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8 de marzo del 2002
El día internacional del hombre
Mª Ángeles García-Maroto
Tierra y Libertad
Durante muchos años me he sometido al corsé que el sistema
nos pone a las mujeres cada 8 de marzo; manifestación de desahogo feminista
bien encauzada por determinado trayecto, carteles con bonitas frases, consignas
coreadas mientras se camina tras una pancarta... Sin embargo, un día
me dije basta y decidí negarme a reivindicar mis derechos de género
en la fecha y lugar políticamente correctos. Eso sí, nada dije
sobre el día internacional del hombre y, como no veo en ciernes que la
cúpula del poder tenga previsto dedicar una fecha a los varones, quiero
lanzar la idea desde aquí por si tiene éxito.
Las reivindicaciones masculinas ya han tenido precedente en los organismos oficiales.
De momento, uno de nuestros sesudos políticos quiere rebajar nuestras
jubilaciones argumentando que vivimos porcentualmente más años
que nuestros compañeros. Es de agradecer, peor hubiese sido impedirnos
ser longevas decapitándonos antes de los ochenta o quemándonos
con el cadáver de nuestro hombre en una pira funeraria, como les ocurre
a las viudas en la India. Después se ha dicho que la parida era una broma,
una mala interpretación, un juego de palabras... ¡Qué poco sentido
del humor tenemos las mujeres!, no conozco a ninguna que le haya divertido la
propuesta.
Ser hombre en una sociedad patriarcal es demasiado duro, lo reconozco; hay que
saber mandar, contar con un buen surtido de chistes machistas para cuando se
presenta la ocasión, y sobre todo hacer ostentación de los atributos
inherentes a la masculinidad.
Esto último bien acompañado de una abundante dosis de "nosehacerlo"
para que la compañera no intente convertirle en copartícipe de
las tareas domésticas.
A la pregunta ¿por qué no cambias los pañales al niño?,
la respuesta será indefectiblemente "nosehacerlo". ¿Puedes pelar las
patatas mientras yo hago las camas?. Otro "nosehacerlo". Y la misma disculpa
debe aparecer cuando es requerido para planchar la ropa, poner la lavadora o
quitar el polvo de las estanterías.
Cada día se hace más patente la necesidad de instituir el día
internacional del hombre. Sería una maravillosa ocasión para agradecer
esa generosidad que nos permite ocupar un porcentaje en las listas electorales
y compartir sus siestas en los bancos del Parlamento. Vivimos más años
que ellos, queremos ganar lo mismo, deseamos organizar nuestras propias vidas
y hasta les estamos involucrando la crianza de la prole con el señuelo
de compartir las bajas maternales.
Hemos llegado demasiado lejos con nuestras exigencias y nos estamos adentrando
en su terreno. Ya no somos sombras silenciosas incapaces de enfrentarse a los
deseos masculinos, aunque nos está costando demasiado cara nuestra rebeldía.
Aquello de "mía o de nadie" y "antes muerta que de otro" ya no se considera
afortunadamente una demostración de amor, sino de inseguridad, de autoritarismo
sin calificativos y de barbarie.
En el día internacional del hombre ellos podrían repartir sus
panfletos para que se conozca en todas partes la asfixiante opresión
que padecen. Y, desde luego, podrían aprovechar para poner verdes a sus
jefas porque, eso sí, en cuestiones de poder no existe género,
unos y otras sólo se diferencian en el tipo de colonia que usan y en
otras fruslerías por el estilo.
Yo creo que los hombres deberían reclamar fundamentalmente su derecho
al llanto, a ser menos fuertes que el vecino del rellano, a contar con una compañera
para compartir su proyecto vital en igualdad de condiciones, a no tener que
subirse constantemente al carro de la virilidad... Sin embargo, no tenemos que
ser nosotras quienes marquemos a nuestros compañeros las directrices
a seguir, hemos sido dirigidas durante siglos y no debemos cometer el mismo
error; nuestra larga experiencia en la sumisión y la ínfima autoestima,
nos han enseñado a valorar la libertad.
Eso sí, espero que los hombres organicen su manifestación de género
con mejor criterio que lo viene haciendo la plataforma feminista cada 8 de marzo.
He visto cómo compañeros que luchan junto a mí sin distinción
de género, eran expulsados con pistolas de agua e insultos. No quiero
un mundo con un solo género porque ambos, hombres y mujeres, somos imprescindibles.
¿Un día del hombre? ¿Un día de la mujer? ¿No sería mejor
un día de los seres humanos? ¿O incluso trescientos sesenta y cinco días
anuales de los seres humanos? A lo mejor, el año próximo nos lo
planteamos y salimos a la calle para luchar por ello.