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28 de marzo del 2002
El globalizador que desertó
Gregory Palast
Revista Línea
"Han condenado a muerte a la gente", el ex tecnócrata me dijo.
Era como una escena de una novela de espías. El brillante agente deserta,
pasa para nuestro lado, y después de horas de interrogación, vacía
su memoria de los horrores cometidos en nombre de una ideología política
que ahora el mismo reconoce como podrida.
Sin embargo, aquí en mi presencia, tenía una presa mucho más
grande que cualquier espía de la Guerra Fría. Joseph Stiglitz
fue Economista en Jefe del Banco Mundial. En gran parte, el nuevo orden mundial
económico es su teoría hecha realidad.
Interrogué a Stiglitz durante varios días, en la Universidad de
Cambridge, en un hotel en Londres y finalmente en Washington D.C., en abril
de 2001, durante la gran confabulación del Banco Mundial y del Fondo
Monetario Internacional. Pero en lugar de encabezar las reuniones de ministros
y banqueros, Stiglitz fue exiliado detrás de los cordones policiales,
lo mismo que las monjas portando una gran cruz de madera, que los líderes
sindicales de Bolivia, que los padres de víctimas de SIDA y otros tantos
en contra de la globalización. El principal agente interno estaba ahora
afuera.
En 1999, el Banco Mundial echó a Stiglitz no le fue permitido jubilarse,
me han dicho que el Secretario del Tesoro de los EEUU Larry Summers, ordenó
una excomunicación pública debido a que Stiglitz había
expresado su primer ligero desacuerdo a la globalización al estilo del
Banco Mundial.
Aquí en Washington, completamos las últimas horas de entrevistas
exclusivas para "El Observador" y "Newsnight" de la BBC de Londres, con respecto
al funcionamiento real, generalmente oculto, del FMI, el Banco Mundial y del
accionista principal del Banco Mundial (con un 51%), el Tesoro de los EEUU.
Y aquí a través de fuentes que no puedo revelar (no fue Stiglitz),
obtuvimos valiosos documentos marcados con las palabras "confidencial", "restringido"
y "no revelar sin autorización del Banco Mundial".
Stiglitz nos ayudó a traducir una escrito en "burocrates", titulado "Estrategia
de Asistencia de País". Hay una estrategia de asistencia para cada nación
pobre, diseñada, dice el Banco Mundial, después de una cuidadosa
investigación interna del país. Sin embargo, según Stiglitz,
las "investigaciones" de los empleados del Banco, consisten en cuidadosas inspecciones
a los hoteles de cinco estrellas de la nación. Concluyen con un encuentro
entre estos empleados del Banco y algún mendigante y quebrado ministro
de economía a quien le entregan un "acuerdo de reestructuración",
preparado de antemano para su firma "voluntaria".
La economía de cada nación es analizada individualmente y, en
seguida, dice Stiglitz, el Banco entrega a cada ministro el mismo programa de
cuatro pasos.
El Paso Uno es la Privatización –lo cual Stiglitz dice que se puede llamar
con más precisión, "la sobornización".
En lugar de oponerse a la venta de industrias estatales, me dijo que los líderes
nacionales –usando como excusa "las exigencias del FMI" –liquidan alegremente
sus empresas de electricidad y de agua. "Podías ver como se les abrían
los ojos" ante la posibilidad de una "comisión" del 10%, pagada en cuentas
suizas, por el simple hecho de haber bajado "unos cuentos miles de millones"
del precio de venta de los bienes nacionales.
Y el gobierno de los EE.UU lo sabía, denuncia Stiglitz, por lo menos
en el caso de la "sobornización" más grande de todas, la "venta
por liquidación" Rusa de 1995. "La visión del Tesoro de los EE.UU.
fue que eso era fabuloso en tanto que Yeltsin fuera reelegido. No nos importa
si es una elección corrupta. Queremos que el dinero vaya a Yaltsin",
a través de aportes para su campaña.
Stiglitz no es ningún loco murmurando una teoría conspirativa.
El hombre estaba dentro del juego, fue miembro del gabinete de Bill Clinton
como Jefe del Consejo Presidencial de Consultores Económicos.
Lo que más enferma a Stiglitz es que los oligarcas rusos respaldados
por los EE.UU., devastaron las industrias del país con el resultado de
que el esquema de corrupción, bajó la producción rusa a
la mitad, causando depresión y hambruna.
Después de la "sobornización", el Paso Dos del plan "siempre la
misma receta" del FMI/Banco Mundiales "La Liberalización del Mercado
de Capitales". En teoría, la desregulación del mercado de capitales
permite que la inversión de capital entre y salga. Desafortunadamente,
como pasó en Indonesia y Brasil, el dinero simplemente salió y
salió. Stiglitz llama a esto el ciclo de "Dinero Caliente". Dinero en
efectivo que entra especulando con bienes raíces y moneda local y se
escapa ante los primeros problemas (capitales golondrinas). Las reservas de
una nación pueden ser vaciadas en cuestión de horas o días.
Y cuando esto pasa, el FMI insiste en que estas naciones suban sus tasas de
interés a 30 %, 50% y 80% para seducir a los especuladores y que regresen
con los fondos de la nación.
"El resultado era predecible", dice Stiglitz con respecto a los maremotos de
Dinero Caliente en Asia y América Latina. Las altas tasas de interés
destruyeron el valor de la propiedad, despedazaron salvajemente a la producción
industrial y vaciaron las arcas del tesoro nacional.
En esta etapa, el FMI empuja a la exhausta nación al Paso Tres: "Precios
regulados por el mercado", un término sofisticado para subir los precios
de la comida, agua y gas de cocina. Predeciblemente esto da lugar a un Paso
Tres y Medio: lo que Stiglitz llama los "Disturbios del FMI".
Los disturbios del FMI son dolorosamente predecibles. Cuando una nación
está "caída y en desgracia, (el FMI) se aprovecha y le exprime
hasta la última gota de sangre. Incrementa el calor hasta que, finalmente,
la olla entera explota", como cuando el FMI eliminó los subsidios a la
comida y combustibles para los pobres de indonesia en 1998. Indonesia estalló
en disturbios. Pero hay otros ejemplos –los disturbios bolivianos por los precios
de agua el año pasado y este febrero, los disturbios en Ecuador por los
incrementos en los precios del gas natural impuestos por el Banco Mundial. Da
la impresión de que el disturbio forma parte del plan.
Y así es. Lo que no sabía Stiglitz es que, mientras estuvieron
en los Estados Unidos, la BBC y el Observador consiguieron varios documentos
internos del Banco Mundial, marcados como "confidencial", "restringido", y "no
revelar". Tomamos uno: la "Estrategia Interna de Asistencia de País",
para Ecuador. EN él, el Banco afirma varias veces –con fría precisión-
que se esperaba que sus planes iban a dar chispa a "disturbios sociales", lo
que es su término para una nación en llamas.
Eso no es sorprendente. El reporte secreto indica que el plan para hacer del
dólar de los EE.UU. la moneda de Ecuador ha empujado al 51% de la población
por debajo de la línea de pobreza. El plan de "Asistencia" del Banco
Mundial simplemente recomienda que se enfrenten las protestas civiles y el sufrimiento
con "firmeza política" y precios aún más altos.
Los disturbios del FMI (y por disturbios me refiero a protestas pasivas dispersadas
por balas, tanques y gas lacrimógeno) causan, debido al pánico,
nuevas salidas del capital, además de gobiernos en bancarrota. Sin embargo,
este incendio económico tiene un lado positivo –para las corporaciones
extranjeras, quienes pueden adquirir los bienes restantes tal como una concesión
minera o puerto a precios de remate.
Stiglitz hace notar que el FMI y el Banco Mundial no son tan "desalmados". Para
algunos financistas, no siempre aplican estrictamente la "economía de
mercado". Al mismo tiempo que el FMI frenaba los "subsidios" a la compra de
comida, se ablandaba con los financistas de Indonesia. "Cuando los bancos necesitan
ser rescatados, la intervención en el mercado es bienvenida". El FMI
logró encontrar, con sudor y lágrimas, decenas de miles de millones
de dólares para salvar a los financieros de Indonesia, y por extensión,
a los bancos de los EE.UU. Y Europa a los cuales ellos les habían pedido
prestado.
Aquí se ve un "modus operandi". Hay muchos perdedores en este sistema
pero claramente un solo ganador: los bancos occidentales y el Tesoro de los
EE.UU., quienes ganan plata de este nuevo remolino de capital internacional.
Stiglitz me contó de su infeliz reunión, al comienzo de su carrera
en el Banco Mundial, con el entonces nuevo Presidente de Etiopía, elegido
en la primera elección democrática de esta nación. EL Banco
Mundial y el FMI ordenaron a Etiopía colocar el dinero de ayuda en una
cuenta de reserva en el Tesoro de los EEUU., recibiendo un patético 4%
de interés, mientras que la nación pedía prestados dólares
a los EE.UU. al 12% para alimentar a su población. EL nuevo presidente
rogó a Stiglitz permitirle utilizar el dinero de ayuda para reconstruir
la nación. Pero no, el botín se fue directamente a la caja fuerte
del Tesoro de los EE.UU. en Washington.
Ahora llegamos al Paso Cuatro de lo que el FMI y el Banco Mundial llaman su
"estrategia de reducción de la pobreza": el Libre Comercio. Eso quiere
decir el libre comercio según las reglas de la Organización Mundial
de Comercio y el banco Mundial. Stiglitz compara este libre comercio al estilo
de la OMC con las Guerras del Opio. "Esas guerras fueron para la apertura de
mercados", dijo. Como hicieron en el siglo XIX, los europeos y americanos hoy
todavía están derrumbando las barreras a la importación
en Asia, América Latina y Africa y, a la vez, están levantando
barreras propias para proteger a sus mercados internos contra la agricultura
del Tercer Mundo.
En las Guerras del Opio, el Occidente utilizó bloqueos militares para
forzar la apertura de mercados para su comercio ventajista. Hoy en día,
el Banco Mundial puede ordenar un bloqueo financiero igualmente eficaz –y a
veces igualmente mortal.
Stiglitz es particularmente sensible respecto al tratado de la OMC sobre los
derechos de propiedad intelectual (con la sigla "TRPS" que en inglés
se traduce como "TROPEZAR"). Es aquí, dice el economista, donde el nuevo
orden mundial ha "condenado a muerte a la gente" por imponer tarifas y tributos
imposibles de pagar a las industrias farmacéuticas por patentes medicinales.
"A el no le importa si la gente vive o muere", dijo el profesor, hablando de
las corporaciones y los préstamos del banco con quien él trabajó.
Y de paso, no se confunda por la mezcla en este artículo del FMI, el
Banco Mundial y la OMC. Son máscaras intercambiables de un solo sistema
de gobierno. Ellos se han atado uno al otro en lo que desagradablemente se llaman,
"gatillos". Aceptando un préstamo del Banco Mundial para una escuela,
se "gatilla" el requerimiento de aceptar todas las "condiciones" –de las cuales
hay en promedio 111 por nación- impuestos por el Banco Mundial y el FMI.
De hecho, dijo Stiglitz, el FMI requiere a las naciones aceptar políticas
de comercio más exigentes que las reglas de la OMC.
La procupación más grande de Stiglitz es que los planes del Banco
Mundial, diseñados en secreto y manejados por una ideología absolutista,
nunca están abiertos a discusión o desacuerdo. A pesar del apoyo
de Occidente hacia las elecciones a través del mundo en desarrollo, los
llamados programas de Reducción de la Pobreza, "sabotean la democracia".
Y además, no funcionan. La productividad de Africa Negra, bajo la "asistencia"
estructural del FMI, ha descendido hasta el infierno. ¿Alguna nación
se salvó de este destino?... Sí, dijo Stiglitz, identificando
a Botswana. ¿Su truco mágico?: "Ellos ordenaron al FMI hacer las valijas
e irse".
Entonces miré a Stiglitz. Bien, señor profesor –demasiado- inteligente.
¿Cómo ayudaría usted a las naciones en desarrollo?. Stiglitz propuso
reformas agrarias radicales, un ataque al corazón del "terratenientismo",
a las usureras rentas mundialmente cobradas por las oligarquías, típicamente
50% de la cocecha del campesino. Tuve que preguntar al profesor: "dado que Ud.
Era economista principal del Banco Mundial, ¿por qué no seguían
sus consejos?
"Si uno desafía (a los terratenientes), habría un cambio en los
poderes de las elites. Eso no está primero en su agenda". Evidentemente
no.
Al final, lo que le empujó a poner su empleo en riesgo fue el fracaso
de los bancos y del Tesoro de los EE.UU. para cambiar el rumbo cuando se enfrentaban
a la crisis –fracasos y sufrimiento perpetrado por sus "cuatro pasos" de mambo
monetarista. Cada vez que sus soluciones de mercado libre fracasaban, el FMI
simplemente ordenaba más políticas de mercado libre.
"Es un poco como las sangrías en la edad media", me relató Stiglitz,
"cuando el paciente se moría decían: bueno, pasó que nos
apuramos a detener el desangramiento, todavía le quedaba un poco de sangre".
De mis conversaciones con el profesor concluí que la solución
a la pobreza y crisis mundial es simple: saquen a los chupa-sangres.
Nota aparecida en EL Observador de Londres