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Latinoamérica

18 de noviembre del 2002

Batlle y la nuera de Gelman

Carlos Fazio
La Jornada

En sus "letras urgentes" Marco Antonio Campos abordó El caso María Claudia García (La Jornada Semanal, 10/11/02), que alude al asesinato por militares uruguayos de la nuera del poeta argentino Juan Gelman, en el marco del Plan Cóndor, la coordinación represiva de los ejércitos del Cono Sur durante la guerra sucia auspiciada por Estados Unidos en los años 70.
Tal vez por lo urgente de sus letras, Campos cometió algunos deslices graves, como calificar a los militares uruguayos de "palomas mensajeras de la paz" en comparación con sus pares chilenos y argentinos. También cae en la interpretación facilonga de que lo que pasó en Uruguay fue "culpa" de la guerrilla tupamara. La dictadura -adujo en su momento la derecha uruguaya- fue la respuesta a la subversión. Bello pretexto. Pero es un argumento fútil e hipócrita. El golpe -de factura imperial, kissingeriana- estuvo conectado con el que iba a darse en Chile y fue acelerado por la llegada al poder de Héctor Cámpora en Argentina. La amnistía camporista, la reanudación de relaciones con Cuba y una segura alianza con Allende introdujeron en la zona un peligroso factor de desequilibrio. Washington actuó en función de sus intereses. Cámpora asumió la presidencia el 25 de mayo de 1973. Un mes después, el 27 de junio, Bordaberry da el golpe en Uruguay y 48 horas más tarde se produce el tancazo en Chile, ensayo general de la tragedia del 11 de septiembre.
Los militares uruguayos no fueron "palomas mensajeras de la paz". El terrorismo de Estado se aplicó a sangre y fuego. Los milicos uruguayos secuestraron, asesinaron, desaparecieron, torturaron, rapiñaron, aterrorizaron, extorsionaron, prohibieron, censuraron y un largo etcétera. También mandaron al exilio a 30 mil uruguayos. No sé si sepa Marco Antonio que el exilio implica derrota, dolores, huellas hasta los huesos, cicatrices que no cierran nunca del todo. Produce golpes "como del odio de Dios", dijera Vallejo. "Como toques de la muerte", escribiría Juan Carlos Plá. Por eso sus dichos urgentes provocaron aquí indignación. Y ahí muere. No pretendemos polemizar con Campos.
Los exiliados uruguayos ya hicimos nuestro llanto por el paisito y nuestra gente. Por nuestros compañeros. No somos víctimas ni estamos presos ni inmóviles en la autorreferencia. Estamos vivos. Muchos, la mayoría, no renunciamos a nuestra identidad subversiva. Seguimos tratando de cambiar un orden injusto y opresor; hoy integrados a México, nuestra segunda patria. Podemos decir, con Plá, "nos han puesto la muerte de mil formas para hacernos retroceder, para borrarnos, para que nos demos por vencidos. (Pero) la muerte, al fin y al cabo, no es tan importante".
El caso de la nuera de Gelman, que es lo que importa ahora, forma parte de la trama del horror genocida entronizado en el Cono Sur por la alianza de las dictaduras de los 70 bajo la batuta de Washington. María Claudia García fue secuestrada en Buenos Aires por la banda de militares uruguayos y argentinos que operaba el centro clandestino de Automotores Orletti, una base de operaciones del Plan Cóndor en 1976, a cargo del paramilitar Aníbal Gordon. Embarazada de ocho meses, fue trasladada ilegalmente a Montevideo, a un centro clandestino del Servicio de Inteligencia de Defensa (SID) hasta que dio a luz una niña en el hospital militar.
En diciembre de 1976, cuando tenía dos meses de edad, la niña fue sacada en un moisés, junto con su madre, del centro clandestino Valparaíso -macabra contracción de "va al paraíso". Los capitanes uruguayos Ricardo Medina y Jorge Silvera -un par de asesinos miembros de la SID y del Organismo Coordinador de Operaciones Antisubversivas- depositaron la canasta con la niña en la puerta de la casa de un alto funcionario policial estéril, quien registró a la pequeña como hija natural. El poeta Gelman y su compañera Mara Lamadrid lograron encontrar a su nieta en 2000, después de 23 años.
En una entrevista que mantuvo en el edificio Libertad, el 31 de marzo de 2000, Gelman le pidió al presidente Batlle que le ayudara a encontrar los restos de su nuera. Una investigación ordenada por Batlle al jefe de la Casa Militar de la Presidencia, general Ricardo González, permitió confirmar que el capitán Medina ejecutó con un tiro en la nuca a la nuera de Gelman. María Claudia tenía 19 años. Gelman ha dicho que su nuera fue usada como "un envase para entregar el producto": su hija, que "había sido adjudicada de antemano". Después la ejecutaron. Sus restos están en una unidad militar de Montevideo. Batlle ha admitido que sabe toda la verdad, pero que se reservaba la información "para no brindar a un argentino (Gelman) lo que niega a los uruguayos".
Este mes más de 600 escritores, intelectuales y premios Nobel de todo el mundo firmaron una carta colectiva pidiéndole a Batlle la entrega de los restos de María Claudia. Pero no se ha dado por aludido; ha guardado el más profundo silencio. Un numeroso grupo de uruguayos mexicanos residentes en el Distrito Federal nos sumamos a la petición y demandamos justicia y castigo a los culpables. Pero conviene dejar en claro que la mudez de Batlle no es un simple caso de "hipocresía". Es un problema delincuencial, político, ideológico. También, sí, tiene mucho que ver con la miseria humana. Para mantener la omertá, Batlle intenta hoy sembrar confusión. Por eso es un miserable cómplice de militares delincuentes y asesinos.