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7 de marzo del 2002
8 de marzo, día internacional de la mujer
"Ni dios, ni patrón, ni marido"
Elda Munch
Tierra y Libertad
El 8 de marzo se conmemora el día internacional de la mujer. Repasemos
brevemente la historia de esta fecha: El 8 de marzo de 1857, las obreras textiles
y de la confección de Nueva York, realizaron una gran huelga y se manifestaron
en las calles exigiendo el derecho al trabajo y condiciones más dignas.
El 8 de marzo de 1908, un grupo de obreras textiles neoyorquinas de la fábrica
Cotton, reclamaron en las calles por la jornada de 8 horas, abolición
del trabajo infantil e igualdad del voto para la mujer, mientras que otras 129
obreras permanecieron en el establecimiento y fueron masacradas en el incendio
provocado por sus propietarios y la policía en respuesta a estas reclamaciones.
El 8 de marzo de 1910, Clara Zetkin propuso en la Conferencia internacional
de mujeres socialistas, celebrada en Dinamarca, que todos los años se
realizara una manifestación internacional unificada en pro de los derechos
y la libertad de la mujer, lo que se aprobó como resolución firmada
por más de cien delegadas de 17 países. En 1952, la O.N.U. instituyó
el 8 de marzo como día internacional de la mujer y a 1975, lo declaró
"año internacional de la mujer". El 8 de marzo de 2001, una empleada
del hipermercado "Libertad" de Rosario, fue encerrada en una cámara frigorífica
durante media hora, por la supuesta comisión de faltas que no fueron
debidamente aclaradas en su momento, pero que, según se supo más
tarde, en realidad se trataba de que esta empleada se negó reiteradamente
a acceder a los requerimientos sexuales de su superior.
La opresión del sistema capitalista y patriarcal
Este breve recuento pone de relieve las condiciones de trabajo en que se desempeñaron
-y aun lo hacen- millones de mujeres en todo el mundo, y que constituyen una
de las tantas formas de opresión puestas en práctica por el sistema
capitalista y patriarcal. El patriarcado es la ideología que rige la
transmisión cultural, de generación en generación, de escalas
de valores y mandatos sociales, así como la normativa legal vigente en
cada país y época. En otras palabras, el patriarcado es la superestructura
que ejerce el control social sobre la vida cotidiana de mujeres y hombres, dentro
y fuera del hogar, del ámbito laboral y de cada uno de los lugares en
los que interactuemos.
El sistema oprime a ambos géneros, pero en las mujeres la opresión
se profundiza por su especificidad. La historia de la sindicalización
femenina en Argentina, es muy clara al respecto. Los sindicatos específicos
surgen a partir de que había oficios que eran desempeñados sólo
por mujeres, lo que posibilitaba que las mujeres lucharan por mejoras salariales,
reducción de la jornada laboral, mayor higiene en los lugares de trabajo
(frigoríficos, fábricas de fósforos, etc.) y también,
contra otros abusos que los patronos cometían contra ellas precisamente
por ser mujeres. Algunos las despedían si quedaban embarazadas; otros
no las despedían pero no les permitían amamantar a sus bebés
ni menos aún les reconocían licencias por maternidad, y era también
muy frecuente, lo que hoy se conoce como acoso sexual y que está penalizado
en las legislaciones de algunos países, entre ellos España, y
en Argentina, sólo en el sector público. Pero es preciso recordar
y ser autocríticos, puesto que en los sindicatos mixtos, se privilegiaba
la lucha por mejoras salariales y reducción de la jornada laboral, y
las reclamaciones que realizaban las obreras, vinculados a problemas específicos
como los mencionados, no eran tenidas en cuenta ya que los dirigentes por lo
general eran varones y a estas reclamaciones las consideraban como "cuestiones
de menor importancia". Lo que demuestra que el patriarcado atraviesa las clases
sociales, e instituye una alianza de género -entre varones- cuyo resultado
es el no reconocimiento de estas reclamaciones, ni por los compañeros
varones del sindicato, aun cuando se tratara de anarcosindicalistas, ni por
los patronos y encargados.
En este sentido, la consigna que citamos en el título y hacemos nuestra,
que perteneció al grupo editor del periódico anarcofeminista La
Voz de la Mujer, editado entre 1886 y 1887 en Buenos Aires, es la síntesis
perfecta de la concepción ideológica de estas precursoras, que
trajeron el feminismo a la Argentina, e ilustra muy bien cuáles son los
pilares desde los cuales el patriarcado, ejerce, multiplica y perfecciona su
poder.
Para qué conmemoramos el 8 de marzo
El objetivo de la conmemoración de esta fecha es reflexionar activamente
sobre la evolución de las condiciones de vida y trabajo de las mujeres
en todo el mundo, así como fomentar acciones tendentes a mejorarlas en
las que ya se hayan logrado avances, y revertir las situaciones de indignidad
e injusticia. En la actualidad, las feministas y los movimientos de mujeres
afirmamos que todas lasa mujeres somos trabajadoras, lo que permite el reconocimiento
del trabajo reproductivo, es decir, del trabajo doméstico.
Años atrás, se diferenciaba entre las mujeres que cumplían
una jornada laboral fuera del hogar, sujeta a remuneración, y las que
"sólo" se desempeñaban como "amas de casa". El resultado de esa
diferenciación, solía ser la descalificación del trabajo
doméstico y de toda su problemática específica. Dentro
de esta lógica, el trabajo doméstico "no era" un trabajo, y las
amas de casa "trabajaban menos" que aquéllas que lo hacían fuera
de su hogar, remuneradas.
Los aportes del activismo feminista, y muy especialmente del feminismo marxista,
analizaron y describieron en detalle la naturaleza del trabajo doméstico
(reproductivo, no remunerado, de jornada completa, multiplicidad de tareas);
los fundamentos de su especificidad "femenina" (los argumentos biologistas esgrimidos
desde el patriarcado, tanto por varones como por mujeres, que pretenden "demostrar"
que el trabajo doméstico es "natural" a las mujeres, que les es "intrínseco"),
las problemáticas que esconde para la salud física y emocional
de las mujeres (alienación, depresión, empastillamiento y automedicación,
entre los más conocidos) todo lo cual a su vez, permitió avanzar
tanto sobre propuestas de asignación de salarios y jubilación
otorgados por el Estado, como en debates que con el correr del tiempo movilizaron
a varones sensibles a estos temas, abriendo paso a estudios y grupos de reflexión
sobre lo que hoy se conoce como "nueva masculinidad".
En la actualidad, se produce una nueva realidad de dos caras: Por un lado, en
los varones más jóvenes existe una mayor apertura a tomar a su
cargo parte de las tareas domésticas, y por otro, un creciente número
de varones que las realizan al permanecer más tiempo dentro del hogar,
tras haber sido despedidos de sus lugares de trabajo, en tanto sus compañeras
se convierten en "jefas de hogar".
No obstante, esa mayor apertura no significa que asuman el trabajo doméstico
con el mismo grado de responsabilidad que las mujeres, sino que participan más,
pero siempre en el plano de la "ayuda", lo que de nuevo coloca la mayor carga
de responsabilidad del trabajo doméstico sobre las mujeres.
Los varones que están subocupados o desocupados y que por lo tanto se
hacen cargo del trabajo doméstico, no lo hacen por haber superado su
"machismo", sino porque no les queda otra alternativa. Al mismo tiempo, es a
partir de estas circunstancias como paulatinamente llegan a cobrar conciencia
de qué es y qué implica el trabajo doméstico.
Y en el terreno de las autocríticas necesarias, que haya muchos varones
de ideas "progresistas", "de izquierdas" y ácratas, de ninguna manera
significa que no sean machistas. No es novedad que la tantas veces proclamada
y defendida "igualdad entre los géneros" en los ámbitos militantes,
luego no se concreta ni en los locales, ni en las parejas, ni en las familias.
Señalemos asimismo, que no todas las mujeres militantes de estos mismos
sectores tienen conciencia de género, y no faltan las que sienten tirria
a la palabra feminismo.
Este análisis es necesario para cobrar conciencia de cuán sutilmente
opera el patriarcado en todos los ámbitos. Más aun: Desde una
posición principista, podríamos afirmar que la existencia de los
electrodomésticos permite una mayor democratización del trabajo
reproductivo. Sin embargo, la realidad es que las mujeres siguen haciéndose
cargo de casi la totalidad del mismo. Podríamos oponer que la publicidad
de estos artículos tiene como fin captar a las mujeres, porque de ellas
es la responsabilidad de estas tareas, y porque son "más consumistas"
que los varones. Pero, de nuevo, ni siquiera encontramos actitudes de democratización
en la mayoría de los varones con "juicio crítico" y "sensibilidad
social".
Con este artículo no pretendemos agotar el tema, sino aportar una visión
anarcofeminista del día internacional de la mujer. Seguramente otras
aportaciones e incluso disensos se irán sumando.
Pero cabe destacar que el calendario feminista tiene otras fechas igualmente
importantes, que no son tan ampliamente conocidas como el 8 de marzo, pero que
también implican serios cuestionamientos al patriarcado. Ellas son: el
28 de mayo, día internacional por la salud de la mujer; el 19 de noviembre,
día mundial para la prevención del abuso infantil, y el 25 de
noviembre, día internacional de la no-violencia contra la mujer.
Por un 8 de marzo anarcofeminista
Como síntesis, quiero reflexionar por qué esta fecha también
nos atañe a los anarquistas. Con el paso del tiempo, nuestro movimiento
ha canalizado la militancia en distintas tendencias, con diversas especificidades:
organizadores, individualistas, expropiadores, pacifistas, naturistas, esperantistas,
ecologistas, primitivistas, veganos, frutarianos, punks, feministas, anti- globalización...
y sigue la lista. Sin embargo, pocas de estas tendencias han sido tan discutidas
y hasta internamente combatidas como quienes optaron por la acción directa
violenta y las feministas, y claro, como siempre, hay razones para ello, aunque
admitirlas sea verdaderamente doloroso.
La naturaleza del feminismo anarquista es absolutamente subversivo, porque identifica
al patriarcado como el principal enemigo, la ideología que proporciona
fundamento político y aceitados mecanismos de control social a todas
aquellas ideologías que respaldan la opresión de distintas maneras;
porque describe cómo opera el patriarcado en los distintos órdenes
(vida cotidiana, normativas legales, educación, trabajo, salud, etc.);
porque reconoce la transversalidad del ejercicio del poder patriarcal así
como la transmisión cultural del mismo, y los modos cómo los ácratas,
varones y mujeres, también estamos contaminados por el patriarcado. A
modo de ejemplo, para no ocultar nada, y profundizar las autocríticas,
es del todo justo señalar que las compañeras del grupo editor
de La Voz de la Mujer, tenían una marcada intolerancia por todos los
que no eran anarquistas, e incluso, por las feministas socialistas, puesto que
éstas sustentaban posiciones reformistas, tales como el sufragismo.
Es entonces la radicalidad del anarcofeminismo lo que hace que sus militantes
sean consideradas "políticamente incorrectas" aun dentro de nuestro movimiento,
e incluso motivo de descalificaciones, burlas o censuras.
Estoy convencida que todo proyecto político, y fundamentalmente el anarquismo,
en cualquiera de sus tendencias y especificidades, sólo es posible si
está basado en la memoria, los derechos humanos, la democracia y la igualdad
de oportunidades, lo que implica libertad, tolerancia, respeto por las diferencias,
participación activa, afinidad, empatía, solidaridad, dinámica
de grupos, y agotar debates sobre cómo construir tales proyectos políticos.
En el contexto social mundial en que estamos viviendo, y desde crisis como la
que estamos atravesando en Argentina, que bien puede reproducirse en cualquier
otra parte del globo, es cada vez más necesario que los ácratas
cobremos conciencia de nosotros mismos, no sólo desde lo discursivo,
sino principalmente desde la práctica concreta. Es perentorio asumir
los problemas, profundizar las autocríticas, enfrentarnos a nosotros
mismos en tanto individuos con distintas opciones militantes formando parte
de un movimiento que nos incluye a todos, y empezar a resolver saludablemente
todos los problemas, de manera que podamos concretar proyectos sustentables,
para crecer como movimiento y recuperar la fuerza y relevancia de otras épocas.
La radicalidad, el carácter auténticamente subversivo del anarcofeminismo
constituye un aporte fundamental en este sentido.
Documentos de la I.F.A.