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Latinoamérica

13 de diciembre del 2002

Sin alegría

Mercedes Chacín

El 10 diciembre de 2002 empezó el jaleo. Desde entonces ha habido por los menos cuatro paros cívicos, dos de ellos indefinidos. Uno es el de ahorita obviamente. Marcha, muchas.
Contramarchas también. Hubo también un golpe de Estado. Hubo otra insubordinación militar, de unos fantasmas que aun deambulan en la plaza Altamira. Ha habido muertos, una cantidad cercana a la treintena, en sitios "no neutrales", es decir, en sitios donde va la gente a asumir y a defender posturas políticas. Todos ellos venezolanos.
Ha venido gente a ayudarnos. A ponernos a hablar face to face. En el entendido de que las cosas están muy malas, pero que pueden estar peores. Carter y Gaviria son unos buenos ejemplos.
La oposición ha gastado un realero en esto (y el Gobierno también, obvio). Los militantes de la oposición han hecho de todo. Aprendieron a marchar, a pitar, a construir consignas, a comprar banderas venezolanas y cuanto souvenirs tricolor vendan los buhoneros.
Este último paro ha sido bastante sui géneris . De paro cívico pasó a paro activo. De paro activo a luto activo. De luto activo a diligencias activas (no estoy bromeando. Colomina le dice a sus oyentes: hagan diligencias pero no compren). De diligencias activas y paros y lutos Ortega llamó ayer (12/12/02) al nerviosismo activo: se va acabar la comida, la gasolina, no se mueva de su casa. Si pestañea gasta energía. Mosca, pues, ciudadanos.
Pero sin duda tiene una fortaleza: la paralización de PDVSA. Se logró detener la industria petrolera. Y con ello detener, entre otras cosas, las exportaciones de crudo, nada menos. Un golpe duro y bajo. Pero van 12 días. "PDVSA está resteada" (dice el titular abridor de El Universal de hoy (13/12/02) con una superfoto de gente con la mano alzada, gritando ¡fuera!, con gestos y mirada enfurecida. Escalofriante por lo que simboliza). Pero el Gobierno también.
El primer artículo que escribí, luego del golpe de Estado del 11 abril, se llamó "Oposición incrédula". Planteaba entonces que la dirigencia de oposición ha dicho tantas mentiras y las repiten tanto que Goebels los posee, y ellos mismos se las creen. Hoy, unos siete meses después no creo que la oposición sea incrédula. Creo más bien que es una oposición desesperada. Loca. Desorganizada. Suicida. Amorfa. Epiléptica. Psicótica. Pero por encima de todo creo que la dirigencia de oposición es definitivamente irresponsable.
Todo lo descrito habría sido suficiente para tumbar a unos cuantos gobiernos de aquí y de allá.
Doce días de "paralización mediática" son bastante. ¿Qué hace falta para que acepten la derrota? Los más desconfiados esperamos otro golpe de Estado.
Y aún así, aún a sabiendas de que el paro cívico es un fracaso, le siguen exigiendo a sus seguidores un sacrificio "hasta que se vaya". Y la gente les cree. En Caracas, sobre todo. Les sigue. Les regala su confianza. Y es que más temprano que tarde las ratas abandonarán el barco (o el tanquero) y dejarán una legión de venezolanos tristes, decepcionados, frustrados. Sin Niño Jesús, sin hallacas, sin negocio abierto, sin alegría. Será la hora de la reconciliación.