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21 de febrero del 2002
Frei Betto
Servicio Informativo "Alai-amlatina"
Fraternidad y Pueblos Indígenas es el tema de la Campaña de Fraternidad de este año, promovida por la Conferencia Nacional de Obispos de Brasil (la CNBB, por sus siglas en portugués). El lema es "Por una tierra sin males". El manual de campaña estima que, en 1500, vivían aquí cerca de 6 millones indígenas, distribuidos en más de 900 pueblos de diferentes culturas.
Hoy, la población indígena del país es de 550.438 personas, pertenecientes a 225 pueblos y hablan cerca de 180 idiomas. En el mundo, hay 300 millones de indios, de los cuales 40 millones en el continente americano.
En Brasil, cerca de 350 mil indios viven en sus territorios, y otros 191 mil migraron a los centros urbanos. Se calcula que 900 pertenecen a pueblos aún no contactados. De las 771 tierras indígenas, 68% aún no están definitivamente demarcadas. En 178 de ellas, el proceso ni siquiera fue iniciado. Falta al país aprobar un Estatuto de los Pueblos Indígenas, de modo que ellos tengan sus derechos rigurosamente reconocidos y respetados.
Las escuelas deberían ser las primeras en valorizar la cultura indígena como un antídoto a nuestra sociedad consumista, que mantiene una relación utilitaria con la naturaleza y prejuiciosa con los que no se arrodillan ante del dinero.
La tierra es, para los pueblos indígenas, el espacio vital, sagrado, donde residen los espíritus ancestrales, y de la cual son extraídos los bienes de la vida sin perjudicar el equilibrio ecológico. De ella no esperan lucros, sino bienestar comunitario. Como decía Xicao Xukuru, asesinado en 1998 en lucha por su territorio, para nosotros la tierra es como nuestra madre. Ella nos da todo fruto de sobrevivencia, ella debe ser cuidada y preservada a partir de las piedras, de las aguas y de los bosques.
Es expresiva la influencia indígena en nuestra cultura, de la música a la lengua, de las danzas a la nutrición, de las creencias a los ritos. Sin embargo, en estos últimos 500 años ellos han sido víctimas de exterminio, a través de genocidio, esclavitud, prostitución, destrucción de su religiosidad, y mediante políticas oficiales que buscan integrarlos a nuestra sociedad, incapaz de reconocerles el derecho a la diferencia. Sin embargo, ellos resisten, a pesar de las agresiones de los madereros y mineros, latifundistas y laboratorios farmacéuticos.
La Iglesia católica es, hoy, consciente de su relación ambigua con los indios en el pasado. Al lado de defensores, como Anchieta y Vieira, había misioneros que favorecían la explotación de mano de obra indígena a través de una catequización equivocada. Ahora, se trata de asegurarles el derecho a la vida, manteniendo con ellos el diálogo intercultural e inter religioso, como hacen las hermanas de Foucauld entre los tapirapé, en Araguaia, reducidos a 50 en 1950. Dos años después llegaron las religiosas, sin intensión de catequizarlos o imponerles nuevos valores. Querían apenas ser solidarias. Hoy, la población tapirapé es de 475 personas.
En un encuentro de teología indígena, realizado en 1997 en Bolivia, los indios propusieron que el misionero cristiano, al llegar a una cultura indígena, pase por el proceso de inserción; que comprenda y asimile los valores, la consmovisión y las expresiones religiosas para, así, descubrir en las culturas la manifestación de Dios. Porque interculturación es diálogo entre el Evangelio y las espiritualidades indígenas.
Amenazados por las aguas que destruían el mundo -reza la tradición guaraní apapocuva-, Guiraypoty, que se refugiaba con la mujer sobre el techo de una casa, entonó el nheengaraí, el canto solemne guaraní. Cuando iban a ser tragados por las aguas, la casa se movió, giró, flotó, subió.. hasta llegar a la puerta del cielo, donde se quedaron a vivir. Este lugar se llama Yvy mara ei (tierra sin males). Ahí las plantas nacen por sí mismas, la mandioca ya viene transformada en harina y la caza llega muerta a los pies de los cazadores. Las personas en ese lugar no envejecen, no mueren y ahí no hay sufrimiento.
Requerimos dar oídos al llamado de Maninha Xukuru-Kariri: "Esperamos que en un futuro próximo toda la sociedad asuma la cuestión indígena como suya, como parte de la construcción histórica de este país, historia camuflada con versiones engañosas, románticas, pero que precisa ser mostrada en su rostro real. La sociedad requiere asumir la lucha indígena, asimismo como las otras luchas sociales, de los sin tierra, de los niños de la calle y tantas otras, como una cuestión de todos" (Porantim 222, p.4).
Es esta solidaridad que la Campaña de la Fraternidad quiere suscitar. Ojalá que, en este año electoral, programas y candidatos también contemplen la cuestión indígena. Mantenerse indiferente a ella es una declaración pública de oportunismo electoral, ya que es inexpresivo el voto de los pueblos de la selva. Mas ellos son nuestras raíces y viven, cuando tribalizados, valores que para nosotros todavía son utopías.
(*) Frei Betto, escritor brasileño, es autor de la novela indigenista "Uala, o amor" (FTD), entre otros libros