FOCOS ROJOS EN EL SECTOR SALUD
LA JORNADA
En su informe anual de actividades, el secretario de Salud, Julio Frenk Mora, reconoció que el sistema nacional de atención médica se encuentra sobrepasado por la abultada carga financiera generada por el tratamiento de los enfermos con males crónico-degenerativos, como el cáncer o los padecimientos cardiovasculares, y que tal desbordamiento es el responsable del deterioro de los servicios sanitarios públicos en México.
Si bien el incremento del costo de la atención de las enfermedades a
las que Frenk hace alusión resulta natural, debido a la paulatina modificación
de la pirámide poblacional del país y al incremento en el número
de personas de la tercera edad -las principales afectadas por esos males-, justamente
por ello resulta reprochable que las autoridades hayan desatendido, a lo largo
de los años, al crucial sector de la salud, al grado de que en la actualidad
se encuentre severamente limitado para otorgar servicios médicos con
la oportunidad, calidad y amplitud requeridas para cubrir las necesidades de
los mexicanos en esta materia.
Con todo, cabría cuestionar si situaciones como el desabasto de medicamentos
e insumos en los hospitales públicos, la falta de personal en muchos
centros de salud -sobre todo en las áreas rurales- y los escasos salarios
que médicos y enfermeras perciben se deben solamente al abultado costo
de la atención de algunas enfermedades. En gran medida, las limitaciones
de la salud pública en México se originan en el insuficiente presupuesto
que año tras año se destina a este sector y, sobre todo, a la
carencia de una estrategia de largo plazo que permita asegurar los recursos
suficientes para atender adecuadamente las crecientes necesidades sanitarias
de los mexicanos.
En este contexto, si bien la iniciativa del seguro popular -la estrategia medular
de este gobierno en lo relacionado a la cobertura médica de la población-
resulta acertada en el papel, sobre todo porque ofrece servicios a la población
no derechohabiente de menores recursos, no por ello resulta intachable, pues
transfiere a la sociedad parte del costo de la atención sanitaria que
el Estado está obligado a prestar. Con todos sus eventuales beneficios,
el seguro popular no deja de ser un paliativo que intenta subsanar la insuficiencia
presupuestaria e introduce sospechas, todavía no despejadas, sobre si
la propuesta foxista de reforma financiera del sector salud tiene aparejada
la entrega -así sea parcial- a manos privadas de las obligaciones y los
recursos que actualmente corresponden a las instituciones públicas.
Entidades como el Instituto Mexicano del Seguro Social fueron durante décadas
modelo a seguir en toda Latinoamérica, pues constituyeron centros de
avanzada en términos sociales y científicos. Lo mejor de la medicina
mexicana, tanto en cuestión de profesionales e investigación como
de infraestructura, provino de las instituciones públicas. Por ello,
y en el entendido de que el Estado tiene la obligación irrenunciable
de garantizar la salud de la población, es necesario redoblar los esfuerzos
e incrementar los presupuestos a fin de fortalecer el sector sanitario del país,
preservar la titularidad pública en la materia y, sobre todo, despejar
las tentaciones privatizadoras que desde hace al menos tres sexenios rondan
a las instituciones nacionales de salud. No se trata aquí sólo
de razonamientos financieros o de opciones de gasto e inversión. Mucho
más que la cuadratura de cifras, lo que está en juego es la vida
y la salud de los mexicanos, valores que deben permanecer al margen de los vaivenes
del mercado, máxime cuando éste ha demostrado con creces no ser
capaz de promover la solidaridad, el desarrollo incluyente y la justicia social.