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Latinoamérica

1 de noviembre del 2002

Reinventando Brasil y el mundo sin pedir permiso

Luis Fernando Novoa Garzon
Rebelión

¿Cuáles serán las consecuencias de la victoria de Lula y de las fuerzas de izquierda en las elecciones generales celebradas en Brasil? ¿Reconstitución o alternancia de poder? ¿Readecuación o quiebra de paradigmas? La indefinición es una buena noticia en un mundo condenado hasta ahora al pensamiento único. Todas las dudas son bienvenidas frente al destino abierto. La profundización de la impasse del capitalismo global se configura como el saldo más promisorio de estas elecciones. La hegemonía neoliberal en el continente fue definitivamente sacudida. La aflicción de las fuerzas de derecha derrotadas en las elecciones –y la histeria contenida de sus aliados externos– tiene toda su razón de ser.
El régimen de dominación no logra mantenerse en pie. El viejo mundo agonizante intenta sobrevivir aferrándose a las dictaduras, a la segregación y a la guerra permanente. El principal polo capitalista sufre la mayor conmoción económico- financiera de su historia, desde 1929. En la periferia, la insurgencia se generaliza en medio de los escombros de una década de políticas privatizadoras. Incluso en los países centrales, multitudes de jóvenes se ponen en marcha contra el ataque a los derechos y a la democracia. El equilibrio de las estructuras de mando del capitalismo nunca fue tan precario.
Cada rayo lleva consigo la promesa del incendio. Knock down sistémico, al menor golpe. El diseño del futuro requiere sólo un esbozo que sirva como punto de referencia. Una llama, una luz al final del túnel. Esta es la oportunidad histórica que tiene el gobierno Lula al frente de un país clave en el orden internacional.
Admirable marea humana
La «marea roja», impulsada por esta esperanza, tiene el poder de un maremoto sobre los ordenamientos de poder locales e internacionales. Algunas oligarquías regionales no conseguirán salvarse. La vieja política clientelista sufrió un duro revés con la elección de la mayor bancada de izquierda que el Congreso haya visto jamás. Algunos de los corrales electorales más resguardados del país saltaron por los aires. Ya no más una vida de rebaño. Un pueblo sin marcas es un pueblo feliz.
Después de una década de reflujo de la participación popular, ha comenzado el giro. La intensa movilización contra el ALCA, la cristalización en los diez millones de votos en el Plebiscito, daban ya pruebas de la disposición de la población a oponerse al proceso de descomposición programada de Brasil.
Con el nuevo gobierno, la arena arena estatal crece en estatura y gana más autonomía. El poder alejado del suelo se ofrece a quien apuesta más alto. De abajo hacia arriba se abren canales para el ejercicio de influencia. Del suelo se alzan los intereses más generosos; tanto más influyentes cuanto más universalizables. Elevándose por encima de todos los particularismos, transitan desde la dimensión única del capital hacia las dimensiones múltiples de lo social.
El prometido «pacto social» no debe tener otro parámetro que no sea la voluntad mayoritaria de la población brasileña de cambio del modelo socioeconómico. Los sectores hegemónicos de la burguesía probablemente verán en este «pacto» una oportunidad para rearticular sus fuerzas, estabilizar sus posiciones y preparar una nueva ofensiva. Por otro lado, los sectores populares estarán atentos al peligro y sabrán defender las conquistas obtenidas. El juego democrático no es compatible con acuerdos nebulosos hechos a espaldas del público. Mafias administrativas y lobbies privados deben dar lugar a contratos colectivos, asambleas sectoriales y gestiones multilaterales.
El vacío de poder, o se llena con autoorganización o con autoritarismo. El nuevo modelo económico y social sólo emergerá bajo el impulso de la población organizada. Desarticulada y vaciada la nación, sólo queda reconstruirla. Se debe convocar una Asamblea Nacional Constituyente exclusiva para dar continuidad y consecuencia al deseo de las urnas.
Contener los vientos huracanados del norte
Debilitados los nudos de las redes de dominación interna, se aflojan los lazos de sumisión al FMI, al capital privado transnacional y al Imperio norteamericano. La derrota de las élites apátridas es antes que nada una derrota particular de los centros de poder transnacional que las dirigen. La legitimidad de sus acuerdos y conexiones externas ha sido puesta en jaque.
Los resultados de estas elecciones sacuden de modo especial a América Latina. La derrota del modelo neoliberal en el mayor país de la región abre una enorme senda alternativa para los países latinoamericanos. Hace mucho que Nuestra América espera que Brasil desempeñe el papel de liderazgo que le corresponde. ¿Qué otro país podría contener los vientos huracanados del norte?
La propuesta de un área de libre comercio para las Américas esconde el proyecto de una nueva territorialización para la periferia con el vaciamiento de sus instituciones representativas y una remodelación radical de sus sistemas jurídicos. Un área bajo control y disciplina de los oligopolios privados inmuniza contra cualquier política redistributiva. Por eso, presupone la cristalización de las relaciones de comercio desigual, del control monopólico de las materias primas estratégicas y de los mercados residuales. Democracia en las relaciones económicas, ni pensar. El nuevo totalitarismo privado-bélico es el que establece su propia falta de límites.
El ALCA es un proyecto de reestructuración del gran capital norteamericano y de reposicionamiento político de su Estado; por este motivo, no hay en su proceso negociador ningún margen para la reciprocidad. Contar con alguna igualdad ante la ley por parte de los EE.UU. sería lo mismo que confiar en el sentimiento de tolerancia de Le Pen para con los inmigrantes africanos o esperar que Berlusconi combata a la Cosa Nostra.
Las autoridades gubernamentales norteamericanas, en todos los niveles, no se cansan de repetir que el ALCA es un instrumento de optimización del poder económico y militar de los EE.UU. Y lo que está dicho, está escrito en el TPA (Trade Promotion Authority), la autorización expresa que el gobierno Bush recibió del Congreso. Las protecciones, excepciones y condicionantes ahí establecidos definen quién reparte las cartas y quién define las reglas de este juego. En los cuatro rincones se procura contrabalancear el peso del gigante y de su casta financiero-monopólico-militar. Deslindándose de la escuadra imperial, Brasil redefine la correlación de fuerzas en favor del multilateralismo.
Brasil es el único país preparado para articular las deterioradas economías de la región en torno de un bloque económico solidario. Incluso después de las tentativas de desmontaje, el país ha preservado una estructura industrial diversificada y en escala suficiente para unir los diversos enclaves primario-exportadores que destacan en el continente. Su parque productivo-tecnológico es capaz de generar el conglomerado y la innovacción necesarios para completar y compactar cadenas de valor entre nosotros.
Las políticas industriales y tecnológicas a ser implantadas deben centrarse en escenarios de largo plazo, hacia los cuales deben converger los intereses de los actores implicados. Cuando la organización económica empieza a tener perspectivas públicas, la cooperación y la planificación participativa dejan de ser principios para convertirse en vectores estratégicos del éxito de cada uno. Después de décadas y de siglos perdidos reproduciendo una esquizofrénica mentalidad colonial, los países latinoamericanos están en busca de un futuro que merezca ese nombre.
Las alternativas se abren sólo para aquellos que están en condiciones de darles vida. El estrangulamiento de un régimen de regulación se hace sentir especialmente en los países que constituyen su núcleo. En este contexto, el carácter periférico e híbrido de la economía brasileña puede convertirse en una ventaja relativa. Con una estructura ágil y versátil, provisto de instrumentos económicos y tecnológicos esenciales, en posesión de abundantes recursos naturales, además de una infinita imaginación, Brasil es el país más apto para inventar un nuevo mundo, inventándose a sí mismo.
Traducción: R. D.
El autor es sociólogo, miembro de ATTAC-Brasil.
l.novoa@uol.com.br