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Dennis J. Kucinich
Ofrezco hoy estos breves comentarios como una oración por nuestro país.
Con amor a la democracia. Con amor a nuestro país. Con esperanza en nuestra
nación. Con la creencia de que la luz de la libertad no puede extinguirse
mientras permanezca dentro de nosotros. Con la creencia de que las campanas
de la libertad resuenan en una democracia cada vez que hablamos libremente.
En el entendimiento de que la libertad despierta el corazón humano y
el miedo lo paraliza. Con la creencia de que un pueblo libre no puede caminar
en el miedo y la fe al mismo tiempo.
En el entendimiento de que existe una verdad más profunda, que se expresa
en la unidad de Estados Unidos. De que, implícita en la unión
de nuestro país, está la unión de toda la gente. De que
toda la gente es esencialmente una. En el entendimiento de que el mundo está
interconectado, no sólo en el ámbito económico, comercial,
de comunicaciones y transportes, sino intrarrelacionado mediante la conciencia
humana, el corazón humano, el corazón del mun-do, mediante el
simple impulso y anhelo de ser y respirar libremente.
Ofrezco esta oración para Estados Unidos. Oremos por que nuestra nación
recuerde que la promesa de democracia se hizo paralelamente a la lucha por los
derechos civiles. Por esto debemos rechazar la lógica del Acta Patriótica
y preguntarnos por qué Estados Unidos tendría que poner de lado
las garantías de la justicia constitucional.
¿Cómo podemos justificar que se cancele la Primera Enmienda y el derecho
a la libertad de expresión y a la asociación pacífica?
¿Cómo podemos justificar que se cancele la Cuarta Enmienda y la prohibición
de realizar búsquedas y detenciones injustificables? ¿Cómo podemos
justificar que se cancele la Quinta Enmienda, en inconformidad con el debido
proceso y permitiendo la encarcelación sin previo juicio? ¿Cómo
podemos justificar que se cancele la Sexta Enmienda y el derecho a un juicio
inmediato y público? ¿Cómo podemos cancelar la Octava Enmienda,
que protege del castigo cruel e inusual?
No podemos justificar las órdenes de intervenir teléfonos y vigilar
la comunicación electrónica sin supervisión judicial, ya
no se diga con ella. No podemos justificar que se investigue a las personas
de manera secreta sin una orden judicial. No podemos justificar que se le otorgue
al fiscal de la nación la capacidad de designar a los grupos terroristas
internos. No podemos justificar que se le dé a la FBI acceso total a
cualquier tipo de datos que puedan existir en cualquier sistema donde sea, como
los registros médicos y financieros. No podemos justificar que se le
permita a la CIA señalar a personas que deben ser vigiladas. No podemos
justificar a un go-bierno que nos quita nuestro derecho a la privacidad y pretende
reservarse el derecho de mantener en secreto total sus propias operaciones.
Recientemente el fiscal de la nación cubrió la estatua de la justicia,
la cual mostraba su busto, como subrayando que actualmente no existe el riesgo
de que la justicia quede expuesta. Oremos por que el miedo no logre vencer a
los líderes de nuestra nación.
Hoy prevalece un enorme miedo en nuestro gran Capitolio. Debemos comprender
esto antes de plantearnos las deficiencias del Congreso en la coyuntura actual.
El gran miedo comenzó cuando tuvimos que evacuar el Capitolio el 11 de
septiembre. Continuó cuando tuvimos que desalojar el Capitolio nuevamente,
ante una amenaza de bomba que ocurrió mientras algunos miembros conversaban
con la CIA durante una reunión secreta. Siguió cuando abandonamos
Washington luego de que el ántrax, posiblemente proveniente de un laboratorio
gubernamental, llegara por correo. Continuó cuando el fiscal de la nación
declaró alerta nacional y luego la administración presentó
el Acta Patriótica ante el estrado de la Cámara. Continuó
con la revelación de los videos de Osama Bin Laden al mismo tiempo que
el presidente anunciaba el retiro del tratado ABM (Misiles Antibalísticos).
Permanece en el acordonamiento del Capitolio. Está presente en los guardias
nacionales armados y camuflajeados de civiles que saludan diariamente a los
miembros del Congreso a su entrada al Capitolio. Está presente en el
laberinto de barreras de concreto por las que debemos pasar cada vez que vamos
a votar.
Los símbolos que acompañan al estado de sitio nos tienen atrapados
en un estado de miedo, mal equipado para tratar con los juegos patrióticos,
los juegos mentales, los juegos bélicos de un presidente y un vicepresidente
no electos. Oremos por que nuestra nación detenga esta guerra. "Promover
la defensa común" es uno de los principios fundadores de Estados Unidos.
Nuestro Congreso dio al presidente la habilidad de responder a la tragedia del
11 de septiembre. Respondimos a los que provocaron el terror el 11 de septiembre.
Pero nosotros, el pueblo y nuestros representantes electos, debemos reservarnos
el derecho de medir la respuesta, darle proporción, cuestionarla y corregirla.
Porque nosotros no autorizamos la invasión a Irak. No autorizamos la
invasión a Irán. No autorizamos la invasión a Corea del
Norte. No autorizamos el bombardeo de civiles en Afganistán. No autorizamos
las detenciones permanentes en la bahía de Guantánamo. No autorizamos
el retiro de la Convención de Ginebra. No autorizamos que los tribunales
militares suspendieran el debido proceso y el habeas corpus. No autorizamos
los es-cuadrones asesinos. No autorizamos el regreso del Programa de Contrainteligencia
Interna. No autorizamos el rechazo de la Carta de Derechos. No autorizamos la
revocación de la Constitución. No autorizamos las credenciales
de identidad nacional. No autorizamos que los ojos de Big Brother escudriñaran
desde cámaras repartidas a lo largo y ancho de nuestras ciudades. No
autorizamos el ojo por ojo.
Tampoco pedimos que la sangre de los inocentes que perdieron la vida el 11 de
septiembre se vengara con la sangre de la población civil inocente de
Afganistán. No autorizamos al gobierno que haga la guerra en cualquier
momento, en cualquier lugar y como le plazca. No autorizamos la guerra sin final.
No autorizamos una economía de guerra permanente.
Aun así nos encontramos en el umbral de una economía de guerra
permanente. El presidente pidió un aumento de 45.6 mil millones de dólares
para el gasto militar. Todos los programas de defensa costarán cerca
de 400 mil millones.
Consideren que el Departamento de De-fensa nunca ha pasado por una auditoría
independiente. Consideren que el inspector general ha notificado al Congreso
que el Pentágono no puede dar cuenta de 1.2 trillones de dólares
en transacciones. Consideren que en años recientes el Departamento de
Defensa no ha sido capaz de hacer corresponder el gasto estimado en 22 mil millones
de dólares con las compras que ha realizado; dio por perdidos miles de
millones de dólares por valor de inventario y almacenó 30 mil
millones en refacciones que no necesitaba.
A pesar de esto, el presupuesto para la defensa se incrementa con más
dinero destinado a los sistemas armamentistas para pelear una guerra fría
que terminó; sistemas que buscan nuevos enemigos y nuevas guerras. Esto
no tiene nada que ver con el combate al terrorismo. Todo esto tiene que ver
con la intención de alimentar una má-quina de industria militar
usando el tesoro de nuestra nación y arriesgando su futuro; arriesgando
la democracia misma con la militarización de las conciencias que sigue
a la militarización del presupuesto.
Oremos por nuestros hijos. Nuestros hijos merecen un mundo sin fin. No una guerra
sin fin. Nuestros hijos merecen un mundo libre del terror del hambre, libre
del terror de sistemas de salud deficientes, libre del terror de la falta de
hogares, libre del terror de la ignorancia, libre del terror de la falta de
esperanza, libre del terror de políticas comprometidas con una visión
del mundo que no contribuye a la supervivencia de la libertad, que no es apropiada
para la supervivencia de los valores democráticos, que no es apropiada
para la supervivencia de nuestra nación ni del mundo.
Oremos por que tengamos el coraje y la voluntad como pueblo y nación
de sostenernos mutuamente, de recuperar nuestros valores democráticos
de los escombros del 11 de septiembre. Declaremos nuestro amor por la democracia.
Declaremos nuestra intención por la paz. Trabajemos para hacer de la
no violencia el principio que organice nuestra propia sociedad. Retomemos nuestro
compromiso con el arte de gobernar concienzudo, que considera la paz, no la
guerra, como inevitable. Trabajemos por un mundo en el que un día la
guerra se vuelva arcaica.
Esa es la visión que está en la base de la propuesta de crear
un Departamento para la Paz. Cuarenta y tres miembros del Congreso están
copatrocinando su legislación.
Trabajemos por un mundo en el que el desarme nuclear sea un imperativo. Es por
ello que debemos empezar por insistir en los compromisos del tratado ABM. Por
eso es que en el tema de la no proliferación debemos ser categóricos.
Trabajemos por un mundo en el que Estados Unidos encabece la prohibición
de armas de destrucción masiva, no sólo de nuestra tierra, nuestro
océano y cielo, sino también del espacio. Esa es la perspectiva
de la propuesta HR 3616: un universo libre de miedo donde podamos observar la
creación de Dios en las estrellas e imaginar sabiduría infinita,
paz infinita, posibilidades infinitas, no la guerra infinita; porque se nos
enseñó que el reino se hará en la tierra como es en el
cielo.
Oremos por que tengamos el valor de remplazar las representaciones de muerte
que nos rondan, la serie de imágenes del 11 de septiembre, fundidas en
imágenes de patriotismo, empalmadas con las de la movilización
militar, intercaladas con las imágenes de nuestras celebraciones seculares
de la Serie Mundial, el Año Nuevo, el Superbowl, las Olimpiadas, las
luces despampanantes que tocan nuestros temores más profundos. Remplacemos
esas imágenes con el empeño de las relaciones humanas, alcanzando
a la gente, ayudando a nuestros ciudadanos en casa, atendiendo las demandas
de los pobres en todo lugar.
Ese es el Estados Unidos que logrará reunir el apoyo del mundo. Ese es
el Estados Unidos que busca, no ir detrás del eje del mal, sino ponerse
al frente del eje de la esperanza, la fe, la paz y la libertad. Estados Unidos,
Dios te llene de gracia. Corona al bien. No con armas de destrucción
masiva. No mediante la invocación del eje del mal. No mediante la violación
de los tratados internacionales. No poniéndote a la cabeza de un mundo
unipolar. Corona al bien, Estados Unidos. Oremos por nuestro país. Defendámoslo,
no sólo de las amenazas de afuera, sino también de las amenazas
internas.
Corona al bien. Corónalo con el bien hacia la hermandad, con la compasión
y la limitación y el compromiso con la paz, la democracia, la justicia
económica en casa y en el mundo. Corona al bien, Estados Unidos. Corona
al bien. Gracias.
Discurso del diputado federal demócrata por Cleveland, Ohio
Traducción: Marta Tawil