15 de noviembre de 2002
A propósito
del Premio Roosevelt para Ecuador:
EGOS, MENTIRAS, ILUSIONES Y DISCAPACIDAD
Daniel Wappenstein
KINETIKO - ALTERCOM
kinetiko@uio.satnet.net
En 1995 se instituyó el premio Roosevelt destinado a aquellos países que hayan realizado progresos importantes en el campo de las discapacidades. El Programa Mundial de la ONU para las personas con discapacidad plantea como objetivo fundamental su participación plena y en condiciones de igualdad dentro de la sociedad. Así lo entendió el gobierno de Corea del Sur cuando recibió los 50.000 dólares de premio y decidió reforzarlo con un millón y medio de dólares más.
Siete años después ese premio es otorgado al Ecuador y el gobierno decide realizar un gasto superfluo en una cadena nacional de televisión explicativa del viaje del Presidente a Nueva York para recibirlo, y en la que no se mencionan las acciones de Estado referentes al tema, simplemente porque no existen. Pero ésto no es lo único grave.
Se dice que en nuestro país el 13,2 % de la población tiene algún tipo de discapacidad: un estudio antiguo y metodológicamente discutible -pero nunca discutido- así lo afirma. Ahora estamos a la espera de los resultados del último censo de población donde, muy mal planteadas, se realizaron varias preguntas sobre discapacidad sin ser éste un tema incluido dentro de sus objetivos. Y, para matizar un poco más este contexto, se debe mencionar la inoperancia e irracionalidad de los Organismos Gubernamentales y No Gubernamentales en los procesos de discusión de políticas referentes al tema de discapacidad que se refleja finalmente en las escasas y fragmentadas acciones realizadas en este campo.
Existe una forma de instalación de temas en el ámbito social que se conoce genéricamente como procesos de construcción social. En el caso de la construcción social de la discapacidad en el Ecuador nos encontramos aún muy alejados. ¿A qué se debe? Para que un tema sea socialmente interesante debe existir voluntad del conjunto social para instalarlo como tema de discusión, someterlo a crítica/reflexión/análisis en los ámbitos académicos, de decisión política, de acción directa con los involucrados, etc. Esta instalación se efectiviza con difusión y estrategias comunicacionales adecuadas que apuntan a la sensibilización continua del colectivo. Camino largo, de mucho trabajo y paciencia, que no es posible realizarlo con un acto gubernamental individual, sino como un proceso de Estado a largo plazo.
Una vez que el tema se instala en el imaginario social como necesario, buscamos las mejores estrategias para efectivizar y fortalecer el proceso. Para explicar mejor este punto, se puede ejemplificar con lo que sucede con las rampas de las veredas. La rampa no es el fin en sí mismo, sino un posible medio para que la inclusión de personas con discapacidad a la vida cotidiana se vea parcialmente favorecida. Pero, la rampa debe ir acompañada de una serie de acciones de quienes ejercen funciones ejecutivas y del contexto social en general. De que sirve una rampa cuando la vereda esta destruida, los autos estacionan frente a ella, encontramos carteles, canastos para la basura, rejas interminables en cada espacio público. Las mil sillas de ruedas que se incluyen en el premio Roosevelt servirán, en este contexto, para que caritativa y demagógicamente se distribuyan a mil personas con discapacidad física que no pueden ni podrán salir de sus hogares.
Nuestro país vive una situación socioeconómica difícil como para aplicar el modelo coreano, sin embargo, estoy convencido de que debemos profundizar la discusión sobre la discapacidad, hacerla importante en el cotidiano más allá del premio y reflexionar sobre la metodología utilizada hasta este momento.
Hace más de 100 años se replanteó el modelo de beneficencia y algunos países entendieron que la Seguridad Social es inherente al Estado y los procesos de inclusión inherentes a toda la sociedad. El bono de la discapacidad, el pasaje de transporte público gratuito para las personas con discapacidad replican una vez más la antigua y denigrante acción benéfica y atentan de manera directa contra los procesos de inclusión. Una persona con discapacidad no necesita limosna ni carné, necesita acceso a un trabajo digno que le permita pagarse su boleto de bus. Nada menos, ni nada más que la misma lógica aplicable a todas las personas excluidas en el Ecuador.
*DANIEL WAPPENSTEIN: ecuatoriano, licenciado kinesiólogo-fisiatra de la Universidad de Buenos Aires, Diplomado en Ciencias Sociales y Salud de FLACSO-CEDES, Buenos Aires.