9 de noviembre del 2002
Uruguay: Cuatro miradas sobre un conflicto que no ha terminado
La izquierda sindical enfrentada con la izquierda orgánica
Walter Falco/Mario H Peralta, Brecha
BRECHA consultó a un historiador, un sociólogo, un dirigente sindical en actividad y otro ya retirado, sobre el conflicto municipal. Yamandú González, Marcos Supervielle, Luis Romero y Vladimir Turiansky plantearon, desde distintos abordajes, sus puntos de vista sobre el episodio.
Con el historiador Yamandú González
Un ensayo trágico
En primer lugar hay que decir que algunos métodos sindicales que hoy se denigran, como los piquetes y la coacción física, forman parte de las mejores tradiciones del sindicalismo clasista uruguayo. Los piquetes han parido al movimiento sindical clasista, solidario y unitario, como lo conocemos, y cuando en la década de 1950 los trabajadores de funsa, de los frigoríficos, los textiles y los metalúrgicos, entre otros, enfrentaron cuerpo a cuerpo, por la fuerza, a los rompehuelgas en las puertas de las fábricas y en las barriadas obreras, salvaron al sindicalismo.
Las patronales, además de contar con la fuerza policial, muchas veces armaban su propio ejército de adictos dentro de las fábricas y organizaban verdaderos bastiones de actividad antisindical. La relación de fuerzas era muy desfavorable y si no se hubiera asumido con firmeza ese desafío no tendríamos el sindicalismo que hoy tenemos.
Hay que tener en cuenta que los sindicatos y sus luchas son un eslabón débil frente al inmenso poder del capital, de la Policía, de los medios de comunicación y la complicidad de los políticos y la omisión de las instituciones. En la sociedad capitalista, los intentos de avasallamiento de los instrumentos de los trabajadores son moneda corriente frente a la rebeldía organizada. La mayoría de las veces los trabajadores están en inferioridad de condiciones en una lucha sindical, por tanto no tengo una posición negativa con respecto a los piquetes. Al contrario, creo que han servido y mucho y son una herramienta a la cual se puede apelar en algún caso. Pero en el conflicto municipal se debió analizar el momento histórico que se está viviendo y valorar qué fuerzas estaban enfrentadas.
Cincuenta años después, y luego de haber padecido los desbordes prepotentes de la dictadura militar, creo que no se valoró correctamente el contexto, que la imm representa los anhelos de la gran mayoría de los montevideanos y que los medios masivos de comunicación cumplen un papel fundamental en la formación de opinión pública, entre otros aspectos insoslayables.
La imm se equivocó cuando firmó el convenio. Es elemental que si existe la posibilidad del incumplimiento no debe firmarse un convenio. Se equivocó cuando informó a la opinión pública que no lo cumpliría y se equivocó cuando elaboró una posición y la divulgó antes de discutirla con el sindicato. De hecho empujó a los municipales al conflicto.
Por su parte el sindicato debió negociar porque lo respaldaban miles de trabajadores, pero debió adecuar sus medidas al contexto. La visión de los jerarcas municipales sometidos al vejamen público de griterías ensordecedoras los hizo aparecer como víctimas cuando, en realidad, su propia falta de previsión llevó al conflicto.
Como ensayo ha sido trágico: negativo para las jerarquías de la imm, que parecieron permanecer impertérritas ante los reclamos, y negativa para el sindicato, que perdió la oportunidad de negociar salarios civilizadamente.
El papel de la izquierda como alternativa de gobierno obliga a los trabajadores a considerar esa dualidad: como demandantes en el sindicato y como partícipes de un proyecto de gobierno. Es indudable que la nueva relación de fuerzas supone la revisión responsable de lo que se reclama sindicalmente. Aunque existe una lógica autonomía entre sindicatos, partidos y gobiernos, en cierto modo se está aprendiendo que las demandas tienen límites y posibilidades históricas. Si bien en el período anterior el sindicalismo jerarquizó los aspectos de transformación revolucionaria del capitalismo, un horizonte de cambios a corto plazo vinculado a la acumulación de diferentes fuerzas sociales, impone una revisión -que no tiene por qué implicar debilitamiento ideológico- del sentido de la misión histórica de la izquierda y del papel de los militantes sindicales.
Por último, otro aspecto a superar es el corporativismo. La falta de perspectivas que abarquen más allá del estrecho lugar de trabajo y la ausencia o no participación en un proyecto de país pueden precipitar a los sindicatos al estrechamiento de miras y a un cierto descompromiso práctico con los cambios políticos.
Con Luis Romero, dirigente de la Federación del Caucho
La permanente búsqueda de aliados
Es una situación compleja y no es fácil opinar cuando uno trata de respetar la interna de otro gremio. Creo que hubo errores de ambas partes. Lo importante ahora es definir cómo se sale porque hubo muchos lastimados. Está herida la gente de la imm a la que se le gritó un montón de cosas sabiendo que no es así. Como clase deberíamos tratar de no caer en esos errores, por respeto y porque sabemos que los enemigos de la clase no están en la imm. Tampoco es bueno descalificar a compañeros con los que después me tengo que sentar a discutir qué medidas vamos a tomar.
Además, en los insultos a dirigentes del pit-cnt se agravió a esos dirigentes, a los gremios que representan y a todo el movimiento sindical. Uno supone que los dirigentes del pit-cnt se acercaron para dar una mano.
Cuando mañana tengamos que discutir y ponernos de acuerdo en qué camino tomar para bien del movimiento sindical y de la sociedad, ¿con qué confiabilidad lo vamos hacer cuando hay insultos de vendidos, traidores y patoteros de por medio? Esto ha sido aprovechado por gente que no es del gremio ni del pit-cnt y que ha hecho jugar sus intereses pensando en las elecciones del año 2004.
En cuanto a los líos siempre los hubo en el movimiento sindical: en los primeros de mayo, en los actos, en las manifestaciones. Los enfrentamientos metodológicos e ideológicos llevaron a veces a situaciones violentas y eso no se puede ocultar. Aquellos enfrentamientos de la época previa a la dictadura entre militantes de la Tendencia y del Partido Comunista son hechos históricos.
Claro, quienes estuvimos presos o en el exilio aprendimos a darle a la palabra unidad su verdadero valor y a conducirnos de otra manera. También hay que tener en cuenta que los provocadores existen y que pueden haber actuado desde adentro para que las cosas se salieran de cauce. Creo que el movimiento sindical no está hoy en condiciones de darse el lujo de tener estos líos, porque nos hacen retroceder.
Tampoco es admisible el planteo de que si la imm del fa hace esto qué nos espera con el gobieno del fa. Ningún gobierno puede dar mejoras de un día para el otro con un país destruido, sin aparato productivo y con un mercado interno prácticamente paralizado. Por eso no compartimos esta intentona por marcar perfil y hacernos los simpáticos, porque la simpatía no genera trabajo, no genera salarios ni buenas relaciones laborales, ni aporta a construir una estrategia importante para el movimiento sindical.
Los dirigentes tenemos que ser responsables. El movimiento sindical tiene que tener una independencia total, absoluta, del movimiento político, pero debemos pensar que tenemos que hacer un país juntos y sabemos que el movimiento sindical solo no puede. No hay sector que pueda salir solo de la crisis.
Por eso mi preocupación principal es cómo continúa este conflicto. Sería una pena estropear esta magnífica experiencia de tener un gobierno municipal de izquierda, por una mala interpretación de lo que es ser radical. El pt de Lula ganó porque cambió, no es el mismo de 1980, hizo alianzas en las que ningún sector perdió su perfil pero todos trabajaron para conseguir el gobierno. Eso es lo que tenemos que hacer acá, pero me pregunto si todos estamos dispuestos. Estos líos indican que no vamos por el buen camino, y hay que decir que la responsabilidad no está en una sola de las partes. Lo importante es definir la estrategia, porque para conseguir cosas precisamos aliados y actuando de esta forma no los conseguiremos.
Con Vladimir Turiansky, dirigente sindical retirado
No confundir la independencia de los sindicatos con la indiferencia
La reflexión quiero hacerla desde dos ángulos. El primero, como militante sindical de toda la vida y el segundo, como frenteamplista.
En tanto integrante del movimiento sindical y habiendo formado parte del proceso fundacional de la cnt, siempre sostuvimos la independencia del movimiento sindical de los gobiernos, de los patrones y de los partidos políticos. Ahora, no hay que confundir independencia con indiferencia, porque aun siendo independientes no podemos ser indiferentes a la calidad de un gobierno, de una patronal o de un partido político.
Cuando iniciamos el proceso de unidad sindical hubo una instancia de elaboración programática que fue el Congreso del Pueblo, en 1965, y un año después se formó la cnt. El programa que asume como suyo es el de 1965. Ese mismo proceso nos llevó a formar una nueva organización política, es decir la materialización en el terreno de la política de las ideas desarrolladas en la lucha social. Fue así que en 1971 el Frente Amplio toma como referencia el programa del Congreso del Pueblo. Nos acostumbramos a ver en el fa la materialización de nuestras ideas. Por eso no somos indiferentes a una fuerza que asume los aspectos programáticos que hemos defendido.
En cuanto a la condición de frenteamplista, el fa por ser representativo de las ideas de izquierda y simbolizar el cambio, no puede mirar los aspectos del ejercicio del poder, tanto en el plano del gobierno nacional como en el departamental, con prescindencia de los actores sociales. Para el fa es necesario profundizar el contenido democrático de su gestión. Esto es acrecentar el nivel de participación de los ciudadanos en la gestión de gobierno. La imm lo hizo magníficamente con el proceso de descentralización y creo que Montevideo se transformó en un bastión frenteamplista por eso, más que por las obras.
Sin embargo, tengo la impresión de que no se profundizó esa línea y le faltó una pata en el asunto, contrariamente a lo que se hizo en el Banco de Previsión Social, cuando se incorporó a trabajadores, jubilados y empresarios, a su directorio.
Me pregunto por qué no ocurrió lo mismo en el gobierno departamental de Montevideo. ¿Por qué no logramos en ese ámbito, donde somos mayoría, si no legislando -porque a lo mejor eso es más díficil-, crear un espacio de cogestión de los funcionarios municipales con la administración? En ello no hay ninguna pérdida de autoridad. Se sabe que al intendente de Montevideo lo eligen los ciudadanos, pero también se sabe que su labor concreta se apoya en lo que cada día hace el trabajador municipal en su lugar. De ahí, la impresión de que es una de las patas no resuelta de todo este proceso de descentralización. Lo contrario te tranforma en un administrador mejor, con mejores políticas sociales, pero la ciudadanía o los trabajadores se sienten ajenos. Lo esencial de una fuerza de izquierda es la profundización democrática: no hay cambio posible si no es con la participación de la gente. En tanto, para los trabajadores no es una pérdida de su independencia; ningún sindicato se verá menoscabado porque tenga un ámbito con la administración.
Por otro lado, considero que el laudar la experiencia del conflicto le corresponde a las partes. Por eso me molestó, en materia de declaraciones públicas, lo dicho por Adolfo Pérez Piera, el vocero de la imm, que al otro día de la asamblea -cuando hay que tratar de recomponer un poco, de generar un clima de entendimiento- habló ufanándose de que adeom había cosechado una gran derrota, porque levantó el conflicto y no consiguió nada.
Con el sociólogo Marcos Supervielle
La izquierda no involucró a los trabajadores en la gestión municipal
En primer lugar hay que rescatar algo que nos diferencia de Argentina y Brasil: el papel que el sindicalismo juega en el nivel de concretar las acciones colectivas, porque más vale tener un espacio de negociación que no tenerlo.
Creo que existen dos grandes tendencias en el sindicalismo. La pérdida de instancias formales de negociación, especialmente en el ámbito privado, hace que los sindicatos ya no se presenten más ante la sociedad y sus afiliados como instituciones, sino que, cada vez más, aparezcan como redes. Se trata de redes sociales que, obviamente, se preocupan por el salario, pero también por los puestos de trabajo y otras dificultades de la gente. Algunos ejemplos son el papel del sunca en las ollas populares o el de la untmra tratando de hacer funcionar fábricas cerradas, y la acción conjunta del sunca y de aebu en la reconstrucción de Montes, posterior al tornado.
La relación entre trabajadores en una red es distinta a la institucional. En un sindicato común el dirigente dice y la base acata; en la red eso no sucede y aquél tendrá que convencer para iniciar una acción cualquiera.
En los gremios del sector público la cuestión es diferente. Hay una visión más institucional de la reivindicación. Uno de los casos típicos es el de adeom, donde aparece el fenómeno nuevo de un fuerte radicalismo, pero en las medidas de lucha y no en el programa. Así, los planteos radicales se inscriben en reivindicaciones fuertemente corporativas.
Otras dos anotaciones necesarias. Hoy en día tenemos una pobreza dura y un proceso de dualización muy fuerte, lo cual constituye un problema de largo plazo. Existen los incluidos y los excluidos. En este campo, los sindicatos han operado como una red de contención de la exclusión. En cambio, los funcionarios públicos tienen la ilusión de que su trabajo es seguro y estable -condiciones que han perdido con la última rendición de cuentas-; de ahí que lo único que reivindican es el salario.
En otro orden, me da la impresión de que hay un error de concepción en el Frente Amplio. En el fondo se creyó que con adeom no habría problemas porque son de izquierda. Fue un grave error y demuestra que el problema del trabajo no existe como tema de reflexión. Eso deja el espacio abierto a la construcción del corporativismo. Por ejemplo, ¿se discutió alguna vez con adeom la cuestión de la descentralización, no en el sentido administrativo, sino cómo hacer para que el sindicato participe?
En ese plano da la impresión de que existe una relación estrictamente tradicional. No hubo intentos de cogestión y, por tanto, de colaboración del sindicalista.
Sobre el conflicto en sí, una reflexión inmediata es que los dirigentes de adeom aparentan desconocer que, hoy por hoy, los conflictos se ganan en la opinión pública. Con la constatación, además, de que ella carece, a diferencia de lo que ocurría en el pasado, de claros orientadores. El Partido Comunista no tiene un Rodney Arismendi e inclusive a líderes de gran audiencia, como José Mujica, la gente los escucha, pero no se forma opinión exclusivamente por sus palabras.
Los dirigentes del sindicato tendrían que ser gente muy conocida, como sucede en aebu, más allá de que se esté de acuerdo o no con su accionar. ¿Quién conoce a los dirigentes de adeom? ¿Quién conoce sus opiniones sobre las políticas contra la pobreza, por ejemplo? En apariencia no hay ningún compromiso más allá de poder vender en mejores condiciones su fuerza de trabajo.