5 de diciembre de 2002
La vida en rojo sólo es una ''atequilada'' compilación, dice quien acompañó al guerrillero . El libro de Castañeda agrega más infamias sobre el Che
BLANCHE PETRICH
La Jornada
Guadalajara, Jal., 2 de diciembre. Mientras Ernesto Che Guevara vivió
en Praga, clandestino y dedicado al estudio de las economías socialistas
del bloque soviético, Orlando Borrego Díaz, su segundo en la guerrilla
y en los primeros años de la Revolución, fue uno de sus muy pocos
interlocutores. Fue a él a quien envió sus ''Cuadernos de Praga'',
en los que, a raíz de su mirada crítica, vaticina -herejía
en esos años- que la Unión Soviética algún día
retornaría al capitalismo. Eran los meses entre 1965 y 1966.
Desde La Habana, a cargo del Ministerio de la Industria Azucarera, Borrego,
economista, rabiaba cada vez que leía versiones descabelladas sobre el
destino de su compañero o interpretaciones erróneas de su gestión
como artífice de los primeros pasos del modelo socialista cubano.
Una de esas interpretaciones en aquel tiempo fue un artículo de la joven
periodista mexicana Sol Arguedas, de la revista Siempre!, quien había
escrito un artículo en el que sostenía que había diferencias
de concepción entre Fidel Castro y el Che en el tema laboral.
Vínculo sin fracturas
Borrego se debatió, durante meses, entre contestarle o no. Finalmente
lo hizo, en una carta poco diplomática. ''Yo era un troglodita", dice.
El Che lo apodó Vinagreta. Pero Borrego tuvo la paciencia de no enviar
la carta. A su paso por La Habana, en otoño de 1966, el Che revisó
esa carta, le metió lápiz y le agregó, de puño y
letra, un último párrafo en el que le hablaba de que próximamente
emprendería una nueva campaña guerrillera, pero le reiteraba la
''identificación total (de Guevara) con la Revolución Cubana y
su jefe". Es una misiva enviada en 1966 e inédita hasta ahora. Y es,
también, una de las pruebas documentales de que la tesis central del
libro biográfico de Jorge G. Castañeda, La vida en rojo, sobre
la supuesta traición de Castro al Che, no es más que una ''atequilada"
compilación que ''agrega nuevas infamias sobre la vida y obra del Che''.
Esto escribe ahora Borrego en su nuevo libro, Che, el camino del fuego (editorial
Imagen Contemporánea, La Habana), que se presenta este martes en el Instituto
José Martí de Guadalajara. Y saca a la luz por vez primera aquella
antigua misiva a una periodista mexicana.
Se siente obligado a ello, explica en entrevista, porque cada texto que intenta
difamar la relación de Ernesto Guevara con Fidel Castro ''es un golpe
al corazón".
Orlando Borrego Díaz fue primer teniente en la Columna Ocho que comandaba
el Che durante los años de la insurgencia en Cuba. Cuando triunfó
la Revolución, Guevara fue nombrado ministro de Industria y Borrego viceministro.
Cuando el comandante partió al Congo, Borrego ocupó su lugar.
Cuando en 1965 el Che partió a Bolivia, Borrego fue uno de pocos que
estuvieron las últimas horas con él, antes de que partiera a su
destino final a ese país en 1965.
''Eramos muy pocos en esa reunión de despedida la noche que iba a tomar
el avión. Se contaban con los dedos de la mano, entre ellos Fidel, por
supuesto. Estábamos... ¡imagínate! Se nos iba nuevamente. No estábamos
preocupados por su vida. No poníamos en duda que triunfaría, pero
nos dolía su partida. Todos los que iban con él eran compañeros
entrañables. Fidel sí estaba preocupado. En particular le obsesionaba
que lo descubrieran en el trayecto, no obstante su disfraz."
Borrego guardó, durante más de 35 años, documentos vitales
de su estrecha relación con Ernesto Guevara. Entre otros, era el destinatario
de los ''Cuadernos de Praga". Los diversos biógrafos del Che, entre otros
el propio Castañeda, intentaron por años desclasificar estos ''Cuadernos".
Nunca lo lograron.
Hoy, en ''el camino de fuego", se revela el contenido de esos cuadernos y varios
documentos más, entre otros, pruebas que echan por tierra versiones sobre
una fractura entre el presidente cubano y su ministro y compañero Ernesto
Guevara.
En los ''Cuadernos'', el Che estudió a fondo e hizo un análisis
crítico sobre los países socialistas. Consideraba que ese modelo
tenía facetas que no eran aplicables a la realidad cubana y que se hacía
necesaria una elaboración teórica que se convirtiera en un nuevo
modelo. Había tenido, en años anteriores, la experiencia de haber
intentado echar a andar, sin recursos ni experiencia, un modelo autóctono
de desarrollo industrial para la isla monoexportadora y rural que en ese entonces
era Cuba.
El marketing del socialismo
Borrego habla de aquellos primeros años, cuando acompañaba al
Che en los primeros pasos de la construcción de la nueva economía
cubana desde el Departamento de Industrialización, primero, y el Ministerio
de Industria, después. Era 1961. El gobierno revolucionario había
nacionalizado las fábricas y había nombrado, como administradores,
a jóvenes sin experiencia, hasta de 20 años o menos. Bajo la conducción
del jefe guerrillero se implementaron nuevos métodos de trabajo y estudios
de administración basados en todas las escuelas de dirección empresarial
estadunidenses (técnicamente no contaminadas por la ideología)
y las nuevas experiencias socialistas. Intentaban desarrollar en términos
prácticos el papel del hombre nuevo, basado en un conjunto de valores
como la ética, el trabajo voluntario, nuevos aspectos morales, nuevas
relaciones humanas en el trabajo.
Cita ejemplos sobre el equilibrio que se buscaba en la retribución material,
a través del salario, y otras compensaciones. Muchas veces el pago por
horas extras era un diploma firmado por el Che. Funcionaba porque eran años
de efervescencia revolucionaria y por el impacto moral del líder en cuestión.
Se compensaba al obrero destacado con facilidades para adquirir un auto, una
vivienda o con unas vacaciones a la playa o a un viaje a los países socialistas,
donde se combinaba el paseo con el aprendizaje de otras experiencias de producción.
Entre otras innovaciones, el salario pretendía estimular la producción
y la superación personal, pero también la innovación, el
mejoramiento técnico e incluso conceptos de diseño y estética,
algo que los soviéticos habían descartado. Era, por así
decirlo, el marketing del socialismo.
Borrego reconoce que el modelo no funcionó del todo y lo atribuye al
bloqueo comercial de Estados Unidos.
En la búsqueda de soluciones para sortear el bloque se adoptaron reformas
que alteraron el modelo y debilitaron algunos de sus aspectos esenciales. El
modelo soviético había rebasado al guevarista.
A mediados de los años 80, Fidel Castro detectó esos focos rojos
e inició, cuatro año antes que la perestroika de Gorbachov, el
''proceso de rectificación de errores y tendencias negativas". Y esto,
según Borrego, que es doctor en economía, fue clave para que Cuba
haya sobrevivido al naufragio general de lo socialismos de la órbita
soviética en los años 90.
En 1966, durante los cuatro meses que Guevara pasó en La Habana, se volvieron
a encontrar. A 36 años de distancia, Borrego asegura que fueron ''los
días más lindos de mi vida".
El último capítulo de Che, el camino del fuego es el retorno del
Che a La Habana. ''Yo pensaba que no lo volvería a ver. Pero volvió,
convencido por Fidel, y durante cuatro meses, en el mayor secreto, emprendió
los preparativos para la expedición a Bolivia. Ese fue el adiós
definitivo.''