Latinoamérica
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27 de diciembre del 2002
Otra América es posible
Miguel Urbano Rodrigues
resistir.info
PONENCIA DEL ESCRITOR PORTUGUES MIGUEL URBANO RODRIGUES, EX -DIPUTADO EN EL CONSEJO DE EUROPA, PRESENTADA EN EL XIII CONGRESO DE LA OCLAE - GUADALAJARA, 2 de Diciembre
Compañeras y compañeros
Esperaba un buen Congreso. Pero la atmósfera que ustedes han creado en Guadalajara ha excedido lo que los invitados podíamos prever. Vuestra firmeza y entusiasmo transmiten confianza. Lo más positivo es la disposición a la lucha de la juventud estudiantil latinoamericana.
Sí, "Otra América es posible".
De los debates de Guadalajara se puede felizmente concluir que la OCLAE está consciente de que la Nueva América no caerá del cielo ya hecha y acabada por la fuerza de nuestras aspiraciones. Hay que construirla caminando por un sendero sembrado de peligros, en combate permanente.
Este año ha sido, en un contexto amenazador para la humanidad, un año de grandes victorias en América Latina.
En el preciso momento en que el sistema de poder imperial proyecta la recolonización a través del ALCA, los pueblos del continente le han infligido serias derrotas.
En Venezuela, un golpe de estado de extrema derecha fue aplastado por el pueblo y la mayoría progresista de las Fuerzas Armadas. En Ecuador, el pueblo ha llevado a la Presidencia a un oficial patriota identificado con sus aspiraciones. En la Argentina, resistiendo a las presiones de Washington y de un gobierno títere, las masas siguen saliendo a las calles desde hace un año, exigiendo el fin de la política impuesta por el FMI, responsable de la ruina del país.
En Brasil, Lula, un obrero metalúrgico, ha sido elegido presidente por aplastante mayoría. En Bolivia, en el Perú, en Paraguay, en el Uruguay,en Puerto Rico,en Haiti las luchas sociales aumentan de intensidad. En Colombia, las FARC y el ELN resisten con firmeza a la brutal ofensiva de una oligarquía financiada y armada por el imperialismo estadounidense.
La Revolución cubana, víctima del más largo y cruel bloqueo de la historia, confirma, día tras día, que es posible resistir al más poderoso imperio de siempre.
En 2002 hubo un cambio favorable a la izquierda en la relación de fuerzas.
Pero el enemigo, el sistema de poder imperial de los EEUU --que no haya ilusiones--, es formidable. Desarrollando una estrategia de dominación perpetua practica una política de terrorismo de Estado que solamente encuentra precedente en el III Reich nazi. El peligro de una dictatura militar planetaria de contornos fascistas amenaza la humanidad.
El final del ciclo de pasividad en áreas de la América Latina donde las políticas imperiales del llamado Consenso de Washington fueron aplicadas durante muchos anos con resultados desastrosos, nos impone, por lo tanto, responsabilidades crecientes.
El panorama de luchas en el hemisferio justifica nuestra confianza, pero está sembrado de contradicciones e incógnitas.
El caso de Argentina es diferente de cualquier otro.
En ningún otro país de la región las recetas del FMI y del Banco Mundial fueron aplicadas con tamaña rigidez y servilismo. Ellas llevaron a la quiebra una de las naciones más ricas del continente. Sin embargo, Washington propone como remedio para la crisis la misma política que provocara el desastre.
En aparencia están reunidas las condiciones objetivas y subjetivas para una ruptura revolucionaria. Mas ella no se ha producido y no es previsible.
Esa es una de las lecciones de la caótica situacion existente. La disponibilidad de las masas para la lucha, el coraje con que ellas desafían el Estado burgués debilitado no es suficiente para abrir el camino a una situación revolucionaria que permita la toma del poder. La cienagosa crisis argentina ilumina bien los limites del espontaneismo. La inexistencia de una organización revolucionaria con prestigio y condiciones para transformar la combatividad del pueblo en palanca para la ruptura del sistema explica que el gobierno Duhalde mantenga con alteraciones cosméticas la política que precipitó el país al caos.
Compañeros y compañeras:
En situaciones tan diferentes, como las que tienen por escenario a Venezuela, Brasil, Ecuador y la Argentina, está siempre presente la cuestión del poder. La posición a ser asumida frente al Estado es un tema polémico que suscita intenso debate en América Latina.
Incluso en el marco de las fuerzas políticas que no colocan la necesidad de la destrucción del Estado burgués, dos tendencias principales se manifiestan en el hemisferio.
Una de ellas, de la que es paradigma la teorización zapatista, pone en segundo plano la cuestión del poder. La problemática de la participación es tratada en una perspectiva que excluye la lucha frontal contra el capitalismo. La idea de que sería posible empezar a construir un mundo nuevo sin tomar el poder --idea contenida en los discursos del subcomandante Marcos-- ha encontrado gran receptividad entre intelectuales europeos, escépticos en cuanto a la intervención de los partidos de izquierda como instrumento de rupturas históricas. La tentación de un espacio de anti- poder fascina sobre todo a jóvenes atraídos por el neoanarquismo. Pero tampoco personalidades como Ignacio Ramonet esconden su adhesión al proyecto de Marcos.
En entrevistas al director de «Le Monde Diplomatique» y al periodista mexicano Julio Scherer, Marcos reactualiza el debate en torno de la antinomia «reforma o revolución».
Al estabelecer una separación clara entre el rebelde y el revolucionario, el dirigente zapatista se demarca de lo que llama «los revolucionarios clásicos». Condena el capitalismo porque lo considera incompatible con las aspiraciones del hombre. Pero la teoría y la práctica de su movimiento, al defender la transformación lenta de la sociedad, no configura una amenaza real para el capitalismo. Este no se siente en peligro cuando los adversarios lo quieren eliminar a través de reformas graduales, impuestas de abajo hacia arriba, renunciando a luchar por el poder. Es significativo que decenas de emisoras de televisión de EE UU y Europa hayan transmitido la marcha sobre la capital mexicana de los comandantes zapatistas y el discurso que Marcos entonces pronunció en la plaza del Zócalo.
Recuerdo que Raúl Reyes, un destacado comandante de las FARC, comentó entonces,sin dejar de expresar respetoi por Marcos : «Si un simple destacamento de las guerrillas colombianas caminase cinco kilómetros por una carretera, en la selva o la montaña, no habría televisoras que le filmaran, y sobre él lloverían del cielo bombas.»
Marcos no es, sin embargo, una voz aislada. Intelectuales que se definen como neomarxistas defienden en la práctica concepciones próximas al anarquismo, que niegan la necesidad de toda lucha política orientada hacia la conquista del poder,aunque lejana. Hoy, sobre todo en las universidades, tanto en Europa como en América, gana adeptos una escuela que recurre a Marx ,distorsionando su pensamiento para concluir en la inutilidad de la lucha contra el Estado.
Uno de los más destacados portavoces de esa corriente es el escocés John Holloway, doctor en Ciencias Políticas por la Universidad Edimburgo,actualmente profesor en la Universidad de Puebla. Autor de un libro de éxito, «Cambiar el mundo sin tomar el poder», nos habla del significado de la revolución para negar su posibilidad.
Según Holloway -cito- «El llamamiento zapatista a construir un mundo nuevo ha tenido una repercusión extraordinaria y esa repercusion está relacionada con el crecimiento en los últimos años de aquello que pudiera llamarse un espacio de antipoder. El referido espacio corresponde a un debilitamiento del proceso que polariza el descontento en el estado».
No valdría la pena hablar aquí del libro citado si él no fuera la expresión de un pensamiento negativista que desmoviliza. La idea de que no se debe luchar frontalmente contra el Estado, porque la toma del poder es una imposibilidad, ha encontrado sin embargo amplia receptividad en conferencias internacionales y foros sociales que combaten la globalizacion neoliberal.
Es significativo que el libro de Hollway haya sido editado en Argentina y que el auctor haya participado ya de mesas redondas en México. Aquí polemicó con Octavio Rodríguez Araujo. El profesor escocés considera los partidos inútiles e incluso perjudiciales. Concibe la lucha política como cadena de acontecimientos espontáneos, de manifestaciones, cito,«contra el fetichismo, festivales de los subordinados, carnavales de los oprimidos, explosiones del principio del placer».
Sin embargo, a la pregunta de cómo cambiar el mundo sin tomar el poder, título de su libro, responde que no sabe, y expresa que tampoco sabe lo que significa hoy la palabra revolución.
Compañeras y compañeros:
En América Latina, la otra tendencia reformadora de la sociedad, de lejos la más importante, es asumida por fuerzas, partidos y movimientos para los cuales el camino hacia un nuevo orden económico y social tendrá que pasar inevitablemente por la conquista del poder a través de elecciones democráticas. En otras palabras, las instituciones existentes, creadas por la clase dominante, serían el instrumento que permitiría sustituir gradualmente el sistema de explotación vigente, por otro, antagónico, en beneficio de las grandes mayorías.
En Venezuela con Hugo Chávez y en Brasil con Lula, en Ecuador con Lucio Gutiérrez, tenemos hoy tres líderes carismáticos, que, elegidos presidentes en el marco de las instituciones existentes, afirman que es posible alcanzar ese objetivo.
Los tres vencieron contando con el apoyo masivo de la ciudadanía. En los tres casos la derrota de la derecha expresó la profundidad del descontento popular, la repulsa por las políticas neoliberales y un fuerte deseo de cambios que modifiquen radicalmente la estructura y el funcionamiento de la sociedad.
El futuro inmediato se presenta, pese a las proporciones del apoyo popular, cargado de incógnitas tanto en Venezuela como en Brasil y Ecuador.
La sangrienta destrucción de la vía pacífica hacia el socialismo en Chile permanece viva en la memoria de los pueblos de América Latina. Hoy en otro contexto histórico, menos favorable porque la Unión Soviética desapareció, Chávez, Lula y Lucio Gutiérrez, usando discursos diferentes y con bases sociales de apoyo también muy diferentes, no hablan del socialismo como meta. No obstante, Chávez ya tuvo que enfrentar un golpe fascista y las maniobras conspirativas para derribarlo prosiguen con apoyo de Washington. La actitud asumida por el Tribunal Supremo de Caracas, negándose a juzgar como golpistas a los generales que dirigieron el putsh del 11 de abril ,y declarando inconstitucional la Ley de Tierras nos coloca frente a las altas barreras que la llamada revolución bolivariana encuentra en su camino hacia la transformación de la sociedad en el marco institucional. Merece reflexión el hecho de que 35 partidos socialdemócratas de América Latina, del Caribe y Europa, reunidos en Caracas en julio, hayan manifestado su apoyo a los partidos y grupos del frente golpista Coordinadora Democrática. El secretario general de la Internacional Socialista llevó la hipocresía al punto de calificar el golpe del 11 de abril de «simple manifestación pública de masas de disidencia democrática».
Lula, que sólo tomará posesión de su cargo en enero, ha comenzado ya a sufrir formidables presiones para que olvide los compromisos asumidos con el pueblo brasileño. Bush y Tony Blair, el FMI, Otto Reich, Alan Greenspan lo elogian, como sirenas impacientes por integrar el futuro gobierno en el engranaje del sistema.
Hay que confiar. Pero sin romanticismo. No debemos subestimar las enormes dificultades que el desarrollo de los procesos democráticos en curso encontrará. La solidaridad con las fuerzas progresistas de Venezuela, Brasil y Ecuador aparece así como deber militante e internacionalista para cuantos en el mundo, y sobre todo en América Latina, combaten el neoliberalismo y el imperialismo. Esa solidaridad es un factor importante en la defensa de las fuerzas de izquierda que en los tres países conquistaron la Presidencia.
Compañeros y compañeras:
La línea reformista según la cual el capitalismo puede ser recuperado y, usando las instituciones existentes, seria posible la transformación y humanización de las sociedades por él oprimidas es, como se conoce, cuestionada por fuerzas y partidos que niegan esa posibilidad.
Para los que así piensan, la recuperación del capitalismo es inviable por su esencia y por la propia lógica de su funcionamiento. La alternativa al sistema vigente pasaría así, inevitablemente, por su destrucción,aunque sin fecha predecible..
La nueva relación de fuerzas resultante de la desaparición de la URSS y de la hegemonía planetaria de una única potencia, los EEUU, hace aparentemente imposible el desarrollo victorioso de cualquier proceso revolucionario que se proponga como meta la toma del poder a través la lucha armada. Es una evidencia.
Sin embargo, las generalizaciones son siempre simplistas y no ayudan a comprender las complejidades del movimiento de la historia.
El poderío estadounidense tiene límites, como lo ha demostrado la crisis económico- financiera que afecta el sistema, la búsqueda permanente de alianzas y su dificultad para enfrentar determinados retos.
Los EEUU, por ejemplo, son obligados a convivir con China, no obstante que el crecimiento económico del gigante asiático configurara a medio plazo la mayor amenaza a su supremacía imperial .
En el propio continente americano dos casos, además muy diferentes, son encarados por el imperialismo estadounidense como desafíos intolerables: el de Cuba y el de Colombia.
Sucesivas administraciones han fracasado en la búsqueda de soluciones para uno y otro. El denominador común a ambos está en la demostración que es posible resistir.
Hace cuatro décadas que la Revolución cubana y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-FARC-EP resisten victoriosamente todos los esfuerzos para destruirlas. La guerrilla del Ejercito de Liberación Nacional -ELN también resiste.
En el caso de la patria de Martí y Fidel, una pequeña isla bloqueada desarrolla una experiencia socialista que, por los éxitos alcanzados en el plano social, es considerada por Washington un ejemplo peligroso para el conjunto de América Latina. Pero la ciudadela cubana, definida como amenaza a la seguridad de los EEUU y cómplice del terrorismo, resiste con heroísmo, confirmando que es posible sobrevivir diciendo NO al imperialismo y a la globalización neoliberal.
El caso de Colombia no es menos complejo en su excepcionalidad. Una campaña mundial de calumnias presenta a las FARC como «la guerrilla del narcotráfico», slogan inventado por un colaborador del Pentágono, el embajador Louis Stamb, para lanzar el anatema sobre una organización revolucionaria que optó por la lucha armada y tiene como objetivo a largo plazo la destrucción del capitalismo en su país.
Las cabezas de los comandantes de las FARC están puestas a premio. La justicia norteamericana ha pedido su extradición. Sus nombres figuran en las listas de terroristas perseguidos por las policías de América y Europa.
?Por qué tanta desinformación, tanta agresividad contra esa organización revolucionaria colombiana, cuyo comandante, Manuel Marulanda, es hoy un héroe legendario para millones de latinoamericanos?
Porque las FARC, que asumen el marxismo-leninismo como ideología, continuan desafiando victoriosamente el sistema que pretende aniquilarlas. Una guerrilla de 47 combatientes se ha transformado a lo largo de 37 años en un ejército popular de 18 000 hombres y mujeres que luchan en 60 frentes.
El año pasado conviví durante tres semanas en un campamento guerrillero de la Amazonia con esa gente. Puedo garantizarles, compañeros y compañeras de la OCCLAE, que en una ya larga vida no conocí revolucionarios más puros y generosos que aquellos combatientes anónimos colombianos, dispuestos a luchar y morir, si fuera necesario, por la liberación de su pueblo, por la humanidad, por la victoria de la revolución y el socialismo.
Lo que hace de las FARC un problema prioritario para Washington es también el ejemplo, la demostración de que, en determinadas circunstancias y lugares, es posible resistir, hasta por las armas, a un estado oligárquico sustentado militar y financieramente por los EEUU.
Compañeras y compañeros:
Vuelvo al tema del poder.
El importantísimo papel desempeñado por los movimientos sociales en repudio a la globalización neoliberal y a la creciente agresividad del imperialismo ha sido interpretado por prestigiosos cientistas políticos y sociales como prueba convincente de la decadencia irreversible de los partidos políticos.
La fragilidad de esos análisis reside en su carácter abarcador. Podrían haber estimado la insignificancia de la contribución de los partidos de izquierda al éxito de las gigantescas movilizaciones de masas de las que Seattle fue pionera. Pero en vez de reflexionar sobre los motivos de esa ausencia optaron por una conclusión genérica que coincide en lo fundamental con la difundida por los epígonos del neoliberalismo .
En realidad, los errores enormes cometidos por partidos tan diferentes como el PCUS, el fallecido Partido Comunista Italiano y el Partido Comunista Francés y la incapacidad por ellos demostrada para responder a los grandes desafíos de la historia no permite llegar a la conclusión voluntarista de que los partidos se han vuelto inadecuados como instrumento político en las grandes luchas contemporáneas, cabiendo exclusivamente a los movimientos sociales asumir el papel que ellos desempeñaron en el pasado.
Persuadir a los que rechazan la globalización neolibereal de que el socialismo no pasa de ser una utopía, siendo prueba de ello la desagregación de la URSS, es un objetivo permanente identificable en la estrategia de los teólogos del neoliberalismo que colocan el mercado encima del Estado, sacralizándolo.
Es un hecho que para combatir el enemigo común tenemos que sumar fuerzas. Eso no diminuye mi convicción de que los próximos años serán testigo del fortalecimiento de los partidos revolucionarios como instrumento indispensable de grandes transformaciones históricas. Porque la era de las revoluciones, contrariamente a lo que proclaman los teóricos del neoliberalismo, no ha acabado.
Por primera vez en la historia la contestación de una política que afecta a la casi totalidad de la humanidad comieza a encontrar una respuesta que es también global. El rechazo moviliza a millones de personas en todos los continentes. Nunca antes se había asistido a algo parecido.
Pero conviene recordar que la revuelta popular, por más amplia que sea, cuando no consigue traspasar el marco espontaneista, pierde ímpetu, se diluye, no alcanza la fase que culmina con la derrota del poder y la implantación de un nuevo orden social, su meta natural.
Los dramáticos acontecimentos de la Argentina confirman esa lección de la historia.
Los movimientos sociales continuarán cumpliendo la función que tan útilmente han desempeñado. Es fundamental su intervencion. Pero en la próxima fase de la batalla caberá a los partidos revolucionarios un papel insustituible.
Se dice, y es verdad, que son difusos los contornos de esos partidos. Creo que será la propia lucha la que los defina.
La historia nunca se repite de la misma manera. Pero como las causas que desencadenaron las grandes revoluciones no han desaparecido, más bien persisten agravadas, la revuelta de los oprimidos y excluidos contra el sistema de poder imperial que amenaza a la humanidad se esboza como exigencia que reactualiza las ideas de la revolución humanista. Es en esa revuelta que la participacion del partido revolucionario surge como necesidad.
En la gran batalla ideológica en movimiento, la burguesía está haciendo lo posible por neutralizar, dividir y destruir los partidos marxistas revolucionarios. No porque ellos sean instrumentos políticos obsoletos, sino porque teme que se mantengan fieles al ideario y compromiso que justifica su existencia.
Me permito, compañeros y compañeras, recordar una realidad. Los partidos comunistas que para «modernizarse», como les ha sugerido la burguesía, optaron por reformas supuestamente renovadoras del marxismo, desaparecieron, entraron en proceso de decadencia o aparecen hoy transformados en partidos del sistema, como el francés. Sin embargo, hostilizados y calumniados, partidos revolucionarios que asumen el marxismo-leninismo, como el portugués, el griego, el chipriota, en Europa -menciono algunos ejemplos- el Partido Comunista do Brasil, el Partido Comunista de Colombia, y el FMLN de El Salvador, en América, partidos que se han mantenido fieles a los principios y valores del marxismo, no solo han resistido bien a todos los ataques, sino que mantienen la confianza de las bases y el respeto de los trabajadores.
Compañeros y compañeras:
Como ya subrayé, cuando en América Latina se debate la búsqueda de alternativas para el capitalismo el consenso que se estabelece sobre la condena de la globalización neoliberal desaparece. En Florencia, en el gigantesco y magnífico Foro Social Europeo, ocurrió lo mismo. Cuando se entra a buscar salidas a la crisis global, las respuestas son insatisfactorias, con frecuencia utópicas. La mayoría admite tácitamente que el enemigo, por su enorme poder, no puede ser derrotado. Habría, por lo tanto, que reformar el capitalismo.
Es esa una opción capituladora. Me identifico con la posición asumida por Georges Gastaud, Henri Alleg y otros eminentes revolucionarios franceses para los cuales el sistema de poder que amenaza la humanidad no es susceptible de ser reformado en beneficio de sus víctimas. El capitalismo tendrá que ser destruido.
La tarea es tan ciclópica que, por la desproporción de fuerzas, no parece realizable. Pero casi todas las grandes revoluciones se han concretado contra la lógica aparente de la historia.
El capitalismo -repito- no desaparecerá a través de reformas. Pero la propia escalada del imperialismo estadounidense en búsqueda de la dominación planetaria, al dejar entrever el rostro de un fascismo neocolonial de nuevo tipo, tiende, por su irracionalidad y agresividad, a abrir fisuras en las murallas de la fortaleza capitalista.
Henry Kissinger, en conferencia pronunciada en el Trinity College de Dublin, en Irlanda, hizo una confesión interesante: «El desafío básico -declaró- es que la llamada globalización es realmente otro nombre para el mismo papel hegemónico de los EEUU» en el mundo.
Las calamidades desencadenadas por el sistema de poder estadounidense en los últimos años no tienen precedente desde la II guerra mundial. Solamente el Reich de Hitler concibió una política de relaciones con pequeños países tan marcada por un pensamiento fascizante como la de los EEUU. Son también los EEUU los grandes responsables de la tragedia que hace de la tierra árabe de la heroica Palestina una vitrina de la barbarie fascista reasumida por el sionismo.
El inventario de crímenes de que es responsable el estado norteamericano desde la desaparición de la URSS está hecho. En trabajos de intelectuales progresistas como Noam Chomsky encontramos las más completas descripciones y análisis de las agresiones, ignominias, golpes concebidos y financiados por la CIA, de intervenciones directas e indirectas que, en desafío frontal al Derecho Internacional y a la Carta de la ONU, han hecho de los EEUU un estado terrorista .
Los crímenes cometidos en Afganistán, como la masacre de Mazar-i Charif, el saqueo de Kandahar, el corte de lenguas a los prisioneros en Seberghan igualan las más repugnantes acciones de las SS nazis.
Esa acumulación récord de crímenes contra la humanidad --los colectivos y públicos y los encubiertos-- continua sin embargo siendo conocida solamente por una pequeña minoría de habitantes de la Tierra. El control de la información y la complicidad cobarde de los estados de la Unión Europea, Canadá, Japón y Australia (socios en la repartición y saqueo de las riquezas del mundo) y también de Rusia (tercermundizada y ella misma amenazada) encubre el rostro y mucho de la creciente agresividad del sistema de poder donde se localiza el auténtico polo del mal.
Es así que desde la guerra del Golfo, en una escalada que asusta, la política de la irracionalidad, del antihumanismo, de la opresión de los pueblos y de la sobrexplotación de los trabajadores nos es presentada como mensajera del bien, expresión máxima de la democracia, síntesis de las conquistas de milenios de civilización y baluarte de su defensa.
Compañeros y compañeras:
La revolución es siempre la lucha por el imposible aparente. Fue su transformación en posible real lo que, en momentos decisivos, hizo avanzar la humanidad .
En América Latina sube la marea de la contestación a las políticas neoliberales. Lo vimos en Venezuela, lo vemos en Ecuador y en Brasil. Lo vemos en el NO al proyecto recolonizador del ALCA. El rechazo al sistema de poder imperial y a la guerra aumenta en todo el continente. En las grandes luchas del presente y del futuro inmediato cabe a ustedes, a los jóvenes de la OCLAE ,como parcela de una futura vanguardia revolucionaria, un papel insustituible: contribuir para transformar en realidad concreta la aspiración expresa en el lema «Otra América es posible».
La victoria no tiene fecha en el calendario. Pero el imperialismo estadounidense, gran enemigo de la humanidad, como afirmara el Che, será, al fin, derrotado.
Muchas gracias.