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23 de abril del 2002
Francia, ¿sorpresa "democrática"?
Malime
Los resultados electorales de las elecciones presidenciales en Francia,
han causado sorpresa en los ambientes políticos de Francia y Europa.
En España han ocupado las portadas de los periódicos, y es principal
tema de las tertulias e informativos de radio y televisión. Han dado
lugar a infinidad de comentarios, algunos contradictorios en sí mismos,
al defender el proceso democrático y por otro lado al manifestar la preocupación
por los resultados, la debacle de Jospin y el triunfo del ultra derechista Le
Pen.
Los comentarios son de lo más variopinto, van desde los que consideran
que es el voto de castigo a la clase política, a los que dicen que ha
sido por la elevada abstención que ha perjudicado a unos y favorecidos
a otros, por la situación de inseguridad que dicen se vive allí,
culpabilizando a la emigración. Algún director de periódico
justifica el resultado por el chovinismo del pueblo francés contra la
Europa de Maastrich, que se manifiesta en un amplio abanico que abarca desde
las posiciones de la extrema izquierda, hasta las de la extrema derecha.
Se resalta la honradez de Jospín al anunciar su retirada de la vida política
como su último acto de fe "democrática", que se acompaña
con la petición del voto "democrático" a favor de Chirac, que
se creía era su principal enemigo y ahora ha resultado ser el ultra derechista.
Hue no dimite pero como "comunista responsable" se une al acto de fe y también
pide el voto comunista para el "demócrata capitalista".
Desde el análisis formal y superficial de los resultados, todos tienen
razón, sin profundizar en las causas objetivas y dando pábulo
al pretendido principal problema que resaltan y coinciden la mayoría
de los comentaristas: la falta de seguridad.
Cualquiera de los comentarios con sus particulares matices puede perfectamente
aceptarse como válido. El juego de la confusión permite todo tipo
de contradicciones, sin que aparezcan como tales.
La democracia, si tenemos en cuenta los análisis sobre los resultados,
queda tocada, el resultado conseguido por la extrema derecha y la derecha a
secas, pero nadie, por el momento cuestiona la democracia, incluso por la llamada
izquierda. No se cuestiona un sistema que permite hoy a Le Pen ser el segundo,
y que en su día permitió que Hitler llegara al poder. Ni nadie
realiza un análisis objetivo sobre las causas que provocan la marginalidad,
la delincuencia, la emigración, la inseguridad laboral y el recorte de
las prestaciones sociales, la forma de organización política en
que se enmarcan y que posibilita se den esas situaciones y que hace imposible
que se planteen las medidas políticas adecuadas que terminen con ellas.
¿Qué es lo que objetivamente falla? ¿La llamada clase política?
¿La llamada sociedad civil? ¿El juego de la alternancia de gobierno? ¿O la falsa
democracia en su conjunto? Se nos dice que el pueblo tiene conocimiento para
ejercitar su libertad, que sabe lo que vota, que es tanto como decir que quiere
a Le Pen o Hitler, llegada la situación en que estos aparezcan como los
mejores demócratas, como los tribunos salvadores del pueblo capaces de
aplicando la mano dura acabar con la delincuencia y conducirle al paraíso
de paz y tranquilidad. Se falsea la realidad, el pueblo no nace con conciencia
política, no nace con conciencia de la clase social a la que pertenece,
al votar no sabe lo que vota, su decisión está determinada por
el conocimiento adquirido, por los datos que dispone, producto del manejo mediático
y cultural impuesto por el sistema dominante, por la minoritaria clase social
poseedora de los medios de alienación de masas, capaces de hasta confundir
a los partidos políticos que como el del Sr. Hue, dicen que paso a paso
van a conducir al pueblo a la sociedad sin clases, perfeccionando la maquinaria
estatal de la burguesía, aceptando ese mecanismo de juego político
que da lugar que saque el 3.41% de votos y el facha de Le Pen el 17.08 %. Confían
algún día ganar y llegar al gobierno como en España en
1.936 o en Chile en 1.973, para realizar las correspondientes transformaciones
socio económicas que favorezcan a la gran mayoría social y que
el ejercito, último eslabón del estado capitalista, no salga a
la calle a recomponer el orden perdido democráticamente, sueñan
o ignoran que no sacarán los tanques a la calle, confiando que personajes
como Bush o Kissinger mantengan las manos limpias.
La socialdemocracia hace siglos que renegó del marxismo, su reformismo
democrático es la mejor contribución a la consolidación
del orden social establecido. El resto de la izquierda institucional se debate
en el intento de ocupar el espacio político en las instituciones burguesas
que históricamente los socialistas habitan. Alguna izquierda se atreve
a decir que el marxismo ha muerto o que se debate en la agonía, dudan
de la conveniencia de que existan partidos comunistas, cuando la realidad es
que los más añejos defensores del neo marxismo, el eclecticismo
o del empiriocriticismo son la retaguardia colaboracionista de la socialdemocracia
que en su confusa y lenta agonía impiden que cuaje y se desarrolla aquella
moderna teoría de Marx y Engels, que Lenín supo interpretar y
desarrollar durante el corto pero intenso tiempo de su vida, sobre todo la base
del núcleo del marxismo, la cuestión del poder, la forma de poder
alternativo donde la mayoría social se organiza como clase dominante.
El método de análisis basado en el materialismo dialéctico
en vez de la lógica formal al uso, utilizada por la derecha y por la
izquierda, nos permitiría profundizar en las causas profundas y objetivas
que dan lugar a los fenómenos que preocupan al conjunto de la sociedad.
Comprenderíamos que el estado no es algo colgado del cielo, que su forma
de ejercer la participación política a la que denominan democrática,
es la que los grandes teóricos definieron como la forma de organización
que adopta la burguesía como clase dominante para mantenerse en el poder,
que permite la alternancia en el gobierno de diferentes partidos que no cuestionan
el sistema de poder, para cambiar algunas cosas o para levantar falsas esperanzas,
pero que no pongan en peligro el sistema. Lenin decía que era la mejor
envoltura del capitalismo.
La profundización constante de las desigualdades a nivel nacional e internacional
son provocadas por las contradicciones que genera un capitalismo en su fase
imperialista, -que ahora eufemística y confusamente se denomina globalización-
hacen que se produzcan las situaciones de extrema insolidaridad nacional e internacional,
las que provocan la inseguridad laboral y social, son las que generan la delincuencia
entre los sectores más marginales, que incluso no han llegado nunca a
disfrutar de un puesto de trabajo, gentes que huyen de la miseria que tratan
de arribar a los países del llamado primer mundo, a costa, incluso de
perder su vida en el intento. Las migraciones humanas han existido siempre,
han contribuido al desarrollo productivo y humano, pero hoy día el desarrollo
científico técnico conseguido controlado por una minoría
oligárquica, y, al no reducirse tampoco las jornadas laborales hace que
sobre mano de obra. Sobra mano de obra, sin embargo, los capitalistas necesitan
vender los productos almacenados, al mismo tiempo que se reduce el poder adquisitivo
de la mayoría de la población. El sistema ha llegado a una profunda
contradicción, es capaz de producir para alimentar a una población
de l2.000 millones de habitantes, sin embargo miles de millones de personas
mueren o viven en la más absoluta indigencia, mientras, 245 personas
tienen unos ingresos equivalentes al de 2.5 millones de personas.
Las leyes de mercado es el altar del sistema, pero el mercado debe servir a
los consumidores, en vez de estos a los mercaderes. Cada día es más
urgente socializar la producción y realizar un reparto equitativo y humano.
Los partidos de izquierdas deben salir de su confusión y dejar de engañar
al pueblo, deben decirles que otro mundo es posible, aprovechar las tribunas
de las instituciones del sistema para agitar y denunciar la falsedad del sistema,
no engañarles haciéndole creer que votándoles a ellos arreglarán
los problemas, y decir al pueblo que ellos no son tribunos salvadores, que sólo
el pueblo organizado desde la calle puede exigir e imponer una nueva forma de
poder popular que permita la participación directa y permanente del conjunto
de la sociedad y no solo de la clase política. Que es necesario acabar
con las leyes del mercado y la propiedad privada de los medios de producción,
que son el origen de todos los males y hace imposible salir del caos.
No es cuestión de Le Penes o Hitleres de mano dura acabar con las emigraciones.
Los países del primer mundo disponen de la suficiente riqueza y tecnología
para devolverla a los países que un día fueron colonias suyas
y a los que esquilmaron, para que puedan desarrollar su propia economía.
Menos fabricar artilugios para matar y más artilugios para la vida, fábricas
para producir tractores en vez de tanques, la gente puede vivir sin tanques
pero no sin tractores que cultivan la tierra o camiones y trenes para transportar
mercancías y personas, no necesita de escudos nucleares y sí de
grandes regadíos, viviendas y hospitales.
Basta ya de rasgarse las vestiduras, porque salgan Le Penes, en la segunda vuelta
saldrá Chirac pero no acabará con los problemas, tampoco luego
cuando vuelva otro socialista, o cuando todos fracasen se dará cancha
total a los nuevos Hitleres. La historia se repite pero no aprendemos.