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Angola, la paz parece cierta
Por JUAN DUFFLAR AMEL
Trabajadores - Cuba
Días antes de que Jonas Savimbi, el sedicioso cabecilla de la terrorista
Unión Nacional para la Liberación de Angola (UNITA) fuera abatido
en combate por tropas especiales de las Fuerzas Armadas Angolanas (FAA), el
presidente José Eduardo dos Santos había declarado que a este
sólo le quedarán tres opciones: adherirse al proceso de paz, ser
capturado o morir en combate".
Se dio la última opción, y el líder de la organización
guerrerista perdió la vida, en la oriental provincia de México,
víctima de la extrema violencia que engendraron sus propios abominables
actos de terrorismo, desde que en 1967 fundó la UNITA, para satisfacer
sus espurios intereses, ambiciones de poder y de enriquecimiento, a costa de
los enormes sufrimientos del pueblo angolano.
Se estima en más de un millón los muertos, en cifras superiores
los heridos y mutilados y en más de cuatro millones los desplazados,
las victimas de los horrendos crímenes y masacres cometidos por los savimbistas
entre la población civil a lo largo de los últimos 25 años,
sin respetar hombres, mujeres y niños.
La muerte de Savimbi, "el mítico patriota" fabricado por la CIA y protegido
por el derrocado régimen racista sudafricano y el gobierno de Estados
Unidos, que le confirieron cuantiosa ayuda militar, reconocimiento y honores
para derrocar al legítimo gobierno angolano, cierra un trágico
capítulo de la historia de ese país, uno de los más ricos
de África, y abre una nueva era de mayores esperanzas y para el logro
de una paz cierta y duradera en la República de Angola.
Muchos gobiernos africanos coinciden en considerar que la desaparición
física del líder de la UNITA posibilitará poner fin a un
cruento conflicto que devastó a Angola, empobreció su economía,
endeudó a la nación e imposibilitó su desarrollo y estabilidad
política.
La reconciliación nacional y una paz estable no cristalizarán
de inmediato, quedan aún grandes esfuerzos para lograr que los elementos
dispersos y en desbandada de la UNITA depongan sus armas y desistan de una guerra
fratricida y antipopular ya perdida para ellos definitivamente.
El gobierno angolano ha establecido su disposición a decretar el cese
del fuego si estos grupos se acogen a su llamamiento y cesan las hostilidades
y acciones de asalto y bandidismo en las regiones en las que aún operan.
La derrota militar propinada por las Fuerzas Armadas Angolanas al en un tiempo
poderoso y bien pertrechado ejército de Savimbi, quebraron su espina
dorsal y capacidad combativa de lo que hoy son grupos que huyen sin liderazgo
y totalmente desmoralizados, aunque sembrando aún el terror a su paso
por intrincadas y lejanas regiones del vasto país africano.
Muchos altos oficiales, al igual que grandes contingentes de combatientes de
la UNITA, han desertado o se han entregado a las autoridades angolanas, creando
mayor descomposición en las menguadas filas de la organización
terrorista.
Por su parte, el presidente Dos Santos ha afirmado que las fuerzas armadas de
su país no dispararán si no hay alguien que esté armado
y dispuesto a disparar primero, como prueba de la disposición de su gobierno
a lograr la paz, que no será inmediata, pero parece cierta.