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31 de enero del 2002
Terrorismo de Estado, el verdadero terrorismo
Rosa Regàs
El Mundo
Uno de los objetivos prioritarios de la Presidencia española de la
Unión Europea, según nos ha dicho Aznar, es la lucha contra
el terrorismo, y en este sentido se quiere conseguir el consenso entre todos
los países. Pero Aznar no ha especificado de qué terrorismo
nos habla. Porque mayor aún y más destructor que el terrorismo
en manos de grupos enloquecidos e incontrolados es el terrorismo que actúa
con total impunidad, con todo el poder de las leyes y de las armas, y en nombre
de Dios o de la raza, y que si tiene el apoyo de las grandes potencias, no
acepta la menor oposición, ni una humilde recomendación ni menos
aún la crítica que lo hace culpable de vulnerar los derechos
humanos.Así lo hemos visto en la entrevista que el señor Piqué,
como representante de la UE, celebró días atrás con un
terrorista de Estado, Sharon, el jefe del Ejecutivo israelí.
Para luchar contra el terrorismo que sufre en su país, Sharon no duda
en decidir unilateralmente quién es culpable y quién merece
el castigo que con sus tanques y sus misiles impone cuando y como le da la
gana. Es decir, juzga y castiga a los ciudadanos sin someterlos a juicio ni
permitirles la defensa. Los mata, sin más. Castiga al pueblo con la
destrucción de aeropuertos, edificios, casas de particulares, cuarteles
de policía, puertos, barcos, estaciones de autobuses, instalaciones
de radio y televisión y cuantas otras los palestinos han logrado levantar
con ayuda internacional.
Condena a cuantas personas se le ocurre con el pretexto de que son responsables
de los atentados, los asesinan por la espalda, por el frente por donde quieran
sus soldados, y si los tienen a demasiada distancia sus tanques no tienen
más que invadir el territorio palestino como si fueran los dueños
y señores del lugar.
¿Qué diríamos si cada vez que ETA comete un atentado el Gobierno
respondiera bombardeando Bilbao, o enviando misiles contra un caserío
al que hace responsable de esconder a terroristas, o se internara en territorio
francés destruyendo casas, estaciones de autobuses y de trenes y tirando
bombas a diestro y siniestro? ¿Qué diría la comunidad internacional?
No sé lo que le dirían al Gobierno español, lo que sí
sé es que esta misma comunidad internacional no se atreve a decirle
a Sharon que está vulnerando todas las reglas no ya de la convivencia,
sino las del Derecho Penal, los derechos humanos y todas cuantas leyes se
han promulgado a lo largo de la historia para que los hombres no vayan matándose
cruelmente y destruyéndose.
Cuando Piqué se fue con la negativa de que Sharon volviera a iniciar
el proceso de paz, no pudo decirle todas estas cosas y posiblemente no porque
no las crea, como las cree todo el mundo que sepa lo que es y condene el terrorismo
de Estado, sino porque no se atrevió. ¿ Cómo reconvenir a un
aliado de Estados Unidos, precisamente cuando el propio emperador, distraído
quizás con sus galletitas o pensando en las próximas elecciones,
ni siquiera tiene una palabra para evitar pararle los pies al monstruo?
Y es que Sharon no quiere la paz. Lo vimos el día que se dirigió
rodeado de guardaespaldas y soldados a la explanada de las mezquitas en un
alarde de fuerza y de desprecio que ha provocado esta oleada de atentados
por uno y otro lado. Pero que no se engañe el pueblo de Israel: con
Sharon, al que han votado masivamente, lo único que lograrán
de aquí a la eternidad será la muerte de los suyos, porque están
dejando a los palestinos tan sin recursos, tan maniatados, tan prisioneros
entre los tanques, tan miserables, que no teniendo más que la vida
por defender, prefieren inmolarse a vivir como esclavos en la más absoluta
pobreza e indignidad.
¿No lo sabían entonces? ¿No lo vieron? ¿Quién es tan inocente
de no darse cuenta de que un hombre sobre el que pesan las acusaciones de
asesinar brutalmente y a sangre fría a miles de habitantes de Sabra
y Chatila sabrá encontrar un camino que les dé la paz si no
es con la sangre? Y la sangre pide sangre y no le importa de qué lado
le viene.
Nunca Israel ha tenido tantos muertos israelíes como desde que rige
sus destinos ese hombre sin escrúpulos, más terrorista que cualquier
terrorista, porque tiene más poder que todos ellos juntos, más
impunidad, más arrogancia y actúa en nombre de una justicia
que solamente reconoce él: la de la violencia, la de la prepotencia.
Porque para Sharon no hay más paz que la que se erija tras la destrucción
y la aniquilación del pueblo palestino, y en caso de no poder acabar
con todos los palestinos, su única ambición es tener prisioneros
a los que sobrevivan como los está teniendo ahora, y convertirlos en
callados esclavos al servicio de su país. Así es, aunque siempre
habrá alguien que no lo acepte.Y que no nos digan que tiene el poder
que el pueblo le ha dado en las urnas. Este argumento no sirve, también
lo tuvo Hitler.La decencia de un líder político no se mide por
los votos, sino por su respeto a los derechos humanos. Y de esto Sharon no
entiende nada.
Estoy en contacto con muchas personas que viven en Israel y están tan
horrorizadas como lo estoy yo por lo que está ocurriendo, por esta
imparable ascensión del terrorismo y del terrorismo de Estado. Pero
no se atreven a hablar. Saben que no acabarán las inmolaciones de los
palestinos mientras no se entre en la vía de la negociación,
y saben que por la destrucción de cada casa, de cada edificio, por
cada asesinato selectivo, aparecerán otros tantos jóvenes dispuestos
a morir porque es la única forma que les queda de protestar.
A esos israelíes contrarios a la voracidad destructora de Sharon les
ocurre lo mismo que a los estadounidenses que no están a favor de la
guerra de Afganistán en represalia por la destrucción de las
Torres Gemelas: se les acusa de antipatriotas y por esto callan y muchos de
ellos no se atreven ni a reunirse amedrentados por las posibles represalias
y tal vez porque se dan cuenta que contra la fuerza de las armas, no hay nada
que hacer.
El señor Sharon además, ha invocado ante Piqué que los
europeos no recordamos las persecuciones que han sufrido los judíos
a lo largo de su historia, como si estos crímenes, por el hecho de
estar cometidos por un descendiente de los que sufrieron el Holocausto, quedaran
justificados, es más, dejaran de ser crímenes para convertirse
en actos necesarios para equilibrar la balanza de aquel sufrimiento y destrucción
perpetrados por los nazis.
Y a los que no estamos de acuerdo con él nos trata de antisemitas que
aprovechan cualquier acción de Israel para demostrarlo. Pero sabe él
y cuantos piensan como él, que no es así, éste es sólo
un argumento para contrarrestar la mala conciencia de sus súbditos,
no la de Sharon que no tiene ni buena ni mala conciencia. Es una forma de
condenarnos antes de que podamos hablar o mejor aún, una forma de callarnos
para que nos se nos acuse de antisemitas.
No lo somos, es más, la mayoría de nosotros tenemos sangre y
apellidos judíos y estamos muy contentos con ellos, pero no hemos perdido
la capacidad de criticar la vulneración de los derechos humanos, sea
quien sea quien las perpetre. Aunque fuera nuestro padre. Y si es el pueblo
israelí, o su líder, quien lo hace, aunque nos duela mucho más
que si lo hiciera el líder de otro país porque entendemos que
tras tanto sufrimiento cabría una conducta más pacifista, también
lo decimos. Sobre todo cuando los límites de la decencia se han traspasado
hace ya demasiado tiempo azulando de forma tan irreparable el fuego de los
odios, y el oprobio y la vergüenza cubren, o deberían cubrir,
la conciencia de un pueblo. Un pueblo que, ciertamente, ha sufrido mucho en
su historia. Pero contrariamente a lo que cree Sharon, una cosa no tiene nada
que ver con la otra.
Rosa Regàs es escritora, reciente ganadora del Premio Planeta 2001
con su novela La Canción de Dorotea