18 de diciembre del 2002
Uruguay: la irresponsable locura
Carlos Santiago
Bitácora
"Si el error persistiese indefinidamente el desenlace
de la tragedia consistiría en la total despoblación
de nuestro territorio"
Dr. Ramón Díaz
¿Por qué se produjo la brutal caída del PBI en Uruguay? Generalmente
estos procesos tienen vinculación con el manejo de la masa monetaria
que cubre la economía, la que al retirarse, achicándose, determina
una destrucción rápida de la riqueza. Si la gente tiene en un
período dado de tiempo menos dinero del necesario para mantener su nivel
de vida, hace opciones. Deja de pagar la mutualista, como han hecho casi 200
mil uruguayos, o suspende los contratos de los teléfonos celulares, o
deja de comprar cosas que no les son imprescindibles.
Todo ello depende del volumen de dinero que ingrese a las familias,
que en nuestro país mayoritariamente, han pedido en primera instancia
su capacidad de ahorro, luego, de manera terminante, los niveles de consumo,
afectando en cascada al comercio, a la industria, a las empresas importadoras,
etc. Pero, además, las labores de exportación, pues las mismas
están vinculadas estrechamente al sostén que les otorgaba el consumo
interno.
Podríamos aburrir a los lectores con cuadros comparativos, con los qué
demostraríamos como la reducción de la masa salarial en manos
de la gente tiene una vinculación directa con la caída del PBI
y, además, de la recaudación fiscal que está determinando
un déficit que bordeará a fines de este año el 6 por ciento
del PBI. Es una cifra gigantesca, impensable para el desarrollo de un país
que, además, tiene obligaciones externas cuyo pago, por el mismo proceso
de empobrecimiento, se ha convertido en una misión imposible.
Lo singular de lo que ha pasado en el Uruguay es que esta reducción de
la masa monetaria no fue el producto de una batalla entre clases sociales para
lograr una mayor apropiación del ingreso. Si uno estudia la realidad
de esta crisis puede sorprendente ante un fenómeno nuevo: que tanto los
asalariados (proletarios), hombres y mujeres que venden su fuerza de trabajo,
como los empresarios, industriales, comerciantes, productores agropecuarios,
exportadores e importadores (burgueses), o sea los dueños de los medios
de producción y cambio (para utilizar una caracterización proveniente
del marxismo) todos se han empobrecido. Unos han perdido ingresos, el trabajo,
la vivienda y hay caído en la marginación, otros han perdido riqueza
en un declive que cada día es más estremecedor y, en alguno casos,
también batallan por sobrevivir en el marco de un país destrozado.
¿Qué pasó con el volumen de riqueza que desapareció? Fue
succionado hacia una especie de "nada" sartreana, insólita. El gobierno
del doctor Jorge Batlle quiso salvar el espejismo de un país "plaza financiera"
que ya no funcionaba y que, a principios de año, con la crisis argentina,
moría definitivamente. En la tarea de apuntalamiento de ese edificio
que se derrumbaba literalmente se tiraron miles de millones de dólares,
como agua a un canasto, que se volatilizaron y desaparecieron del país,
hiriendo gravemente a toda la economía.
La irracionalidad fue atroz. Se fueron además de las reservas atesoradas
por el Banco Central y además se utilizó la recaudación,
vaciando las arcas de la Tesorería del dinero que estaba destinado a
cumplir con el ordenamiento presupuestal. Millones y millones de dólares
aventados al aire, locura, combinada con una insuperable irracionalidad, fenómeno
que la psiquiatría deberá estudiar para que en adelante los libros
de economía manejen el ejemplo uruguayo, claro está, en un apéndice
especial destinado a explicar como el empobrecimiento de un país puede
producirse por hechos internos alejados de las contiendas sociales y de avatares
del comercio, de las crisis cíclicas o terminales. Ese capitulo se podría
llamar "la irresponsable locura"
Hay todavía algunos responsables de lo ocurrido que afirman que el gobierno
con el dislate, "honró" las obligaciones que se tenían con los
depositantes en las instituciones financieras. O sea que, con el dinero de todos
los uruguayos, incluso con lo restado a sueldos y jubilaciones vía el
Impuesto a las Retribuciones Personales (IRP), se sostuvo a bancos (empresas
privadas) en medio de una corrida histórica, sin pensar por un momento
que por ese camino el país en su conjunto se estaba desangrando.
¿Si el banco tal o cual no podía hacer frente a sus obligaciones, el
Banco Central podría haber adoptado medidas que ya están establecidas
en el formato de sus competencias?¿Por qué no se hizo nada cuando se
detectó el defalco cometido por los hermanos Rohm y que el Banco Comercial
vivía una situación de iliquidez que teóricamente y legalmente
debiera haber impedido cualquier tarea de "salvataje" por parte del gobierno?¿Qué
razón llevó a las autoridades económicas a transferirle
millones de dólares al Banco de Montevideo, cuando era ostensible que
el grupo que lo comandaba había perdido pie a nivel continental y que
el descalabro era su ostensible presente?
Podríamos seguir haciendo preguntas, cuyas respuestas siempre desembocan
en conclusiones neo psiquiátricas. Más allá de esa lamentable
comprobación, también existen responsabilidades políticas
que se deben señalar, porque las leyes de "urgencia" que se votaron para
transferir al mismo canasto el dinero quitado a los trabajadores y jubilados,
fueron aprobaron por mayorías regimentadas y agrupadas en lo que se llamó
la coalición de gobierno. En ese proceso, algunos políticos que
parecían ser dirigentes avezados, no tuvieron ningún resquemor
en votar lo que el gobierno imponía, sin advertir (o haciéndolo)
que estaban castigando a los mismos sectores sociales que los llevaron a ocupar
los cargos que ostentan.
Cuando se viven nuevos coletazos de la crisis, cuando el propio FMI se resiste
a seguir contribuyendo y el futuro de los bancos suspendidos es todavía
una incógnita a develar, hay que ver, como algunos se rasgan las vestiduras,
tratando de marginarse de su responsabilidad en el desastre, sin abandonar,
claro está, las chicanas políticas que están en la base
de la mentalidad de parte de la clase política profesional, que tiene
como objetivo la prebenda, el acomodo, la repartija y el usufructo de cargos,
elementos, todos ellos que configuran el innoble y peor mecanismo de ese quehacer.
¿Cómo sortear las consecuencias de toda esa vorágine irresponsable?
Las respuestas no son nada fáciles. Es evidente que debe lograrse restituir
el nivel de circulante adecuado para el funcionamiento de la economía.
Pero, ¿cómo hacerlo cuando no existen recursos genuinos? ¿Cómo
restituir a la gente su poder de compra para, así, reactivar la economía?
Algunas respuestas existen y la visión de que si ese camino que es la
base de la reactivación no se comienza a recorrer, persistiendo el error,
el que se convertirá en inviable será el propio país y
tendrá razón el doctor Ramón Díaz cuando especula
con la tragedia nacional que significaría un territorio vacío
que antes se llamaba Uruguay.
(*) Secretario de Redacción de Bitácora