Cierto día de mayo de este año participé en una reunión con dirigentes y asesores del Movimiento de Unidad Plurinacional Pachakutik - Nuevo País (MUPP-NP), el coronel Lucio Gutiérrez y representantes del Partido Sociedad Patriótica 21 de Enero (PSP). Algunos de los presentes pensaban que yo podía tender un puente entre los dos sectores ya que en diversas oportunidades había señalado que esa alianza era la única capaz de reivindicar el 21 de enero de 2000 y llevar a la izquierda y centroizquierda a la segunda vuelta electoral en las elecciones del 20 de octubre.
Días antes Auki Tituaña, precandidato de Pachakutik a la presidencia había comunicado a algunos dirigentes que acataría la resolución de la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE) de no participar con candidatos indígenas y renunciaría a su candidatura. Tituaña asumía una postura ética y se mostraba consecuente con el movimiento indígena, pero dejaba a Pachakutik con una gran interrogante. Miguel Lluco, coordinador nacional del MUPP-NP, fue entonces el que mejor interpretó la necesidad de apostar a la unidad más allá del movimiento, dejando de lado cualquier visión sectaria de tipo etnicista como tienen unos o de ONG como tienen otros. Lluco y Gutiérrez presintieron que la reivindicación del 21 de enero retomaba un proceso histórico, abría un espacio nuevo en la política ecuatoriana y podía dar frutos a nivel electoral. Ecuador en el espejo de Argentina
Semanas antes de esta reunión, el coronel me envió un correo electrónico en el que se mostraba preocupado por la imposibilidad de lograr acuerdos para la unidad de los sectores de izquierda y centroizquierda, particularmente de Pachakutik y el PSP, y temía que la posibilidad de llegar al gobierno se les escapara de las manos. Su carta surgió luego de un artículo en el que yo hacía un paralelismo entre la situación que llevó a la caída de la convertibilidad en Argentina y la que llevó a la caída de Jamil Mahuad, y decía que en Argentina se repetía lo de Ecuador, cuando una rebelión popular liderada por indígenas y militares progresistas terminó siendo usufructuada por los grupos de poder. "¿Otra vez la rebelión popular traicionada? ¿Otra vez la mentira? Eso importa y no importa. La rebelión del 19 y 20 de diciembre de 2001 en Argentina nos demostró que para derrotar al modelo, aunque sea por horas, se necesita la protesta colectiva de distintos sectores. Pero sólo eso no basta, si no se resuelve el problema del poder", comentaba en aquel artículo.
Más adelante argumentaba que tras la caída de Mahuad en enero de 2000, en Ecuador, estuvieron varios actores y decía: "Uno fue el movimiento indígena con capacidad de movilización y de propuesta; otro es el descontento popular generalizado con un gobierno que no supo atender mínimamente los reclamos de distintos sectores y se entregó a la dictadura del poder financiero. Pero también existió una mano escondida tras las sombras, una mano de las elites que estaban desesperadas porque se implante la dolarización y consideraban que Mahuad era muy débil como para imponerla, por lo tanto era mejor cambiarlo por el vicepresidente. Este fue el sector que finalmente venció al imponer mediante un golpe de Estado a Gustavo Noboa. Así, tras la caída de Mahuad, el modelo se reacomodó y se impuso la dolarización. Sin embargo, no se puede decir que el levantamiento en sí sufrió una derrota, pues significó un avance en la acumulación de los sectores populares en la construcción de su destino. Fue una experiencia de poder y un avance en la construcción de otro poder, un poder desde la raíz".
Gutiérrez creía que las elecciones podían transformar la derrota táctica del 21 de enero en una victoria estratégica. La fuerza del 21 de enero
En aquella reunión de mayo alguien propuso que se hablara también con el Partido Socialista (PS). Comenté que lo mejor primero era sellar el acuerdo entre Pachakutik y Sociedad Patriótica para después hablar con partidos menores como el socialista. También opiné que era necesario llegar a acuerdos claros en el ámbito nacional y en cada provincia para que nadie se sintiese perjudicado, e inclusive era mejor firmarlos y notarizarlos. Gutiérrez aceptó la propuesta. Los representantes de Pachakutik debían esperar la resolución del Consejo Político para ver si se sellaba definitivamente la alianza o se iniciaba otro camino.
Ante la demora en concretar, el Partido Socialista se adelantó a conversar con Gutiérrez y arregló la primera diputación por Pichincha para Enrique Ayala Mora. Pero con la candidatura de última hora de León Roldós, que casi quiebra a la izquierda y centroizquierda, el PS actuó con la burocracia característica y se alineó atrás de un invento electoral que no funcionó. Las elecciones demostraron que la fuerza de la alianza estaba en quienes protagonizaron el 21 de enero. Lucio Gutiérrez fue el candidato más votado de la primera vuelta electoral y Pachakutik tuvo una votación ejemplar a pesar de que, como en otras oportunidades, dejó fuera a cuadros de gran importancia. Gutiérrez no pasaba a la segunda vuelta sin Pachakutik y éste movimiento no tenía la proyección electoral que tuvo sin el coronel.
Producto de múltiples errores el MUPP-NP llegó al 20 de octubre con la soga al cuello. La elección podría haber representado un retroceso pero como nunca antes acertó en la alianza. En el futuro, dirigencia y bases deberían pensar en una reestructura y visibilizar las tendencias internas para que las relaciones políticas en su interior sean transparentes y no existan peleas de "sectas". Para que los debates sean en torno a posiciones políticas y no se detracte a nadie por un cargo. La trasparencia alejaría a Pachakutik del sectarismo de los partidos de izquierda tradicional e impediría que se transforme en algo semejante a una ONG, o sea la mejor imagen de la burocracia de los nuevos tiempos.
La participación de Pachakutik en un gobierno de Gutiérrez puede consolidar o destruir el proceso iniciado el 21 de enero de 2000. Dependerá de la proyección que tenga su dirigencia y quienes tienen influencia en ésta. El duro ascenso hacia los sueños
En una entrevista que realicé a Gutiérrez cuando estaba detenido en el cuartel Atahualpa en mayo de 2000, mostró una postura nacionalista con marcada sensibilidad social. Después, en otras entrevistas que le realizaron en el exterior volvió a confirmarla. Su participación en el Foro Social Mundial de Porto Alegre y en otros eventos la ratificó.
La campaña electoral en Ecuador y en tantas partes es un cuento y el coronel asumió esa instancia con las ambigüedades propias que imponía el terreno. La presencia del movimiento indígena, la reivindicación del 21 de enero y algunas posturas claras en torno al conflicto colombiano y el presidente venezolano Hugo Chávez marcaron cierta diferencia a favor del ex militar.
La segunda vuelta electoral es la segunda parte del cuento. El coronel llamó a un gran pacto social en una muestra de amplitud que se debe aplaudir. Pero el pacto social tiene sus limites. ¿Tendrá el coronel la suspicacia para sacarse de encima a los oportunistas que surgieron como moscas al terminar la primera vuelta? ¿Tendrá la claridad para asumir una definición y actuación contraria al modelo neoliberal como lo había expresado en muchas entrevistas antes de entrar en campaña? ¿Las moscas surgieron solamente porque huelen la miel o porque el coronel está comprometido con ellas? ¿Los sectores democráticos que no apoyaron a Gutiérrez tendrán la capacidad de jugarse por el cambio junto al coronel o preferirán sentarse en la puerta de la casa a esperar que caiga o se desvíe del camino? ¿En caso de llegar al gobierno se priorizará el reparto de ministerios como dejan entrever algunas propuestas? ¿El Movimiento Indígena tendrá fuerza para marcar el ritmo de la alianza? En la respuesta a esas y otras interrogantes se juega parte del destino de Ecuador.
La elección de Paco Moncayo como alcalde de Quito en 2000 fue producto del 21 de enero, pero ni la Izquierda Democrática ni algunos sectores de Pachakutik se dieron cuenta. Ojalá que esos sectores y Gutiérrez no se equivoquen ahora pretendiendo cambiar apoyos por ministerios.
El triunfo de Lucio Gutiérrez en la primera vuelta es un nuevo triunfo del 21 de enero, como dice Alejandro Moreano. El coronel tiene la posibilidad de no alejarse del camino y seguir construyendo el poder junto al movimiento indígena y los diversos sectores sociales. Pero sólo la participación directa de esos sectores, y la presión que ejerzan para que no se tuerza el futuro por el que votaron los ecuatorianos, puede garantizar un proceso de cambios en caso de que el coronel llegue a la presidencia.
Este debe demostrar con acciones si está a la altura de los sectores sociales que representa o si es un cuentero más. El camino de la izquierda ecuatoriana hacia el gobierno es difícil y, aunque gane Gutiérrez, seguirá en construcción. Que su victoria sea un paso más en el duro ascenso hacia los sueños y no un salto al vacío no depende sólo de él, si no de todos los sectores que buscan un cambio para el país. (*) Este texto es un adelanto del libro "Lucio Gutiérrez. Los laberintos del coronel'' que aparecerá en los próximos días editado por Editorial Planeta