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Internacional

22 de marzo del 2002

Así comenzó la caída del imperio

Toni Negri
LATINAcoop Europa

Durante los preparativos de Génova, el Corriere della sera y otros diarios retomaron el «rap» infame e ingenuo de Pasolini sobre Valle Giulia : «policías hijos del pueblo, estudiantes hijos de papá». Pero la situación se ha invertido, incluso si nuestros periodistas más favorecidos, enteramente al unísono con el poder, no se han dado cuenta de ello. Génova ha sido la expresión de la precariedad. Los jóvenes manifestantes de Seattle, Goteborg, Quebec-City y Génova son todos «hijos del pueblo», y no tienen ni tendrán salario durable, en tanto que los policías de Génova se benefician de la perennidad del salario y reciben importantes primas por situaciones escabrosas, con retirada a los cuarenta y cinco años y la seguridad de otro empleo, desde el momento mismo en que sus cabellos comienzan a blanquear. Es extraño que los celadores del régimen no comprendan estas pequeñas novedades: Génova ha sido la expresión de los «obreros sociales», móviles, flexibles, pobres, inteligentes, aleatorios, radicales....
Esta nueva composición del proletariado, o como hoy día se dice, de la multitud, de una multitud de pelo corto y PC como arma (el PC como capacidad autónoma de trabajo, como herramienta integrada en el cerebro, sin necesidad de un patrón que se lo preste a cambio de trabajo).
Esta gentes no entienden por qué es necesario un patrón; y, sobretodo, no comprenden por qué el capitalismo, el mercado capitalista, la globalización capitalista de los cambios deberían ser considerados como «naturales», necesarios y esenciales; no comprenden por qué los pobres jóvenes Negros son puestos a trabajar como esclavos y los proletarios occidentales se ven privados de empleo. No comprenden por qué el G8 administra un mundo en el que la pobreza se ha convertido condición humana, en donde la ostentación de la riqueza y el poder que la garantiza representa la única moral.- ¡No! ¡Esta situación es indignante! La multitud de Génova es pobre y rebelde. Antes de que se produzcan otros desastres, sería bueno que nuestros periodistas recordaran aquello que escribía Goffredo Parise en primera página del Corriere della sera en la lejana época en la que Piero Ottone dirigía el diario : «algo verdaderamente bello sería que los burgueses (quienes se sientan ofendidos, que escriban cartas al director) comprendieran de una vez para siempre que los pobres siempre tienen razón, en todos los sentidos y en todos los dominios».
Los sociólogos militantes nos dicen que la precarización es femenina. El trabajo se feminiza con la precariedad, expresa esta indistinción entre producción y reproducción, entre trabajo y servicio que, desde tiempos inmemoriales, caracteriza el trabajo de las mujeres: La indistinción entre el tiempo de la vida y el tiempo de trabajo. La multitud precaria de Génova era femenina; esta multitud que la violencia del Estado y la arrogancia del G8 ha encerrado en una orgía de represión. De este modo, fue femenino evitar el enfrentamiento.
Agnoletto y Casarini han aferrado esta sensibilidad en la asamblea del estadio de Génova, al rechazar continuar el enfrentamiento durante la noche, tras el asesinato de Carlo Giulani. Si no se hubiera hecho de este modo, todos estaríamos aún hundidos en el caos y en la muerte. Me acuerdo de ciertas noches de guerrilla urbana a comienzos de los años setenta. La policía, vacilante y amedrentada, se convirtió en una bestia feroz. Nosotros éramos verdaderamente malvados, y resistíamos como guerreros. Pero ahora todo es diferente. No hay ya vanguardia, sino multitudes en las barricadas; no hay Black Block exaltados, sino trabajadores precarios, móviles, fexibles, pobres, inteligentes, aleatorios, radicales. Mujeres y adolescentes. Muchos llevan piercing.
Y, cuando en la prisión de Bolzaneto, a una joven le arrancaron el aro de su nariz, eso fue horrible, tan horrible, simbólicamente, como el asesinato de Carlo Giulani. La consigna de la mayoría de los manifestantes en Génova fue, así, la de sustraerse a la violencia: traducción del deseo del proletariado social y precario de sustraerse a la explotación. Una consigna de éxodo: no a la violencia, no al trabajo.
Alejémonos, vayámonos de esta mefítica atmósfera de violencia en la que se deleitan los fascistas, los policías, el G8, los diplomáticos y periodistas cínicos... Así han caído los Imperios. Es necesario leer a Gregorovius, pero antes que él a Montesquieu y Gibbon.
Había muchos frailes, monjas, jóvenes católicos, protestantes e incluso musulmanes. ¿Génova movimiento religioso? ¿Movimiento organizado por la compasión? Así les ha parecido a los patronos capitalistas, que saben ser ateos y francmasones cuando temen el deseo y la utopía.- ¡Idiotas! Existe, ciertamente, una religión que asciende a las alturas, hacia las delicias místicas y las neblinas new-age- todos estos compasivos señores no estaban en Génova, por cierto. Pero hay también una religión que se alza desde abajo, que no es compasión sino fraternidad, pasión vivida con los otros, con los pobres, con los afligidos, con los explotados, con los precarios y los deprimidos, con las gentes solas y desatendidas, con los prisioneros, y, tal y como dicen frecuentemente la Torá y los Evangelios, con las viudas... Es una religión de los cuerpos, una religión de la compasión bíblica vuelta hacia la mujer que ha perdido el hombre con el que gozaba. Este tipo de religión verdaderamente estaba presente en Génova. Era muy hermoso ver a don Ciotti y a don Gallo bailar el rito de los Indios de la pradera y del deseo. Es en esos momentos cuando la compasión deviene construcción de un deseo común, cuando la generosidad y el don se oponen a la razón de cambio mercantil; es en esos momentos que la religiosidad se revela: no en la penumbra hipócrita de las iglesias, sino en la claridad de una contestación global y misionera, gritada a nivel mundial. Ella hace parte, necesariamente, de ese gran movimiento de éxodo del capitalismo que las multitudes de Génova dibujan.
En torno a Génova hemos visto agitarse los fantasmas del pasado. Los Zombis. Partido de lucha deviene partido de gobierno, el caso de los demócratas de izquierda (Democratici di Sinistra), ha sido muy desagradable. No hablo de la línea esquizofrénica mantenida frente al Genoa Social Forum, ni de las amanezas dirigidas contra militantes (sobre todo sindicalistas) que deseaban participar en las manifestaciones. El problema está en otra parte, y concierne al compromiso profundo (muy en su tradición) de esta fuerza política con las instituciones estáticas y sociales de la disciplina y del control.
Los DS (al igual que sus ancestros del PCI, desde el fin de la Segunda Guerra Mundial) jamás han considerado la respuesta popular como una fuerza de oposición autónoma con respecto de las instituciones capitalistas, ni como la expresión de una potencia que de manera autónoma manifiesta su propia ética y su proyecto de civilización. Al contrario: la respuesta debería y debe estar siempre contenida dentro de los límites de un compromiso político con el Estado. Esto podía comprenderse (que no justificarse) cuando el PCI se colocaba en un contexto internacional en el seno del cual, justamente, el compromiso representaba la regla adecuada a la «contención» recíproca de los bloques... en el contexto histórico actual, cuando no hay ya armada roja, ni victoria de Stalingrado para mantener una posición estratégica, cuando la caída del muro de Berlín ha sancionado la naturaleza cancerígena de los compromisos burocráticos en la evolución del «socialismo real», retomar, tal y como lo han hecho y lo seguirán haciendo, este esquema del compromiso histórico, supone, hoy día, simplemente estar corrompido. Génova ha revelado la corrupción de las fuerzas políticas de oposición cuando han empleado el chantaje del orden público, la propaganda mistificadora sobre la violencia, e incluso la defensa de la globalización capitalista, así como otros tantos criterios, para desvalorizar el movimiento.
Pero el movimiento de Génova, que viene de Seattle y de los bosques de Chiapas, de los barrios de Los Angeles y de los Bantues del apartheid, es la caballería roja de Boudienny...
Se han venido abajo ante la foto. El control social posmoderno quiere ser sutil y continuo, simula transparencia. Aquí, por el contrario, los cuerpos tumefactos y las porras desatadas se colocan en una unión causal directa y horrible que lleva la imagen del control a la pesadilla del suplicio. Berlusconi es verdaderamente un ignorante: antes ganaba dinero en el sector de la construcción, cuando los diarios y las televisiones norteamericanas trataban en vano de bloquear la difusión de las imágenes de Vietnam y el derrotismo revolucionario al que inducían...
Debería, por tanto, recordar la extraordinaria estrategia mediática puesta en funcionamiento, durante la «Tempestad del Desierto», por Schwarzkopf, el Pentágono y la CNN. La visión, la imagen, el sufrimiento y la muerte fueron evacuados mediante una censura rígida y estática. En Génova, las técnicas más sofisticadas del control mediático han estallado en pedazos: cada joven tenía una cámara. Inflación de fotos, inflación de cuerpos y de singularidades, inflación de crueldad y de estupidez. De un lado los Black Block y la policía, del otro, ni una sola mirada sobre la enorme prestancia del cortejo. Pero la multitud es singular, y cada ser singular tenía una cámara: la multitud de fotos revela ser un arma más peligrosa que una porra transformada en instrumento de tortura.
En Génova, Big Brother se libera de sus amos, de sus espejos, del narcisismo y de la perversión. Mirar se convertía en resistir, era producir una imagen contra el control, una palabra contra el lenguaje del poder. Lo reconozco: tuve una sonrisa amarga cuando vi en directo el progrom policial de la escuela Diaz - Pertini... Al día siguiente, hablando con un camarada que ha cumplido veinte años de prisión, tuvimos juntos una sonrisa amarga cuando nos enteramos de lo ocurrido en Bolzaneto. Estas carnicerías no son frecuentes, pero tampoco son raras en las prisiones italianas: son, por decirlo así, normales en caso de necesidad. En lo que a mí respecta, puedo dar testimonio de al menos tres masacres en prisión, durante mis largos años de retención en Rebibbia, en San Vittore y en la «superprisión» de Trani... Cada prisionero y cada militante, sea cura o laico, puede dar testimonio, a favor de los prisioneros, de decenas, sino de centenares de casos de torturas y de violencia ciega. Sassari, el pasado año, es el último caso. La documentación de la Asociación Antígona es, a este respecto, impresionante. Todo el mundo ha podido ver cuánta violencia pueden expresar grupos de jóvenes policías excitados.
En Trani, la sangre se extendía de manera homogénea sobre los muros de los pasillos, y había más gente con los dedos rotos por intentar protegerse las cabezas de los porrazos que cabezas indemnes. Con este camarada de prisión teníamos ganas de echarnos a reir: aquí, en la escuela Diaz, en Bolzaneto, al menos pararon médicos y te cuidaron; en nuestro caso, en aquella época, permanecimos tres días y tres noches sin un médico. ¡Fueron unas navidades espantosas, pero diferentes! ¡Eso fue todo! Génova estaba llena de gente con cámaras de vídeo: esperamos sus producciones. Las películas americanas nos muestran a brutos policías en acción; esperemos que el cine italiano, en un día no muy lejano, sea tan veraz como el cine americano. Y, tras mi amarga sonrisa, hay sobre todo un deseo: que nuestros gentiles intelectuales, nuestra izquierda inteligente, nuestros soñadores tercermundistas vengan un día a echar un vistazo a nuestras prisiones. «I care». La escuela Diaz y Bolzaneto no son excepciones...
Si en adelante algún cineasta quisiera ocuparse del infierno de manera seria, mi camarada y yo, con una ironía frustrada, podríamos desde ahora ofrecerle dos escenarios: un primer escenario sobre las masacres ciegas y los traslados turbulentos de una prisión a otra; un segundo sobre los locos (gentes que estaban locas o que han enloquecido en prisión) encerrados en las prisiones... Escenarios gratuitos. Cosas quizá aún más horribles que Díaz y Bolzaneto... ¿Por qué hay necesidad de cosas así de monstruosas para que un movimiento pierda su virginidad?
¡Es extraño cómo de deprisa marcha todo! Al día siguiente de la masacre de Génova, un camarada me llama para contarme lo que él personalmente ha vivido. Concluye su discurso diciéndome de repente: es necesario regresar a lo social... ¡en otoño debemos de estar preparados para resistir, para responder, para luchar! ¡Extraño cómo marcha todo de deprisa! Este mismo camarada, hace tan solo un mes, me hubiera hecho un discurso casi pesimista, cargado de un agudo sentimiento de dificultad o de imposibilidad... Ahora me habla de los contratos de los obreros metalúrgicos: cosas que yo creía de otra época, dignos tiempos heroicos; pues no: añade que los sindicalistas han comprendido ya que no se trata simplemente de defenderse, sino sobre todo de construir un frente común con las gentes de Génova, con los precarios móviles, flexibles, pobres, inteligentes, aleatorios, radicales... Reacciono expresando algunas dudas. Me responde: si los metalúrgicos no se alían con los precarios, en unos años serán todos precarios...
El silogismo encaja: la patronal empuja a la clase obrera a la precariedad, la vía de la resistencia sugerida por los sindicatos (la fuga corporativista, la construcción de una aristocracia obrera) ya no se mantiene; es más, la derrota está definitivamente por sancionarse en otoño, en la globalización. ¿Qué hacer entonces, sino anticipar un frente fuerte de todos los precarios (metalúrgicos incluidos)? Le ruego a mi camarada que no simplifique. Sin embargo, tengo la impresión de que esta solución es la más lógica, y que, de todos modos, vista la velocidad tomada por nuestra historia, esta paradójica anticipación del destino de los obreros de la «old economy» no constituye solamente una solución lógica, sino más bien una posibilidad concreta...
¿No has visto -añade mi camarada metalúrgico- cuán numerosos eran los jóvenes trabajadores de la old economy, los «nuevos contratados», entre las gentes de Génova? Por supuesto, no puedes haberlos visto: eran como los demás. Estaban subsumidos por los precarios, la clase obrera volvía a estar entre la multitud. La recomposición de las luchas se hace, así, bajo el signo de la multitud, y cuando se habla (tal y como Génova nos obliga a hacer) de un nuevo «ciclo de luchas», éste se encuentra bajo la hegemonía de la multitud.
Durante las jornadas de Génova, unos camaradas decían en broma: «si la izquierda quiere reconquistar Bolonia debe aliarse con los Wu Ming », mientras que otros rebatían: «¡es más fácil para un camello que para la izquierda pasar por el ojo de la aguja!»
En efecto, el ojo de la aguja lo constuyeron los Wu Ming... Qué sabiduría en estas jornadas de Génova: viejos camaradas comunistas reconocían no solamente que el compromiso democrático ya no satisface, sino que buscarlo constituye, con la globalización, una operación masoquista; concluían que debemos abrirnos al movimiento de los movimientos, que debemos de aprender de él y comenzar a respirar un poco de aire fresco. ¿Pero por qué el movimiento debería de aceptar esta alianza, incluso si fuera honesta y se lo propusiera de veras? El movimiento actúa ya sobre un terreno global, sus tiempos y sus luchas están definidos en la globalización.
Este movimiento es nómada, su estrategia es la del éxodo de las prisiones nacionales, es una gran serpentina que agrega, que hibrida y transforma los espacios y los tiempos de la Tierra. Reconoce el Sur en el Norte, y el tiempo de la revolución en el interior de las metamorfosis del modo de producción. Este movimiento es hegemónico: se encuentra, sin contradicciones, en el centro de Europa y en los bosques de Chiapas; en los Estados Unidos, en los desiertos y en las megalópolis africanas; en las revueltas de los estudiantes indonesios y en la creciente resistencia e indignación de los intelectuales rusos...
La izquierda italiana tan solo tiene una posibilidad: ponerse al servicio de este movimiento hegemónico (por otra parte, esta reconfiguración de los poderes entre izquierda y movimiento de movimientos estaba ya en marcha antes de Génova). En Génova podían ya verse diputados y administradores locales, para quienes la referencia política no está ya constituida por los viejos partidos parlamentarios, sino más bien por el movimiento. La legitimación de la acción administrativa es dada por los deseos que los movimientos interpretan, se pliega y se conforma con las exigencias del movimiento y con la generosidad de los operadores de base... En la mundialización, la «traslatio», la transferencia de poderes se realiza en dos direcciones: de un lado, el poder imperial; del otro, el movimiento de reapropiación de la riqueza y de la libertad.
¿Qué viene entonces a hacer aquí la izquierda y su lúgubre tradición? El comunismo es una cosa demasiado seria para dejársela a los pajarracos. ¡Viva los Wu Ming!
La masacre de Génova no es casual, no es azarosa; no resulta un «inconveniente»: fue una decisión. Hipótesis: las cosas se decidieron por Fini contra Berlusconi, por los Carabinieri contra la Policía...
Estupideces. En el fondo de esta decisión, como tantas otras veces, no existe una voluntad clara, sino intenciones que oscilan. ¿Cuál es el gobierno mundial que nosotros queremos? se preguntan políticos y policías. La acción represiva proviene de la respuesta que ellos dan a esta cuestión. Dos soluciones se presentan (al menos en apariencia). De un lado está el modelo que hasta hoy parecía imponerse, que es el de un imperio aristocrático, es decir el de la finanza internacional y las multinacionales productivas. En este modelo, la aristocracia juega un papel de intermediación entre un poder monárquico central (actualmente representado grosso modo por la capacidad militar, monetaria y comunicacional de la presidencia norteamericana, por las tres Romas que la constituyen: los militares de Washington, los financieros de New York, los actores de Los Angeles) y una democracia que, a través de la ONU, de las ONG, de los movimientos, se expresa a lo largo y ancho del mundo.
Existe, así, una fuerza que modera el poder imperial: es fundamental hacerle sitio a este movimiento. Pero hay otra hipótesis un poco más reaccionaria. No son Fini ni Baget-Bozzo quienes la producen, ni sus acólitos dentro de la policía y de la iglesia, sino que ocurre que se encuentran bien ahí- por tradición ideológica o teológica. Es la hipótesis del Imperio bizantino. Aquí, el equilibrio y el carácter subsidiario de los tres poderes, monárquico, aristocrático y democrático desaparecen. El poder monárquico lo acapara todo, su definición es la defensa espacial. Las redes internacionales mediante las cuales se ha producido el valor a partir del trabajo y de la tierra, se cierran de manera mística. En los grandes relieves absidales que circundan los mosaicos bizantinos, el soberano está rodeado de doce apóstoles y de doce signos del Apocalipsis. En otros términos: hay gentes en el poder que piensan que la libertad de producir y de apropiarse de la riqueza por parte de los patronos, no tiene límites, y que esta libertad debe ser protegida de manera absoluta. En el presente y en el futuro, la defensa espacial significa esto: un investimento contra el futuro, contra toda resistencia por venir.
Pero regresemos al presente. En Génova, del lado del poder están los bizantinos, los fascistas, los clericales que han triunfado, y no los pequeños bedeles que vienen a exhibirse a Palazzo Chigi y Motecitorio .
La cosa es bastante más peligrosa, puesto que es en el centro del Imperio en donde estas alternativas se piensan. Pero Génova responde de manera anticipada: es una cascada de bárbaros, una erupción volcánica, la única innovación posible.
La muerte de Carlo Giuliani: eso también es Génova. Un chaval sencillo que responde a las provocaciones de la policía, del poder bizantino, armándose con lo que encuentra en la calle, palos y piedras. Está muerto. Fue asesinado. Se le acusa de ser violento: ¿pero es violento indignarse? Spinoza define la indignación como el odio hacia alguien que ha hecho mal a otra persona. Y añade que la indignación parece presentarse como una suerte de equidad. Pero hoy día, más allá de Spinoza, hay una redundancia, un excedente de amor que circula en la sociedad de los jóvenes, en la nueva forma de producir, en la nueva composición de clase, entre estas gentes precarias pobres inteligentes que son la innovación del mundo -hay, así, un excedente de amor que va más allá de la equidad de la indignación. En el sacrificio extremo de Carlo Giuliani nosotros leemos una violencia transfigurada por el amor.
Hemos afirmado un poco más arriba que el movimiento tejía su subjetividad en torno al trabajo femenino; mejor, sobre un trabajo que ha devenido mujer. Hasta en la tragedia de Carlo Giuliani leemos este amor desbordante y desmesurado: la pobreza que está próxima a la muerte, reorganiza muriendo su amor por el mundo, por la transformación, por el futuro.
Traducción del texto de Negri publicado en el número 6 de Multitudes, titulado "Así comenzó la caída del Imperio"