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24 de marzo de 2002
La campaña de EEUU se explica por su declive estratégico en el mundo
James Petras
Dabid LAZKANOITURBURU- Gara
Intelectual comprometido, James Petras sostiene que EEUU elaboró,
tras el 11-S, una teoría de la conspiración para declarar una
guerra sin límites ni tiempos fijos, a través de la que busca
dar la vuelta a su declive estratégico. Defiende una lucha de masas anticapitalista
y radical frente a los cantos de sirena del reformismo, sindical o político.
Profesor de sociología de la Universidad Binghamton de Nueva York, James
Petras es una de las grandes voces que desmontan el pensamiento único,
reforzado desde los atentados del 11 de setiembre. Acaba de visitar Euskal Herria,
de la mano del Foro Religioso Popular, y ha participado en Gasteiz en unas jornadas
sobre «El imperialismo cultural y militar de EEUU».
¿Cuál es su balance de los seis meses transcurridos desde el 11 de setiembre?
Tras los atentados, que suponen una extensión de la violencia al corazón
de EEUU, el Gobierno monta una teoría de una conspiración musulmana
internacional para lanzar una ofensiva contra todos sus enemigos, reales o imaginarios.
Extiende su imperio en vastas zonas del planeta a través de una campaña
mundial cuya justificación oficial no se sostiene.
¿Ni siquiera en Afganistán?
Lo de Afganistán no es una guerra; es una masacre. ¿Cuántas bajas
ha tenido EEUU? Uno de la CIA que murió cuando torturaba a los presos
en Mazar-i-Sharif. El dato decisivo es que no ha habido ningún nuevo
ataque desde el 11-S.
Usted sostiene desde entonces que los autores de los atentados eran un grupo
autónomo.
Y hay cada vez más gente que empieza a tomar en serio esta tesis. En
Afganistán no se ha encontrado ninguna prueba de la vinculación
de los suicidas y la red Al Qaeda. El propio director de la CIA, George Tenet,
reconoció que Al Qaeda estaba vigilada y penetrada por espías
y que el secreto de la planificación del 11-S residiría probablemente
en la mente de tres o cuatro personas.
Lo que explicaría su «éxito». Pero hay quien asegura que servicios
secretos tenían informaciones previas.
Hay especulaciones sobre que Israel tenía 140 espías en EEUU,
desplegados en ciudades en las que vivieron los suicidas. Se especula con que
el Mosad sabía algo, pero no hay pruebas, nada definitivo.
¿Cómo se entiende entonces la actual campaña de EEUU?
En función de su declive estratégico. En Oriente Medio por la
Intifada palestina y el creciente entendimiento entre Irán e Irak. En
América Latina por el avance de las luchas populares. Los gobiernos que
apoyan se desgastan rápidamente, no tienen recambios. Por eso EEUU declara
una guerra, una guerra sin tiempos ni límites fijos.
Una guerra que se agrava en el caso de Colombia.
Con su renuncia al proceso de paz, el presidente Pastrana ha lanzado un boomerang.
La guerrilla de las FARC ha lanzado una contraofensiva que forzó a renunciar
al general que dirigió el asalto del Caguán. Como él mismo
reconoció, nunca van a ganar. Es un futuro de lucha prolongada y EEUU
no podrá salir victorioso. Eso no significa que las FARC vayan a ganar.
¿Qué opina de la mediación estadounidense en Israel?
La declaración de apoyo al Estado palestino por parte de Bush y de EEUU
en el Consejo de Seguridad es propaganda para comprar apoyo a la guerra. Lo
mismo ocurrió con Afganistán. Consiguen consenso y luego se olvidan.
Lo que ocurre es que lo que en octubre era una tragedia ahora es una farsa.
Pero no es en ningún caso un síntoma de política contradictoria
de EEUU. Es una política complementaria.
¿Atacará EEUU a Irak?
Es posible, aunque prefieren el apoyo de los países clientelistas árabes.
Estos no se atreven a apoyarles abiertamente, porque corren el riesgo de un
levantamiento popular. La pregunta es si el Pentágono está dispuesto
a imponer una guerra contra todo Oriente Medio.
¿Lo hará?
Están emborrachados por el poder y desprecian a los europeos. Tienen
una arrogancia similar a la del Gobierno israelí. ''Nosotros tenemos
el derecho y si el resto no cumplen lo haremos por nuestra cuenta''.
La UE sostiene que el 11-S ha inaugurado una nueva época.
Barcelona ha demostrado que ese diagnóstico es totalmente falso. Entre
el imperialismo y el terrorismo el camino es la lucha de masas anticapitalista.
La campaña de intimidación de Aznar, otro de los lacayos de EEUU,
ha fracasado. El microcosmos de la manifestación de Barcelona, con la
participación incluso de reformistas, refleja la realidad: de un lado
los líderes protegidos por los militares; de otro, el pueblo en lucha.
Al hilo de la presencia de la socialdemocracia, usted constató dos foros
en Porto Alegre
El II Foro Social Mundial fue muy positivo, pero confirmó que hay un
ala que lucha por un socialismo verdadero y asambleario y otra, de la mano de
las propuestas de ATTAC, alineada con el reformismo y la búsqueda de
la «cara amable» de la globalización neoliberal.
¿Lo mismo que en Barcelona?
No entiendo cómo sindicatos como UGT o CCOO pueden participar en discusiones
para proponer medidas sociales paliativas sobre planes de empleo que no tienen
ninguna virtualidad. Están al margen de la historia.
¿Extiende estas críticas a todo el sindicalismo?
No a todo. Parte de él lucha honestamente: es el caso de ELA y LAB, aun
con sus limitaciones políticas. Pero en un ámbito general mi visión
es muy negativa. Muchos son instituciones paraestatales que fomentan cursillos
de formación para costearse el turismo sindical. Eso no quita que hay
delegados y activistas en su seno que forman un sector combativo.