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9 de febrero del 2002
Bolivia: a un paso de la insurrección
Juventudes Libertarias, Bolivia
Un muerto por semana, un herido por día, decenas de denuncias de
torturas, decenas de sindicalistas perseguidos, un centenar de presos políticos,
el cierre de radios ligadas a movimientos sociales y sindicales. En menos
de seis meses, ese es el saldo del régimen más atroz que se
ha vivido en Bolivia desde la caída de las dictaduras militares, hace
20 años.
La tónica de estos días se complementa con el bombardeo mediático
que criminaliza toda protesta social, orquestando la imposición, de
parte del estado, de un sistema económico y político de la sociedad.
Todo bajo la férula del imperialismo capitalista que ejerce una rapaz
incursión de dominación geopolítica, que se estrella
con la ira movilizada del proletariado boliviano.
La clase trabajadora en ascenso desde el año 2000, progresivamente
fortalece su unidad y aclara objetivos. Aunque las inefables burocracias en
ningún momento han variado sus posturas chauvinistas y conciliadoras,
el arrojo de las masas trabajadoras han empujado a los lideres sindicales
ha sumarse a la cada vez mas radicalizada lucha de clases que se libra en
Bolivia.
Ante la violencia del Estado-Capital, el proletariado esta ejerciendo la autodefensa.
En el último mes tres militares y un policía fueron ultimados
en el Chapare; mientras en Sucre un grupo de pequeños deudores, que
se defendían de los remates, arrojaron gasolina a un pelotón
de policías y les prendieron fuego; en la localidad de Pocitos miles
de trabajadores de frontera hicieron correr a la policía de elite y
quemaron el puesto fronterizo con Argentina; el pasado 2 de febrero una marcha
de miles de obreros, campesinos cultivadores de coca, universitarios, maestros,
pequeños deudores, trabajadores de salud, de aguas y obreros sin jubilación,
concluyo arrojando piedras, petardos, pintura contra el cuartel de policía
de la ciudad de Cochabamba, en protesta por la feroz represión ejercida
por los cuerpos de elite "los dálmatas" - acusados de torturar a los
presos políticos con descargas eléctricas en las encías-,
finalmente un grupo de jóvenes vestidos de negro arrojo una bomba casera
cuyas esquirlas hirieron a cinco policías, entre ellos un mayor.
Cochabamba se ha convertido desde hace dos semanas en el epicentro de las
protestas, sus calles han sido tomadas por miles que han levantado barricadas,
fogatas, incendiando vehículos en algunos casos y atacando comercios
de lujo, así como el palacio de justicia, sembrando alambres de púas
y vidrios para evitar el paso del brutal cuerpo de policía, que ha
llegado al extremo de apresar a niños de 11 años y utilizar
armas de guerra, hecho que cínicamente fue aceptado por el ministro
de gobierno, que explicaba el hecho arguyendo que se les habían acabado
la dotación de gases.
El movimiento social en Cochabamba, que incluye a los cocaleros exige la abolición
del parlamento y la conformación de una asamblea popular. Los disturbios
estallaron tras la expulsión del diputado campesino Evo Morales, líder
sindical de los productores de coca; los llamados cocaleros que en toda la
región del Chapare están dispersos dedicados al cultivo de hoja
de coca, que recientemente el gobierno decreto ilegal su compra-venta en la
zona, condenando al hambre a mas de 35000 familias dedicadas a ello. Todo
bajo el mandato de Washington y en el marco de la falaz guerra a las drogas.
Tradicionalmente la coca es utilizada desde hace mas de mil años, actualmente
grandes sectores indígenas y mestizos la usan habitualmente como parte
de su cultura. Por lo que el movimiento cocalero ha calificado la campaña
de erradicación y comercialización de coca, como un genocidio
cultural, además de humanitario. Ya que las tropas militares y policiales
han asesinado, solo en la región, a más de ochenta cocaleros,
hiriendo de bala y torturando a cientos, además de saquear y quemar
pueblos enteros. Las verdadera intención del imperialismo capitalista,
el financiador de esta campaña, seria el control de la Amazonía
y los Andes, y una pieza en esa estrategia es eliminar cualquier resistencia
social en la región.
La férrea resistencia del movimiento cocalero, se explica en parte,
por la organización flexible que practica, basándose en tradiciones
comunitarias horizontalistas del ayllu y el ayni de perspectiva autogestionaría.
Una organización similar desarrollan los indígenas del altiplano,
que esta semana se han sumado a las movilizaciones cortando las rutas, junto
a campesinos de otras regiones, exigiendo entre otras muchas reivindicaciones
la expulsión de la ENRON del país. En definitiva carreteras
de casi todas las regiones de Bolivia aparecen bloqueadas en diversos grados.
Sin embargo, la gran mayoría de las rutas son despejadas hasta el mediodía
por soldados, para luego reaparecer obstruidas. El significado de la interrupción
no se mide en la permanencia de las barricadas, sino en la desconfianza que
genera para transitar por las carreteras.
Varias organizaciones campesinas y de los pueblos originarios advirtieron
que la guerra por la tierra será más grave que la de la coca,
debido a que se está tratando de favorecer a los grandes latifundistas
del oriente con las reformas a la Constitución Política del
Estado.
El movimiento social en lucha abarca a múltiples sectores, inclusive
hace cuatro días los policías de Santa Cruz se amotinaron exigiendo
bonos de alimentación, y aunque no actúa coordinado premeditadamente,
la solidaridad entre diversos sectores es una constante y esta orillando al
gobierno y a la fe en la democracia burguesa.
El gobierno del Presidente Quiroga es un cadáver que sigue gobernando
gracias, al apoyo de la embajada Norteamericana. Su existencia resulta paradójica
en un país convulsionado y con gran tradición golpista. Es una
expresión de los tiempos que vive Latinoamérica bajo el yugo
imperialista capitalista.
Es imperiosa la presencia de una oposición enraizada en el seno del
movimiento proletario que se oriente a sepultar no sólo el cadáver
del gobierno de Quiroga, sino también el estado-capital. Ningún
dirigente de los diferentes movimientos que sacuden al país orienta
su lucha más allá del plano reivindicativo, lo que elimina toda
perspectiva histórica a la lucha que encaran los trabajadores por subsistir
en un régimen que no tiene otra alternativa que descargar el peso de
su crisis sobre las espaldas de los trabajadores. Ganados por la propaganda
imperialista y burguesa estos dirigentes dan por cierto la derrota del socialismo
y cuidan sus privilegios.