VOLVER A LA PAGINA  PRINCIPAL
Latinoamérica

24 de octubre del 2002

Ante la segunda vuelta en Brasil
El tiempo de la esperanza no tiene seguro contra el fracaso

Hugo Presman
SERPAL

El primero de enero, el hombre morrudo y de densa barba ingresará en el Palacio de la Alvorada, la residencia presidencial de los mandatarios brasileños, como se lo pronosticó su adversario y amigo, el actual presidente Fernando Henrique Cardozo después de derrotarlo electoralmente por segunda vez. Ese día, Luiz Inácio Lula da Silva entrará acompañado por millones de sus compatriotas y de los millones de latinoamericanos que apuestan sus sueños y sus expectativas a que en el primer día del 2003 se forje una visagra a siglos de opresión, pero especialmente sea el principio del fin de la ignominia neoliberal. No será por supuesto la toma del Palacio de Invierno. En el mundo globalizado del capitalismo financiero no hay Palacio de Invierno ni toma de la Bastilla. Los enemigos se atrincheran en la invisibilidad golpista del mercado y las transferencias virtuales de dinero. Esas son sus urnas diarias donde votan y reinan con sigilo y desparpajo. Tienen sus días amargos cuando los pueblos votan como el 6 de octubre. Y tienen hasta el último día del 2002 para escamotear la voluntad popular. Pero no podrán hurtar la victoria electoral como diariamente roban riquezas y vidas. Intentarán crear un escenario inmanejable para condicionar y domesticar a Lula. Más allá de las dudas y de las incertidumbres, más acá de la suerte de ésta riquísima experiencia política y social, es un día para celebrar. Para sentir, como en la canción de Serrat que 'hay días en que la vida se sienta con uno a tomar un café'. Y agrega el genial catalán ' Y está tan bonita'.
La memoria de lula
Cuando Lula salude a la multitud como el primer presidente obrero de América Latina y uno de los pocos de ese origen en la historia mundial, tendrá ante si la opción eterna de ser fiel a sus votantes y a su historia, o si claudica ante los poderosos. Si las concesiones propagandísticas tendientes a evitar atemorizar a los que instrumentan diariamente el miedo, no penetró en su conciencia de la misma manera que los trajes de Armani reemplazaron a sus ropas proletarias, estaremos en presencia de una realidad que puede encarnar las necesidades y aspiraciones de las grandes mayorías. Que no piden nada más que lo elemental: trabajo, vivienda, salud, justicia y educación. Un programa mínimo, que en el escenario capitalista unipolar es una aspiración de máxima.
En ese momento único en que se accede al gobierno, Lula, para ser leal a su gente y a su historia, deberá recordar diariamente su vida.
La pobreza omnipresente de su infancia en el nordeste, el hambre atenuado con los frijoles, maíz y mandioca cultivados en la pequeña huerta familiar, el recuerdo de su prolífico padre que abandonó el hogar para buscar trabajo como estibador del puerto de Santos. El viaje de trece días en camión hasta San Pablo, en busca de su padre, al que recién conoció a los cinco años, compartiendo con su madre y hermanos una pequeña ración de queso. Su modesto alojamiento en San Pablo. Su primer empleo, con escasos doce años en una tintorería. Su diploma de tornero mecánico. Su ingreso a la fábrica metalúrgica Villares en San Bernardo do Campo en los alrededores de San Pablo. Su incorporación al sindicalismo. Su elección como secretario del Sindicato con el 90% de los votos. Las grandes huelgas de 1979 y 1980. La represión impiadosa de la dictadura. Los helicópteros artillados apuntando al Lula orador. La cárcel. La muerte de su madre, a la que reconoce como la persona que más influyó en su vida, cuando se encontraba en prisión. La intervención del sindicato. La fundación el 10 de febrero de 1980 del PT, el Partido de los Trabajadores. La presidencia del mismo que ejerce hasta 1987. En 1982 se presentó a la gobernación del estado paulista. Fue el diputado más votado en 1986. Se postuló como candidato presidencial en 1989, 1994 y 1998. Las derrotas consolidaron al PT, lo que le permitió el acceso a intendencias importantes como San Pablo y Porto Alegre, Brasilia.
Hasta que llegó el 2002, el año en que maduró la larga marcha emprendida en 1975. Realizó una alianza con sectores de la burguesía nacional, llevando como candidato a vicepresidente al propietario textil José Alencar. Los industriales brasileños nunca compraron integralmente el discurso neoliberal. En la década del noventa, Brasil creció, mantuvo básicamente y en algunos casos expandió su infraestructura industrial. Sin embargo la desocupación, la diferencia entre los más ricos y los más pobres se acrecentó considerablemente, en un país en que la distribución del ingreso es una de las más regresiva del planeta. Esa que Lula pretende revertir y cuya posibilidad lo llevará a tensar la cuerda con sus aliados.
Los aliados
El abogado argentino Alberto Ferrari Echeverry, cercano al futuro presidente, analizó con lucidez las razones de la sorpresiva alianza que ha merecido reparos de los grupos de la izquierda bullanguera. Considera que la pregunta correcta es¿ por qué Alencar acepta ser el vice de Lula? Y se responde: ' Porque el PT es eje de un proyecto nacional. Queríamos que Alencar explicara al diario La Nación, al señor Mariano Grondona, a FIEL, al CEMA, a los gobernadores, a los legisladores, a la Sociedad Rural, a la Unión Industrial, a Pérez Companc, a Bulgheroni, a la señora Fortabat por qué un empresario ...con un patrimonio personal calculado en quinientos millones de dólares acepta ser el segundo de un nordestino que emigró a San Pablo huyendo del hambre, obrero metalúrgico que no se sonroja por ser amigo de Cuba ni oculta su oposición al ALCA.
A la pregunta si hay un Alencar argentino responde con ironía: ' Si, probablemente en Miami' Y sostiene con énfasis:' El sector industrial es más favorable que el sector financiero precisamente porque es un proyecto nacional. No hay nación sin desarrollo industrial, porque no hay capitalismo real sin desarrollo industrial. La Argentina actual muestra al mismo tiempo la injusticia y la debilidad raquítica de nuestro capitalismo que arrastra a la nación. La unión entre producción y trabajo que propuso la Alianza en la Argentina era pura retórica.' En palabras de Lula: ' .....en el discurso sesudo y sombrío de la lógica financiera, el único futuro que interesa es el que no altera el presente'
Un antídoto contra la derrota eterna
El 1 de enero del 2003, cuando un obrero que sólo llegó a quinto grado, pase a gobernar la décima economía del mundo y la quinta por población y número de habitantes, entre los que se reúnan para alentarlo y desearle suerte, estará Luiza María, la que regentea el bar del sindicato metalúrgico donde se inició Lula. Ella, como los millones de brasileños esperan que con el nuevo año comience el cambio esperado y deseado. Ella, con la voz quebrada dirá: ' Lo quiero a Lula, por el coraje, por la sensibilidad ante la pobreza. No se fija como es el que está al lado. Quién tiene formación y quién no la tiene y vive en la favela. Para él todos son iguales. Se lo digo yo, que soy analfabeta de la lectura pero no de la memoria'. Ese Lula, aficionado al fútbol, hincha del Corinthias, que vio separarse a sus padres cuando tenía nueve años, el que aprendió a leer a los diez, que perdió el meñique de la mano izquierda a los dieciocho, y que accederá a la Presidencia de Brasil a los cincuenta y siete años. Es el Lula, que no tiene un título de Chicago y tal vez por eso puede decir con precisión: ' Un estudio de la embajada brasileña en Washington constató que las exportaciones brasileñas a EE.UU pagan un arancel medio del 45%, mientras que los productos norteamericanos pagan en Brasil una media de 15%. Si eso no cambia ¿ que vamos a discutir con ellos?'
Ese día desde el fondo de la historia reciente, resonará la voz cristalina y vibrante, en su último discurso a minutos de su muerte: 'La historia es nuestra y la hacen los pueblos... Sigan Uds. sabiendo que, mucho más temprano que tarde, se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor'.
Una brecha se ha abierto en el muro del neoliberalismo. No hay seguro que indemnice contra los fracasos políticos. La vida no es una compañía de seguro que garantice el éxito.
Aún a riesgo de transitar el penoso sendero de la desilusión, los que alguna vez atisbamos la posibilidad de un mundo distinto, podemos decir como Octavio Paz: ' Quién ha visto la esperanza, no la olvida, la busca, bajo todos los cielos y en todas las gentes'.
* Hugo Presman es periodista, y conduce el programa "Detrás de las paredes" junto a Gerardo Yomal en Radio Palermo