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Latinoamérica


26 de noviembre del 2002

Entrevista con el escritor mexicano Carlos Monsiváis
Fox es capaz de inaugurar el Mediterráneo

Arturo Cano
Masiosare

El lugar común reconoce a Carlos Monsiváis –no sin razón– como el "cronista imprescindible de México". Pero esta vez se le entrevista en su calidad de experto en las frases de los poderosos, una tarea a la que ha dedicado largos años.
Monsiváis examina a Vicente Fox, un político al que nunca le tiembla la frase, aunque "la informalidad caprichosa y el depositar el proyecto y el programa de gobierno en el desenfado verbal, arrastra consecuencias calamitosas".
El autor de Aires de Familia explica que cuando no existe la reatroalimentación de la lectura "los recursos verbales de cada persona tienden a petrificarse en un museo de ocurrencias o en una pasarela de refranes y frases coloquiales". Y en esa línea subraya: "Fox pone de relieve las consecuencias temibles del antiintelectualismo de la derecha, que hoy abomina la lectura dejando las consecuencias de su fobia a la vista y al oído"
–¿ENTRE LOS LOGROS de los primeros dos años de este gobierno debemos contar el fin del "peso de la palabra presidencial", tanto en su sentido de herencia del régimen priísta como de la influencia del verbo de Los Pinos en los acontecimientos nacionales?
–Por desgracia, lo que sucede es desalentador en extremo. "El peso de la palabra presidencial" sólo persiste en forma de decretos o decretazos (el acortamiento del tiempo del Estado en la televisión, por ejemplo), pero ya no en lo tocante a la creencia en la sabiduría de Lo Alto. El fenómeno no es nuevo, obviamente, y basta ver lo que sucedió con las frases del presidente Ernesto Zedillo, un humorista involuntario consumado, pero en el caso del presidente Fox alcanza un nivel impresionante. Las frases de don Vicente, o si se prefiere, sus ocurrencias, son objeto de una suerte de cacería, y se repiten en las reuniones para animar las conversaciones. Fox dijo: "Ya no hablo... ¡Me comieron la lengua los ratones!" (27 de julio de 2001). Fox dijo: "Necesitamos la varita mágica de Harry Potter" (2 de julio de 2002). Y se desata en comidas y cenas los simposios instantáneos sobre los saberes gubernamentales.
¿Qué hay aquí? Pintoresquismo a raudales, uso del idioma de la infancia como método para intimar con la Nación, actualización –cortesía del cine reciente– del repertorio de citas, en una palabra, la mezcla detonante de los consejos de los mercadólogos y el alejamiento del discurso político tradicional, por rechazo o ignorancia. A lo mejor –quien quita– la intención es confianzuda (ni hablar, el estilo de don Vicente se contagia) pero los resultados se vuelvan folclóricos, por tres razones básicas:
a) Tradicionalmente el habla presidencial ha sido solemne y ha buscado ocultar los recursos genuinos de los mandatarios. Por eso se creyó al principio que el habla de Fox era "una bocanada de aire fresco", y luego la noción de sus límites decepcionó al extremo.
b) Si la demagogia irrita y agota, la familiaridad también extenúa. En el momento de movilización de agricultores en Sinaloa, de plantones de cañeros y de reclamos de los gobernadores de estados con zonas de cultivo de café, Fox le recomienda al secretario de Agricultura, Javier Usabiaga: "Aguanta vara." ¿Qué quiere decir? "¿Resiste, que ya se extenuarán?", o "Espera a que por sí solas se compongan las situaciones", o "Tu deber es soportar las críticas porque soluciones ni para cuando".
c) De no existir la retroalimentación de la lectura, los recursos verbales de cada persona tienden a petrificarse en un museo de ocurrencias o en una pasarela de refranes y frases coloquiales. O, en el caso del Presidente tiende a vivir la desconfianza interna. ¿Podría Fox repetir su dictamen del 5 de enero de 2001, cuando valoró el papel del Ejército en Chiapas. "Está en su punto, diría yo, está de primera, está de pelos como dicen los chavos".
–Definir los rasgos de las expresiones presidenciales es tarea quizá sólo tan vasta como intentar hacer un repertorio de ellas que haga mínima justicia al declarante. No obstante, le pedimos que intente definir el edificio de frases foxistas para un lector venezolano, checo o de Masiosare.
–¿Qué le diría yo a un lector venezolano, checo o de Masiosare (que vive en el Arauca vibrador de Praga, se sobrentiende)? Que a los mexicanos nos gobierna un cautivo del pintoresquismo y el candor. Una vez dicho esto, me arrepentiría e intentaría otra descripción más exacta o menos inexacta: a los mexicanos nos gobierna un sistema, neoliberal implacable, con capacidad renovada de saqueo, esclavitud salarial y destrucción de las oportunidades de las mayorías. El representante más visible de ese sistema, aunque de ningún modo el único autor de las decisiones, es un político excéntrico (pero un político a fin de cuentas) que, por decirlo, es capaz de inaugurar el Mediterráneo antes de que lo descubran. Así, sin que le tiemble la frase, Fox puede decir en Monterrey el 8 de marzo de 2002: "En Monterrey no habrá pugna entre países ricos y pobres... de hecho, somos (México) las dos cosas ricos y pobres... podemos ser el puente entre los dos mundos". Y también insólitamente, pregona en su gira por Asia:
"Nos unimos y respaldamos el proceso promovido por usted, señor Presidente, para unir las Coreas. Habremos de promover esta bondadosa y entusiasta promoción, la habremos de hacer saber a los países con quienes tenemos relaciones y tratos. Particularmente haremos esta promoción entre congresistas y senadores de Estados Unidos, al igual que con el propio presidente George Bush" (en gira por Asia, 5 de junio de 2001).
¿Qué se hace en estos casos? La crítica sobra porque es un acto de desconfianza que ofendería al lector, el humor se marchita porque es siempre un comentario tardío, y sólo flotan las incógnitas. ¿Cómo se promueven las promociones? ¿Necesitará Bush que le notifiquen el proyecto de unificación de Corea? ¿Es la función de un gobierno hacer el lobby de una empresa dificultisísima? ¿Alguien más adjetivará como "bondadoso" un plan de unificación? En el caso de estos pronunciamientos, las preguntas son siempre tardías. Y por eso, el lector venezolano o checo o de la República de Masiosare deberá confiar en su intuición, porque a los exégetas del pensamiento de don Vicente Fox los rebasa siempre su objeto de estudio.
El 12 de enero de 2002, en un rapto de concesión, Fox declara: "Los campesinos ya son mayores de edad" ¿Qué es esto? ¿Una acta de emancipación, la expulsión de los menores nomás dejan de serlo de la casa paterna, el reconocimiento de que ya se puede hablar con ellos de hombre a hombre o de clase social a clase social? Para aclarar el asunto, pido la ayuda de venezolanos, checos y lectores de este suplemento.
–Los análisis han sido vastos. ¿Usted se adhiere a quienes consideran que con sus frases –que entre muchas otras cosas revelan ignorancia y descuido– Vicente Fox ha contribuido a empequeñecer la Presidencia de la República y con ello le ha quitado la fuerza para conducir la "transición"?
–No, no creo que el repertorio verbal de don Vicente empequeñezca la Presidencia de la República. ¿Es eso concebible luego de Carlos Salinas de Gortari o Ernesto Zedillo? ¿De qué grandeza ha dispuesto un cargo sustentado en las facultades monstruosas del presidencialismo? Lo que sí no admite el galimatías ruidoso es hacer las veces, en la transición, de referencia ideológica y política firme. (Por cierto, ya empleamos transición como sinónimo de lo inalcanzable: estabilidad con propósito y desarrollo civilizatorio adjunto.)
Mas bien, Vicente Fox pone de relieve las consecuencias temibles del antiintelectualismo de la derecha, que hoy abomina la lectura dejando las consecuencias de su fobia a la vista y al oído.
–¿Las frases de Fox son ya uno de los clásicos de nuestra escena pública? ¿Son sus frases el rasgo por el que será recordado su sexenio?
–Al sexenio de Fox lo recordaremos por hechos y fenómenos de los que ahora tenemos noticia parcial y más bien borrosa. Pero algo se puede anticipar: la informalidad caprichosa y el depositar el proyecto y el programa de gobierno en el desenfado verbal, arrastra consecuencias calamitosas. El presidente Fox dice lo que cree conveniente, pero en última instancia, y por las represalias que el lenguaje suele tomar contra la mayoría de sus usuarios, lo que cree conveniente no es exactamente lo mismo que lo que dice, y con frecuencia hay un desencuentro entre sus ideas nociones del mundo y el modo de expresarlas. Así, en 2001, el Día del Niño afirma: "Sí hice muchas travesuras de chiquito y las ando haciendo también de Presidente". Muy probablemente su intención sea repetir aquello de "El que no fuere como niño, no entrará al reino de los Cielos", pero lo que dice es muy distinto: "Actúo irresponsablemente cada que puedo".
O esta frase demoledora del 11 de enero de 2002: "Gobernar me da ñáñaras", con lo que sólo refiere su afición antigua por la comicidad de Capulina. O su interpolación hogareña el día que asume la Presidencia de la República: "Hola Ana Cristina, hola Paulina, Vicente y Rodrigo. Honorable Congreso de la Unión". Fox quiere decir (supongo) que su valor supremo es la familia pero lo que manifiesta es su confusión entre toma de posesión de la Presidencia y reunión de cumpleaños.
¿Qué recordaremos de Fox a partir de 2007? Que fue fundamental en la salida del PRI de Los Pinos, y que –estoy seguro– será un aviso pertinente en el mucho mayor cuidado que se tenga al depositar el voto. Hasta el momento y en una competencia muy reñida de frases, lo que más evoco es su diálogo con Fidel Castro, ese juego del gato dictador (pronto con 44 años en el poder) y el ratón bisoño:
Fox. Fidel, ¿te puedo pedir otro favor?
Fidel. Dígame.
Fox. Que estando en casa a mí me serviría muchísimo que no hubiera declaraciones sobre el tema de la embajada o de las relaciones México-Cuba o de ese evento que vivimos en estos días pasados.
Fidel. No tengo ninguna necesidad de hacer declaraciones allí.
Fox. ¡Qué bueno!
Fidel. Dígame, ¿en qué más puedo servirlo?
Fox. Pues básicamente no agredir a Estados Unidos o al presidente Bush, sino circunscribirnos...
Fox. Me acompañas a la comida y de ahí te regresas.
Fidel. Y de ahí cumplo sus órdenes: me regreso.
Fox. Fidel, te agradezco muchísimo.
Fidel. Muy bien, Presidente.
Fox. Nos van a salir bien las cosas así.
(Conversación previa a la cumbre de Monterrey, abril de 2002).
–Se ha hecho un lugar común que uno de los problemas de Vicente Fox es que "la campaña electoral no ha terminado para él". ¿Es tal el origen del, digamos, descuido de las expresiones presidenciales? ¿O más bien el Presidente está empeñado en que su imagen de "ranchero sincerote y buen amigo" lo acompañe todo el sexenio?
–Lo de que Fox sigue en campaña electoral se ha dicho en demasía, y fue cierto, pero ya no. Más bien, sigue desinformado, y muy drásticamente, respecto de las funciones presidenciales. En ningún momento lo dramatizó mejor que en los días de la visita de Juan Pablo II. Al besar el anillo pontificio y al prosternarse actuó como católico sincero que no podía ser al mismo tiempo el Presidente de la República sujeta constitucionalmente al Vaticano. El Fox que cree burlarse de Benito Juárez ("Sí, ¡Juárez, Juárez! Bien jóvenes...", del 1 de diciembre de 2000), y el Fox que declara: "Acudiré (a la ceremonia de canonización de Juan Diego) como Vicente Fox, no como Presidente, aunque tengo claro que no podemos separar una personalidad de la otra" (Entrevista de Notimex del 22 de julio de 2002), se inventa la esquizofrenia del poder para no perturbar su ánimo. Y eso no es conservar su imagen de "ranchero sincerote y buen amigo", sino haber agotado las reservas de su comprensión inicial.
Un consejo al lector de Masiosare (venezolano o checo): No se vale apanicarse, como dice don Vicente Fox.