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Latinoamérica

EU EN COLOMBIA: JUGAR CON FUEGO

Editorial de "LA JORNADA"

De acuerdo con despachos de la prensa internacional, efectivos militares de Estados Unidos destacados en Colombia -Boinas Verdes- fueron enviados, en los últimos días a las zonas de combate entre el ejército de ese país sudamericano y las organizaciones guerrilleras Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y Ejército de Liberación Nacional (ELN).
El propósito de la movilización sería dar entrenamiento a los soldados locales de la 18 brigada, los cuales están desplegados para proteger un tramo de oleoducto en la zona de Arauca, fronteriza con Venezuela.
Con esta acción se da un paso más en el ya considerable involucramiento militar de Washington en la guerra que padece Colombia y se vuelve inevitable la evocación de una escalada intervencionista semejante a la que entrampó a la superpotencia en Vietnam en los años sesenta del siglo recién pasado. Las diferencias sustanciales con aquella circunstancia residen, por una parte, en que el contexto no sería ya el de la guerra fría sino el de la incierta y demagógica "guerra contra el terrorismo internacional" lanzada por el presidente George W. Bush a raíz de los ataques del 11 de septiembre del año pasado y, por la otra, en que esta aventura bélica estadunidense no tendría lugar en el remoto sureste asiático, sino en una cercana y entrañable nación latinoamericana.
Si hubiera lugar para la duda sobre la explosividad de la presencia militar estadunidense en territorio colombiano -presencia oficialmente enmarcada en el Plan Colombia, e iniciada durante la administración de William Clinton-, debería recordarse que en el telón de fondo de tal despliegue hay factores como el empeño de Washington de juzgar a dirigentes guerrilleros de las FARC y el ELN por cargos de terrorismo, la inestabilidad política creciente en la vecina Venezuela y el sólido rechazo brasileño a la intervención castrense de Washington en conflictos sudamericanos.
A contrapelo de lo que sostienen Bush y su aliado local, el presidente Alvaro Uribe, el empecinamiento por incrementar e intensificar el dispositivo militar de Washington en un entorno tan complejo como el colombiano equivale a la pretensión de extinguir el fuego arrojándole gasolina.
Por otra parte, la presencia de los boinas verdes en la sufrida nación sudamericana hace pertinente recordar que ese cuerpo de élite está inexorablemente asociado, en todo el mundo, al respaldo a regímenes corruptos y sangrientos y a la masiva violación de derechos humanos. Esa presencia en Colombia tiene, de hecho, un antecedente negro, documentado en el informe Colombia, South America, report of visit to, by a team from Special Warfare Center, Fort Bragg, N. C.: en 1962, bajo la presidencia de Alberto Lleras Camargo, un equipo de boinas verdes visitó el país, aún sumido en el caos heredado de la dictadura de Gustavo Rojas Pinilla, y a su regreso a Fort Bragg recomendó la formación de un "aparato cívico-militar para la ejecución clandestina de planes desarrollados por el gobierno de Estados Unidos" y "ejecutar acciones paramilitares, de sabotaje y/o terrorismo contra conocidos proponentes comunistas".