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Latinoamérica

Lula y sus implicaciones

Por Alfredo Castillo

Un día del año 2001, dialogaban en Washington el presidente brasileño, Fernando Henrique Cardoso, y George Bush. El anfitrión, con el fin de encauzar los pareceres de Cardoso, exhibió sus virtudes y tácitos supuestos señalando que para él nada era mas importante que la patria, Estados Unidos, y nada mas imperativo que responder a los intereses de su nación.
Ante semejante declaración global, Fernando Henrique Cardoso reaccionó sin aludir a la advertencia en que se transforman tales supuestos. Felicitó al presidente norteamericano y le aseguró que en eso tenían una coincidencia respetable, para él también estaba primero su patria, Brasil, y los intereses de la nación brasileña.
Todavía era tiempo del reflujo político que adhería y se reconocía en naciones y Estados nacionales, sujetos históricos que creó el capitalismo. A partir de 1989 surgió la duda de su permanencia. Luego, la disolución de Estados, el resquebrajamiento de muchos, el fin del socialismo real, la estupefacción complaciente de potencias y el derrumbe de tradicionales aspiraciones del subdesarrollo supuso un fresco devenir que lindaba con las utopías.
No obstante, el 11-S contuvo ese proceso. La globalización perdió perfiles de libertad, ciencia, técnica, bien común y mas bondades. Se reveló la "presencia del mal". La administración Bush "descubrió" a actores, ejecutores, adherentes y encubridores del terrorismo. Más tarde, el Presidente definiría al bien con precisión: la hegemonía norteamericana sobre el resto del mundo.
Al fin, la historia devela sus contenidos.
Después del 11-S parecería que se dio un alto en la integración de las economías desarrolladas, que se expresa también en requerimientos de soberanía en países subdesarrollados para no ser arrasados económicamente.
La globalización debilitó las visiones ideológicas tradicionales. No obstante, la naturaleza militar de este momento instruye el renacimiento de la tradición de control ideológico. Volvieron a brotar los centros, derechas e izquierdas que proclaman conservar Estados y naciones.
En este continente, Brasil es otro polo. Pequeño frente a Estados Unidos y seductoramente significativo en América Latina. Brasil aún estaría al margen de la agonía del Estado y de la guerra infinita que pretende declarar moribunda la organización estatal soberana en el mundo, exceptuada la de Estados Unidos.
Lula vuelve al escenario. No es solo su cuarta participación electoral, es sobre todo la reacción al desnudamiento de la globalización. Lula se proyecta mezclando anhelos y temores tradicionales de todas las clases y exterioriza un recóndito Brasil en su imagen de Lula-nuevo. Frágil como quien nace. No es de izquierdas ni de derechas, es un obrero metalúrgico, con toda la rica y variada significación de esa condición social. Otra incipiente señal de la palabra del porvenir del Sur.
Lula no repetirá la frase de Cardoso, pero con esa comprensión se abrirá paso transitoriamente para luchar contra el subdesarrollo y la globalización militarizada.
Sin embargo, la vuelta al nacionalismo es solo una fase, desde la cual es posible plantear el reordenamiento de relaciones mundiales. La cuestión no se circunscribe a Estados poderosos imponiendo sumisión a los débiles, ante lo cual, se diría, solo cabe replantear la causa de la liberación nacional, justa en tiempos de colonialismo, neocolonialismo y métodos imperiales del siglo XX.
En este siglo XXI se materializan recientes encadenamientos. No es solo la dominación de potencias caracterizadas por sus fronteras en expansión, sino el abrupto apremio de una transnacionalización bélica, política y de control que reordena, bajo su arbitrio, el mundo. Se anticipa la "privatización de la política exterior", primero en las potencias, y de inmediato, de la que fuera política y derecho internacionales.
Esta transnacionalización de la vida social aún está inmersa en el cascarón de los viejos Estados, experimentados en conquistas, fabricación y momificación de colonias.
El pasado no se reedita. No caben las pretendidas soluciones pretéritas. Una global dominación adiestra nuevas concepciones de libertad.
El siglo XXI es cualitativamente distinto al anterior. Sin que los sueños hayan transitado a la vigilia y sin que todavía se hayan gestado los nuevos andares de liberación.
Lula, encasillado (por pereza mediática) en los calificativos "del centro hacia la izquierda", como Bush, en el fascismo y su semejanza con Hitler, están definidos por versiones del lenguaje pasado.
La historia no se repite jamás. Simplemente, porque cuando el sol vuelve a nacer, los hombres ya no son los mismos.
mailto:bujase@uio.satnet.net