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Latinoamérica

Habla Antonio Candido, uno de los fundadores del PT

"El PT es un partido bifocal" Cuando Lula ganó, el domingo pasado, recordó a dos grandes intelectuales muertos y a uno vivo, ligados al Partido de los Trabajadores desde su fundación. Los muertos eran Sergio Buarque de Holanda (padre de Chico Buarque) y Florestan Fernandes. El vivo, Antonio Candido, que aquí cuenta su vida en la izquierda con una frescura que la Argentina podría importar.

Por Claudio Cerri y Rodrigo Savazoni

El sociólogo Antonio Candido, de 84 años, es autor de Parceiros do Rio Bonito y La formación de la literatura brasileña y uno de los primeros intelectuales en unirse al flamante PT, en 1980. Fundador del Partido Socialista Brasileño, es un veterano de los tiempos "de los partidos monolíticos", donde no cabía el disenso interno, "una de las cosas más apreciables del PT".
Su larga vida fue signada por la política: un padre liberal que recibía la primera literatura soviética directo de Moscú, una madre monárquica que leía a Diderot y citaba a Bakunin. En un veraneo quinceañero en el paquetísimo spa de Poços de Caldas, Candido recibió de manos de una dura anarquista italiana el libro que "me cambió la vida", la Historia del Socialismo y de las Luchas Sociales de Max Beer. De esa juventud movida le quedó el recuerdo "de un socialismo prestalinista, de amor libre e ideas en movimiento". Una libertad que volvió a encontrar, ya sesentón, en el Partido de un tal Lula.
–Usted es uno de los fundadores del PT.
–Le voy a contar una cosa: yo soy un mal militante. No me gustan las asambleas, las reuniones largas, no tengo cabeza política. Entré en el partido sobre todo por los amigos, por influencia de Mario Pedrosa, compañero del Partido Socialista, y más que nada por los amigos muertos. Tenía la sensación de que finalmente el PT sería la realización de nuestros ideales. Por eso me parece algo pomposo decir que soy un fundador. Digamos que participé de las charlas previas en el sindicato de periodistas. Siempre decía que tal vez convenía esperar que la dictadura se ablandara todavía un poco más y mientras seguir en el Movimiento Democrático Brasileño (MDB, uno de los partidos creados por el régimen militar, donde comenzaron a entrar muchos políticos democráticos), pero que si se fundaba un partido de trabajadores yo entraba. Se fundó, entré. Estuve en la primera reunión del colegio Sión, en San Pablo, en 1980.
–¿Y fue la realización de los ideales del socialismo democrático?
–Sí, la creación de un partido socialista independiente, sin ideología obligatoria, revolucionario porque quiere la transformación radical de la sociedad pero no porque piense que se llega por la lucha armada. El PT realizó una política bifocal, como mis anteojos de leer, para ver de cerca y para ver de lejos. Es un partido preparado para trabajar a largo plazo pero ajustado al juego político.
–Usted estuvo en desacuerdo con la política de alianzas del PT.
–Sí, no es ningún secreto que me opuse a la alianza con los liberales (del vicepresidente electo José Alencar). Pero como miembro de un partido, discuto hasta que se toma la decisión. Yo me inventé una casuística de dos dedos: en este dedo soy brasileño y tengo que hacer muchas cosas que no me gusta hacer como petista. Como ciudadano, como patriota, admito la alianza con el Partido Liberal porque creo que la victoria de Lula es tan importante para la liberación de las energías populares que acepto que haga las alianzas que considere necesarias. Tengo confianza en que entonces él, el partido y sus cuadros modificarán este país. Ahí, como petista, quedo satisfecho y mando a dormir al dedo brasileño, confiado en que los dos pronto serán uno solo.
–Entonces, las alianzas fueron necesarias.
–Todo en la vida es riesgo, las alianzas también. En Brasil no hay partido capaz de llegar al poder por su fuerza propia. La opción es: o se quiere el poder, o no se quiere el poder. Si lo quiero, hay que correr el riesgo inherente a esa decisión.
–¿Triunfar es la principal fuerza del PT?
–Le va a parecer romántico, pero yo creo que hay cosas más allá del pan-pan y el vino-vino, del análisis frío. Hay imponderables, que son cosas humanas. Creo, por ejemplo, en los grandes liderazgos. Y el PT tienela enorme fuerza de Lula, un hombre absolutamente excepcional. En el panorama brasileño no hay alguien como él en ninguna posición de izquierda, derecha o centro. Nadie se aproxima ni de lejos a su capacidad de liderazgo porque, a mi ver, Lula encarna las aspiraciones profundas del pueblo brasileño, que habla por su voz. Y el liderazgo es la chispa que hace moverse al movimiento. Nunca hubo algo así en la izquierda brasileña, ni siquiera con Luiz Carlos Prestes.
–¿Cuándo conoció a Lula?
–Cuando se formaba el partido, en Santo André. Cuando empezamos a frecuentarnos, sentí que había algo profundo en él, esa chispa de la que le hablo y que es tan importante, porque la energía del pueblo brasileño todavía no fue despertada. Las grandes masas pobres sienten que el ideal está en alguna parte hacia adelante, y que uno precisa superarse para llegar. Pero racionalmente, esa superación sólo se da por el partido político, no por mistificaciones. Y ese partido sólo avanza si tiene un liderazgo capaz de contagiar, como el de Lula. Nosotros no tenemos ni noción de lo que es ese sufrimiento porque pertenecemos a la pequeña elite que mencionaba Antonio Callado, la de los que comemos tres veces por día, podemos bañarnos y cambiarnos la ropa. Somos una pequeña isla cercada por un mar de iniquidad.
–¿Una iniquidad explosiva?
–Puede explotar de varias maneras, en un disturbio, una salvajada, o en la generación de una sociedad nueva, dependiendo del liderazgo. Hay que ser muy ciego para no ver que la conjunción de Lula con el pueblo brasileño expresada en el PT es una única expectativa con esperanza de futuro que tenemos. Si no, podremos tener gobiernos honestos, buenos o malos, ladrones, pero ese ascenso del pueblo sólo se dará con un gran liderazgo, una gran honestidad militante.
–Sin embargo, los conservadores critican a Lula por no ser una persona preparada, educada...
–Esto es una estupidez. Lula tiene una inteligencia poderosa, una capacidad extraordinaria de nutrirse de cualquier fuente de información o ideas. No se cansa de pedir opiniones intelectuales o técnicas, de viajar por el país, conversar con el pueblo. Hay un hecho notable: hace veinte años que conozco a Lula y nunca lo vi ser el loro de nadie, nunca lo vi repetir lo que escuchó. Es porque tiene la enorme capacidad de reelaborar lo que aprende. Eso me da una enorme confianza. Y todo el esfuerzo que haga la intelectualidad brasileña rendirá intereses elevadísimos, porque él va a invertir bien ese capital intelectual. Por ejemplo, la visión que Lula tiene de la cuestión agraria en el Brasil me parece un fruto muy elaborado de la reelaboración que hizo de todo lo que vio, escuchó y habló con hombres como José Gomes da Silva y Aziz Ab’Saber, o en sus viajes y debates.
–¿Qué hará la oligarquía ante un gobierno del PT?
–Hoy tenemos una plutocracia de industriales, banqueros, etcétera. Lula ya no causa tanto miedo y el pavor al comunismo desapareció con la caída de la URSS. Me acuerdo que en su primera candidatura, en 1989, todavía había profesores universitarios inteligentes que creían que iban a perder la cátedra si ganaba.
–¿Profesores universitarios?
–Sí, no es broma. Profesores de la Universidad de San Pablo. De hecho, profesoras. Hoy todo el mundo se acostumbró a que el PT no es revolucionario, es un partido que es un muestrario de tendencias.
–Lo que muchos llaman una bolsa de gatos.
–Qué tontería... Eso es una virtud. Soy del tiempo de los partidos nomolíticos y al que censura la diversidad le digo: andate a un partido monolítico y mirá lo que te pasa. En el PT tenemos una gran democracia interna, es un muestrario que toma las gamas de la sociedad. Eso da muchotrabajo, mucha discusión y dolores de cabeza, pero es una ventaja histórica. De aquí a cincuenta años van a decir, pucha, el PT fue un gran partido de la izquierda latinoamericana que en una sociedad muy desigual consiguió incorporar intereses diferentes.
–¿Cómo será el desafío de construir un modelo de desarrollo alternativo al dictado por el "Imperio Romano" de los Estados Unidos?
–Pueden cerrar la canilla, pero tampoco es tan simple. Hay otra cara: ellos a alguien le tienen que vender. Nuestra suerte es ser un país grande que puede boicotear sus productos, un país que si quiebra arrastra a los americanos, a los franceses, a todos. Eso es poder de negociación. Por lo tanto, Brasil puede asumir una postura digna frente a Estados Unidos.
–¿Por qué fracasó el gobierno de Fernando Henrique Cardoso?
–Simple: los intelectuales no fueron hechos para el poder. Hace falta ser líder. Esa es la ventaja de Lula.