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11 de marzo del 2002
Revolucionar, socializar, politizar la maternidad
Arantxa Erasun
En el siguiente artículo "Itzalaren itzalean borrokan", Arantxa Erasun
nos aproxima a la hasta hoy escasamente analizada realidad de esas mujeres,
madres, compañeras, hijas, hermanas o amigas de presas y de presos, de
huídas y de huídos políticos vascos, que son el sostén
fundamental de Senideak-Gureak, y que llevan el gran peso tanto de la asistencia
a los encarcelados cruelmente castigados por la dispersión, como del
trabajo político que requiere la denuncia pública a todos los
niveles de las violaciones de los derechos humanos en que los gobiernos español
y francés permanentemente incurren para reprimir la lucha del Pueblo
Vasco por su liberación nacional y social.
Alizia Stürtze
"Itzalaren itzalean borrokan"
Arantxa Erasun
No es casualidad que las madres de presas y presos vascos tengan
desde hace años una estrecha relación con las Madres de Plaza
de Mayo. Tampoco es casualidad que las madres argentinas se arriesgaran en noviembre
de 2000 a una campaña internacional de calumnias del gobierno español,
por seguir apoyando a sus homónimas vascas, y por atreverse a denunciar
valientemente las violaciones de los derechos humanos, la utilización
de la tortura como mecanismo de represión, el encarcelamiento masivo
por lo que se piensa o se escribe y la arbitraria censura de prensa que practica
Madrid, a quien, puesto que viola la ley, califican de estado terrorista.
Y no es casualidad porque hay importantes similitudes entre el Estado español
y el argentino, en lo referente a la falta de tradición cultural democrática,
al desarrollo de la idea de que quien no está con ellos está contra
ellos, al gusto por los valores autoritarios y jerárquicos, al enraizamiento
de la violencia en el funcionamiento del sistema político y de la policía,
a la existencia de una "intelectualidad" que proporciona ideologías legitimadoras
de la represión que ejerce el sistema, a la capitalización por
la derecha de ese grannacionalismo español/argentino, de gran utilidad
como cohesionador social frente a las crisis.
Pero, además de esta similitud entre las culturas políticas desde
las que tienen que alzar sus voces en favor de valores humanos y democráticos,
también hay otros rasgos que aproximan al colectivo de mujeres de Senideak-Gureak
y a asociaciones como la de Madres de Plaza de Mayo.
Al igual que en Argentina, en Euskal Herria muchas vidas de madres/mujeres están
divididas entre un antes y un después, que les llevó a sufrir
una transformación interna profunda. Ellas también se encontraron
un día con que eran madres de "terroristas", es decir, de seres perversos
y desviados, de cuya perversión y desviación eran, les decían,
responsables. Tuvieron también que hacer frente al "algo habrá
hecho" que surge del miedo o de la comodidad de la gente, que prefiere negar
lo evidente y hacerse cómplice de la impunidad del gobierno. Se vieron
igualmente en la dolorosa situación de tener que afrontar la realidad
terrible de la tortura, que tan bien ilustra la violencia intrínseca
al capitalismo patriarcal, y que, para garantizar la perpetuación del
orden existente, es clave (y nada excepcional) en esa guerra de baja intensidad
del gobierno que se basa en: fomentar la pasividad individual y colectiva; controlar
la información y la desinformación; polarizar la sociedad en dos
campos sistemáticamente opuestos, con la creación de un "enemigo
absoluto" y su satanización, así como potenciando el delito de
asociación (porque ¿qué es esa figura del "cómplice" de
ETA que ha creado Aznar sino puesta en práctica del delito de asociación
ilícita, que busca dividir, aislar al opositor, aumentar su impotencia
frente al poder y destruir el conjunto de solidaridades sociales?).
Así, es la propia represión, que destruye la inviolabilidad de
su hogar, les desposee de su poder como madres, les incapacita para evitar que
sus hijas, hijos o compañeros sean torturados y encarcelados en condiciones
inhumanas; es precisamente esa impotencia ante la represión la que, en
muchos casos, legitima su entrada en la esfera pública para cuestionar
directamente la política del Estado. Es justamente desde la obligación
y lealtad hacia sus hijas, sus hijos y su familia que como mujeres sienten desde
donde inician su experimentación política. Irónicamente,
es ese autoritarismo de estado que despolitiza adrede a la sociedad el que tiene
la inesperada consecuencia de movilizar a mujeres normalmente "apolíticas".
Como afirma F.R. Chassen-López en "From Casa to Calle: Latin American
Women transforming Patriarchal Spaces", acceden a la política a través
de su rol genérico, pero no tomando el género como base para la
lucha, sino abarcando la simultaneidad de las opresiones. Se hacen militantes
"a la fuerza", es decir, inician su implicación política cuando
la represión entra en su hogar y, desde su vivencia personal de madres,
de compañeras, de hijas o de hermanas, a partir de ahí van uniendo
lo privado y lo público, lo personal y lo político, se vuelven
visibles, entran en la arena política, en la política del compromiso,
y se convierten en sujetos públicos, en activistas, en agentes de cambio,
que, desde su conocimiento directo de la realidad de la opresión, luchan
por sacar a la luz la violencia inherente al sistema, por desenmascarar el rostro
de torturador y de verdugo del gobierno, que se oculta tras una estudiada fachada
de normalidad democrática y una bien organizada y poco edificante campaña
de compra de adhesiones internacionales.
Aceptando su rol como madres, hermanas, hijas o compañeras, estratégicamente
utilizan esa posición social para otorgar autoridad política a
sus objetivos, para suscitar cuestiones éticas inquietantes e inoportunas,
reclamando, por ejemplo, su derecho como madres de proteger a sus hijas e hijos
frente a la tortura, los malos tratos y los efectos devastadores de la dispersión
y de la ley antiterrorista y para, a partir de ahí, socializar el hecho
de que esas aberrantes prácticas sólo desaparecerán cuando
en Euskal Herria penetre la democracia, es decir, cuando se deje de pisotear
su derecho básico a autodeterminarse.
Como, refiriéndose a las Madres de Plaza de Mayo, dice Marguerite Guzmán
en su obra "Revolutionizing Motherhood", se convierten así en madres
no sólo de sus hijas e hijos, sino de todas las y los que están
luchando.
Al combinar amor por quienes luchan con ira contra la brutalidad del sistema,
y transformar esa ira en trabajo político, conectan los problemas que
les afectan personalmente y los criterios públicos, y utilizan el rol
genérico como modo de resistencia, de participación política
radical y alternativa.
Mediante la repetición contínua de la verdad, expresada en un
lenguaje auténtico y directo que formula nuevas percepciones de la realidad,
ponen en entredicho la coherencia interna del sistema de poder. Al denunciar
el silencio de los "demócratas" ante lo que ocurre en comisarías
y cárceles, y que se oculta tras una fachada política cuidadosamente
construída, al exigir justicia, al combatir la idea de que la represión
es consecuencia de la subversión y del terrorismo, al exigir justicia,
al criticar la labor de los medios, al presentarse como auténticas demócratas
que luchan por los derechos humanos y por la democracia, logran desafiar las
técnicas de dominación del sistema y, por tanto, el propio sistema
patriarcal. Más aún cuando, como en el caso de las Madres de Plaza
de Mayo, consiguen hacer oír su mensaje internacionalmente, y atraer
la atención sobre la opresión política y la violación
de los derechos humanos, para deshacer o minimizar la labor del gobierno, incesantemente
activo en busca de aliados.
A pesar de estos paralelismos, es claro, sin embargo, que las Madres de Plaza
de Mayo, desde la bandera de la maternidad, han adquirido un protagonismo político
mucho mayor y más elaborado que las madres y mujeres vascas de Senideak-Gureak.
También han definido mucho más en profundidad su papel como madres
de hijas e hijos que las "parieron revolucionarias", lo que les ha llevado a
la creación de modelos alternativos y revolucionarios de participación
política, a partir precisamente de los valores de amor y de trabajo humanitario
que ellas relacionan con la maternidad. Así, hablan de subvertir el concepto
tradicional de maternidad, redefiniéndola de un modo colectivo y político,
describiéndose no sólo como madres de todos los desaparecidos
y torturados, sino también como madres de las nuevas generaciones que
también son sus hijos.
Desafiando el pensamiento político patriarcal que insiste en la separación
hombre/mujer, esfera pública/privada y en la idea de que la razón
es superior y más fiable que la emoción, se crean una nueva identidad.
No ven incongruencia alguna entre su identidad como madres y amas de casa y
su papel como mujeres activas políticamente. Por el contrario, reclaman
como modelo de acción política valores que surgen de la esfera
privada como la preocupación por el bienestar de todos, a través
de la salud, la educación, el pleno empleo, la búsqueda internacional
de la paz, etc..., y que no son únicamente femeninos, sino que estimulan
el amor por los demás. Frente a un sector importante del feminismo, para
quien las esferas privada y pública no están conectadas, alcanzan
la conciencia política uniendo los problemas que les afectan personalmente
con los criterios públicos. Para estas madres, el amor no es una abstracción
sino que toma cuerpo en la calidad de sus relaciones con otros grupos, en su
objetivo de crear una sociedad más justa. Por ello, consideran básica
su identidad de madres, su rol genérico, para humanizar el funcionamiento
político y enseñar a otras generaciones el camino de la lucha
y la libertad, para transformar el estado y socavar su base patriarcal y, por
tanto, militarista y violenta.
Muchas feministas critican a las Madres por su defensa de la maternidad porque
ésto supone, dicen, encerrar a la mujer en su pasivo rol tradicional,
reforzar la convencional division sexual del trabajo.
Aunque las circunstancias les hayan conducido a conquistar un espacio público
y social que no tenían antes y, por tanto, a ciertas modificaciones de
las relaciones de sexo, éstas no pueden ser duraderas, es decir, en la
medida que se trata de "una movilización sin emancipación", el
impacto de su participación en la lucha sobre su propia liberación
no puede ser profundo, y las mismas circunstancias que les han impulsado a la
calle, los lazos familiares, son precisamente las que luego les impedirán
seguir ocupando un espacio definitivo en la vida pública.
Las Madres, por su parte, enfrentan su lucha a ese "feminismo occidental de
mujeres privilegiadas" que consideran el género como la única
base para la lucha y que luchan por su liberación mientras se desembarazan
de su papel maternal y pagan a otras mujeres para que les limpien la casa.
Ellas buscan abarcar la simultaneidad de las opresiones, puesto que consideran
que son múltiples las identidades que conforman la vida de las mujeres,
siendo las principales la raza o la etnia, la clase, la edad y la cultura.
El siguiente comunicado, publicado el Día de la Mujer por la presidenta
de Madres, Hebe de Bonafini, es suficientemente explícito con respecto
a su posición en relación al feminismo occidental:
"Al pensar en el Día de la Mujer, dos preguntas me vienen a la mente:
¿Cuál es el día de la mujer? y ¿de qué mujer estamos hablando?
Hay quienes dicen que celebremos el 8 de marzo el día de la mujer, porque
recordamos a las obreras asesinadas. Las Madres de Plaza de Mayo creemos que
tenemos que comenzar a pensar cada día como el día de la mujer.
Pero tenemos que comenzar a pensar que nuestro mejor homenaje debe ser...continuar
la lucha [y]... reivindicar, imitar, amar y sostener la lucha de todas las mujeres
que luchan por su libertad, por las reivindicaciones salariales, por el trabajo
y, sobre todo, las mujeres que están en las prisiones de todo el mundo.
Tenemos que recordar cada día a las mujeres que están encerradas
en las cárceles y que con su ejemplo revolucionario enfrentan al represor
dentro de los penales.
Tenemos que recordar cada día a todas nuestras queridas y amadas guerrilleras
que combaten en los diferentes países entregando sus vidas para que otros
vivan. Tenemos que recordar a nuestras hijas desaparecidas por las dictaduras
del tercer mundo, que comprendieron que la liberación femenina no es
sólo una cuestión de género sino, fundamentalmente, una
cuestión de clase. Y si queremos que aún se celebre el 8 de marzo
el Día de la Mujer, por lo menos atrevámonos a designar ese día
como el Día de la Mujer Revolucionaria."
En su calidad de mujeres de la clase trabajadora, apoyan la idea de que, en
la resistencia de las mujeres, clase y etnicidad se combinan con el género
a la hora de moldear las formas de acción. Invocan los símbolos
de su feminidad, su versión radicalizada y colectiva de la maternidad,
para oponerse al estilo "paternal" de hacer política que es precisamente
el que ha permitido llegar al poder a todos los dictadores que han sido, son
y serán. Defienden que el trabajo de cuidar no es pasivo sino vigoroso,
políticamente activo y abierto a ambos sexos. Para ellas, la visión
maternal de la política implica una sociedad justa donde la salud, la
educación, el trabajo y el techo estén disponibles para todos,
por lo que consideran que revolucionar y socializar la maternidad es un concepto
político poderoso que amenaza los fundamentos del Estado y de sus bases
oligárquicas, su dependencia de la fuerza y de la perpetuación
de la division social en clases.
Las madres dicen que no es necesaria teoría feminista alguna para tomar
conciencia de que el tradicional rol de la mujer refuerza el sistema represivo.
Frente a la mujer tradicional sufriente y dispuesta al sacrificio, ellas se
consideran luchadoras revolucionarias. Defienden una maternidad que combina
crianza con preparación para la separación, para aprender a decir
que no, para saber asumir el poder en favor de los desposeídos, para
la emancipación por la cultura y la acción revolucionarias. La
madre da la vida, pero puesto que la vida sin dignidad, sin justicia, sin libertad,
sin amor, no es vida sino muerte, puesto que la vida es lucha y luchar es soñar,
la experiencia de la maternidad, como la experiencia de la revolución,
no puede ser sino una experiencia liberadora, social y colectiva que, como dice
Eduardo Galeano, "nos enseñe a caminar, a hacer realidad la utopía".
Es innegable que, como defienden las marxistas feministas, la maternidad hoy
(al menos en Occidente), a través de la obstetricia y de los "expertos"
médicos, constituye, junto a la sexualidad (la mujer como objeto sexual)
y la intelectualidad (el mundo de las ideas se expresa en términos establecidos
por los hombres), una de las categorías que alienan a las mujeres. La
mujer es objeto y no sujeto de su maternidad.
Las hijas e hijos, producto de la maternidad biológica, son considerados
propiedad del Padre/Estado, con lo que se pone a la mujer al servicio de la
reproducción y de la familia en función de las necesidades del
Estado patriarcal, para lo cual se desarrolla la correspondiente ideología
de la feminidad, instinto maternal incluído. La mujer así, pierde
el control sobre su maternidad, al tiempo que olvida todo el saber femenino
que anteriormente era transmitido generacionalmente y que le otorgaba un control
"mágico" sobre la vida y la muerte.
Esta forma de maternidad, sin embargo, no es tan "natural" como se pretende,
sino que está fuertemente condicionada por la cultura y por la historia.
A través de la historia y de las diferentes culturas, se han conocido
otras formas, formas en las que la mujer era sujeto en lugar de objeto y la
maternidad era poderosa.
Por lo que no hay en principio por qué dar a la maternidad un contenido
prefijado y único (y retrógrado), como hace algún sector
del feminismo. De hecho, la maternidad, hoy, exhibe dos paradigmas: el conservador
y el progresista o también revolucionario, aunque ambos usen la imagen
de la madre como eje de la politización.
Hay asociaciones de madres, como las neonazis norteamericanas, "pacifistas de
ultraderecha", que combinan cristianismo, anticomunismo y antijudaísmo,
y que apoyaron a Hitler.
Pero hay otros colectivos, como el de las Madres de Plaza de Mayo, el de las
Comadres de El Salvador o el de las combatientes del Congreso Nacional Africano,
que, frente a las construcciones tradicionales de género y al igual que
otro sector del feminismo que critica la estructura dual del pensamiento occidental,
reivindica una redefinición colectiva y política de la maternidad
y considera que hay que dar a la capacidad de engendrar la significación
política que hoy, aunque se le niega, parece ser tuvo en ciertas culturas
históricas, en las que podríamos seguramente incluir a Euskal
Herria.
El debate ahí está. Pero lo que es indiscutible es que, en una
sociedad patriarcal en la que las mujeres, y sobre todo las mujeres de edad,
son impotentes y marginadas, las Madres de Plaza de Mayo han desafiado los estereotipos
de la mujer y, más difícil aún, de la mujer vieja, mostrando
una serie de valores alternativos bastante superiores a los que defiende el
sistema político "democrático" neoliberal en boga, y que les capacitan
para saltarse las brechas generacionales y mostrar a los jóvenes que
soñar y tener esperanza es lícito y posible ("Soñar sólo
es solo soñar, pero soñar con otros es revolucionario", afirma
Hebe de Bonafini), desarrollando revolucionarios proyectos, como el de la Universidad
de Madres de Plaza de Mayo, con los que buscan movilizar las conciencias juveniles,
formar cuadros y desarrollar el espíritu crítico.
Desde esta perspectiva, y desde la lucha por la liberación de Euskal
Herria, sería sin duda un avance que esas madres, hijas, compañeras
o amigas de presas, presos, huídas y huídos, que las circunstancias
han "sacado a la calle", analizaran el camino por el que avanzan las Madres
de Plaza de Mayo.
* "Itzalaren itzalean borrokan"( "En lucha en la sombra de la sombra" ) es
uno de los trabajos incluídos en el libro " LA MUJER EN EUSKAL HERRIA",
escrito por Alizia Stürtze y publicado por Ed. Basandere.