|
10 de marzo del 2002
Un portavoz de Exteriores les acusa de haber dado espacio
a creadores de izquierda
Berlusconi amenaza con purgar a directores culturales en Londres,
Berlín, París y Bruselas
El País
LOLA GALÁN
El Gobierno italiano de centro-derecha está dispuesto a controlar con
mano firme la cultura y a no permitir que su imagen se le vaya de las manos.
Después de la Bienal de Venecia, le ha llegado el turno a los institutos
de cultura italianos en el extranjero, dirigidos en muchos casos por prestigiosos
intelectuales de izquierdas que no son del agrado del nuevo Ejecutivo. Entre
los 10 directores que no verán renovados sus contratos figuran los de
los institutos de Londres, París, Berlín y Bruselas, según
declaraba ayer el subsecretario de Exteriores, Mario Baccini, a la prensa italiana.
¿Su pecado? No haber promocionado una imagen positiva de Italia, y haber dado
espacio, en cambio, a escritores críticos con el primer ministro, Silvio
Berlusconi, o haber difundido películas 'antigubernamentales' sobre los
incidentes del G-8 del pasado julio.
El caso más sonado ha sido el de Mario Fortunato, el escritor que dirige
el centro cultural italiano en Londres. La noticia de que el nuevo Gobierno
no pensaba renovar su contrato desató una ola de solidaridad entre intelectuales
y escritores británicos e italianos. A favor de su permanencia en el
cargo se manifestaron Umberto Eco, Harold Pinter, Salman Rushdie, Doris Lessing
y Bernardo Bertolucci, entre otros, sin que su llamamiento haya dado resultado.
Al contrario, la polémica suscitada en torno a Fortunato ha molestado
profundamente al Gobierno Berlusconi, porque, según declaraba ayer al
diario de Nápoles Il Mattino, Mario Baccini, 'son cosas que no favorecen
a Italia'. Berlusconi, que desde enero concentra en sus manos los cargos de
primer ministro y de ministro de Exteriores, ha declarado ya su disgusto por
el funcionamiento de la diplomacia italiana y ha encargado a una empresa de
consultoría un estudio sobre el entramado diplomático del país.
Il Cavaliere, fundador de un floreciente imperio económico, quiere convertir
a los embajadores en promotores del made in Italy. La cultura tiene también
un papel en la venta del país, de ahí que no deba quedar fuera
del control del ministerio.
El subsecretario Baccini confirma que el instituto de Londres no es el único
rebelde a las 'exigencias político-culturales de la Italia de hoy'. También
están a punto de recibir cartas de despido los titulares de los institutos
de París, Bruselas y Berlín, culpables de haber dado espacio a
una 'contestación' política que el centro-derecha no está
dispuesto a tolerar. Al Gobierno Berlusconi no le ha gustado, por ejemplo, la
reacción del instituto italiano de la capital francesa a las declaraciones
de la ministra de Cultura, Catherine Tasca, en las que advertía de que
Silvio Berlusconi no sería bien recibido en el Salón del Libro
de París. Lejos de pedir explicaciones a Tasca, dice Baccini, el instituto
'ha favorecido la presencia en el Salón de autores que van contanto que
la democracia italiana está en peligro'. Entre estos escritores figura
en sitio destacado Antonio Tabucchi que, además, ha encontrado amplio
espacio en el diario Le Monde, al igual que el premio Nobel Dario Fo y que el
juez Giancarlo Castelli, autor de un libro cuya presentación en Bruselas
dio paso a una nueva polémica sobre la justicia italiana.
En cuanto al centro de Berlín, 'ha permitido la proyección de
un filme antigubernamental sobre los sucesos de la cumbre del G-8', añade
Baccini. En la cumbre de los países más desarrollados, que se
celebró en julio pasado, murió, alcanzado por los disparos de
un carabiniere, un joven manifestante, y fueron detenidos y apaleados centenares
de jóvenes del movimiento antiglobal internacional.
'Si lo que el Gobierno quiere es tomar posesión de estos institutos,
después de haberse quedado también con la RAI [radiotelevisión
pública], que lo haga', opina Lorenzo Carra, responsable de temas culturales
de la Margarita, que forma parte de la coalición de centro-izquierda.
'Pero antes de tomar ninguna decisión al respecto', sugiere Carra, 'sería
conveniente que meditara sobre cuál es la misión que deberían
desempeñar estos centros culturales, si deben hacer publicidad de Forza
Italia o hacer publicidad de Italia'. Muchos por colocar
Carra no cree que la purga que prepara el Ejecutivo se deba sólo a cuestiones
ideológicas. 'Creo que hay una demanda enorme de puestos en el Polo,
hay mucha gente a la que colocar', comenta en tono sarcástico. Pero Baccini
no bromea. En la entrevista en Il Mattino sostiene que las polémicas
suscitadas 'no le hacen ningún bien a Italia'. Para empezar, recuerda
que los llamamientos a favor de la permanencia de algunos de estos directores
le han sido enviados a Berlusconi, quien 'no sigue directamente el asunto'.
El subsecretario aclara además que no se trata de despidos. 'Los contratos
de estos diez directores famosos, entre los que figura Fortunato, caducan a
los dos años, y no existe la menor obligación de renovarlos. No
son funcionarios que han ganado un concurso público, sino personas nombradas
a tiempo determinado para rendir un servicio a Italia'. Y añade: 'Aunque
es cierto que la renovación no se excluye, es cierto también que
las exigencias político-culturales de Italia no son siempre las mismas'.