Latinoamérica
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24 de noviembre del 2002
Límites y desafíos
Wladimir Pomar
Correio da Cidadania
La victoria electoral de Lula y del PT no representan ninguna revolución política y/o social. Fue una victoria política, pero que ocurrió en el contexto de un sistema social capitalista. Más aún, en un sistema en que las grandes corporaciones empresariales poseen la hegemonía económica y en el que la ideología neoliberal aún es dominante. En ese sentido, las fuerzas populares deben tener plena conciencia de los límites que las cercan.
Por otro lado, esa victoria fue una revolución cultural. Por primera vez en la historia de las crisis de proyecto del capitalismo brasileño se formó una alianza amplia en que no sólo sectores considerables de las clases medias, sino también de la propia burguesía, se pusieron bajo la dirección explícita de un líder y de un partido de trabajadores. Es necesario mensurar adecuadamente lo que eso significa para el futuro, de manera que las expectativas y aspiraciones de nuestro pueblo y de nuestro país no sean frustradas. Para ello, las fuerzas populares deben tener plena conciencia de los grandes desafíos con los que se enfrentan.
O sea que, por un lado, necesitarán ejercitar toda su capacidad táctica para evitar enfrentamientos prematuros. Partiendo de la correlación de fuerzas reales deberán avanzar con cautela y acumular fuerzas. Por otro, no pueden perder de vista las expectativas de cambios que fueron depositadas en las urnas. No pueden olvidar que esos cambios, aunque algunos tengan el mismo nombre en la lista del gobierno que acaba, poseen un contenido diametralmente distinto.
Las grandes cuestiones del pueblo brasileño – la cuestión nacional, democrática, social y económica – no podrán ser tratadas de la misma manera como son abordadas por el gobierno de Fernando Henrique Cardoso. Ellas exigen políticas diametralmente opuestas. Y fue deseando esos cambios que hasta sectores del empresariado votaron en Lula. No es posible continuar permitiendo que la economía brasileña sea desnacionalizada. O que la democracia se restrinja a una puesta en escena. O que la pobreza y la miseria continúen arrastrándose. Y que el modelo económico permanezca concentrador de patrimonio y renta.
Introducir transformaciones progresivas en este sistema neoliberal, derrotado políticamente – pero no económica ni ideológicamente – constituye el gran arte a que estarán desafiados el gobierno Lula y las fuerzas populares que lo apoyan. En este sentido, el programa Hambre Cero es un instrumento fundamental para congregar grandes fuerzas en torno a la superación de una de las vergüenzas nacionales.
Y, en forma paralela, para construir un modelo económico alternativo al modelo neoliberal dominante.
Sin la construcción de ese modelo alternativo, democrático y popular, basado en los grandes sectores populares actualmente marginados de la vida económica y social del país, difícilmente se conseguirá un crecimiento que beneficie a la mayoría y, menos aún, que rescate la fuerza y dignidad de los trabajadores brasileños.
* Wladimir Pomar es escritor y analista político