26 de diciembre del 2002
Miraflores... ¿la última batalla?
Manuel Valencia
Opinionuniversitaria.tuportal.com
Un partido de fútbol
Recientemente ocurrió un acontecimiento singular en una autopista de
Caracas: los partidarios de la oposición y los del gobierno (chavistas),
convocados unos para ejecutar lo que se llamó el "trancazo" (o cierre
de las vías) y los otros para evitarlo, dejaron de lado sus propósitos
y armaron una "caimanera" o juego de fútbol improvisado. Este evento
ha querido ser visto como expresión de la reconciliación de clases
en nuestro país. Inclusive el aparato de propaganda de la oposición,
la televisión comercial, ha hecho hasta un "video clip" de este suceso.
Realmente, creemos que la oposición se ha metido un "autogol", pues el
clima de distensión a quien más conviene es al gobierno. Otro
suceso, paralelo a este ultimo y del mismo tenor, lo fue el abrazo entre una
antichavista protestataria y una chavista; en donde la primera no puediendo
aguantar el llanto, termina llorando desconsoladamente.
Se nos ocurre este hecho interesante, pues evidencia los efectos perniciosos
de los medios de comunicación sobre la conducta de la población.
Podríamos hablar, desde el punto de vista de la psicopatía, de
una histeria colectiva inducida; cuya manifestacion es esa transicion repentina
del odio al amor. Es la labilidad emocional propio de estos caracteres.
La guerra en pleno desarrollo
La declaración de hostilidades podríamos ubicarla a finales del
año 2001, con las primeras manifestaciones de calle y con el intento
de asalto a la residencia presidencial. Sin olvidar la corrida de dinero hacia
el exterior que sigue a estos acontecimientos; dando lugar a la devaluación
de la moneda en cerca del 100%.
Obviamente el golpe de estado del 11A fue la primera batalla.
Aunque debemos consentir que la declaratoria de este cuarto paro sucesivo, marca
el reinicio de los enfrentamientos. Recordemos que este paro arranca con el
llamado a la inmovilización general. Fracasa. Hay actividad en el pequeño
comercio y en el informal. Hay tráfico en las calles. La paralización
debe ser absoluta o no puede llamarse como tal. Se convoca entonces a una "innovadora"
modalidad de lucha: "el paro activo". Es el pretexto para llevar el conflicto
a las calles. Se generan focos de disturbios en algunas vías importantes
de Caracas. Podríamos decir que estamos en presencia de un "foquismo
urbano de derecha". El objetivo es claro: tentar al gobierno a la represión.
En un primer escarceo el gobierno cae en la trampa y reprime. Son los sucesos
de Chuao, altamente explotados por los medios como evidencia de la "dictadura"
de Chávez.
Se busca sensibilizar a la opinión pública internacional a través
del Secretario General de la OEA, quien funge como mediador y se ha instalado
en Caracas. El gobierno reacciona llamando – por boca del mismísimo Chávez-
a la movilización y a no dejarse "robar la calle". La capacidad de convocatoria
y de organización del chavismo queda demostrada por las riadas de gente
que -de las barriadas populares- salen a contra-cacerolear a las cacerolas de
las clases media y alta en toda Venezuela. Asimismo, el "cerco" que las llamadas
"turbas chavistas" hacen a las plantas de la televisión comercial (ya
abiertamente al lado del paro y de la subversión), donde no ocurre ningún
incidente grave que lamentar, demuestra el grado de control de los lideres del
chavismo sobre sus partidarios y es prueba fehaciente de que no es turba la
que soporta al régimen, sino pueblo organizado.
Los dueños de los medios resienten el golpe y convocan a una rueda de
prensa con los corresponsales extranjeros residentes en el país. Hacen
gaffe, expresando, entre otras lindezas que "la objetividad en la prensa
es un mito" y, además, confiesan su contribución -en pauta publicitaria-
para la promoción del paro. ¡Declarándose ellos mismos en paro!
(?). Son desaireados por los corresponsales extranjeros, quienes abandonan la
rueda de prensa.
Ante la poca efectividad de cada fase de esta "guerra" por asaltar al poder,
se activa la huelga petrolera. La incorporación de PDVSA al paro representa
un duro golpe al gobierno, pues se busca, en lo interno, paralizar la economía
por desabastecimiento de combustible (escasez de alimentos incluida) y en lo
externo, afectar las exportaciones petroleras y con ello "involucrar" a los
EE UU. Es decir, convertir el problema venezolano en un asunto de seguridad
energética para esa nación y en una perturbación sobre
sus planes de guerra contra Irak. El gobierno reacciona paquidermicamente contra
el paro gasolinero, demostrando una candidez asombrosa al no haber anticipado
el ataque por este flanco, más aún conociendo las intenciones
de la elite tecnocrática y altamente politizada de PDVSA. Se activa el
lobby diplomático de los EE UU., desde siempre comprometidos contra
gobiernos que se han tomado en serio "la herejía de creer que deben responder
a las necesidades de su propia población y no a las inversiones norteamericanas",
como afirmaría alguna vez Noam Chomsky. En el Consejo Permanente de la
OEA, el lobby se orienta afanosamente hacia un pronunciamiento intencionalmente
vago sobre "el respaldo a la institucionalidad democrática en Venezuela",
en lugar de uno al gobierno constitucional de Hugo Chávez. La primera
de las propuestas es presentada por cuatro gobiernos-peones:
Argentina, Peru, Costa Rica y Bolivia. Sin embargo, en alarde de pericia diplomática
y a la altura de las mejores cancillerías del continente, la nuestra,
le arranca una resolución a los norteamericanos – el 17 de diciembre,
día de conmemoración de la muerte del Libertador- que desarticula
sus planes conspirativos con los golpistas venezolanos: el salvoconducto para
que cualquier militar felón pueda derrocar a Chávez, sin atentar
contra "la constitucionalidad".
Paralelamente, se suceden los statement de la Casa Blanca por vocería
de Ari Fleischer. El primero convocando a elecciones anticipadas en Venezuela.
Coincidencialmente la consigna de la oposición es: ¡eleciones ya! El
segundo comunicado, en vísperas de la resolución de la OEA, desmonta
esta petición y recoge el referéndum dentro del marco constitucional
como propuesta para resolver la crisis venezolana. Simultáneamente, en
Venezuela, el Comandante General del Ejercito manifiesta de manera clarísima
su apoyo a la constitución y -sin nombrarlo- al gobierno de Hugo Chávez;
utilizando la expresión de este último para calificar al paro:
sabotaje. Por consiguiente, es seguro que la Casa Blanca haya sondeado la posición
de ejercito antes de "aclarar" su propuesta sobre las elecciones anticipadas.
Finalmente, la decisión del Tribunal Supremo de Justicia, en cuanto a
validar las acciones del gobierno para reanudar la actividad petrolera, le da
a éste libertad de maniobra para acometer acciones más punitivas
contra la subversión del orden constitucional. La primera, y quizás
la más emblemática, ha sido la puesta en marcha y atraque del
tanquero Pilín León. La segunda podría ser la orden de
reanudación de faena para los estamentos medios de PDVSA, so pena de
perder sus cargos y muy probablemente sus juicios laborales.
La última batalla
Evidentemente que Hugo Chávez ha demostrado ser –por ahora- alumno
aventajado de Sun-Tzu y Clausewitz. Por su parte, el presidente de la Confederación
de Trabajadores de Venezuela, Carlos Ortega, y el de la patronal venezolana,
Carlos Fernández, dejan ver la desesperación del derrotado cuando
apelan a los contingentes chavistas para lograr sus propósitos. El llamado
de Ortega para orar en los templos fue dramático y se me antoja un símil
inverso con la pregunta de Hemingway: "¿por quién doblan las campanas?
..doblan por ti" Doblan por el fascismo que se sepulta. Oran por Ortega y comparsa.
Sin embargo, no está descartado que la última batalla sea el asalto
a Miraflores, sede del Gobierno, pues un enemigo sitiado es capaz de luchar
hasta la muerte. La oposición golpista en Venezuela está sitiada.
Por cierto, el partido de fútbol lo ganaron los chavistas dos por uno.