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Latinoamérica

TRIUNFO DE LA DIGNIDAD.

Por Fernando Ramón Bossi.
Las lecciones del 21 de enero.

Cuando el 21 de enero del 2000 los indígenas del Ecuador se insurreccionaron contra el gobierno de Mahuad, éstos sabían que podían contar con un grupo de oficiales del ejército dispuestos a acompañarlos hasta las últimas consecuencias. El triunvirato conformado por el juez Solórzano, el indígena Antonio Vargas y el coronel Lucio Gutiérrez duró poco No llegó a un día. Las presiones de la gran oligarquía guayaquileña y del Departamento de Estado hicieron defeccionar a los altos mandos de las Fuerzas Armadas. La traición, repetida y macabra figura que empaña toda la historia de nuestros pueblos, esta vez se encarnó en la persona del general Mendoza. Así dadas las cosas, los indígenas, prometiendo volver pronto, regresaron a la sierra; los coroneles, entre ellos Lucio Gutiérrez, ingresaron a la cárcel y Gustavo Noboa, el vicepresidente, asumió la primera magistratura de la Nación.
Pero el Ecuador no se pacificó. Una sensación de "empate técnico" había quedado entre las fuerzas en pugna. Pobreza extrema, desocupación, emigración, entrega e incertidumbre seguían lacerando la escena social, de la misma manera con que la corrupción avanzaba carcomiendo toda la estructura institucional de la nación. Ecuador volvía a ser el Ecuador de las injusticias cotidianas, el país con los mayores índices de corrupción de toda América.
La partidocracia y la oligarquía suspiraban aliviadas ante la definición del conflicto, se había aplacado la revuelta sin mayores costos; ese frente popular de indios, cholos, izquierdistas y militares -estos últimos, no menos indios ni cholos-, carecía de un claro liderazgo. La conclusión de los sectores privilegiados fue simple: se cerraba una etapa de turbulencias para transitar una nueva, siempre neoliberal, pero ahora con menor grado de resistencia popular. El error de los "modernizadores" fue mayúsculo, nada indicaba que el "regreso a casa" de las masas indígenas significara una derrota, más bien al contrario, el pueblo en su conjunto había aprendido una gran lección aquel 21 de enero: la necesidad de organizarse y constituir, sin sectarismos, un poderoso frente patriótico y popular dispuesto a dar nuevas batallas.
La población indígena.
Ecuador es el país más pequeño de la región andina. Producto directo de la derrota del proyecto bolivariano del siglo XIX, nace como país independiente, separado de la Gran Colombia, el mismo año de la muerte del Libertador, 1830.
Amparada por la agresiva Inglaterra, la oligarquía portuaria guayaquileña consumaba la traición a los sueños de la Patria Grande. Como país bananero nacía el Ecuador, para proveer de bananas, cacao y café a los países centrales. Recién en la década del 70, del siglo pasado, se descubren importantes pozos de petróleo en la zona costera; hace apenas 30 años. En la misma zona Estados Unidos hoy ha montado una de las bases militares más importantes de Sudamérica: la base de Manta. Bananas, café, cacao y petróleo son los cuatro productos fundamentales de la economía ecuatoriana. Todos ellos se exportan, se van del país, lo mismo que gran parte de su población.
Tal vez el Ecuador sea el país de la región que, en los últimos años, más ha expulsado gente. La causa de esto: falta de horizontes y pobreza.
De los 12 millones de habitantes de la "Mitad del Mundo", casi el 50% son indígenas. De estos un porcentaje importantísimo son quechuas, viven en la sierra. Quito, Ambato, Cuenca, Loja, Riobamba, Ibarra son ciudades de marcado acento runa. El oriente, la región amazónica escenario de la reciente y fratricida guerra con el Perú, cobija una infinidad de etnias. La "cuestión indígena" entonces, adquiere un nivel sustancial de relevancia. La poderosa Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE) nace así como una suerte de sindicato de las comunidades indias. Su brazo político, el Pachacutik, apoyó decididamente la candidatura de Lucio Gutiérrez. Su combativo dirigente Luis Macas encabezó la lista de diputados para el Parlamento Andino. La alianza del 21 de enero volvía a recrearse.
Costeños y andinos.
La costa es la zona de los blancos y los negros. No es difícil deducir que en las clases dominantes prevalecen los blancos, aunque esto no quiere decir que hay una inmensa mayoría de blancos que son pobres. Los negros fueron traídos como esclavos para trabajar en las plantaciones. Los mestizos, mulatos y zambos completan el mosaico étnico plagado de discriminación y prejuicios. Si el general Rumiñahui había resistido heroicamente a los conquistadores, doscientos años después el patriota y revolucionario Francisco Eugenio Espejo, hijo de indios, tuvo que cambiar de identidad para poder cursar sus estudios de medicina. Espejo, quien sentenció: "un día la Patria resucitará", se llamaba realmente Eugenio Chúshig Aldás. La discriminación aún sigue vijente en el Ecuador.
La costa representa lo moderno, lo blanco; la sierra el atraso, lo indio.
Guayaquil, como ciudad portuaria, cabecera del estado de Guayas, siempre sufrió problemas de pertenencia. Ora dependiente del virreinato del Perú, ora del de Nueva Granada, zona de conflicto entre los libertadores José de San Martín y Simón Bolívar, lo cierto es que la ciudad-puerto tomó una personalidad tal que hoy sigue conteniendo algunas tendencias secesionistas.
Cuando el gobierno de los Estados Unidos se enteró del triunvirato que había asumido el poder aquel 21 de enero, no dudó en comunicarse con el general Mendoza y aclarar que si no se retomaba el "orden constitucional" llevando al vice a la presidencia, se bloquearía al país económicamente y se trabajaría para la separación del Estado de Guayas de la nación.
La política de rebalcanización de los países latinoamericanos caribeños, por parte del imperialismo yanqui, también incluye al Ecuador.
La izquierda ecuatoriana.
Pero ese frente patriótico y popular, que se gesta a partir de las jornadas de enero del 2000, no estaría completo sin la presencia de importantes sectores de trabajadores de las ciudades, como asimismo de estudiantes y clases empobrecidas. Allí, vale destacar la presencia de una izquierda aguerrida de profundas convicciones revolucionarias. El Movimiento Popular Democrático- cuyo máximo dirigente, Jaime Hurtado, había sido asesinado no hace muchos años-, se sumó al frente aportando experiencia como asimismo combatividad.
La izquierda ecuatoriana, entendió la necesidad de conformar un frente amplio, democrático, patriótico y popular que encausara la protesta social en una fuerza que nucleara a todos los sectores perjudicados por el neoliberalismo y la corrupción. Las banderas de la justicia social, la soberanía política y la dignidad nacional se entrecruzaron explosivamente contra los intereses de los poderosos.
¿Es Gutiérrez un nuevo Chávez? A la hora de comparar se puede afirmar que ambos son militares que han abrazado los ideales bolivarianos de democracia, justicia y dignidad, como asimismo acérrimos defensores de los intereses nacionales y populares en la perspectiva de la unidad latinoamericana caribeña. También en este paralelismo podemos señalar que ambos han decidido representar los intereses de los más débiles ante las insaciables apetencias de los poderosos. Ambos se han negado a reprimir a su pueblo. Pero más que comparar al coronel Lucio Gutiérrez con el comandante Hugo Chávez, conviene recordar que los dos provienen de una larga tradición de militares patriotas que han dejado escuela en toda Nuestra América. Más allá de los próceres de la independencia, figuras como las de Perón, Velazco Alvarado, Caamaño, Torrijos, entro tantos otros, han señalado un rumbo claro para un sector de las Fuerzas Armadas: salvar el país de las garras imperialistas y alcanzar un mayor grado de bienestar para su población. Tanto Chávez como Gutiérrez se encuadran perfectamente en esa tradición de militares patriotas dispuestos a defender la soberanía en pos del desarrollo y el progreso de los pueblos.
¿Qué significado tiene el primer puesto obtenido por Lucio Gutiérrez en las elecciones del 20 de octubre? Dado que el caudal de votos obtenidos no representa un triunfo contundente - de hecho habrá segunda vuelta el 24 de noviembre próximo-, Lucio Gutiérrez deberá consolidar y ampliar su frente si es que desea quedarse con la presidencia de la nación. Un 20% de los votos a su favor no es suficiente para respaldar un proyecto de gobierno que contiene, entre sus principales postulados, terminar con la corrupción imperante. Es de suponer que en un mes de campaña y negociaciones, los hombres y mujeres que han sostenido la candidatura del coronel se movilicen entusiastamente para sumar nuevos simpatizantes.
La hora de las definiciones comienza. La base para la nueva contienda electoral presenta a un Lucio Gutiérrez fortalecido y con su gente movilizada -el acto más multitudinario de cierre de campaña fue el de la lista 3-18, con más de 30.000 asistentes-.
No menos importante es trabajar para ganar esa franja del electorado que el domingo votó en blanco o se abstuvo. Si tenemos en cuenta que la coalición de Lucio Gutiérrez llevó una campaña electoral prácticamente sin recursos económicos, es de suponer que el impacto de haber obtenido el primer lugar en las elecciones, generará espectativas en una porción de la población que todavía no ha interpretado cabalmente su mensaje.
¿Contra quién deberá enfrentarse Lucio en la segunda vuelta? Nada más ni nada menos que contra Alvaro Noboa, seguramente el hombre más rico del Ecuador, una de las 14 fortunas más importantes de América Latina, un empresario bananero. Todo un símbolo de años de historia, explotación, corrupción y entrega. El pueblo, los más pobres tendrán la última palabra.
América Latina avanza hacia la unidad.
Chávez, Lula, Fidel, parecen ser un fuerte dolor de cabeza que no deja conciliar el sueño a varios representantes de la globalización neoliberal. El susto de Evo Morales transitoriamente pasó, aunque ¿pasó realmente? Los planes imperialistas encuentran cada vez más escollos. Ahora irrumpe Lucio...
ALCA, Plan Colombia, privatizaciones, gobiernos títeres, mano de obra barata y materias primas regaladas, control de los espacios de biodiversidad y fuerzas armadas sumisas y disciplinadas son una serie de objetivos que parecen enfrentarse cada vez más con la respuesta de los pueblos. El bolivarismo, o sea la grandiosa idea de la Unidad de Repúblicas Latinoamericanas Caribeñas avanza aceleradamente.
Rumiñahui, Daquilema, Espejo, Canizares, Manuelita Saenz, Montalvo, Eloy Alfaro y tantos otros revolucionarios, desde lo alto del cielo ecuatoriano, comienzan a bocetar una sonrisa.
ECUADOR: POR LA SEGUNDA Y DEFINITIVA INDEPENDENCIA.
Entrevista con el coronel Lucio Gutiérrez. (De Cuadernos para la Emancipación Nº 22).
El coronel Lucio Gutiérrez fue presidente de la Junta de Salvación Nacional del Ecuador, constituida durante el levantamiento popular del 21 de enero de 2000. Siendo uno de sus principales protagonistas, nos describe cómo se desarrollaron y cómo vivió los acontecimientos. También opina sobre cuestiones centrales para el Ecuador y para toda América Latina.
La presente entrevista fue realizada en mayo de 2001 en la sede del Parlatino, San Pablo, por un grupo de jóvenes latinoamericanos -entre los que se encontraba una enviada especial de Cuadernos para la Emancipación-, invitados por la Juventud del Movimiento Revolucionario 8 de Octubre de Brasil. Reproducimos esta nota ya que marca a las claras el pensamiento patriótico y revolucionario del candidato por la Sociedad Patriótica 21 de enero que resultó primero en las elecciones del Ecuador del día de ayer.
- ¿Cómo se da la relación del ejército con el movimiento indígena y con el pueblo ecuatoriano? - La historia de la relación entre el ejército, los indígenas y los sectores populares tiene por lo menos unos 25 años. El ejército ecuatoriano realiza un trabajo que se llama "Apoyo al desarrollo". Es decir, dedicamos una serie de obras para beneficio de las clases más desposeídas. Yo mismo, como ingeniero civil que soy, he realizado muchas construcciones, casas comunales, hemos hecho trabajos para conducir agua a las comunidades indígenas, hacia los sectores populares. Todo esto ha obrado un gran acercamiento con los sectores populares y con el sector indígena en particular. Por otro lado, el ejército ecuatoriano está integrado por gente de clase media y gente, sobre todo en el sector de tropa, que viene de los estratos populares, inclusive hay indígenas que son soldados, cabos, sargentos, dentro de nuestro ejército. Además, en nuestras academias militares se dan materias como, por ejemplo, Realidad nacional, Teoría del desarrollo económico, Sociología, Psicología, materias que a uno lo involucran con la realidad nacional. También debemos tener en cuenta el hecho de que las dictaduras militares fueron muy tranquilas, no hay denuncias de matanzas, secuestros ni desaparecidos. A tal punto que a la dictadura militar le llaman en el Ecuador "dictablanda". Todo esto hizo que las Fuerzas Armadas del Ecuador sea una de las instituciones de mayor credibilidad, de mayor simpatía, inclusive por sobre la Iglesia. En las encuestas ha llegado a una aceptación por parte de la población ecuatoriana de más del 70%.
- ¿Cómo inició su participación en el movimiento popular? - El asunto de nuestra participación se inicia cuando fue la caída de Bucaram. En esa época yo era edecán militar del expresidente Bucaram y, en tal virtud, en el momento del levantamiento popular que fue el 5, 6 y 7 de febrero de 1997, estaba yo en el Palacio de Gobierno, siendo el militar más antiguo. Fueron momentos muy difíciles, en los que prácticamente la población en un número de doscientas mil personas cercaban el Palacio de Gobierno y amenazaban tomar el Palacio. Y como yo tenía la responsabilidad de velar por la seguridad del Palacio y también por la vida del presidente, permanentemente subía a hablar con el presidente que me mandaba a llamar y bajaba para ver cómo estaba la situación. En una de esas subidas y bajadas, pregunté a unos soldados y oficiales que estaban custodiando la puerta principal de ingreso al palacio de gobierno: "¿Qué hacen ustedes si la gente ingresa por esa puerta?" Y me dicen: "Disparamos a matar". Entonces, les digo: "¿Pero cómo pueden decirme eso?". "Esa es la orden que nos dieron", me responden. "¿Y quién se las dio?". "Nuestro comandante", dicen. Llamo a un teniente coronel que era el comandante de la guardia presidencial y le pregunto. Me dice que dio esa orden porque ésa era la orden que le habían dado: "Tenemos que defender el Palacio a como dé lugar y si alguna persona ingresa, la orden es que disparen a matar". Entonces reuní a todos los militares, especialmente a los oficiales, para decirles que bajo ningún concepto se podía disparar al pueblo, que el pueblo en definitiva estaba luchando por causas legítimas, que quien le había fallado al pueblo era el presidente y no al revés. Así que no debíamos disparar. Hubo una serie de comentarios, de razonamientos en sentido contrario. Algunos decían: "Yo tengo mi familia, no quiero que me maten y si matamos a treinta o a cincuenta de la población el resto se va a asustar y se va a retirar a sus casas". Y yo le dije que no, porque si matábamos a veinte, después tendríamos que matar a cien o doscientos mil... Y les dije que había ocasiones en que la situación estaba por encima de la misión. Y que en ese momento estábamos viviendo una de esas situaciones especiales. Y que en situaciones atípicas la solución también debe ser atípica. Ventajosamente, hubo consenso, entendieron los oficiales, no se disparó. Inclusive no se largó más gas lacrimógeno, la situación se tranquilizó, la gente también se tranquilizó. Yo mismo bajé a la plaza y me puse a gritar con la gente: "El pueblo uniformado también es explotado". Y de esta manera la situación se calmó y se dio la transición de manera pacífica y no de la otra forma, que hubiera sido terriblemente sangrienta.
Después, desde el comienzo del gobierno de Mahuad, se implementaron medidas neoliberales tendientes a privatizar y a vender todo nuestro patrimonio nacional. En enero de 2000 comenzaron a hablar de la dolarización. Ya había subido el costo del gas de 4.900 a 25.000 sucres. Subió el agua, la luz, el teléfono. Mahuad decía que con esas medidas iba a recaudar alrededor de 180 millones de dólares al año. Esas medidas él las tomó en octubre de 1998 y en noviembre dictó un decreto dando un salvataje bancario para instituciones financieras de 800 millones de dólares. ¡El producto de más de cuatro años de sufrimiento para todo un pueblo lo daba a una entidad financiera! Por esto presenté un reclamo por escrito el 19 de enero de 1999 (un año y dos días antes de la revuelta del 21 de enero). Era un documento de cinco hojas donde yo decía que las Fuerzas Armadas no pueden ser cómplices de un gobierno corrupto. Que las Fuerzas Armadas tienen como misión principal defender al pueblo ecuatoriano. Y que al permitir actitudes de esa naturaleza estábamos siendo cómplices. Allí recomendaba al mando militar tomar acciones para que el presidente de la República cambie de actitud. Ese documento lo entregué en una reunión de oficiales en las manos del comandante general del Ejército, con mi firma. El documento se filtró a la prensa, se publicó en un periódico e intentaron separarme del ejército por insubordinación.
Luego comenzaron una serie de convulsiones en el Ecuador, un levantamiento indígena, paro de taxistas (entonces yo estaba en la ciudad de Cuenca de comandante de un grupo de caballería y algunos taxistas se juntaron donde yo estaba y me hablaron de revolución, de revolución...). Había un clima de gran inestabilidad. Tanto así que me llamó el ministro de Defensa Nacional y me dijo que no iban a tomar ninguna represalia conmigo, solamente que no haga declaraciones a la prensa En julio fui para Quito a hacer el curso del Estado Mayor Conjunto, aproximadamente en agosto nos llamaron a los militares de mayor graduación a una reunión en la que estaba el ministro de Defensa Nacional y la economista Elsa de Mena, que era la directora de Rentas Internas. Esa reunión era para pedir el apoyo militar para subir el impuesto al valor agregado (IVA) del 10 al 15%, también el impuesto a la renta. Y la justificación de la economista era que no había dinero para el salvataje bancario (porque luego del salvataje a la primera institución financiera se empezó a salvar a otros bancos, porque los bancos vieron un negocio rentable y comenzaron a declararse en quiebra en cadena y el gobierno salvaba a todos los bancos). En esa ocasión, un general se paró y dijo que estaba de acuerdo con que se subiera el IVA, pero que tenía que haber una campaña de culturización para que la población pague más impuestos. Yo estaba en segunda fila, me paré indignado y les dije que yo no estaba de acuerdo. Les dije que el pueblo no quiere pagar más impuestos, simplemente porque si pagaba ese dinero se lo robaban o lo daban a la banca corrupta. E hice ya una seria advertencia de que si no habían cambios a la forma corrupta de gobernar al Estado ecuatoriano, si no se devolvían los dineros que habían sido congelados arbitrariamente en los bancos, perjudicando a más de un millón seiscientos mil ecuatorianos, el pueblo iba a explotar, se iba a levantar y que los militares nos uniríamos a ese pueblo. El ministro empezó a decir que el remedio podía ser peor que la enfermedad. Pero no hubo ninguna solución.
La situación se iba agravando, había muchas huelgas, mucho enfrentamiento de los estudiantes, de los trabajadores con la fuerza pública. En octubre volví a entregar otro documento, con mi firma, realizando un análisis de la situación política y social por la que pasaba el país. Me separaron del curso del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas, me llamó el jefe del Comando, el general Mendoza, y me pidió el documento, se lo entregué, prometieron tomar alguna medida, pero tampoco se hizo nada.
Entonces comenzamos a tomar contacto con líderes indígenas y líderes sociales. Ya se había aprobado en primera instancia en el Congreso la ley de privatizaciones. Había que actuar porque si no nos iban a dejar sin país. Ahí se planificó el levantamiento indígena que debía realizarse entre el 15 y 21 de enero del año 2000. Tuvimos reuniones con algunos militares que estaban dispuestos a unirse a esta revolución. Los indígenas conversaron con el mando militar. Inicialmente los generales habían ofrecido apoyar el movimiento pero en el momento específico no lo apoyaron, entonces dieron la orden de reprimir, de disparar a los indígenas, a los trabajadores, al movimiento social que tenía rodeado el Congreso de la República.
- ¿Cómo fue su actuación el 21 de Enero? - Comenzó el levantamiento indígena. Ellos tomaron Quito.
El 20 de enero a la noche salí de forma clandestina para una reunión, en el departamento de un hermano mío, con cuatro capitanes, entre ellos mi hermano.
Allí planificamos las acciones del 21 de enero. Los capitanes, que eran alumnos de la Escuela Politécnica del Ejército, tenían que entrar por el costado izquierdo del Congreso Nacional con el resto de los alumnos de la Escuela -que queda a media hora de Quito-. Yo tendría que trasladarme a una unidad militar que queda al sur de la ciudad para entrar por el costado derecho. La planificación terminó a las once de la noche. Al día siguiente, reuní a mi familia para decirles la decisión que había tomado, hice un testamento, porque no sabía qué podía pasar, podía morir o ir preso. Hablé con mis hijas, yo tenía que ir a los Estados Unidos como agregado militar, les dije que se olviden de eso, mi hija más grande lloró y me abrazó, la más pequeña me dijo: "Papá, ándale y bótale a ese corrupto de Mahuad". Entonces salí con el apoyo de la familia... Y si no me apoyaban, igual, la decisión estaba tomada y era irreversible... Pasó un vehículo que nos recogía para llevarnos al lugar de trabajo, yo les dije que no podía ir porque mi esposa estaba enferma, pedí permiso para llevarla al hospital. Cuarto para las siete salí con ella, simulamos que íbamos a un médico porque nos seguían, entramos al hospital y nos salimos por la otra puerta.
Ya en la unidad militar, tomé contacto con algunos compañeros indicándoles que había llegado el momento preciso. Con los militares que se unieron a esta causa fuimos al Congreso de la República. Allí tuvimos el primer choque con los policías, quienes botaron gases lacrimógenos e intentaron detenernos.
Nosotros desenfundamos nuestras pistolas, sabíamos que no podíamos disparar pero queríamos mostrarle a la policía que era en serio. Ahí les dijimos que se unan, que era un momento histórico, que nos podíamos dejar que el país se hunda. Los policías nos dejaron pasar, prácticamente adoptaron un apoyo pasivo, no se unieron pero nos permitieron entrar. Luego había un cerco más interno que era de militares, que aparentemente hubiera sido más difícil penetrar porque estaban con fusiles, pero fue más fácil porque hablamos con ellos y los militares se nos unieron. Así pudimos, sin disparar un solo tiro, ingresar al Congreso de la República.
Ya en el Congreso, se instaló el Parlamento Nacional de los Pueblos del Ecuador. El Parlamento Nacional estaba constituido por representantes de los parlamentos de las 22 provincias. Había entre 8 y 10 personas representantes de cada uno de esos parlamentos. Había de todos los sectores de la sociedad civil ecuatoriana: curas, profesionales, trabajadores, indígenas... Entonces, el Parlamento Nacional decide la salida de los tres poderes del Estado y nombra la Junta de Salvación Nacional, constituida por Antonio Vargas - presidente de la CONAIE (Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador)-, por el doctor Carlos Solórzano -expresidente de la Corte Suprema de Justicia- y yo, como presidente. En una breve intervención, mencioné que era un momento histórico el que estábamos atravesando, que emulábamos a nuestros héroes del 10 de agosto de 1809, quienes finalmente consiguieron la primera independencia del Ecuador, y que nosotros queríamos conseguir la segunda y definitiva liberación de nuestro pueblo para convertir al Ecuador en un modelo de democracia en Latinoamérica y en el mundo.
Rápidamente se comenzaron a unir todas las unidades militares, todos los cuarteles; del ejército, prácticamente un 100%; de la Marina y la Fuerza Aérea, un 60%, aproximadamente. Y todo el pueblo se lanzó a las calles. En 20 de las 22 provincias se tomaron las prefecturas, las alcaldías, las gobernaciones, hacían fiestas... Prácticamente, el movimiento ya se había consolidado.
¿Qué pasó? ¿Por qué fracasamos, si ya salió Mahuad, si ya teníamos el apoyo militar? El mando militar infiltra a tres coroneles. Un coronel de apellido Cobo, el coronel Brito y el coronel Lalama. Primero llegó Cobo a eso de la una de la tarde, vino a conversar conmigo a tratar de que yo deponga la actitud en beneficio del mando militar. Yo le dije que no, que era un momento histórico, que era una revolución, tan legítima como la revolución francesa o la revolución norteamericana, una revolución como las latinoamericanas de 1800. Que nosotros igualmente queríamos una revolución para librarnos de la oligarquía, de este sistema privatizador y para convertir al Ecuador en un país democrático.
Entonces, aparentemente, el coronel Cobo se unió (yo creo que se había unido). Luego, como a las cuatro de la tarde llegan otros dos coroneles compañeros de Cobo que eran más antiguos que yo. Y ellos se reunieron con el coronel Cobo y parece que ahí prepararon un complot. Lo primero que hicieron fue cambiarnos la idea que teníamos de quedarnos en el Congreso de la República para consolidar el movimiento entre el sábado y el domingo y que a partir del lunes se materializara la revolución.
Ellos nos dicen que teníamos que ir al Palacio de Gobierno, que era el símbolo del poder, que teníamos que ir allá. Estábamos dentro del Congreso unos quinientos oficiales, algunos indígenas y líderes de movimientos sociales. Allí algunos dijeron sí, vamos al Palacio. Y, bueno, vamos al Palacio...
Afuera prácticamente no había cómo caminar porque era inmensa la cantidad de gente de Quito que había salido a respaldarnos. Así que salimos y con toda esa gente nos dirigimos al Palacio de Gobierno. Una caminata que normalmente sería de unos 20 minutos o media hora la hicimos en unas dos horas. La gente nos aplaudía desde los balcones, nos botaban papel picado, banderas, mucha gente llegaba y nos abrazaba.
Cuando llegamos al Palacio de Gobierno ya estaban los generales del alto mando militar. Nos sentamos a conversar con ellos. Le recordé al comandante del ejército que le había entregado un documento un año antes y que había entregado otro hacía tres meses. Ustedes no hicieron nada, de alguna manera fueron cómplices, por acción u omisión, de la corrupción del gobierno, en tal virtud faltaron a su posición de defender al pueblo ecuatoriano, así que -les dije- por favor, salgan antes de que les saquemos. Los indígenas igualmente los trataron de traidores y les dijeron que salgan. Ahí empezaron actuar los coroneles. El coronel Cobo mencionó que no podemos perder a los generales, que no vale que se rompa la estructura militar, que ya salió Mahuad, que no había ningún problema en que se queden los generales. Entonces ahí fue el primer error nuestro. Yo acepté. Dije que si los generales se sometían a la Junta de Salvación Nacional, aceptaba las recomendaciones de Cobo. Al coronel Cobo se le había nombrado, por ser el coronel más antiguo de los que estábamos, jefe del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas y ya todos los generales lo sabían. Pero él mismo pedía que se les reconozca a los generales...
Luego nos separamos en grupos para conversar, por un lado los generales y por otro los coroneles. Los coroneles empezaron a influir sobre mí, me tocaron la parte más sensible que todos tenemos. Me decían que no fuera ambicioso, que ya Mahuad salió y que yo debía dejar las cosas en manos del general Mendoza.
Esa conversación duró como cuatro horas, de las ocho a las doce de la noche.
Yo me negaba, de lo poco que lo conocía a Mendoza pensaba que era un individuo que no iba a tener la fortaleza para mantenerse en esta situación, que iba a venir el bloqueo, la presión internacional y se requiere tener una gran firmeza para soportar todo ese vendaval de presiones que iban a venir.
Me repetían que no sea ambicioso.
Yo cambié de opinión cuando me dijeron que el comandante de la Fuerza Aérea había ordenado a una base de Manta, que no se unía al movimiento, bombardear Quito. Me decían que iba a haber más de más de diez mil muertos, que iba a haber una gran matanza y yo, por mi ambición, iba a ser el culpable. Y yo dije, bueno, tres personas piensan más que uno y me dejé convencer por ellos.
Además, yo pensaba que ellos habían venido a unirse a nuestro movimiento, todavía no sabía nada en contrario. Pensé que el pueblo ecuatoriano quería cambios profundos, una revolución, y que -en definitiva- no le importaba el nombre de la persona que llevara adelante esa revolución. Ese error mío fue por ingenuidad, por falta de ambición y también por la credibilidad, que es un problema de la jerarquía militar, ellos tenían más antigüedad que yo.
Luego que decidimos reconocer el mando militar, se propuso que entrara Mendoza a la Junta, hubo un breve momento en que éramos cuatro personas. Pero los generales dijeron que no se podían someter a un coronel, a mí. Es así como entró el general Mendoza y yo salí. En ese momento, ellos se declaran como un Triunvirato Civil Militar, reemplazando a la Junta de Salvación Nacional Pero, ¿por qué se va Mendoza? Cuando ellos salen a la terraza frente a la plaza grande, el pueblo comienza a gritar: ¡Lucio! ¡Lucio! Y comienzan a silbar a general Mendoza. Le rechazaron. Yo me había quedado al interior, cuando empiezo a salir hacia la terraza, ellos ingresan y no se volvió a salir. Después hubo una rueda de prensa en la que Mendoza levantó el Estado de Emergencia que vivía el Ecuador y nombró como jefe del Comando Conjunto al general Sandoval. Uno de los miembros del Triunvirato me nombró a mí como ministro de Gobierno pero no acepté. Y a las doce y media de la noche yo salí del Palacio de Gobierno para mi casa, pensando que todo estaba consolidado.
Me dijeron que si no me quedaba no me iban a tomar en cuenta para la conformación del gabinete. Les dije que a mí no me interesaba, que mi sueño había sido únicamente de tipo patriótico, que yo me integraba a la vida civil.
Al otro día iba para mi trabajo sin saber lo que había pasado y dos vehículos comenzaron a seguirme. Yo traté de escabullirme, pero en un semáforo tuve que parar, los vehículos se atravesaron, se bajaron ocho personas de civil armadas y me secuestraron, me metieron a uno de los vehículos, me llevaron a una unidad militar donde me tuvieron incomunicado. Recién a los tres días y medio me enteré de todo lo que había sucedido.
El mismo día sábado 22 que me tomaron prisionero se metieron a mi casa, rompieron las puertas, registraron todo, botaron libros, ropas, buscando pruebas para ver con quién más estaba complotado. Y a los cinco días tomaron presos a otros militares, entre ellos a los tres coroneles. A las tres semanas comenzaron los juicios, se hablaba de Consejo de Guerra, si eso prosperaba nos iban a condenar a 16 años de cárcel, perdíamos nuestro grado, perdíamos todo. Entonces los coroneles declaran que ellos habían ido a cumplir una orden del mando militar. Eso fue terrible para mí porque comprobé que nos habían traicionado, que nos habían engañado, que los coroneles no fueron a jugarse con nosotros sino a cumplir una orden. Fue un despertar terrible porque realmente se perdió una oportunidad histórica para realizar cambios profundos en el Ecuador.
En definitiva, lo que después pasó en nuestro país fue un cambio de nombres, nada más, porque continuó la tendencia de este modelo con una velocidad mayor y se adoptó la dolarización que nosotros quisimos evitar. Ahora, yo no sé si hubo un complot entre los tres coroneles y el general Mendoza para entregarle el poder al entonces vicepresidente Noboa o si el plan sólo era para que se quede el general Mendoza y el general Mendoza, a su vez, les traicionó a los tres coroneles. Eso todavía no se ha aclarado en el Ecuador. En mi criterio el general Mendoza quiso quedarse en el poder, porque inclusive se leyó un documento en el cual las Fuerzas Armadas se hacían cargo de los tres poderes del Estado. Lo que pasa es que con el rechazo del pueblo, más las presiones que, se supo después, recibió Mendoza vía llamadas telefónicas de parte de los Estados Unidos, él se arrugó, se acobardó y cedió.
- ¿Cuál es la concepción ideológica que los motivó a participar en este movimiento? - La concepción ideológica fue de tendencia nacionalista, progresista, humanista, justicialista, revolucionaria. Porque no queremos que nuestras empresas estratégicas sean vendidas. No queremos perder nuestra soberanía monetaria. Estamos en contra del compromiso del Ecuador en el Plan Colombia.
Estamos en contra de que nuestra soberanía sea mancillada con la base militar estadounidense de Manta. Estamos contra la gran corrupción que hay en nuestro gobierno. Todo eso es lo que motivó la participación de los militares, desde coroneles para abajo.
- ¿Cómo continuar este proceso? - El 21 de enero teníamos dos opciones. La primera era reprimir al pueblo, manchando nuestras manos de sangre, con lo cual seguíamos en el ejército, yo me hubiera ido de agregado militar a los Estados Unidos, hubiera llegado a general... La segunda opción era unirnos al pueblo.
Luego estuvimos presos seis meses y por presión del pueblo que se levantaba y hacía marchas, salimos en libertad. Nos dieron la amnistía, pero nos sacaron del ejército por presiones, sobre todo, de la oligarquía de guayaquileña.
Inclusive hubieron presiones para eliminar de la Academia militar las materias como Realidad nacional, Análisis político, Análisis económico (y no sé si no se ha concretado esto ya), porque algunos líderes de derecha, entre ellos el expresidente Febres Cordero, decían que por darnos esas materias los militares nos habíamos acercado al pueblo, así que había que retirarlas.
Querían transformarnos nuevamente en robots, que cumpliéramos órdenes sin ver los efectos del cumplimiento de esa orden.
Una vez que salimos libres, igualmente teníamos dos opciones Quedarnos en la casa o continuar la lucha. Escogimos una vez más el camino más difícil.
Iniciamos una serie de reuniones con movimientos sociales. Allí percibimos ciertas divisiones y no una estabilidad ideológica. Hay gente de la derecha que a través de su dinero les mantiene en pugna a los movimientos sindicalistas, sociales y también dentro mismo del movimiento indígena.
Entonces, los militares que participamos del 21 de enero y fuimos separados del Ejército, decidimos formar un movimiento independiente con carácter democrático, humanista, justicialista, integracionista, fundamentalmente, nacionalista y también revolucionario. Y, luego, a este movimiento se fueron uniendo una serie de civiles, igualmente democráticos y progresistas, como estudiantes, profesores universitarios, trabajadores, indígenas, mujeres, jóvenes. Y el movimiento nuestro se fue ampliando.
La idea es llegar al poder para refundar al Ecuador, cimentándolo en valores éticos, morales, cívicos y sobre todo con justicia social, recuperando nuestra soberanía mancillada. Y una vez que nos consolidemos los ecuatorianos, comenzar a irradiar con fuerza hacia las otras naciones en la dirección de la unidad latinoamericana... Ése es nuestro último objetivo. Nos encontramos en este proceso de refundar el Ecuador, para lo cual la toma del poder es nada más un mecanismo, un instrumento para lograr ese objetivo.
- ¿Qué repercusiones tuvo en el ejército la guerra con el Perú? - Si bien es cierto que las Fuerzas Armadas no estuvimos de acuerdo con la solución del conflicto porque seguimos pensando que nosotros fuimos los perjudicados, cuando hacíamos nuestro análisis profundo les decíamos a la gente que el problema nuestro no es con el Perú, no es con Colombia, que el enemigo del Ecuador y de Latinoamérica está en otro lado. El enemigo nuestro es el enemigo de todos los latinoamericanos, el neoliberalismo, la tendencia capitalista. E, inclusive, el enemigo nuestro está al interior de nuestro país, son todos estos politiqueros corruptos que han permitido que nos desnacionalicen, que nos comiencen a robar nuestra identidad, nuestras costumbres, nuestras raíces, nuestra moneda, alienán-donos a partir de otras costumbres, otras raíces, otras tradiciones. En eso estamos muy claros, que el enemigo está en otro lado y que nos estuvo ocupando en pequeñas peleas para que siga avanzando la neocolonización, especialmente por parte de los Estados Unidos.
- Dentro de sus objetivos se manifiesta la oposición al Plan Colombia.
- Nosotros hemos mencionado nuestra oposición tenaz a que el Ecuador se involucre en el Plan Colombia porque pensamos que es una matanza innecesaria, un genocidio, lo que se va a realizar en Colombia. El problema del narcotráfico, en nuestro concepto, al ser un problema de tipo social y económico debería recibir una solución de tipo social y económica, no una acción militar. Segundo, creemos que, como todos los pueblos, Colombia tiene derecho a su autodeterminación. El Ecuador podría colaborar para que el problema se solucione de manera pacífica, respetando el principio de no intervención y de autodeterminación. Podríamos ser parte de un conjunto de países que garantice un proceso de paz en el que se comprueben, inclusive en el sitio, las mutuas acusaciones que se realizan. Dicen que las FARC tienen vínculos con el narcotráfico, bueno, habría que comprobar en el sitio. Se dice que las Autodefensas Unidas de Colombia son un brazo armado del gobierno colombiano, pues habría que comprobar en el sitio. También hemos hecho llamados para realizar una movilización de conciencia a nivel mundial para parar el Plan Colombia y para sentarle a los Estados Unidos a conversar. Si - como ellos dicen- el objetivo central es terminar con el narcotráfico, hay otras formas.
Nosotros creemos que el Plan Colombia apunta a terminar con el movimiento revolucionario colombiano y, una vez ubicados ahí, neutralizar los movimientos revolucionarios de toda Latinoamérica, como son los indios, los campesinos, los intelectuales y los militares nacionalistas y patriotas, que estamos aportando ideas para solucionar los problemas sociales, políticos y económicos fuera del neoliberalismo. Hacia allá creemos que se encaminan los Estados Unidos y no a terminar con el narcotráfico.
También, como se acerca el asunto del ALCA para el 2005, ellos quieren llegar en una posición geoestratégica, geopolítica y geoeconómica ventajosa con respecto a sus otros adversarios económicos, como Alemania o el Japón, porque si la situación se mantiene como está ellos no van a tener el control.
Terminando con los movimientos revolucionarios y neutralizando los movimientos sociales, entonces ellos consolidarían su hegemonía política, económica y militar en el continente americano y entonces el ALCA no tendría ningún obstáculo.
Los problemas adicionales para el Ecuador se dan en la zona fronteriza, donde ha disminuido la actividad económica con Colombia, ha disminuido el turismo, han aumentado la delincuencia y los problemas sociales. Y por eso hemos manifestado nuestra oposición y por eso nos persiguen y nos están hostigando permanentemente.
- ¿Cuál es su concepto de la revolución cubana? - Cuba es un ejemplo de resistencia para todos los pueblos del mundo. Basta mencionar que en Cuba no hay analfabetos y ver cómo está la medicina y el sistema de salud en Cuba.
- La unidad latinoamericana es el objetivo final del movimiento, ¿cómo se va construyendo esta unidad? - Yo siempre digo que la integración latinoamericana es algo que tiene que darse. Es como botar un objeto, el objeto tiene que caer. Pasarán cuatrocientos o quinientos años pero en algún momento nos vamos a unir. La integración tendría que empezar reconformando la Gran Colombia. Nuestro aporte tendría que ser el de ganar tiempo al tiempo. No esperar los cuatrocientos años, sino tratar de hacerlo ya, para empezar a gozar nosotros de los beneficios de la integración.
Yo creo que los procesos como el Mercosur o la comunidad andina de naciones son pasos hacia adelante, pero pasos muy pequeños, porque se trata de una unidad de tipo mercantilista y lo que nosotros pretendemos va mucho más allá.
Nosotros hablamos de una integración política, económica, militar, social.
Realizar los sueños de Bolívar, de San Martín, de Artigas. Lograr tener una sola patria que comience en el Río Grande y termine en Tierra del Fuego.
¿Cómo lograrlo? Primero, apuntalando gobiernos como el de Chávez, ojalá la tendencia nuestra también triunfe. Desde ahí ir apoyando los movimientos que hay en Latinoamérica. Esto nos da mayor fuerza, porque sabemos que no somos los únicos que estamos luchando. Eso a uno lo alienta.
Creo que un camino para lograr esta integración es a través de una consulta popular, consultando a nuestros compatriotas si quieren o no una integración total con las otras naciones latinoamericanas. Yo creo que un gran porcentaje contestaría que sí. Porque creo que hay muchas cosas que nos unen y más bien poquísimas son las que nos diferencian. Eso también facilita la unidad.
¿Por qué han fracasado intentos anteriores? Yo creo que porque nos falta difusión, nos faltan espacios de reunión. Estas reuniones son un avance para eso, el encuentro de juventudes que se realizará en Argelia puede ser un paso. Para los latinoamericanos, el Congreso Anfictiónico Bolivariano, es una base en esta dirección. Poco a poco tenemos que ir ganando espacio.
- Se menciona el papel del ejército en este proyecto popular y de unidad latinoamericana, pero la situación del ejército no es igual en todos nuestros países.
- Habría que ir tomando contacto con los militares, en principio con los que están en servicio pasivo y luego tomar contacto con los que están en servicio activo. Porque los militares no son enemigos de los movimientos progresistas y viceversa. Lo que pasa es que los han alienado. A los ejércitos de Latinoamérica nos metían en la cabeza que los estudiantes son enemigos de la nación, que los indígenas son enemigos del Estado, que los trabajadores son enemigos... Entonces, ante un paro o un levantamiento, salía el ejército. Así nos alienaron, así nos instruyeron. Y es difícil romper ese sistema desde adentro. Algunos militares cuando han ido al servicio pasivo se han dado cuenta, pero ha sido tarde. Hay que tratar de dar conferencias en las academias de formación de los militares, tener reuniones, discutir estos temas, que no son ningún tabú. En definitiva, tenemos el mismo objetivo, los militares quieren lo mejor para su país y los movimientos progresistas también. Sino que, simplemente, estamos por caminos distintos y, entonces, estos títeres del neoliberalismo logran dividir al pueblo del ejército. La diferencia entre las fuerzas armadas del Cono Sur y las del Ecuador, es que en el Ecuador los militares se han sacado las vendas de los ojos. Pero los militares no son enemigos del pueblo, están alienados, están adoctrinados.
Para finalizar, creo que los pueblos de América Latina estamos en un escenario similar al de 1800, el período de nuestra independencia. Estamos viviendo un momento histórico, es nuestra obligación darle dirección para consolidar la segunda y definitiva independencia.