18 de diciembre del 2002
El humor en los tiempos del cólera
Gonzalo Fragui
Rebelión
El pasado sábado 14 de diciembre, en la marcha convocada por la
oposición en el distribuidor de Altamira, televisada por todos los canales
comerciales y en horario estelar de las 8 de la noche, uno de los platos fuertes
del acto era la presencia de los humoristas que están a favor del paro,
a favor de las televisoras o periódicos donde trabajan, y contra el gobierno.
Allí estuvieron Zapata, Emilio Lovera, Claudio Nazoa, Laureano Márquez
y Carlos Donoso, entre otros.
Carlos Donoso, ante la complacencia de sus colegas, se dirigió al público
para dar una supuesta información. Dijo: "El presidente Chávez
tiene una nueva demanda, ahora por ejercer simultáneamente dos cargos
públicos: ser presidente de Venezuela y primera dama de Cuba". Los humoristas
se rieron, el público llegó a la histeria.
El resto de los chistes no los comento. El que menciono es suficiente para dar
una idea de la altura del acto y de los humoristas que participaron, quienes
estuvieron todos por el mismo corte. Un chiste como este, más cercano
a la canallada, que desdice más de quien lo hace, tal vez nos permita
hacer una reflexión sobre el humor en estos tiempos de crisis. Reflexionar
si en el humor como en el golpismo todo vale. Para reflexionar si el odio y
la falta de amor que invade a nuestros humoristas, admirados por nosotros en
otras oportunidades, no estará decretando el fin de un tipo de humorismo
en nuestro país.
Un "chiste" de esta calaña, como el mencionado de Donoso, sólo
demuestra que el humorismo en Venezuela está tocando fondo al igual que
la forma como se utilizan los mismos medios de comunicación, y puede
ser un indicio para que empecemos a hacer humor de verdad y periodismo de verdad.
Un "chiste" como ese sólo puede tener coherencia con las actividades
vandálicas que ellos avalan y aplauden, porque en la raíz de toda
maldad está la falta de humor. Cuando el humor llega a esta bajeza es
tiempo de recordar que el humor es una cosa seria y no algo irresponsable.
O será que humorismo es echar aceite en una curva de la carretera para
hacer volcar una gandola de gasolina, no importa si hay casas cercanas, y después
acusar al gobierno de impericia? Será humorismo que Nelson Bustamante,
representante por Venezuela ante la UNICEF, el Fondo de las Naciones Unidas
para la Infancia, utilice políticamente a unos niños en ese show
y pedirles que digan cualquier cantidad de violencias verbales, que seguramente
no están en sus corazones?.
Será humorismo la protesta de las trasnacionales de comida chatarra,
sumadas al paro, que se quejan ante el gobierno de Chávez porque en el
Día del Niño no obtuvieron las ganancias que habían planificado.
Y de allí la conclusión de que Chávez no quiere a los niños?.
Será humorismo parar refinerías, cargueros, incendiar busetas
con conductores dentro, echar millares de litros de leche a los ríos
antes que dársela a los niños venezolanos, dejarnos sin combustible,
maestros que les ponen planas a los niños que están empezando
a escribir con frases de "Chávez es asesino", y pare de contar?.
Tenemos, entonces, que revisar sobre lo que creemos que es humorismo.
Porque no hay nada más cercano del humor que la crueldad y el terror.
No podemos confundir humor con cinismo, como la conocida expresión de
alguien que está colmado de todo y exclama: ¡qué felices son los
miserables, siempre tienen hambre! Para Alfredo Stern, por ejemplo, el humor
no puede conducir a una pérdida de valores. Cuando nos reímos
de la pérdida de valores damos entrada a otro sentimiento, el de la crueldad.
El humor es un signo inequívoco de la madurez de la personalidad. El
humor proporciona y protege el equilibrio anímico del individuo y es
garantía del equilibrio psicosomático y social. Por el contrario,
recurrir al humor fácil, a partir de agresiones, insultos, vejaciones,
sólo demuestra falta de recursos del llamado humorista, evidencia rigidez
y esclerosis moral y, en el peor de los casos, conduce a todo tipo de desequilibrios.
"El humor es el precio irrisorio que es conveniente pagar antes de reanudar
una faena seria", dice Vázquez de Prada, pero un humor que desfigura
la realidad, que trata de ridiculizar de forma baja e hiriente situaciones que
para la mayoría son tomadas en serio, puede ser un precio demasiado caro
que no nos merecemos pagar. Puede ser un precio muy bajo para los medios de
comunicación pero de consecuencias catastróficas para la población.
El cinismo, el terror y la crueldad no intentan sanar nada, por el contrario,
muchas veces pretenden ocultar situaciones que a determinados sectores no les
interesa mostrar.
No existe humor sin amor, escribe Jankelevitch. Y una sociedad, dice Jesús
Garanto Alós, que carece del sentido del humor es una sociedad en peligro,
porque una persona sin sentido del humor es una personalidad en fase de desintegración.
Afortunadamente nuestro pueblo sigue riendo. Sigue riendo en la cotidianeidad,
ríe de sus propias tragedias y de sus pequeñas victorias. Incluso
se ríen hasta de nuestros humoristas, que en vez de hacer reír
dan pena ajena. El venezolano ríe por su naturaleza lúdica y como
un mecanismo de defensa, no como algunos humoristas y dirigentes que se ríen,
pero del país.
Rechazamos este tipo de "humorismo" no porque esté en contra del presidente
Chávez. El humorismo siempre debe adversar el poder, pero a todo tipo
de poder. Ampararse en el poder de los medios de comunicación para atacar
el poder del gobierno no tiene gracia. El verdadero humor es indestructible,
pero no anda en portaaviones. Para el verdadero humor un hilo de una telaraña
puede parecer una soga para su cuello. El verdadero poder del humor, dice Luis
Britto García, está en no padecer ni ejercer ningún poder.
De allí que el humor no puede ser un arma, un instrumento, para defender
un grupo económico.
El humor que se ampara en algún tipo de poder, que no sea el de la creación,
se desvirtúa desde la raíz. El humor es el amor que late en la
vida misma.
En la presente situación del país nadie pretende que no haya protestas.
Sólo que, ante los continuos desmanes y ante las desmedidas acciones
a donde conduce la desesperación, con ser sensibles sería suficiente,
y aquí el verdadero humor tiene mucho que decir. Se trata, como explica
Allport, de que: "El hombre que no vibra de emoción, de indignación,
de cólera o de piedad a la vista de ciertos espectáculos es un
hombre mutilad