LULA CON EL MERCOSUR A CUESTAS
Por: Modesto Emilio
El periodista Modesto Emilio Guerrero analiza la necesidad de la consolidación de las economías y sociedades del Cono Sur. Se abren perspectivas y posibilidades.
Una serie de acontecimientos clave del Mercosur, o de interés vital para
él, ocurrirán durante los primeros diez días de diciembre.
Algunos están marcados por las agendas de Estado. Pero otros, curiosamente,
son provocados por hechos políticos y económicos, sobre todo,
por los triunfos electorales de Lula en Brasil y Lucio Gutiérrez en Ecuador,
por el peligro de guerra civil en Venezuela y el incierto curso de la política
argentina. Así, la aterciopelada rutina diplomática se tropezará
con el acontecimiento ocasional.
Entre el 2 y el 11 de diciembre el Mercosur vivirá la cumbre presidencial
con mayores expectativas desde Ouro Preto, en 1995: o renace bajo nueva forma,
o muere definitivamente como bloque comercial; Cardoso transferirá la
presidencia Pro Tempore del bloque junto con la derrota de su proyecto político
y económico híper neoliberal; Argentina y Chile recibirán
una candente visita de Lula cargada con una agenda excesivamente olorosa a Mercosur,
asunto poco grato a los gobiernos de Uruguay y Paraguay y a sectores en Argentina;
en Chile, segunda parada de Lula en su primera gira externa, 7 de cada 10 grandes
empresarios prefieren el NAFTA o la Unión Europea, a pesar de que facturan
en el mercado brasileño más de 4 mil millones anuales (Latinbarómetro,
agosto 2002).
En ese mismo lapso, el Mercado Común del Sur deberá resolver sobre
dos acuerdos comerciales de amplio alcance, uno con México que incluye
175 productos y subproductos, donde sobresale el de autos, mediante el cual
ambos países duplicarían sus transacciones. Otro pacto se estudia
con Perú con centro en los vitales recursos amazónicos, pero sujeto
a lo que se acuerde con el resto de los andinos.
Uno de los dilemas más difíciles de resolver es el Proyecto de
Tratado de Libre Comercio con la Comunidad Andina. Es que ambos bloques podrían
tomar dinámicas imprevistas en lo político y en lo económico.
Significaría un nuevo bloque con bases, componente y características
distintas a los bloques surgidos entre 1989 y 1991 a la sombra del Consenso
de Washington. Basta pensar en la presencia del Estado venezolano, con el que
Brasil mantiene varios protocolos de integración opuestos al modelo ALCA,
o la nueva realidad que impone el gobierno del chavista Lucio Gutiérrez
en Ecuador.
La Unión Europea, por su parte, espera su respuesta antes del 15 de diciembre
sobre un acuerdo en comercio agrícola. Pero al mismo tiempo, el Mercosur
tendrá que responder a dos propuestas hechas por Norteamérica
a Brasil, a finales de noviembre: 'Tarifa cero en bienes industriales' y 'alianza
estratégica comercial'. Un funcionario de la Cancillería brasileña
consultado, nos comentó: 'A veces pienso que creen que están redescubriendo
a América'.
Y, finalmente, el bloque tiene que definirse sobre un asunto internos altamente
sensible: el impuesto con el que Argentina le vende su trigo a Brasil, un tema
clave para la cadena alimentaria del Sur del Brasil y San Pablo, y fundamental
para el presupuesto argentino. Según Brasil, el alto tributo que debe
pagar a Argentina está haciendo crecer su inflación, pero además,
teme que Argentina no garantice las cuotas comprometidas hasta febrero. Por
eso amenazó con comprarle trigo a Estados Unidos y Canadá: 'El
país deberá presionar políticamente a Argentina durante
la reunión de la Cumbre del Mercosul marcada para la próxima semana',
recomienda el poderoso diario O Estado de São Paulo.
Un almuerzo sin postre seguro
No es usual que este cartapacio de asuntos se junte en tan corto tiempo. Es el resultado de la aceleración económica y política que vive la subregión en este momento. Esa aceleración está determinada por una emergencia de fuerzas e intereses que no se conocía desde el último auge de las nacionalizaciones en la década del setenta. La pelea por el ALCA es el símbolo de este nuevo ciclo de resistencia latinoamericanista, sin embargo, encubre mayores urgencias que la conformación del Acuerdo de Libre Comercio de las Américas.
Como constató ante el Miami Herald, Otto Reich, el Subsecretario para
Asuntos Latinoamericanos, 'corremos el riesgo de que Latinoamérica vuelva
a llenarse de regímenes de izquierda como en décadas anteriores
que lleven a los desastres conocidos'. Junto con esta preocupación está
la otra: temen perder los mercados abiertos que ganaron desde hace 12 años
con el Consenso de Washington. Que mercados clave como el brasileño,
argentino, venezolano, peruano, y otros menores como el boliviano y el ecuatoriano,
'cierren' un poco sus fronteras comerciales a favor de una reindustrialización
relativa y un comercio tímidamente soberano. Hay angustia porque se puede
alterar el 'equilibrio hemisférico' conquistado de la última década
y hacer inalcanzable el ALCA entre otras cosas.
Esto se expresó crudamente hace varios días cuando el Vicepresidente
de Venezuela acusó de 'payaso' e 'irresponsable' a Otto Reich, el hombre
clave de Bush para manejar las Relaciones con el resto del hemisferio. En un
tono varias veces más suave, pero con el mismo contenido, fue lo que
respondió el Representante de Brasil ante la OMC, cuando calificó
de 'dualismo la postura de la Casa Blanca en la Organización Mundial
de Comercio y en el ALCA', porque, según el funcionario brasileño
en Bruselas, por un lado 'pretende que bajemos nuestras tarifas a cero en bienes
industriales mientras que mantiene las altas tasas para textiles, pollos y 157
productos y subproductos más'. Según el portal especializado Aduaneiras,
la suma de esas trabas comerciales le hacen perder al comercio de Brasil cerca
de 2 mil millones de dólares anuales. De las ventas externas brasileñas,
calculadas este año en más de 60 mil millones de dólares,
el mercado norteamericano representa el 26,4. No es una cifra menor.
Este lunes 2 de diciembre, cuando el Mercosur comience su removida semana de
eventos y negociaciones, habrá un almuerzo entre el presidente electo
Ignacio 'Lula' Da Silva, con Eduardo Duhalde. Será una comida cargada
de tantos condimentos, previstos e imprevistos, que los comensales podrían
quedar indigestados, y al final, despedirse con una frase como esta: 'Entonces,
qué hacemos con el Mercosur'.