5 de octubre del 2002
Criticar el neoliberalismo
y alejarse de él
Emir Sader
Traducido para Rebelión por Manuel Talens
Estados Unidos invadirá Irak para tratar de derrocar el régimen
de Sadam Husein. Esperará la respuesta de Irak y las disposiciones de
la ONU antes de invadir el país el próximo enero.
La opinión pública estadounidense está cada vez más
preocupada por la economía y, como eso afectará las elecciones
de noviembre, la administración Bush trata ahora de influenciar el clima
electoral utilizando de nuevo el patriotismo, y nada mejor para reforzarse que
esa guerra infinita con la que obtendrá una legitimidad que le negaron
las urnas.
La administración Bush, conforme comprueba que lo que iba a ser un ciclo
interminable de crecimiento de la economía estadounidense –la denominada
new economy– ha durado poco y el fin de la recesión no se ve en
el horizonte, pretende inculcar en el imaginario de sus ciudadanos que la patria
está en peligro, en nombre de la seguridad nacional. Con la intención
de reactivar la economía, su política económica corre parejas
con su unilateralidad y rompe con los cánones liberales que siempre ha
defendido, pues echa mano del proteccionismo y la militarización para
inyectar los recursos estatales en la decaída y endeudada economía
del país.
Ahora que les interesa, los estadounidenses hacen como si sus críticos,
en vez de condenar el liberalismo como fachada defensora de los intereses de
las grandes potencias, estuvieran defendiéndolo para oponerse al proteccionismo.
Por ello, en el mismo momento que el neoliberalismo se agota a escala internacional,
se invocan los mecanismos de mercado para darle un nuevo vigor.
Dado que no existe ningún líder capaz de encarnar la dirección
de un frente global antineoliberal, el periódico progresista estadounidense
The Nation considera que las elecciones brasileñas son las más
importantes del año, incluso por delante de las francesas y las alemanas,
porque aquí –en un país que todavía mantiene un cierto
peso internacional– uno de los candidatos de la oposición sí que
podría protagonizar la primera gran experiencia de ruptura con el neoliberalismo.
Por ahora, se van sucediendo en el mundo las manifestaciones de condena del
neoliberalismo como política responsable del aumento de la concentración
de la renta, de la hegemonía del capital especulativo, de los recientes
escándalos en EE.UU. y Europa y de la exclusión social y política,
causante en gran parte de los conflictos –tanto internos como externos– que
se han ido sucediendo a partir del final de la guerra fría (desde la
caída del muro de Berlín ha habido 56 conflictos bélicos,
en una época que prometía la paz).
El alejamiento del neoliberalismo supondría la regulación, la
protección de los derechos de los países más afectados
por la crisis –a empezar por los africanos– y un nuevo orden jurídico
y económico internacional, en el que la Organización Mundial del
Trabajo tuviera, por lo menos, tanto poder de decisión como la Organización
Mundial de Comercio, no como sucede en la actualidad, que la OMC impone su ley,
mientras que las denuncias contra el trabajo de esclavos, la superexplotación
de los trabajadores y la discriminación de los inmigrantes se convierten
en papel mojado.
Una victoria de la oposición en Brasil podría representar el rescate
de Argentina y su salida de la crisis, con el fortalecimiento del Mercosur,
la creación de una moneda común regional –que evite los riesgos
de la dolarización–, una política externa multipolar guiada por
Brasil, la búsqueda de soluciones negociadas para las crisis colombiana
y venezolana y, por último, un marco internacional indispensable para
salir de un neoliberalismo que, por muy criticado que esté, sigue rigiendo
las relaciones económicas mundiales.