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7 de febrero del 2002
Al fin alguien nos ofrece una solución:
que en las cacerolas de los protestones
se cocine la soja transgénica para los hambrientos
Jorge Eduardo Rulli
Nac & Pop
La convergencia de los piqueteros que reclaman planes de subsistencia
y los caceroleros que exigen sus ahorros incautados por los bancos, anticipa
una alianza social formidable y de consecuencias difíciles de prever,
pero de manera alguna promete construir una propuesta de proyecto nacional
o al menos una propuesta de país viable.
La dimensión de lo rural resulta ajena a los sectores urbanos en conflicto,
pero a la vez sus reclamos y reivindicaciones no podrían jamás
satisfacerse sobre el modelo de país exportador de productos primarios
y sin valor agregado que diseñó el cavallismo. Esa es la paradoja
y las limitaciones de una rebeldía generalizada que bien puede ayudar
a reconstruir el fragmentado tejido social de la Argentina, pero que difícilmente
sea capaz de remontar las causas profundas de la falta de arraigo y por lo
tanto de la desesperanza y de la desolación que están en los
orígenes de la crisis que vivimos.
Desde los niveles más altos del gobierno se nos hace saber que se está
"tratando de desarmar la bomba de tiempo que con perversidad infinita dejó
Domingo Cavallo". Sin embargo, se oculta con deliberación que el modelo
rural impuesto en los años 90, ha sido uno de los principales responsables
de la crisis terminal en que nos encontramos. Y decimos que se nos oculta
con deliberación porque en el área agropecuaria del Estado son
ratificadas las mismas políticas que condujeron al actual entrampamiento,
se continua endiosando el paradigma productivista y a la Biotecnología
que ha sido la expresión máxima de una agricultura sin agricultores.
Mientras tanto y de la misma forma en que lo hicieran en la época de
Cavallo, se esfuerzan por paliar la pobreza urbana con planes asistenciales
y reparto de comida. Esta fue justamente la ecuación del proyecto menemista,
un territorio vacío ocupado por grandes empresas agroexportadoras y
enormes cinturones de miseria urbana contenidos y disciplinados con asistencialismo.
El modelo pudo desarrollarse sin resistencias porque la mayoría de
los productores compró el paquete tecnológico que les ofrecía
el mercado globalizado. Los tamberos incorporaron las pastillas de semen norteamericano
y ahora tenemos un rodeo lechero con fuerte dependencia a insumos. Los ganaderos
fueron seducidos por los corrales de engorde y ahora producen con balanceados
y anabólicos mientras provocan estragos sobre los ecosistemas. Los
agricultores compraron el paquete tecnológico de la siembra directa
con las sojas transgénicas y los herbicidas de Monsanto.
Todos se rindieron a las reglas del productivismo, que son las de disminuir
los costos y producir cada vez más. En el camino perdimos calidad y
variedades de cultivos. Y sobre todo perdimos la genética nacional
y se deterioraron tal vez en forma irreversible los recursos naturales. El
país se hizo inviable, cuanto más producimos más pobres
somos y menos gente resta en el campo. Producimos lo que a todo el mundo le
sobra y lo que pocos quieren, mientras año tras año batimos
nuestros propios récords de exportación de granos sigue creciendo
el hambre. Ahora con la crisis financiera y el default llegó la hora
de llorar .
Y qué se les ocurre a quienes diseñaron una Argentina a la medida
de los exportadores de soja ? Se les ocurre manifestar lo que a pocos dirigentes
políticos les viene en mente, el que en este país tan rico el
hambre es sencillamente una obscenidad, es algo que no tiene razón
ni sentido. Pero qué nos ofrecen estos señores que se enriquecieron
con la Argentina agroexportadora de commodities ?.
Según nos informamos por el Suplemento Rural de Clarín del sábado
26 de enero nos ofrecen donar un kilo de soja transgénica por cada
tonelada que exporten. Que a cada desempleado se le provea de un gramo de
soja diaria por cada kilo de su peso, nos asegura el Ing. Huergo de la redacción
de Clarín Rural, que con eso está calculado que tienen proteínas
para mantenerse, y que el Estado se ocupe de vencer las resistencias culinarias.
Los grandes productores y exportadores de soja mantienen de ese modo el modelo
que los enriquece y a la vez calmarían el hambre de los excluidos con
los granos que se derraman de los silos.
Pero este país está en ebullición y a la rebeldía
y al hambre no se las puede calmar con milanesas de soja. Esta es una crisis
estructural y se hace necesario refundar el país y repensar la Democracia.
Al gobierno le falta coraje para encarar la Crisis. Un coraje que difícilmente
puedan encontrar los que han sido cómplices del cavallismo y que ahora
son incapaces de asumir las propias responsabilidades.
Es necesario hacer lugar a otra agricultura, a una agricultura de bajos insumos
destinada al mercado interno y regional, y que añada valor a sus producciones.
Es necesario también, recolonizar los territorios despoblados y los
pueblos muertos. Esto requiere planes de relocalización de poblaciones,
el apoyo técnico necesario a la formación y capacitación
de los nuevos agricultores y el rediseño de los gobiernos locales y
de sus funciones.
Requiere una estrategia que apunte a la soberanía alimentaria y a recuperar
una genética nacional , y que favorezca el desarrollo local y los mercados
de productores familiares. Se trata de modificar la base misma del modelo
rural, dejar de ser meros exportadores de aceites y de piensos, volver a producir
alimentos y proveer arraigo y trabajo a las poblaciones desplazadas, para
posibilitar de esa manera que podamos entre todos, volver a elaborar un Proyecto
Nacional.
* Jorge Eduardo Rulli fue uno de los fundadores de la Juventud Peronista en
el 55. Veterano de las luchas políticas de los años 60 y 70,
hoy integra el GRR y coordina la Red por una América Latina Libre de
Transgénicos