Ray Tomlinson, ante la necesidad de comunicación
de los integrantes de ARPAnet, escribió el software básico de
envío-recepción de mensajes de correo electrónico. En
julio de ese mismo año otro investigador, Roberts, expandió
su valor añadido escribiendo el primer programa para relacionar, leer
selectivamente, almacenar, reenviar y responder a mensajes. Nació la
gallina de los huevos de oro.
Durante más de una década, el correo electrónico (e-mail)
fue la mayor aplicación de la red, y se puede afirmar que con él
se abrió un nuevo modelo de comunicación entre las personas.
Escribir una carta que llegara en cuestiones de segundos al otro lado del
mundo y recibir la respuesta de la misma manera, es una realidad que atrajo
a millones de hombres de negocios, y a personas de todo tipo.
Aunque los primeros programas de correo eran muy simples, poco a poco se logró
un nivel de actualización tal, que dio lugar a una verdadera revolución
de Internet con el surgimiento de los chats-rooms, o lugares de conversación
electrónica en tiempo real, donde pueden conectarse varios usuarios
al mismo tiempo y estar intercambiando impresiones entre ellos de forma continúa,
aunque uno esté en Australia y otro en el medio de la selva amazónica.
Sin embargo, el correo sería un hermano huérfano mientras Internet
fuera un proyecto selectivo para unos cuantos genios. Se precisaba cumplir
con la regla básica de exhibir para vender. Pero, ¿cómo hacerlo?
En los primeros tiempos se propusieron otras aplicaciones, desde la comunicación
vocal basada en paquetes electrónicos (precursora de la telefonía
sobre Internet), hasta los primeros "programas-gusano", que mostraban el concepto
de agente y, por supuesto, de virus.
El año 1985 significó la explosión del aspecto más
práctico de la ingeniería de Internet. Además de NSFnet
y de varias actividades financiadas por distintos países, el interés
de parte del mundo empresarial había empezado a crecer. Se trataba
de insertar en la navegación a una amplia comunidad de usuarios con
gigantescas actividades comerciales. Y se logró.
Por una parte se puso mayor énfasis en hacer el proceso de navegación
virtual abierto y justo, lo cual condujo a la formación de la Internet
Society en 1991, organismo encargado de dirigir el trabajo de las redes y
coordinar los esfuerzos para su continuo desarrollo.
Otra cuestión fue facilitar la navegación virtual. A principios
de los años 80 decenas de fabricantes de computadoras incorporaron
los protocolos de acceso a Internet (TCP/IP) a sus productos. Pero las dudas
persistían al desconocer muchos cómo funcionaban. En 1985 se
organizó una reunión de tres días para todos los fabricantes
que quisieran saber cómo trabajaba TCP/IP. Alrededor de 250 empresarios
y 50 inventores participaron. El dinero de por medio facilitó el diálogo.
En septiembre de 1988 cincuenta compañías presentaron sus productos
y unos 5 000 ingenieros de organizaciones potencialmente compradoras acudieron
a ver si todo funcionaba como se prometía. De más está
decir que el resultado fue excelente. Desde entonces el matrimonio de las
redes con el comercio se concretó, afianzándose posteriormente
con la World Wide Web, una red mundial de conexiones con usuarios en
cientos de países, cuyas siglas WWW, inventadas por Tim Berners-Lee,
serían el protocolo de entrada a todo el que tuviera acceso. Quedaba
solo un eslabón débil: que todo el mundo pudiera utilizar fácilmente
el sistema.
¿CHICO PRODIGIO?
El pequeño Bill fue siempre un chico con suerte. Dice la biografía
publicada en su página en Internet, que nació el 28 de octubre
de 1955 y ya a los trece años descubrió su interés por
los softwares y comenzó a programar computadoras. En 1973, ya estudiante
de Harvard, desarrolló el lenguaje de programación BASIC para
la primera microcomputadora, y en 1975 creó Microsoft junto a su amigo
Paul Allen.
Desde ese momento despegó la creación de softwares para computadoras
personales, aunque su mayor éxito sobrevino en 1983, cuando desarrolló
el sistema operativo MS-DOS, el cual serviría para el ulterior desarrollo
de Windows, con su primera versión en 1989, cuyas sucesivas variantes
inundaron el mercado de la computación.
Windows'95, el gran mago que abrió las puertas de Internet a millones
de personas, fue uno de los factores que influyeron en la eclosión
de la red mundial de computación. No era para menos.
Un despliegue de "ventanas", abiertas y cerradas ágilmente con el mouse,
aplicaciones de uso universal para procesamiento de textos como Word,
el trabajo con cifras como Excel, presentaciones de imágenes
a través del Power Point, dibujos con el Paint o edición
de fotografías con el Photo Shop, Corel Draw, Imaging,
ACDSee, y otros programas creados o no por Microsoft, pero adaptadas
a los patrones de Windows, hicieron de amplia aceptación las diferentes
variantes del sistema operativo.
Cuando Windows'95 salió al mercado con Internet Explorer, el
éxito fue arrasador. Gates se convirtió en portada de revistas
y prototipo del hombre de éxito; miles de programadores de todo el
mundo rindieron culto a la mítica figura, que se asegura amante de
los libros y filántropo convencido, a pesar de que casi nadie cree
que los 25 300 millones de dólares recaudados por Microsoft en el año
fiscal 2001, o sus más de 40 000 empleados en 60 países, sean
prácticas comerciales que no tengan nada de monopólicas como
él asegura ante los tribunales que lo acusan.
Windows XP, su más reciente creación, quizás no
ha tenido el mismo éxito que anteriores ediciones, pues el mundo está
preocupado por la amenaza terrorista y mucho más por la "respuesta"
a este flagelo que dan quienes lo han encubierto durante años. Pero,
avatares bélicos aparte, la industria de los .com, como se le
conoce a todo aquel vinculado a las nuevas tecnologías (productores
de computadoras, accesorios, softwares, teléfonos móviles, etc.),
se ha convertido en una de las más rentables del mundo.
La cara de Internet empieza a cambiar. Ahora es un medio poderoso que absorbe
el resto de las tecnologías; y la radio, la televisión, el cine,
la prensa, la telefonía, confluyen cada vez más hacia ella.
La Web se multiplica y ya existen Internet2 y Geant, réplica
norteamericana y europea respectivamente, las cuales intentan dar un lugar
de intercambio a los científicos, quienes lo perdieron cuando el comercio
corrió el telón del teatro.
No son sueños la conexión por teléfono a Internet, el
diagnóstico médico desde lugares remotos a través de
un ordenador, comprar productos desde casa, asistir a clases en una pantalla
o visitar virtualmente sitios de interés. Y todo es posible para una
pequeña parte de la humanidad en máquinas que caben en un pequeño
maletín, e incluso desde teléfonos tan minúsculos que
se pierden en un puño cerrado.
Mientras, creo que si Alicia viera este "país de maravillas", terminaría
dando palmotazos a los naipes de un mundo virtual tan absurdo que condena
a los pobres por incultos, sin dejar más opción a la incultura
que nacer en la pobreza.