|
22 de marzo del 2002
Ventana sobre Barcelona
Iosu Perales
La globalización neoliberal lleva aparejada un repliegue de los estados en lo que atañe a la regulación de las relaciones económicas internacionales y en lo referente a su dimensión social. Sin embargo, los estados son pieza clave de la marcha codiciosa y depredadora del neoliberalismo en el ejercicio de guardianes armados de cuanto este sistema representa económica y políticamente. La toma de Barcelona por la policía y el ejército además de una demostración obscena de autoritarismo, muestra también la soledad de una globalización que sin poder apelar a la razón necesita defenderse con armas de fuego.
Frente al militarismo creciente que utiliza el discurso del miedo global para identificar enemigos en todas partes; frente a los abanderados de las guerras que utilizan discursos ideológicos democráticos para garantizarse el consentimiento de los pueblos, con el inconfensable afán de instalar su control sobre regiones ricas en materias primas, el movimiento plural que se manifiesta en Barcelona representa un espacio de rebelión moral, un espacio que reune a la sociedad civil de los de abajo, al pensamiento crítico.
Lo que está en juego es mucho más que unos indicadores económicos sobre la riqueza y la pobreza. Está en juego otra sociedad, otra democracia, otro desarrollo, otra cultura. Se podrá decir que el movimiento contra la globalización capitalista -ahora en su versión neoliberal- formula objetivos parciales que no son suficientes para evitar el desfase entre la amplitud del propósito (otro mundo es posible) y la concreción de las metas que deberían corresponder a semejante empeño. Se podrá decir que existe una descompesación entre su impacto mediático y su dimensión internacional y su verdadero arraigo social, todavía desigual y escaso. Pero este movimiento es ya una fuente de reanimación social. Y es un movimiento valiente que apunta como blancos a los poderosos de la Tierra. Representa ahora mismo la fuerza del Ideal. Ese Ideal que siempre se anticipa a lo real y que constituye un hilo del que tirar, una representación de aquello que se desea construir.
Por eso Barcelona es ahora el lugar de un desencuentro entre un mundo viejo que se resiste a perecer armado hasta los dientes y un mundo nuevo que está naciendo con una dimensión juvenil acentuada. Que Barcelona, ciudad abierta siempre adelantada a los tiempos, sea ahora geografía fundacional, con Génova, Porto Alegre y otras ciudades, de ese otro mundo levantado con materiales de solidaridad, justicia y libertad.
* Es miembro de Hirugarren Mundua ta Bakea