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Latinoamérica

El conflicto de los trabajadores municipales y la realidad del país

Por Pablo Anzalone

El conflicto de los trabajadores municipales ha creado una situación compleja con fuertes repercusiones negativas para los trabajadores del país y también para el pensamiento de izquierda. Los intentos de la derecha y los grandes medios de comunicación de manipularlo para atacar al Frente Amplio y desprestigiar la lucha sindical, darían para una reflexión más amplia. Me interesa en este artículo destacar algunos aspectos que no han tenido suficiente consideración hasta el momento.
Los errores en la conducción del gremio de Adeom han volcado a la enorme mayoría de la población en su contra, y arriesgan la división más profunda todavía de su gremio. No me refiero tan solo a los errores de este conflicto, al manejo de los piquetes y los rompehuelgas. Quienes militamos en la Resistencia Obrero Estudiantil y en el PVP con el loco Duarte, Gerardo Gatti y Hugo Cores tenemos muy vívidas experiencias de cómo los sindicatos resistieron la violencia patronal y policial con firmeza y combatividad.
También luego de la dictadura ha habido conflictos muy duros. Cualquiera que haya leído la historia del movimiento obrero sabe que los derechos de los trabajadores han costado muchos enfrentamientos. Pero no diferenciar a la hora de las tácticas entre una patronal reaccionaria y el gobierno municipal frenteamplista, es un grave error.
Hay concepciones que ven el enemigo dentro del campo popular, y luego actúan a la interna de las organizaciones con el objetivo de dividir. Aunque la derecha califica de radicales a estos puntos de vista, en mi opinión no tienen nada de tales. Cualquiera se da cuenta que para desarrollar en serio una lucha radical se necesitan todas las fuerzas posibles, se necesita la unidad de los trabajadores. El patoterismo desplegado por estas orientaciones en la asamblea de Adeom del 1.11.02 es un ejemplo claro del sectarismo que predomina en algunas cabezas.
Pero quiero remarcar un aspecto más de fondo que es el no haberse comprometido con un programa de cambios hacia la comunidad, hacia la población montevideana y especialmente con los sectores más desfavorecidos de la misma. Es un error profundo no haber asumido un rol más protagónico en las propuestas programáticas y acciones del gobierno municipal, prioritariamente en la descentralización y en las políticas sociales. Las mejores tradiciones del movimiento obrero y muchas de sus principales batallas de hoy, parten de hacer propios los intereses de los sectores más desprotegidos, de disputar con propuestas propias los rumbos más generales de cada sector y del país.
Achicar las miras a lo estrechamente corporativo, y rechazar la participación con enfoques propios en la gestión municipal, cuando el gobierno electo es de izquierda y su programa es progresista, castra las fuerzas transformadoras de la clase obrera.
En este contexto queda opacada ante la opinión pública la justicia inobjetable de la reivindicación de los municipales: el respeto a un convenio largamente negociado y acordado claramente por las partes, y su conclusión inmediata que es mantener el poder adquisitivo del salario.
A raíz de este conflicto parece extenderse ante la opinión pública la idea de que los trabajadores deben resignarse a sucesivas rebajas salariales porque la realidad del país cambió. La argumentación largamente repetida de que hay que asumir que estamos en otro país, esconde una serie de falacias: En primer lugar colorea de cierta neutralidad lo que es el resultado de la aplicación deliberada de una política económica que sigue estando en la conducción del gobierno nacional. Aspectos clave de esa estrategia neoliberal son la flexibilización y la precarización laboral. En lugar de adaptarse a esta realidad se trata de cambiarla activa y urgentemente, empezando por derrotar política y socialmente esta estrategia del poder. Es el momento de decir Basta a esta concepción, remover a sus responsables y construir otro rumbo. No va a ser fácil pero es por el lado de la rebeldía y no de la resignación ante esta realidad, que se podrá salir adelante.
En segundo lugar esta argumentación esconde el hecho de que en medio de la crisis hay sectores que no han perdido su riqueza y otros que se están enriqueciendo fuertemente. No sólo los capitales especulativos nacionales que optaron por sacar parte de sus fortunas del país, o los mil millones de dólares que están en los colchones. No sólo estamos hablando de sectores exportadores favorecidos por la devaluación, como los frigoríficos y algunos productores agropecuarios. También hay grupos empresariales que están aprovechando la situación para imponer nuevas reglas al mercado. Mencionemos sólo dos ejemplos concretos : Fábrica Nacional de Papel sin tener un solo insumo en dólares, dolarizó sus precios al igual que las otras dos empresas que sí son importadoras. Además de aumentar exorbitantemente sus ganancias, impuso normas durísimas de eliminación de créditos, pago contado, etc.
aprovechando su situación oligopólica. Este grupo económico vinculado a los Sanguinetti y los Zerbino, es un ejemplo de cómo las 500 familias, de las que se hablaba hace unas décadas, siguen lucrando desmedidamente a expensas de la sociedad. Algo similar sucede por ejemplo con la fábrica de cerámica Olmos. ¿Cómo puede aceptarse la dolarización de los precios si la materia prima es nacional y la mano de obra también? Como nos recuerdan los economistas Foladori y Melazzi las crisis del capitalismo cumplen una función de depuración y concentración del capital, de forma tal que cuando se retoma un nuevo ciclo de crecimiento son menos y más poderosos los que se apropian del excedente.
En tercer lugar la argumentación citada arriba sólo pone sobre la mesa el hilo más fino: el salario de los trabajadores, su empleo, sus condiciones de vida. Los demás elementos de la situación, como la desigualdad social profunda no aparecen. He escuchado a compañeros que uno aprecia, dirigentes de primera línea del FA, decir en televisión que lo que pasa es que a los ricos es más difícil sacarles plata, porque un batallón de abogados y gestores les ayudan a sacar la pata del lazo. Me parece muy peligroso el argumento. Si en razón de que es más fácil sacar los recursos del salario de los trabajadores, y los ricos tienen más defensas, vamos a recurrir a esa política, difícilmente habrá cambios en este país. Porque eso es lo que han hecho históricamente los sectores dominantes. Y es lo que están haciendo hoy ante la crisis.
El salario de los trabajadores no puede ser planteado como la única variable de ajuste, contrapuesta al aumento de impuestos a toda la población. Tampoco debe verse como el único resultado cuando estamos hablando de una gestión que asume políticas sociales importantes.
Esas políticas sociales cuya necesidad aumenta con la crisis, y que deberían incrementarse contando con más recursos para ellas, también tienen que entrar en la consideración.
Colocar más temas arriba de la mesa, abrirlos a los vecinos como se ha hecho con la discusión presupuestal, plantear más opciones y abrir los oídos a otras que surjan de una consideración democrática y participativa, sería un camino más fecundo y más coherente para la izquierda. *