18 de diciembre del 2002
La Herencia
Emir Sader
Rebelión
Traducido para Rebelión por Hugo Scotte
El presidente electo de la república recibirá una pesada
herencia de los ocho años de gobierno de Fernando Henrique Cardoso. Heredará
un Estado desecho, una economía "financierizada", una sociedad fragmentada,
con baja auto estima, víctima de todo tipo de inseguridad: de perder
el empleo, de ser contaminada por algún virus, de ser asaltada. El propio
país está vulnerable a la especulación por la forma en
que fue realizada la estabilidad monetaria.
Los datos son claros e incuestionables: una producción industrial que
creció el 7,8% en 1994 y que este año debe quedar en 0,8%, con
un promedio para el período de crecimiento anual de sólo 2,03%.
El PIB se expandió de manera insuficiente hasta para responder al crecimiento
demográfico que fue de alrededor de 2,00%, representando una regresión
significativa de la renta per capita de los brasileños. La desocupación,
según los datos del Dieese (Departamento Intersindical de Estadística
y Estudios Sociales y Económicos) llega al 20% en São Paulo. El
rendimiento medio del trabajador disminuyó sensiblemente durante todo
el período. La deuda neta consolidada del sector público subió
de 153 a 680 mil millones, la relación entre la deuda y el PIB se elevó,
de algo más de 20% para 54%. El país empobreció, la economía
se endeudó y la renta se concentró.
Para enfrentar esta pesada herencia, no basta un programa de reactivación
económica, por más enérgico que pueda parecer. No basta
bajar las tasas de interés y esperar que, bajo el efecto de esta medida,
se imponga una lógica virtuosa de reactivación económica,
con mejora en los niveles de producción y de ocupación. Los compromisos
de endeudamiento van a exigir mil millones de dólares por semana, los
plazos e intereses devorarán cualquier gobierno que pretenda no renegociar
la deuda externa. Por eso, una reinserción externa de Brasil es indispensable,
cambiando significativamente la política de alianzas del país.
La dependencia inmediata con los Estados Unidos también lo es, por extensión,
con los organismos financieros internacionales. Eso llevó al estrangulamiento
de la economía brasileña y nos promete un destino trágico
como el argentino si no hubiere una renegociación de esas deudas. Ello
supone una relación internacional de fuerzas basada en alianzas diversificadas
con Europa Occidental, con una América Latina integrada - empezando por
el Mercosur - y con los grandes países del sur del mundo excluidos de
los tres magamercados mundiales, como China e India.
Al mismo tiempo, sin una reorganización democrática y radical
del Estado brasileño, no será posible siquiera gobernar. Exceptuando
los ministerios económicos y el Banco Central, nada funciona en el Estado
brasileño.
Por lo tanto, la política externa llega a ser más importante que
la política económica - también lo es la reforma democrática
del Estado - para que la dura herencia recibida por el próximo presidente
no desemboque en una nueva Argentina. Al contrario, para que pueda funcionar
como rescate de este país e impulsar un proyecto de desarrollo integrado
y solidario para todo el continente, sin el cual difícilmente cada uno
de nuestros países conseguirá superar la crisis actual.