Marcos - Garzón
Balance de una correspondencia malhadada
Guillermo Almeyra /
LA JORNADA
La cosa es demasiado grave como para no pensar en ella. Paso pues -desde
el punto de vista del zapatismo- a hacer un balance de los resultados de las
sucesivas cartas de Marcos.
Primera fase: Marcos rompe el silencio zapatista con una pésima
carta dirigida al arquitecto Yáñez e, indirectamente, a los creadores
de la revista Rebeldía, del Frente Zapatista de Liberación
Nacional, de los cuales habla despectiva y ofensivamente. En la misiva critica
a quienes en el EZLN hacen críticas y exalta el deber, además
de hacer caracterizaciones políticas erróneas, frívolas,
superficiales. Después envía una larguísima carta a la
inauguración en Madrid de un Aguascalientes, misiva que, por su
pobreza, sus errores políticos y lo bajo de su tono, desconsuela a los
simpatizantes del zapatismo y provoca una fuerte crítica de algunos de
ellos (como este periodista, Monsiváis, Roitman, Saramago, Vázquez
Montalbán, Rascón, entre otros). En esa segunda carta Marcos
califica de fascista al juez español Garzón y confunde al pueblo
vasco con los independentistas de Batasuna y a ambos con los terroristas de
ETA. Garzón se indigna y responde en el mismo nivel, con meros insultos,
pero reta a Marcos a un debate.
Balance de esta primera fase: Garzón queda sin duda como palo de gallinero,
pero la imagen de Marcos sale igualmente muy manchada. Además
queda nuevamente claro que el zapatismo no ejerce el debido control sobre lo
que Marcos dice y que, lamentablemente, sólo se expresa por boca
del sup a pesar de tener muchos cuadros. El zapatismo se debilita así
gracias a la torpeza de las cartas en cuestión. Sus enemigos, por consiguiente,
marcan puntos (como la declaración de Luis H. Alvarez de que el zapatismo
estaría dividido).
Segunda fase: Sin responder a las críticas de sus simpatizantes y amigos,
Marcos, sin ninguna autocrítica, cambia radicalmente de línea
y de tono, y responde al reto de Garzón con otro reto. Condena el terrorismo,
incluido el de ETA, distingue entre el terrorismo nacionalista de esa organización
y el legítimo nacionalismo político independentista vasco, llama
a ETA a una tregua unilateral de 177 días y a discutir con Garzón
y el Estado español en las Canarias. Además, simula no haberle
dicho fascista a Garzón, ya que con él acepta discutir, y no haberle
considerado un payaso grotesco que explotaba los derechos humanos al sugerir
nada menos que la hipótesis de que el juez podría defender los
derechos humanos de los indígenas mexicanos. Y lucha por una solución
política a los problemas étnico, nacionalista, de la autonomía
(o sea, a tres cuestiones candentes no sólo en Canarias o el País
Vasco sino también en Chiapas).
Balance de esta segunda etapa: Tienen la pelota ETA y el juez Torquemada que
combate al nacionalismo vasco en nombre del nacionalismo monárquico de
Madrid (sí, el de los héroes de Perejil). Marcos (siempre
en nombre del zapatismo, que no firma sus propuestas pero le deja hablar) reaparece
ahora en el campo del internacionalismo (una fuerza real de apoyo al EZLN) y
abandona la frivolidad y la mala literatura para intentar hacer política
con seriedad y sin demasiado machismo. Todo eso es positivo, pero, al mismo
tiempo, resulta negativo que no dé respuesta a sus amigos ni haga una
autocrítica y también es negativo y nada lógico que si
ha pensado que Garzón es fascista proponga discutir con él y,
peor aún, que el supuesto fascista ayude de algún modo al EZLN.
Marcos demuestra tener en cuenta las críticas, pero sólo
tácticamente, para no aislarse y, por lo tanto, recupera muy poco del
terreno perdido con sus exabruptos. Por eso sigue siendo necesario, en bien
del zapatismo, una separación clara, ante la opinión pública,
entre el movimiento indígena chiapaneco, la organización militar
(EZLN) y Marcos. Sobre todo porque éste sugiere como vía
para la aprobación de la ley Cocopa pasar todo a instancias internacionales,
dando la impresión de que no tiene nada que proponer para la lucha en
el país. Sería importante entonces si el zapatismo convocase a
un congreso abierto y pluralista en el que se discutan la situación y
las perspectivas del movimiento indígena, así como en qué
fase del capitalismo nos encontramos y cuáles tareas enfrentan los trabajadores,
cuáles son los puntos comunes sobre los cuales edificar un amplio frente
social contra el ALCA y el capitalismo, cómo y en cuál perspectiva
ejercer la autonomía, qué proyecto de país tienen los oprimidos
de América y, por supuesto, qué se puede hacer, aquí, ahora,
en solidaridad con los oprimidos de otros continentes.
Una apuesta: ojalá me equivoque pero los de ETA están demasiado
corrompidos e infiltrados y son demasiado militaristas como para aceptar una
tregua. Garzón, por su lado, dirá que es un funcionario del imperio
demasiado ocupado como para participar en un torneo caballeril sólo para
verle la cara a Marcos. Respaldado por la "izquierda" de Su Majestad
borbónica dirá que no. Marcos habrá ganado así
algo de publicidad en la política-espectáculo. Pero ¿dónde
queda la política en todo esto? Y, sobre todo, ¿qué ventajas han
obtenido el zapatismo y los indígenas mexicanos de esta correspondencia
malhadada?
galmeyra@jornada.com.mex