21 de noviembre del 2002
¿Qué defienden los ministros de defensa chilenos?
Jorge Insunza, Comision Política PC de Chile
La reunión de Ministros de Defensa americanos que se realiza en Chile con la presencia de Donald Rumsfeld, Secretario de Defensa de los EE.UU. está preñada de riesgos para nuestros pueblos. En ella el tono estará dado precisamente por Rumsfeld, exponente de lo peor de la agresividad con que el imperio norteamericano amenaza hoy al mundo.
De acuerdo con la Constitución vigente en Chile " Las Fuerzas Armadas...existen para la defensa de la patria, son esenciales para la seguridad nacional y garantizan el orden institucional". Seguramente, en cada constitución latinoamericana figuran párrafos semejantes. Será difícil encontrar en otra parte tantas falsificaciones en tan pocas líneas.
"Garantizan el orden constitucional": lo cierto en nuestros países es que lo rompen constantemente.
"Son esenciales para la seguridad nacional": este maldito concepto las ha llevado a ser en verdad cancerberos de sus pueblos.
"Existen para la defensa de la patria": sin embargo, los militares honestos, que creen en ésta afirmación, terminan siendo aplastados por la propias instituciones militares sometidas al imperio. Fue el caso en Chile de generales como René Schneider, Carlos Prats, Alberto Bachelet. También lo fueron, de distintas formas, Caamaño, Juan José Torres, Velasco Alvarado y, hoy, Hugo Chavez o Lucio Gutiérrez, militares que toman en serio los valores patrios.
Esta es la realidad. Y el factor determinante para que así ocurra es precisamente el contenido de reuniones como la que se realiza en Chile. La política de dominación del imperio estableció hace tiempo la determinación de poner bajo su control a los poderes que los documentos de Santa Fé llamaron "permanentes" y entre ellos, en primer lugar, a las Fuerzas Armadas de nuestros países. Esto viene operando por decenios. Ayer en nombre del anticomunismo. Hoy, en nombre del antiterrorismo.
La política de fuerza acentuada tras los atentados en Nueva York en septiembre del 2001 -cuyo origen se hace cada vez más oscuro- estaba diseñada desde mucho antes. Así queda claro en el documento de "Santa Fe IV". Es continuación de una vieja política y, a la vez, un profundo cambio hacia un hegemonismo sin fronteras y concentrado en las solas manos de los EE.UU. decidido a subordinar a todas la naciones.
El documento oficial "La estrategia de seguridad nacional de Estados Unidos de América", redactado por Rumsfeld y presentado por Bush en Septiembre, es la explicitación descarada de estas nuevas concepciones. Se decide instalar la doctrina de "guerra preventiva", contra aquellos que ellos califican como estados hostiles y como grupos terroristas. Bush proclama el derecho de Estados Unidos a intervenir en cualquier lugar del mundo, aplastando la soberanía nacional y pisoteando el derecho internacional. La nueva estrategia establece que "no vacilaremos en actuar solos, si es necesario, para ejercer nuestro derecho a la autodefensa, actuando preventivamente contra los terroristas". Además, como lo explica el New York Times, "el Presidente no pretende permitir que ninguna potencia extranjera disminuya la enorma delantera militar adquirida por EE.UU. desde la caída de la Unión Soviética"
Hace pocas semanas un diario escocés reveló un documento secreto en el que, antes de la elección de Bush, su equipo de asesores instalado hoy en los cargos claves del gobierno norteamericano, ya proyectaba las agresiones que hoy se despliegan en el mundo tras la fachada de la "lucha contra el terrorismo". Allí estaban ya elaboradas las matrices de la nueva doctrina militar.
Se puede hablar de un momento de instalación del fascismo en la política de EE.UU. impulsado por los intereses bastardos de la ganancia, de los privilegios extremos del gran capital. Esa es la partitura que Rumsfeld trae consigo. Esa es, por tanto, la gravedad de la reunión de Santiago
Para el Gobierno de Bush, América Latina sigue siendo el patio trasero del imperio. Y de lo que se trata es consolidar esa condición subordinada actuando en todos los frentes. Los intereses de las transnacionales determinan todo. En ese marco, la imposicón del ALCA es una asunto crucial.
El Secretario de Estado, Colin Powell, señaló con todo descaro: "Nuestro objetivo con el ALCA es garantizar a las empresas norteamericanas el control de un territorio que va del Polo Artico a la Antártica, libre acceso, sin ningún obstáculo o dificultad para nuestros productos, servicios, tecnología y capital en todo el hemisferio".
Como se dice: " Una mano lava a la otra y las dos lavan la cara". La determinación de imponer el ALCA es inseparable de la ofensiva militarista que tiene lugar en la región. La reunión de Ministros de Defensa bajo la batuta de Rumsfeld tiene como objetivo central garantizar que la resistencia de los pueblos sea contenida y derrotada.
Es así que se dan pasos acelerados hacia la creación de una fuerza militar unificada de las Américas, con capacidad de despliegue rápido e integrada por los ejércitos de cada país, pero comandada, adiestrada y apoyada materialmente por Estados Unidos. La línea que se busca prolongar es la del Plan Colombia, intervencionismo apenas enmascarado que se trata de generalizar por medio de la Iniciativa Andina y otros planes como Nuevos Horizontes, que se han traducido ya en el ingreso de tropas en Guatemala, Argentina y Paraguay. Parte de esta estrategia es la existencia de la base militar norteamericana en Manta, Ecuador, y la instalación de la Escuela de Selva de Coca, también en ese país, donde se entrena a militares brasileños, colombianos y ecuatorianos en técnicas de guerra de " seguridad nacional". Se plantea la ocupación de la Base Naval de Iquitos, en el norte de Perú, con un destacamento de asesores estadounidenses dotados de modernos equipos a lo que se suman las instalaciones militares de Estados Unidos en Honduras, El Salvador, la reciente movilización de tropas estadounidenses en Costa Rica, donde también se anuncia la instalación de otra base, los ejercicios militares en Puerto Rico. En Brasil, se debate contra las pretensiones de autorizar la ocupación de la Base de Lanzamientos de Alcántara, en el Estado de Maranhao, y surge resistencia en Argentina ante la instalación de una base norteamericana en Tierra del Fuego, disimulada con el argumento del rastreo de pruebas nucleares.
Todo esto forma parte de un cuadro del que Chile participa elevando su gasto militar hasta disputar el primer lugar de gasto per cápita en América Latina e integrándose a los ejercicios conjuntos de ejércitos del Cono Sur bajo dirección norteamericana, como ocurrió hace pocos días con la llamada operación Cabañas que tuvo lugar en territorio nacional.
En esta maraña de sumisiones ¿ que defienden los Ministros de Defensa? ¿Acaso los intereses nacionales, la patria, como rezan los papeles? La soberanía nacional es un concepto que se vacía de contenido. Es cada vez mas claro que las decisiones que marcan las vidas de nuestros pueblos se adoptan o se condicionan desde las instituciones financieras internacionales controladas por el poder imperial, subordinando a los gobernantes de turno a los grupos oligárquicos transnacionales e internos. Las conquistas democráticas no han sido recuperadas en las llamadas transiciones negociadas a espaldas del pueblo. Al revés, han sido sometidas a procesos de demolición con el objetivo central de liquidar la participación popular, y dejar como único espacio de la política el de la alternancia en el ejercicio del poder entre fuerzas del sistema. Los parlamentos pierden legitimidad, la gente participa cada vez menos en los procesos electorales y cotinúa recurriéndose a la represión directa, al ahogamiento de las libertades, al racismo y la xenofobia. El terrorismo de Estado, bajo nuevas formas, sigue siendo recurso de la dominación.
Las políticas militares se hacen funcionales a este esquema de vasallaje. La reunión de Santiago está signada por el anexionismo y no por la prevalencia de la independencia nacional que debiese ser la meta de los ministros reunidos. ¿ Habrá alguien que levante su voz contra el Plan Colombia? ¿ Habrá quien se pronuncie contra los intentos de recurrir de nuevo a golpes de estado como se intenta hacer en Venezuela?
La conclusión obligada es solo una: las fuerzas progresistas debemos avanzar en una plataforma mínima para la solidaridad más activa, para la integración y la movilización coordinada en América Latina y el Caribe. Tenemos la obligación de unir y enlazar nuestras luchas para desatar un combate más decidido y concertado que derrote las políticas neoliberales, militaristas y anexionistas. Nada de eso se puede hacer bajo la batuta imperial.