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Internacional

16 de marzo del 2002

No ha pasado nada

Santiago Alba Rico

Seis meses después de la destrucción de las Torres Gemelas, que hizo Dios y derribaron los hombres, no ha pasado nada. El supermercado sigue abierto, la revista sobre la mesilla de noche, el policía en su garito, el geranio en su maceta.
Creíamos que la televisión nos iba a mostrar un apocalipsis por semana; que íbamos a asistir en poco días, como era nuestro derecho de nacimiento, al desenlace de la historia, tras -eso sí- unas angustiosas horas de suspense; que nuestra vida cotidiana se iba a llenar de alarmas, explosiones, privaciones, asaltos nocturnos. Y no ha pasado nada.
Creíamos que las montañas se iban a sacudir sus nieves y los cielos a volcar sus estrellas y las bestias del abismo a lanzarnos su aliento. Pero no ha pasado nada.
Creíamos que iban a caer fritos todos los pájaros y que el metal se licuaría y que los cuerpos se pondrían del revés. Pero no ha pasado nada.
Creíamos al menos que Afganistán sería brutalmente bombardeado, sus pobres casas desparramadas al viento, sus niños y sus mujeres cocidos desde el aire. Y no ha pasado nada.
Creíamos que contra las aldeas afganas se iba a utilizar uranio empobrecido, bombas de racimo, bombas termobáricas que penetran en la tierra, se inflaman, absorben el oxígeno y matan "toda forma de vida". Pero no ha pasado nada.
Creíamos que EEUU iba a masacrar a seiscientos prisioneros en Mazar-a-Sharif y no ha pasado nada.
Creíamos que iban a detenener a cientos de extranjeros en secreto, a interrogar a miles de musulmanes en todas partes, a torturar prisioneros en Guantánamo. Pero no ha pasado nada.
Creíamos que la Carta de las Naciones Unidas, la Convención de Ginebra y el Derecho Internacional iban a ser reiteradamente violados y despreciados y, sin embargo, no ha pasado nada.
Creíamos que Bush firmaría un Decreto Patriótico, prohibiría desclasificar documentos reservados, devolvería a la CIA la "licencia para matar", establecería tribunales militares secretos e inapelables. Pero no ha pasado nada.
Creíamos que EEUU iba a aumentar hasta 400.000 millones de dólares su presupuesto militar, desarrollar un programa secreto de guerra química y biológica, doblar su número de bases en todo el mundo. Y no ha pasado nada.
Creíamos que EEUU formaría un gobierno bajo tierra y diseñaría un plan para atacar con armamento nuclear a China, Rusia, Irán, Irak, Corea del Norte, Libia y Siria. Y no ha pasado nada.
Creíamos que sesenta intelectuales estadounidenses, "conciencia moral de América", llegarían al extremo de firmar un comunicado a favor de la tortura, el genocidio y los crímenes de guerra. Pero no ha pasado nada de esto.
Creíamos que EEUU haría una lista de pueblos a exterminar sin la oposición de los gobiernos europeos; que Inglaterra, Francia, España, Dinamarca, Alemania, Italia, pondrían sus soldados a disposición del mando norteamericano; que la UE revisaría su propia legislación para poder perseguir cualquier forma de resistencia al margen del Derecho; que levantaría murallas troyanas para proteger sus reuniones de los ciudadanos. Pero no ha pasado nada.
Creíamos que se controlaría y censuraría internet, que se espiaría a los movimientos antiglobalización, que la policía asaltaría centros sociales y sedes de organizaciones juveniles. Y nada ha pasado.
Creíamos que las dictaduras "amigas" aprovecharían para liquidar en la impunidad a los opositores (en Ecuador, en México, en Guatemala, en Brasil, en Bolivia, en Turquía, en Argelia, en Rusia, en Tayikistán, en Georgia...), pero nada ha ocurrido.
Creíamos que EEUU mandaría discretamente tropas a Filipinas, hostigaría a Venezuela, arremetería de nuevo contra Cuba y ayudaría a bombardear Colombia. Y nada de esto ha sucedido.
Creíamos que Sharon tendría las manos libres en Palestina para reocupar poblaciones de Gaza y Cisjordania, bombardear por tierra, mar y aire sus ciudades, demoler o dinamitar 809 casas, arrancar 100.000 olivos, confiscar 3.000.000 de m2 de tierras, arrestar a Arafat, ejecutar sumariamente a decenas de resistentes, matar mujeres embarazadas y bebés, atacar ambulancias y periodistas, convocar con altavoces a todos los hombres (entre 15 y 60 años) de Jabaliya, Kalkilia y Deheishe para interrogarlos sin camisa y con los ojos vendados. Pero no ha pasado nada.
Creíamos que se juzgaría a Azmi Bichara en Israel por traición, a Arundhaty Roy en la India por desacato, al editor de Chomsky en Turquía por subversión y a Pepe Rey en España por pertenencia a banda armada. Y no ha pasado nada.
Temíamos, en fin, que se fuera a establecer una Dictadura Mundial después de 11 de septiembre y, sin embargo, como se ve, no ha pasado nada.
La verdad es que si las montañas se hubiesen sacudido la nieve de sus cimas y el cielo volcado sus estrellas y los pájaros hubiesen caído fritos y el metal se hubiese licuado ante nuestros ojos y nuestros cuerpos se hubiesen puesto del revés, tampoco habría pasado nada. Tampoco habríamos notado nada.
Todo sigue igual. Todo seguirá igual. Y cuando unos enmascarados se lleven a nuestro vecino, que habrá gritado en sueños la palabra "basta"; y tatúen unos números en los brazos de nuestros hijos; y el Banco de Bilbao se quede también nuestros ahorros; y el viento traiga hasta nuestros balcones el polvo radioactivo de un lejano país aniquilado; y nos muramos de repente o paso a paso, según decidan un Gobierno secreto y una Multinacional omnipotente; entonces tampoco pasará nada. No habrá pasado nada.
Seis meses después de la destrucción de las Torres Gemelas, que hizo Dios y derribaron los hombres, no ha pasado nada en el mundo. No es verdad. En un pequeño Estado del sur de Europa llamado España sí que ha ocurrido algo y muy importante: una tal Rosa, aclamada por 25 millones de españoles, va a representar a su país en el próximo Festival de Eurovisión, donde se manifestará, victoriosa y sin reservas, toda la fuerza y toda la grandeza democrática de nuestra Unión Europea.