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Latinoamérica

1 de noviembre del 2002

Lula y el principio de la incertidumbre

Marcos Roitman Rosenmann
La Jornada

Las reflexiones acerca del futuro de Brasil pasan por interpretar las palabras, mensajes y gestos de Lula. Cualquier frase puede ser concebida con doble sentido. Según algunos el que el nuevo presidente reivindique su pasado, remarcando la constancia de una vida dedicada a la militancia obrera y a la defensa de los derechos de los trabajadores, puede significar un handicap que lo mantenga prisionero de una tradición política de izquierdas, más propia de un líder de oposición con vocación de poder que de un mandatario con responsabilidades de Estado. Para otros ese pasado garantiza la paz social necesaria para mantener los acuerdos y pactos internacionales desarrollados durante los gobiernos de su predecesor. Es decir, se sobrentiende un cambio en su comportamiento y su carácter. También están quienes sostienen que su pasado y presente garantizan un proyecto transformador sin fisuras. Y hay quienes plantean que este triunfo se debió a un necesario cambio de imagen y de política de alianzas, encarnada en el pacto con el Partido Liberal y su representante, el empresario José de Alencar, para ocupar la vicepresidencia.
El debate está servido. Nueva imagen y mantenimiento de principios o cambio de imagen con abandono de principios. Argumentos hay en las dos direcciones. Recientemente James Petras, sociólogo cuyo pensamiento goza de respeto merecido en América Latina, escribió en un
artículo: "El PT, que empezó como una coalición de movimientos de base que combinaba acción directa con política electoral, se trasformó en un partido burocrático, dominado por profesionales de clase media y burócratas sindicales que está completamente orientado a las campañas electorales y los privilegios que da gobernar (...) En la fase final el partido opta abiertamente por los intereses de los empresarios, suprime la democracia interna y ofrece lugares comunes vacíos a las masas. Los líderes se convierten en huéspedes respetables de la embajada de Estados Unidos, toman parte en diálogos con banqueros y prometen 'millones de puestos de trabajo' para los pobres y los necesitados." ("Neoliberalismo, crisis y política electoral".)
El argumento de Petras, remarcando la pérdida de identidad del PT y sus dirigentes, sería la causa explicativa del triunfo. Haciendo un análisis de prospectiva culmina: "El descrédito del PT administrando un paquete económico del FMI en una economía en crisis, abre la puerta a grandes oportunidades para una coalición nueva de trabajadores, campesinos, estudiantes, gente progresista de la Iglesia, empresarios quebrados y desempleados, que se comprometa con la acción directa extraparlamentaria. La crisis de un régimen de izquierda administrando un modelo liberal en bancarrota es una oportunidad para los militares nacionalistas de hacerse con el poder (...) La respuesta se encuentra en la movilización exitosa e independiente de las organizaciones de clase para la toma del poder del Estado".
Para el sociólogo brasileño Theotonio dos Santos el triunfo de Lula hay que buscarlo, posiblemente, en: "el fortalecimiento del PT como opción política e ideológica y como un amplio y disciplinado aparato institucional que se extiende a toda la nación. Hay que señalar que un país con las dimensiones continentales de Brasil tiene mucha dificultad de crear instituciones de dimensión nacional". Con respecto a una posible intervención militar, su punto de vista es diametralmente opuesto: "Es necesario señalar que frente a la desnacionalización de la economía y el compromiso tan acentuado con las políticas estadunidenses patrocinadas por el gobierno actual, las fuerzas armadas brasileñas se han aproximado significativamente al PT y otras fuerzas de izquierda en nombre de la defensa de la seguridad nacional. El frente político que se arma en el país gana así la dimensión de bloque histórico con un vasto proyecto nacional".
Para un teólogo de la liberación como Leonardo Boff, Lula y su proyecto representan: "el otro Brasil que está siendo reinventado de abajo hacia arriba y de adentro hacia afuera, a partir de los movimientos sociales, de los partidos libertarios y de la Iglesia de la Liberación ecuménica (...) Lula inaugura la ruptura instauradora, encarna el sueño de un Brasil en el cual todos puedan caber, sustentado por las fuerzas que se formaron en contraposición a aquella herencia perversa. Su referente mundial son los hombres de Porto Alegre, el Foro Social Mundial, que tienen a la sociedad sustentable como centro... Lula es lo nuevo... carga la esperanza... el carisma... Lula es mayor que el PT, es el Brasil a ser reinventado..."
Alain Touraine, otro sociólogo de reputación en América Latina, no cavila en afirmar que el triunfo de Lula y del PT no es lo que más le impresiona: "es la complementariedad de un movimiento basado en la voluntad de transformación social profunda, con la democracia, los límites de la institucionalidad e incluso con los principios de la política económica internacional".
El principio de incertidumbre hace que los análisis se muevan en el filo de la navaja. Todos quieren que el nuevo gobernante se erija como punto de referencia sobre los límites y alcances de las reformas posibles en un mundo donde las decisiones toman el sentido del efecto mariposa. Cualquier decisión de Lula en Brasil puede afectar la economía mundial y generar una catástrofe de proporciones imprevisible. Igualmente puede generar un movimiento de esperanza y cambio que dé por finalizado el periodo de la globalización.
Surge la duda razonable. Admitamos que el comportamiento político de un dirigente curtido en batallas contra dictaduras militares, gobiernos neoliberales, socialdemócratas y la patronal tenga la suficiente autonomía para no dejarse amedrentar por los oráculos que vaticinan el caos y la ingobernabilidad. Muchos optan por la prudencia y dejar pasar el tiempo de la duda razonable, la elección de su gabinete y los 100 primeros días de gobierno. Todos quieren arrimar el ascua a su sardina. Pero Lula ya señaló simbólicamente el horizonte político de su proyecto: "Si al final de mi mandato la gente puede comer tres veces por día, mi misión habrá sido cumplida".