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25 de marzo del 2002
La recesión de la economía mundial
João RIcardo Soares
Marxismo Vivo n.º 4
El debate sobre el destino de la economía mundial estaba pendiente de
cómo evolucionaría la economía americana después
del crecimiento de los años 90. Había dos tendencias básicas
en discusión: los que pronosticaban un "aterrizaje suave", o sea, una
breve caída de la producción industrial y una recuperación
rápida sin grandes consecuencias para la economía mundial. Y los
que veían un "aterrizaje forzoso" de la economía, una recesión
norteamericana que se extendería a nivel mundial. La realidad resolvió
el dilema, y el último informe de la OCDE caracteriza que la situación
mundial está en recesión.
No obstante, el "aterrizaje forzoso" de la economía americana no tiene
absolutamente nada que ver con los otros "aterrizajes forzosos" ocurridos el
11 de septiembre, como insiste la propaganda imperialista. El famoso problema
de la "superproducción de la industria" no se resolvió solamente
con la desvalorización de las acciones y del corte de inversiones en
el sector de la industria informática, la crisis llega a la "vieja economía".
Esto se debe al carácter de la crisis. La tendencia a la bajada de la
tasa de ganancia es la explicación última de la crisis actual;
el nivel de explotación de los trabajadores ya no es suficiente para
reponer el capital invertido.
La agresión imperialista en Asia Central pasa a ser un elemento fundamental
en la dinámica de la crisis. Refuerza el intervencionismo del Estado
americano en auxilio de sus empresas.
Los "teóricos de la globalización" que enterraron a las clases
sociales y al Estado, afirmando que este ya no cumplía ningún
papel dentro de un mundo de "empresas globales", ahora deben adaptar sus teorías
a la realidad.
La dinámica de la crisis será dada fundamentalmente por la lucha
entre las clases y sectores de clase. La lucha entre la burguesía imperialista
y los trabajadores en todo el mundo definirá las condiciones y los términos
de la explotación a la que estos últimos serán sometidos
(aumento de jornada, reducción de salarios, aumento del ritmo de trabajo,
despidos en masa). En un segundo plano, aunque no menos importante, estará
la competencia entre las empresas capitalistas que expresan sus intereses a
través de los Estados.
La burguesía imperialista impondrá cargas cada vez más
pesadas a las burguesías dominadas de los países semicoloniales,
rebajando aún más los precios de las materias primas, imponiendo
el pago al día de los intereses de la deuda externa, repatriando el grueso
de sus beneficios a las metrópolis, imponiendo la apertura económica,
lo que agudizará la lucha de clases en la periferia.
En otro sentido, la unidad interimperialista será puesta a prueba. Si
la competencia actual y las disputas comerciales desembocan en una escalada
de medidas proteccionistas en el mercado mundial, esto aceleraría la
crisis económica. Sin embargo, los últimos acontecimientos parecen
caminar en otra dirección.
Intensificación de la explotación, de las inversiones y de
la acción del imperialismo: las bases de la acumulación de los
años 90
Un hecho desafió por algún tiempo el análisis y generó
ideologías de varios tipos para sustentar su pretendida perennidad: la
expansión ininterrumpida de la economía norteamericana durante
diez años, sin un gran aumento de la inflación y sin crisis. Los
mas entusiastas apologistas del capital llegaron a decir que se había
superado la "vieja economía" basada en el valor del trabajo y en el capital
invertido en la producción y habíamos entrado en la era de la
economía (o sociedad ) de la información.
Pero para ser precisos hay que afirmar que el secreto de esta acumulación
desenfrenada estuvo amparado en la expansión continua de los beneficios
del capital, en la inversión en equipos que permitieron una feroz ampliación
de la productividad, la succión de plusvalía, y en la ubicación
del imperialismo americano dentro del sistema económico internacional
y su relación privilegiada frente a Europa. En síntesis, son estos
los elementos centrales de ese proceso.
a) un aumento impresionante de la extracción de plusvalía
en la década de los 90, debido a la utilización hasta el límite
de la fuerza de trabajo. De ahí el bajo nivel de desempleo, con las conocidas
formas de trabajo precario, part-time, etc.; siguiendo la lógica
del capital de intensificar al máximo la explotación de la fuerza
de trabajo.
b) inversiones masivas en máquinas y equipos. De esta forma, la
utilización de la tecnología y de los equipos de informática
aumentó la "productividad" y bajó el costo del capital; hizo que
los mismos trabajadores produjesen mas mercancías; desarrolló
nuevas empresas, en particular las de computadores personales, incorporando
millones de nuevos trabajadores a la cadena productiva (chips, procesadores,
etc.) tanto en los EUA como en todo el mundo, utilizando la mano de obra barata
del sudeste asiático. Esto permitió las altas tasas de beneficios
durante años sin interrupción y las tasas de plusvalía
descritas en el ítem a1 dio alas a la especulación en bolsa de
estas empresas.
c) el sistema de crédito jugó un papel fundamental en el
ciclo de expansión de la economía americana con un alto grado
de endeudamiento de empresas y consumidores, permitiendo disminuir el tiempo
de rotación del capital (el tiempo que va desde la inversión del
capital hasta su realización como beneficio).
Cuanto más rápido se da esa realización, más rápidamente
el dinero se puede transformar nuevamente en medios de producción, aumentando
así la tasa de acumulación y estimulando el crecimiento. En este
sentido, los bancos son una parte decisiva para mantener el sistema y la velocidad
de acumulación, puesto que permiten concentrar y dirigir al capital hacia
los sectores más lucrativos.
d) la succión de plusvalía del resto del mundo para financiar
la inversión en bienes de equipo y en el arranque de la economía
norteamericana. La atracción de capitales y el retorno de una parte de
los capitales norteamericanos invertidos fuera con anterioridad, financiaron
a bajo coste esa renovación de equipos. La política de valorización
del dólar y la insistencia norteamericana en la liberalización
de la circulación financiera mundial tuvieron que ver con una política
consciente de atracción de esos capitales. La globalización
financiera fue un instrumento de reafirmación y profundización
de la hegemonía norteamericana.
e) el saqueo del Tercer mundo y la reconversión del Este. La apertura
económica de los países coloniales y semicoloniales, la expansión
de los mercados externos y el saqueo permanente servirán también
para aumentar la tasa de beneficio. La mitad del aumento de la productividad
puede ser atribuida a la reorganización de la cadena de producción
industrial y su relocalización en otros países, con la división
internacional del trabajo de acuerdo con los planes de las multinacionales.
La moda de los países "emergentes" fue la expresión de
ese saqueo sin piedad que asoló y ahora está llevando a la explosión
a América Latina, el sudeste de Asia y al Este europeo.
Los precios de las materias primas que venían de esos países,
siempre a la baja2, la utilización de los salarios degradados de la clase
trabajadora de la periferia abarataban aún más los costos para
el capital. Los intereses de las deudas externas fueron otro factor de peso
para drenar capital hacia el centro e intensificar la concentración de
capital, en particular en los EUA. Súmese a eso las liquidaciones vía
privatizaciones y fusiones a bajos precios de las riquezas y empresas de los
países periféricos3.
El crecimiento ocurrido en los años 90 es sin duda el resultado económico
de un proceso político en el que la ofensiva imperialista después
de la Guerra del Golfo trazó un cuadro favorable a la expansión
del capital. El crecimiento de las inversiones extranjeras y la configuración
de los beneficios de las grandes empresas fueron parte de su cadena mundial
de producción posibilitada por la apertura comercial, fenómeno
que fue popularizado como globalización. Aliado a este proceso,
se desarrolló la inversión concentrada en nuevas ramas vinculadas
a la tecnología de la información, que abrió una nueva
frontera para el capital y potenció otros sectores como las telecomunicaciones.
Este proceso económico propiciado por la ofensiva en el terreno político
y militar hace que cayese el costo de capital y se elevase la tasa de inversión.
Pero ese proceso se construyó sobre un aumento sustancial de la explotación
de la clase obrera norteamericana y la expoliación de las economías
periféricas. Un hecho que llama la atención es la desnacionalización
de las economías periféricas, la pérdida de soberanía
en todos los aspectos de la vida económica, o sea, una profunda explotación
de esos países.
Fenómeno que hemos definido como recolonización.
Acumulación y crisis: la lógica infernal del capitalismo
Al contrario de lo que vienen afirmando los ideólogos del liberalismo,
las crisis en las economías dominadas a partir de 1995 preanunciaban
la crisis en el corazón del monstruo.
Cuando el sudeste de Asia y Rusia entraron en crisis en 1998, y Brasil en 1999,
con "ataques especulativos" y recesión brusca, afirmaron que sólo
era un problema de los "países emergentes". Pero ya eran manifestaciones
de una crisis más global del sistema.
¿Cuál fue el mecanismo que llevó al fantasma de la recesión
a entrar en la fortaleza "protegida"? La explicación nos la dio
el viejo Marx en El Capital: actuó la ley de tendencia decreciente
de la tasa de ganancia. El propio capital, en su permanente búsqueda
de beneficios y acumulación, después de un cierto lapso de tiempo
crea las condiciones para la crisis. El capital sólo invierte donde tiene
una rentabilidad apropiada.
Para eso necesita de una extracción de plusvalía sobre un determinado
volumen del capital aplicado en la producción en permanente expansión.
Pero sucede que la propia renovación e inversiones en maquinaria y tecnología
para aumentar la productividad vuelven más difícil mantener la
tasa de ganancia en alza, ya que para el capitalista lo que importa es la tasa
de retorno, la relación entre lo que él invierte para producir
y lo que él acumula vía ganancias. Si él tiene que invertir
C de capital para ganar G de ganancias, lo que importa es que
G/C sea creciente.
Si aumenta C por medio de la incorporación de nuevos equipos,
G tiene que aumentar aún mas para mantener la relación
al alza.
En la economía norteamericana actual, la tendencia a la caída
de la tasa de ganancia, antes contrarrestada por la ascendente succión
de plusvalía y saqueos, acabó por imponerse y agotarse por varios
motivos.
La propia composición orgánica del capital, ahora tremendamente
aumentada, exige cada vez más productividad (aumentar la explotación
del trabajo) para mantener la tasa de ganancia; al contrario de las fábulas
difundidas por el capital, los trabajadores norteamericanos no fueron "beneficiarios
del avance", sino que también pagaron el costo con la precarización
de la fuerza de trabajo de los inmigrantes ilegales a bajo precio. Mientras,
antes del 11 de septiembre, los trabajadores norteamericanos se sentían
fortalecidos y sobreviene un aumento del "costo unitario del trabajo" (en ese
sentido, fueron sintomáticos algunos acuerdos salariales, como el de
la empresa Delta Airlines en 2001 y de varias empresas telefónicas en
2000); la crisis comenzó cuando tanto la productividad como las ganancias
y la utilización de la fuerza de trabajo llegan a su límite máximo,
en el segundo trimestre de 2000.
La crisis de la "nueva economía"
Es un lugar común atribuir el crecimiento de la economía americana
a un nuevo "dios", las llamadas "nuevas tecnologías". Con ello lo que
se intenta esconder es el fundamento básico del capitalismo, que resulta
de las grandes masas de inversión en nuevas máquinas: la disminución
del tiempo socialmente necesario para la producción de mercancías,
que no es otra cosa que el incremento de la explotación de los trabajadores
(ley del valor).
Entre 1995-2000, las inversiones de las empresas productoras de las llamadas
IT (Tecnologías de la Información) crecieron a una media del 20%
al año, el doble que en el período 1987/95. Algunos cálculos
de la OCDE muestran que la utilización de nuevos equipos por parte de
las empresas alcanzó mas del 50% de la Formación Bruta del Capital
Fijo en 1995. Si lo comparamos con otros países imperialistas, como el
Reino Unido, esta cifra no sobrepasa el 13%, en Francia alcanzó el 20%4.
Los sectores donde esta gran inversión transformó completamente
la productividad fueron máquinas industriales y equipos, computadoras
y telecomunicaciones5. Las nuevas máquinas permiten al capital ser "mas
productivo", producir mas mercancías en menos tiempo, disminuyendo la
cantidad de horas incorporadas a la fabricación de cada producto.
Las grandes empresas, que consumían las nuevas máquinas, interrumpieron
los pedidos. En el año 2001 cayeron un 50% si lo comparamos con el mismo
período del 2000. Al paralizar las inversiones en máquinas y equipos,
todo el sector de IT entró en crisis, proceso que se extendió
a la especulación en bolsa de esas empresas. En la época de auge,
las empresas del área, en especial las nuevas que se proponían
concentrarse en Internet, se valorizaban un 100, 200 ó un 1000% en la
Bolsa. La situación se invirtió completamente, con una caída
del 50% en los pedidos de nuevas máquinas y equipos a las industrias.
El Nasdaq ya cayó casi un 60% entre marzo de 2000 y mayo de 2001. El
cuento de la "nueva economía" cayó por tierra y los trabajadores
empezaron a sufrir la crisis con los despidos.
La vieja economía
"No es solo la "nueva economía", la "vieja economía" también
está teniendo problemas", comentó el jefe de operaciones en un
comunicado del UBS Warburg, Arthur Cashin. El año 2000 representó
para las empresas automovilísticas un record de ventas: fueron 17,4 millones
de automóviles vendidos en el mercado de los EUA. En 1998 la industria
americana estaba produciendo, en términos cuantitativos, casi un 50%
mas que en 1992, año en que se inició la fase de expansión
actual del ciclo económico6. El problema para la economía
capitalista consiste en que bajar de estas tasas significa crisis.
A partir del segundo semestre de 2000 las empresas empiezan a reducir inversiones
en nuevos equipos y máquinas. El ciclo llegara a su cumbre. Y las grandes
empresas, al cortar nuevas inversiones, disminuyeron los encargos de nuevas
máquinas provocando una reacción en cadena en el conjunto de la
economía. Las repercusiones se produjeron en un primer momento en los
sectores vinculados a la producción de máquinas y equipos de alta
tecnología, pero rápidamente se extendieron al conjunto de la
economía. Este proceso condujo – hasta octubre de 2001- a la mayor caída
de la producción industrial desde 1940.
Los beneficios de todas las empresas entraron en caída libre. El 19 de
octubre la General Motors anunció una caída de los beneficios
del orden del 50% en relación al año 2000. La Ford declaró
un perjuicio de 692 millones de dólares y una reducción del 15%
de las ventas. Todos los sectores industriales siguieron el mismo camino.
Como expresión del hecho de que el nivel de explotación requerido
por el enorme volumen de capital acumulado era superior a la plusvalía
arrancada a los trabajadores, tiene inicio un proceso de desvalorización
de capitales7. En primer lugar, en el sector donde el proceso de acumulación
había sido mas dinámico, las industrias de equipos IT y, después,
en toda la producción industrial. En septiembre, el grado de utilización
de la capacidad instalada en la industria americana descendía a un 71,8%
según el FED8, llevando a despidos de mas de 1 millón de trabajadores.
Resultado: aumento en el número de despidos, que de junio del 2000 a
junio del 2001 llegó al 56%, reflejando la caída de las inversiones
en los sectores de equipos eléctricos y máquinas industriales,
que estuvieron a la cabeza de los ataques a los trabajadores.
El sector servicios
En los últimos 30 años los países industrializados asistieron
a un gran desarrollo del llamado sector de servicios, como resultado de la acumulación
de una masa de capital ocioso que crece constantemente y que no se contentó
simplemente son la tasa de beneficio media9. Ese sector representa como
media un 60% de la economía de los países de la OCDE. Mezcla sectores
productivos e improductivos de la economía y distorsiona las cuentas
nacionales. Por eso la recesión no viene necesariamente con un crecimiento
negativo del PIB. En los años de 1975, 1982 y 1992, el PIB de la economía
mundial creció respectivamente 1,9%, 1,2% y 1,4%10.
Los sectores no productivos de la economía, cuando la producción
industrial ya estaba en caída, aún no reflejaban la envergadura
de la crisis, lo que permitió a los economistas burgueses no hablar de
recesión hasta que el PIB no empezó a mostrar una caída
sustancial. Mientras la profunda caída del capital productivo arrastra,
mas pronto o mas tarde, a todos los sectores auxiliares del capital, tanto los
vinculados a la reproducción (sistema financiero) y circulación
(comercio y telecomunicaciones), como a los servicios en general, como en el
caso de la industria del ocio.
Tal vez en esos sectores los atentados hayan precipitado la crisis. El endeudamiento,
que es superior a la media general con una perspectiva de beneficios menores,
pronosticaban tiempos mas sombríos. La quiebra de la compañía
aérea belga Sabena indica el camino de esas empresas. Es el mismo
caso de las empresas de telecomunicaciones. En Europa, la deuda de estas empresas
llega a niveles asombrosos (mas de 180 billones de euros) y todos los nuevos
proyectos de inversiones en el sector fueron paralizados. El índice que
mide la expansión del sector de servicios de la Unión Europea
presenta una desaceleración del 51,7% respecto a 2000, esto antes de
los atentados.
En los EUA la publicación del índice de actividades no industriales
de la Asociación Nacional de Directores de Compras (NAPM) indica un retroceso
en octubre de 40,6% después de una caída del 52% en septiembre.
Así las cosas, el PIB de los EUA caerá entre 0,4 y 3% en el segundo/tercer
trimestre de 2001.
Una recesión mundial
El resto del mundo acompaña el mismo proceso. El FMI prevé que
la producción industrial mundial presentará una contracción
de – 6% en el año 2001 y el comercio mundial, después de haber
crecido un 12% en el 2000, caerá hasta un 1,3% en el 2001. Reflejando
la caída en la producción, la economía mundial, después
de crecer un 4% en 2000, crecerá menos del 2% en el 2001.
La gran cuestión es como retomar las inversiones y el camino de la acumulación
de capital.
A nivel mundial, la UNCTAD prevé una caída del 40% en las inversiones
extranjeras este año y la consultora KPMG apunta a una bajada mayor,
del 58%. Lo cierto es que la repercusión en las economías dominadas
ya es visible; la recesión en Argentina, México y el sudeste asiático
ya es una realidad reconocida por la OCDE11.
La política anticrisis y sus efectos en el proceso recesivo
Tanto la resolución como la profundización de la crisis resultará
de la pugna entre varias tendencias: de un lado, la ofensiva imperialista para
profundizar la explotación de su propia clase obrera y de los pueblos
del planeta sometidos al pillaje imperialista. De otro, la tenaz resistencia
del proletariado reduce los márgenes de maniobra del capital, pues no
hay otra forma de superar la crisis que no sea aumentando la explotación
de los trabajadores y de los países periféricos. Parte de este
proceso son las políticas de Bush, y el refuerzo del Estado americano
después de los atentados, un factor que juega en la dirección
contraria a la profundización de la crisis.
No obstante, para que la intervención estatal sea efectiva, la devaluación
de los capitales en las principales ramas industriales debe ir acompañada
de un incremento de la explotación del trabajo. Ello debe ocurrir de
manera simultánea para poder detener la caída de la tasa de beneficio.
Cuanto más se demore ese mecanismo en producir resultados propiciará
la actuación de otras tendencias que actúan en el sentido de profundizar
la crisis. De ahí la importancia de la intervención del estado
imperialista en el sentido de evitar que se precipite la crisis en el sistema
de crédito, facilitar la explotación de los trabajadores y enderezar
las relaciones entre los estados al servicio de su política anticrisis.
A continuación nos ocuparemos de este tema.
Contaminación del sistema financiero norteamericano
La caída de las tasas de interés en las economías americana
y europea tiene objetivos bien claros: estimular las inversiones productivas,
reducir la carga de la deuda de las empresas y familias y mantener en funcionamiento
la especulación en Bolsa. A pesar de que la tasa de interés llegó
al nivel mas bajo desde 1962, y que aún tiende a caer más, la
cuestión está en cuáles son los límites de esa política
para evitar la recesión. En términos estrictamente económicos,
la posibilidad de que la crisis en los EUA se traslade al sistema de crédito
abre la posibilidad de una profudización de la recesión.
Pero en lo que respecta a ese importante factor, la economía estadounidense
no está en su mejor momento:
a) El endeudamiento de las empresas y de las familias alcanzó el 150%
del PIB norteamericano.La caída del valor de las compañías
en la Bolsa aumenta la desproporción entre la deuda y el patrimonio (activos)
de las empresas. Sobre eso dice la revista The Economist: "Usando las últimas
proyecciones de la oficina del Presupuesto del Congreso (...), el déficit
del sector privado se elevaría al 8% del PIB en el 2006, con un continuo
aumento en gran escala de la deuda. Eso claramente es insostenible." Cada
vez más las empresas precisan de años de producción rentable
para garantizar sus deudas. Eso lleva a retrasar la recuperación de la
tasa de beneficio. Por otro lado, las pérdidas y caídas de beneficios
pueden hacer que gran parte de esos créditos se transformen en impagables,
lo que llevaría a una quiebra generalizada de los bancos y a una caída
mayor de los beneficios de las empresas.
b) Los Estados Unidos debían al mundo el 4,5% de su PIB en 2000 como
resultado del déficit de cuenta corriente, estimado en 435.400 billones
de dólares12. Hasta ahora ese déficit era fácil de financiar.
Una combinación de dólar fuerte con la especulación bursátil
y beneficios crecientes de las empresas, determinó un fuerte flujo de
capitales para los EUA.
La caída en los beneficios, si llega a ocasionar un crash en la
Bolsa de las empresas mas sólidas, puede provocar la fuga de esos capitales.
Por eso Alain Greenspan debe definir los intereses de la FED con un ojo en la
Bolsa, en el crédito de las empresas (que lo empuja hacia abajo), y el
otro en las tasas que remuneran la aplicación de capital en los EUA,
en comparación con las practicadas en Europa (si baja demasiado puede
provocar una fuga). Esta "coordinación" expresa el sentido profundo de
la unidad imperialista, con los intereses económicos de los distintos
bloques imperialistas reposando sobre la "salud" de la economía americana.
Así las cosas Greenspan alertaba13 de la vulnerabilidad del sistema
financiero de los EUA frente a la desaceleración económica. La
salud de los bancos se estaría deteriorando y la falta de créditos
puede comprometer el crecimiento. De hecho, los llamados "créditos
podridos" del sistema bancario americano, según la revista Business
Week, se duplicaron en los últimos 12 meses, llegando a 192 billones
de dólares.
¿Hasta donde puede llegar la tasa de beneficio para reactivar las inversiones?
Como indicaba Graham Turner, de GFC Economics de Londres, es necesario que
las tasas de beneficios reales lleguen a niveles negativos. Si los beneficios
de las empresas mantienen la tendencia a la caída, llegará un
punto en que por mucho que caigan los intereses no tendrá efecto sobre
la recuperación de las inversiones dentro del ciclo.
El hecho es que las tasas de interés no tienen el poder milagroso que
los economistas quieren otorgarle. Greenspan no tiene ninguna varita mágica.
Su margen de maniobra está completamente determinado por la marcha de
la economía y, en particular, por la marcha de la tasa de beneficio.
La tasa de interés no deja de ser la parte de los beneficios generales
de la que se apropia el capital bancario. Y si esa tasa de beneficios desciende,
también debe descender la tasa de interés, bajo riesgo de profundizar
la crisis. Greenspan está sentado en el filo de la navaja. El ejemplo
japonés es ilustrativo. En Japón, desde 1995, debido a la deflación,
la tasa de interés es negativa y, no obstante, el capitalismo japonés
es incapaz de superar la larga crisis en la que está inmerso.
Por eso la deflación es el principal riesgo de las economías imperialistas14.
La inflación calculada para el próximo año está
considerada como la más baja de los últimos 50 años.
Aunque los EUA no sufran precios negativos, esta no es la realidad en Japón,
Hong Kong o China.
La moratoria declarada por Argentina es una alerta. Aunque la caída en
la tasa de interés disminuya el efecto global del pago de los servicios
de la deuda sobre el conjunto de la economía de estos países,
la recesión en marcha neutraliza este efecto. En general, una parte de
estos países equilibran sus cuentas con inversiones extranjeras. La drástica
reducción de esas inversiones (-40%), la caída en el valor de
la exportaciones, por la bajada de los productos primarios, puede llevar a otros
crisis de pagos, obligando a los bancos a bajar aún mas sus beneficios
y retener los nuevos préstamos.
¿Nostalgia de Keynes o de Reagan?
Antes del inicio de la guerra, la política anticrisis estaba basada en
el recorte de las tasas de interés por parte de la FED y en la tentativa
del gobierno Bush de ampliar el recorte de los impuestos y aumentar los gastos
militares. La caída de la inflación indica que la recesión
puede ser mas profunda de lo que aparenta.
En mayo de este año, el Congreso americano votó un recorte en
los impuestos de 40 billones de dólares, lo que fue considerado insuficiente
por las grandes corporaciones. El "estado de guerra" votado por el Congreso
y el refuerzo bonapartista del mayor país imperialista del mundo resuelve
la polémica.
Y esto no afecta solamente a la guerra colonial que se entabla en Asia Central.
Sus repercusiones van mucho mas allá. Reforzado, como declara Bush, "por
una guerra larga que exigirá el sacrificio del pueblo americano",
los EUA actuarán de acuerdo con su función: garantizar, en
política exterior, la explotación de los pueblos coloniales, en
defensa de las transnacionales norteamericanas e, internamente, la explotación
del proletariado norteamericano15.
El refuerzo de la política anticrisis aceleró todas las medidas
que estaban comprometidas antes de la "guerra". El paquete de estímulo
fiscal representaba únicamente el 0,6% del PIB de los EUA; después
del 11 de septiembre, el total del recorte de impuestos seguido de las "ayudas"
a las empresas afectadas, sumado a los anteriores, llega (hasta donde se sabe)
a 400 billones de dólares, el 4% del PIB16.
El gran impulso, sin embargo, está en el aumento de los gastos militares.
Siguiendo los pasos de otro "cowboy" que ocupó la Casa Blanca, Bush evidencia
la profunda relación entre imperialismo y militarismo. Después
de la recesión de los años 81/82, Reagan elevó los gastos
militares que estaban en el 5,8% del PIB en 1984 llegando hasta el 6,3% en 1989.
Su función básica fue absorber el "exceso de capacidad", evitando
que estos capitales forzosamente entrasen en el circuito del conjunto de la
economía, los llamados "gastos improductivos"17.
En el auge del aumento de presupuestos militares de los años 80 las industrias
invirtieron un 6% en máquinas y equipos. Cuando en 1997 estas inversiones
alcanzan su punto mas bajo de la posguerra (3,6% del PIB), las industrias pasaron
a invertir un 12% en maquinaria, el doble del período anterior.
Magdoff explica como los gastos militares representan un estímulo
para la demanda de máquinas y equipos. Antes de la guerra de Vietnam,
el 36% de la producción industrial de maquinaria (bienes duraderos) era
adquirida de forma directa o indirecta por el gobierno federal18.
Por tanto, la elevación del déficit público fue uno de
los ejes de la política de Reagan. Eso explica el fortalecimiento del
poder del gobierno central y la profunda relación entre el parasitismo
imperialista y la destrucción. El espectáculo de horror que presenciamos
en Afganistán es parte de la "válvula de escape" de la superproducción
de capitales.
Afganistán no es más que el comienzo de la guerra contra el
terrorismo, dijo Bush. Su política es irreversible.
Desatada la crisis, el Estado imperialista muestra sus garras. Ningún
otro presidente desde Roosevelt tuvo tantos poderes como Bush, lo que da la
dimensión de la crisis para la clase dominante americana.
Reagan fue la tragedia, ¿será Bush la farsa? Recesión y depresión:
las bases para un salto cualitativo en la crisis
La hipótesis de una evolución desde la recesión hacia la
depresión lleva a comparaciones con la crisis del 29, que fue una crisis
clásica de superproducción de capitales y la más intensa
vivida por el capitalismo. Después del gran crack (de Wall Street)
vino la gran depresión, que duró –con variable rigor- diez años.
En 1933, el PNB fue aproximadamente inferior en una tercera parte al de 1929.
Hasta 1937, el volumen físico de la producción no alcanzó
los niveles de 1929. Hasta 1941, el valor de la producción en dólares
fue menor que en 1929. Entre 1930 y 1940, sólo en una ocasión
–1937- el número de desempleados bajó de 8 millones19.
¿Cuál de los escenarios de la recesión actual podría inducir
a un salto cualitativo en la crisis camino hacia la depresión? Reproducimos
abajo20 los hechos económicos que podrían caracterizar una crisis
de intensidad superior, cuyo desarrollo temporal abarcaría en torno a
diez años, tiempo que duró la última depresión conocida:
1. Un desmoronamiento de la Bolsa de Nueva York –del índice Dow Jones
de la "vieja economía"-, con el formato del desmoronamiento ya ocurrido
en la Nasqad de la "nueva economía";:
2. Crisis en el crédito público americano y una consecuente y
rápida desvalorización del dólar; 3. Gran desvalorización
del yuan chino, coincidiendo con una generalización de devaluaciones
competitivas (política de "arruinar al vecino") entre las grandes economías;
4. Paralización del comercio internacional, crisis del mercado del petróleo;
5. depresión industrial en el G7; 6. Aumento del desempleo en el G7 en
tasas por encima del 20% de la población económicamente activa,
etc.
Si tomamos en cuenta sólo los determinantes económicos que podrían
caracterizar el paso de la crisis actual a la depresión, diríamos
que en absoluto es una hipótesis descartable.
Hasta sectores de la prensa imperialista que no pueden ser tachados de "catastrofistas"
trabajan con esa posibilidad.
El índice Dow Jones cayó mas de un 40%; es un índice modesto
si lo comparamos al 85% en los tres años posteriores al crack del 29.
Sin embargo, también es verdad que los mecanismos de protección
para impedir una caída brusca evitaron el derrumbamiento21.
También el llamado "exceso de liquidez" de los fondos, del orden de 2,25
trillones de dólares, disponibles en efectivo, un 22% superior que en
2000, mantienen la "bicicleta pedaleando".
Uno de los elementos fundamentales que impulsaron la depresión del 29
fue la explosión del sistema bancario. Entonces, en la década
de los 20, el sistema bancario americano estaba fragmentado en más de
un centenar de bancos regionales que entraron en quiebra en cadena, profundizando
aún mas la deflación. Hoy el sistema de crédito está
concentrado en grandes bancos y el sistema de "protección estatal", que
"socializa las pérdidas", está mas desarrollado22.
La expresión de la crisis siempre se relaciona con un hecho de grandes
proporciones, una caída brusca de Wall Street, la quiebra de un banco
o una empresa importante, pero su esencia está en la caída de
la tasa de beneficio. Y la principal alerta fue hecha por el índice Stander
& Poor: los beneficios de las 500 grandes empresas americanas cayeron un
30% en el 2001, el mayor descenso desde 1930. Esta es la clave de todo el problema:
el tiempo necesario para que se recupere la tasa de beneficio.
Y aquí reside la diferencia cualitativa con la crisis de los 30:
su naturaleza fundamentalmente política y no económica. Como señalara
Trotsky: "La famosa crisis de 1930-33 dividió la historia de los Estados
Unidos porque suscitó un cambio de orientación en los objetivos
espirituales y materiales de tal magnitud que la vieja doctrina Monroe de "América
para los americanos" fue superada por una nueva doctrina "el mundo para los
americanos"23.
Por eso quien hable de la globalización como algo independiente de la
acción del Estado burgués no entenderá absolutamente nada
de lo que ocurre y de lo que ocurrirá en los próximos meses. Aquí
el sentido del concepto de imperialismo desarrollado por Lenin gana todo su
significado, en oposición a los que teorizan una globalización
sin rostro y cuyo "poder" pasó de los Estados a los "organismos multilaterales".
Toda recesión desencadena una lucha feroz entre las empresas por los
mercados y las materias primas; el capital se centraliza aún mas con
las quiebras y adquisiciones. Es la forma con que la anarquía típica
del modo de producción capitalista impone su lógica de salida
de la crisis. Y, en la base de todo, está el aumento de la explotación
del proletariado a escala planetaria y las fricciones entre sectores del capital.
Este proceso actuó de forma distinta en cada una de las crisis mundiales;
el papel de los Estados imperialistas en la conducción de la crisis y
la forma que tome la lucha de clases, a partir de la guerra en Asia Central,
tendrá profundas repercusiones. Así, todos los pronósticos
en el actual estadio de la crisis deben ser alternativos, o sea, ahora la política
pasar a ocupar el puesto de mando.
Las relaciones internacionales entre los Estados burgueses hoy marca son sensiblemente
distintas a las del año 29. Después de la destrucción causada
por la Primera Guerra, los años 20 conocieron una fuerte aceleración
de la economía mundial. Ante el debate sobre la duración de este
crecimiento económico y las perspectivas de la economía mundial,
Trotsky pronosticaba que "después de las primeras conquistas, este
boom entra en colisión con las trincheras económicas cavadas antes
de la guerra"24.
Esas "trincheras" eran las diversas políticas proteccionistas de
cada uno de los países imperialistas que aumentaron todas las tarifas
de importación y realizaron "devaluaciones competitivas" de sus monedas
con el objetivo de aumentar el "poder de fuego" de sus exportaciones, lo
que limitaba la capacidad de importar y exportar, colaborando a incrementar
la sobreproducción de capitales.
La acumulación de capitales ocurrida en los años 90 se da en un
ambiente radicalmente distinto. La ofensiva neoliberal destruyó todos
los vestigios de proteccionismo; los países periféricos fueron
sometidos a un verdadero proceso de recolonización, con la desnacionalización
de sus economías. El capital alcanzó un nivel de centralización
a escala mundial que le permite un margen de maniobra superior para enfrentar
la crisis. Por eso, los editoriales de la prensa imperialista felicitaban el
resultado de la reunión de la OMC:
imprescindible para ahuyentar los riesgos del proteccionismo y reforzar las
expectativas en la recuperación económica25.
Los lazos entre las economías de los bloques imperialistas ganaron una
dimensión inusitada.
Así, mas aún que los índices económicos, lo que
determina la dinámica de la crisis será la forma en que los antagonismos
económicos se resolverán entre los distintos imperialismos,
si éstos llegaran a cuestionar el actual sistema económico mundial.
La guerra y la unidad imperialista
En los últimos años ganó espacio la tesis de que los imperialismos
europeos agrupados en la UE podrían hacer frente a la hegemonía
norteamericana, pues su papel de potencia militar y garante de la seguridad
de Europa ya no tenía la misma importancia que en el período de
la Guerra Fría. El lanzamiento del euro afianzaba una nueva relación
entre los imperialismos del viejo continente, donde la disputa fue sustituida
por la "cooperación" para enfrentar a los EUA y a Japón.
Nada como la realidad para tirar por tierra los sueños dorados de la
unificación de Europa.
La guerra y la recesión trajeron la lógica del "sálvese
quien pueda". La propia burguesía europea lo reconoce: el momento
está mostrando una UE paralizada en lo diplomático y dividida
en lo económico, un hecho de alto riesgo hoy26.
Mientras que los EUA dedicaban 15 billones de dólares para salvar sus
compañías de aviación, la Comisión Europea no llegaba
a un acuerdo de cómo utilizar el presupuesto comunitario para salvar
sus empresas. En palabras de la comisaria de transporte, el problema está
en que será necesaria una reconversión y una concentración
del sector; sólo unas pocas empresas del sector sobrevivirán.
La cuestión está en quién sobrevivirá; Lufthansa
jamás permitirá que los marcos que engordan la caja comunitaria
sirvan para salvar a sus competidoras. Y este no es solo un problema de las
empresas aéreas. La concurrencia y centralización de los capitales
enfrentará una vez mas a los capitales europeos y sus Estados.
La guerra dejó a las principales instituciones europeas sin función.
Las principales decisiones fueron tomadas en el comedor del portaviones americano
anclado en el norte de Europa, más conocido como Inglaterra. Y en este
club pocos tenían invitación para entrar.
En tiempos donde los aviones se resisten a salir de los telediarios, el economista
jefe de Goldam Sachs sintetiza el descalabro: en este momento, en la zona
euro tenemos al piloto y al copiloto discutiendo en la cabina del avión27.
Después del 11 de septiembre podríamos decir que no es un elogio.
La política exterior común de la UE (PESC) no existió en
esta guerra; cada uno de los Estados por separado intentaba directamente participar
en la agresión para lograr su propio espacio en el expolio. El resultado
de esta guerra colonial refuerza la presencia de los EUA en Asia Central y el
aumento de su control sobre una de las reservas de materias primas más
vastas del mundo. Su consecuencia inmediata es reforzar el papel de los americanos
como garantes del abastecimiento de petróleo a Europa. Esto deja el campo
libre para que el sistema financiero norteamericano y sus finanzas públicas
administren con libertad la masa de petrodólares en gran parte procedentes
de consumidores y empresas europeas, en palabras de un comentarista.
La fuerte presencia de las multinacionales norteamericanas en suelo europeo,
la importancia de las exportaciones alemanas hacia el mercado norteamericano,
indican que el comportamiento de los principales países imperialistas
no derivará en una política proteccionista. Salvo que ocurra una
hecatombe, el refuerzo de la unidad imperialista bajo control de los EUA indica
que la posibilidad de ruptura en el sistema económico mundial, que llevaría
consigo un incremento de la deflación, no es la hipótesis más
probable.
Y si la guerra es la continuidad de la política por otros medios,
sus objetivos designan los intereses de clase. Los acuerdos alcanzados entre
Bush y Putin en Crawford sellan la alianza entre las petroleras rusas y americanas
en el Caspio. Irán consolida el giro de la "burguesía del Bazar"
en dirección a los brazos del imperialismo y después de Afganistán
probablemente le llegue el turno de Irak. El imperialismo no admitirá
ningún Estado políticamente independiente.
China acaba de firmar el acuerdo que acabará privatizando sus empresas
estatales y abriendo sectores fundamentales de su economía, como las
telecomunicaciones y la energía. El hambre volverá a ser parte
de la vida de los campesinos con la apertura para la importación de alimentos
y las "reformas" en la propiedad de la tierra. La tendencia es buscar la destrucción
de todas las "trincheras", acelerar el ALCA, el área de libre comercio
en el Este de Asia y la nueva ronda de la OMC señala la política.
La apertura económica y el grado de centralización y concentración
de los capitales, en manos de multinacionales, facilita la destrucción
de capitales en la periferia del sistema antes de que sea necesario recurrir
a su destrucción en el centro.
El tamaño de la superproducción definirá el tiempo de recuperación
de la tasa de beneficio, desde que las medidas anteriores cumplan su papel.
Pero todas esas medidas tendrían un efecto reducido si se dan con una
fuerte resistencia del proletariado mundial, que dificultase la recuperación
de la tasa de beneficio a tiempo de evitar que las otras tendencias de profundización
de la crisis tomen cuerpo –deflación y crisis del sistema de crédito-
incidiendo sobre la unidad imperialista y socavando el sistema a partir del
centro.
En la lucha que se abre, el imperialismo tiene una gran ventaja. Se engañan
los que piensan que esta ventaja se reduce a sus aviones de bombardeo. En los
momentos de crisis lo que decide es una dirección centralizada y una
política decidida. Es justamente lo que le falta a la clase trabajadora.
La resistencia, los éxitos y los fracasos del proletariado, en última
instancia, determinarán la forma, el ritmo y la dinámica de la
crisis. En la base de todo está el hecho de que el capital en última
instancia es una relación social y no conoce otra forma de salir de la
crisis que no sea aumentando la explotación del proletariado.