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Otra izquierda (anticapitalista y alternativa) es posible
Raúl Camargo, Concha Denche y Jaime Pastor
Espacio Alternativo
Ante el III Encuentro Confederal de Espacio Alternativo
La celeridad de los acontecimientos que se suceden en el mundo hace difícil
llegar a interpretaciones y respuestas a la altura de los retos que plantean,
especialmente cuando éstas se exigen a una izquierda cada vez más
desconcertada ante la obstinación en la defensa de sus intereses de los
poderosos y frente a las nuevas formas de "insolencia" de los desposeídos.
No obstante, haciendo un esfuerzo por describir sintéticamente el paisaje
que nos ofrece la realidad, podríamos definir el panorama internacional
con estos grandes rasgos: si por un lado Seattle, Génova, los dos Porto
Alegre y, sobre todo, Argentina han ido cuestionando la "globalización"
neoliberal y han revelado la emergencia de un "movimiento de movimientos" capaz
de deslegitimar aquélla, por el otro los atentados del 11-S y la "guerra
global" iniciada en Afganistán el 7-O marcan la contraofensiva de la
superpotencia estadounidense frente a la evidencia de su vulnerabilidad, disponiéndose
así a relegitimar un capitalismo cada vez más injusto y militarista
en nombre de la defensa de unas libertades cuyo ejercicio se ve amenazado en
nuestros propios países.
No se trata, desde luego, de sostener que nos encontramos ante una situación
de equlibrio entre ambas fuerzas, ya que todavía la balanza se inclina
a favor del bloque transnacional dominante. Quizás sea el conflicto palestino-israelí
el foco en el que se reflejan más trágicamente la doble moral
de "Occidente" y la falacia de su superioridad frente a otras culturas; pero
es también ahí donde se comprueba la debilidad de un movimiento
de solidaridad internacional que ponga freno al genocidio cotidiano. Nos encontramos
así ante una bifurcación histórica en la que nos vemos
emplazados ante la necesidad de optar entre seguir el rumbo actual hacia un
"barbarismo" globalizado -en la expresión empleada por Istvan Meszaros-
o, por el contrario, forzar un cambio radical hacia un nuevo proyecto de sociedad
y de civilización.
Ante ese escenario la mayoría de las formaciones de izquierda ha sido
cogida de sorpresa ante la fuerza que está adquiriendo la protesta popular
en muchos países y frente al escaso margen de reformismo que les ofrece
la autoafirmación del neoliberalismo en su cara más "dura". Recientemente,
en un periódico de gran tirada aparecía un artículo de
opinión sobre la crisis de la socialdemocracia que no podía ser
más patético: en él se reconocía que se estaba produciendo
un "divorcio de legitimidad" entre los representantes políticos, por
un lado, y los movimientos sociales emergentes, por otro; a continuación
se pedía, nada más y nada menos, que "la socialdemocracia, si
quiere jugar ahora bien sus bazas, tendrá que romper con toda su historia
pasada y virar hacia un internacionalismo verdadero". Semejantes diagnóstico
y propuesta, viniendo de uno de los entusiastas seguidores de Giddens, no hacen
más que confirmar hasta qué punto las elites "social-liberales",
sobre todo allí donde han gobernado o todavía gobiernan, se han
ido asociando a un neoliberalismo global que ahora se permite avanzar abiertamente
por una "cuarta vía": la que hoy tiene en Berlusconi, Aznar y Blair y
sus respectivas "empresas-Estado" autoritarias y xenófobas las vanguardias
europeas dispuestas a "americanizarse" a ritmos acelerados.
Y sin embargo cada vez son más las gentes que se mueven y, con ellas,
una nueva generación que parece estar poniéndose en marcha frente
a un mundo que le niega el futuro. El pronóstico de la gran prensa financiera,
según el cual el movimiento "antiglobalización" no iba a poder
resistir los efectos del 11-S, se ha visto desmentido con el éxito del
II Foro Social Mundial de Porto Alegre y con la solidaridad mostrada con el
pueblo argentino. Tampoco hay garantías de que, tras el fracaso de las
ilusiones en la "nueva economía" y el escándalo de Enron, el nuevo
"keynesianismo militar" estadounidense se convierta en motor de una nueva fase
de crecimiento que, en cualquier caso, redundaría en beneficio de una
minoría dispuesta a hacernos olvidar que las conquistas sociales alcanzadas
en los países del "Centro" son derechos a reivindicar y a generalizar
para el conjunto de la Humanidad.
La reconstrucción de la izquierda debería pasar prioritariamente
por reconocer el protagonismo que a escala internacional está adquiriendo
ese "movimiento de movimientos" enormemente plural que desafía tanto
el orden neoliberal como el actual proceso de "desdemocratización" (Schmitter
dixit), acelerado tras el 11-S en nombre del "antiterrorismo" y de la "seguridad".
Ese movimiento encierra un potencial anticapitalista y una dinámica de
autoorganización que están teniendo en Argentina su referencia
y a cuya evolución tenemos que seguir atentos para aprender y contribuir
a que su lucha no quede aislada por los grandes ricos de Davos-Nueva York y
sus organizaciones internacionales.
Porque ya no es posible pensar en el eje partido-sindicatos como palanca principal
para la recomposición de la izquierda, como tampoco lo es soñar
con una regeneración de la socialdemocracia o, en fin, con el nominalismo
de unos partidos "comunistas" que en su interior siguen sin resolver la contradicción
entre la nostalgia de un pasado político y cultural difícilmente
disociable del fracasado "socialismo real" y su voluntad de confluir con lo
"nuevo" mediante una autorreforma inconclusa. En el mejor de los casos, sectores
de éstos últimos podrán ser parte de un nuevo proyecto
anticapitalista pero ya no pueden aspirar a ser el "motor" o la "vanguardia"
del mismo.
Por eso, sin autoproclamaciones ni sectarismos, debemos esforzarnos por que
desde el "movimiento de movimientos" vaya emergiendo una nueva izquierda que
tiene que ser anticapitalista -ya que, aunque no negamos la importancia de la
lucha por demandas y reformas parciales, éstas no podrán liberarnos
de un sistema basado en la explotación e intrínsecamente injusto-
y alternativa -dispuesta a reinventar un socialismo emancipador de todas las
opresiones y garante de la supervivencia futura de la humanidad y de toda forma
de vida en el planeta-, capaz también de innovar en sus formas de organización
y de democracia participativa y de mostrar en sus formas de lucha -con el retorno
a primer plano, junto a la huelga y la manifestación, de la desobediencia
civil- la coherencia entre los fines y los medios que propugna. Esa otra izquierda
necesaria no tiene por qué despreciar el esfuerzo por lograr una representación
institucional e incluso por gobernar allí donde tenga la fuerza social
y el peso electoral suficientes, como puede ser el caso de Brasil en un futuro
cercano; pero, si quiere evitar las metamorfosis sufridas por la mayoría
de la izquierda en el siglo pasado, tendrá que partir de la centralidad
de los movimientos sociales y de la reconstrucción de un nuevo movimiento
obrero dispuesto a desafiar al poder del capital en todos los ámbitos
en los que extiende su dominio.
En el Estado español partimos todavía de unas condiciones especialmente
difíciles, heredadas de las frustraciones políticas y las derrotas
sufridas desde una transición política iniciada con la reforma
pactada del franquismo. La izquierda política se encuentra hoy, además,
más debilitada y fragmentada si cabe que en decenios anteriores. No obstante,
también aquí estamos empezando a compartir el desarrollo de una
nueva subjetividad colectiva dispuesta a hacer visibles las polarizaciones y
los conflictos latentes que atraviesan nuestra sociedad. Por eso el III Encuentro
Confederal de Espacio Alternativo, que se celebra los próximos días
2 y 3 de marzo, tiene como propósito intentar dar respuesta a preguntas
como éstas: ¿cómo contribuir a construir un "movimiento de movimientos"
decidido a confluir con el que se desarrolla en Italia, en Europa y en otras
partes del mundo?; ¿cómo buscar la confluencia con aquellos colectivos
y personas que aspiren a reforzar una izquierda anticapitalista y alternativa,
roja, verde, violeta y respetuosa de la realidad plurinacional y pluricultural?;
¿cómo construir Espacio Alternativo como organización autónoma
para que sirva mejor a esos fines, redefiniendo en ese marco nuestro trabajo
de corriente en Izquierda Unida?