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James Brooke
The New York Times
Una tormenta política ha entrado en erupción en las Filipinas ante la
llegada inminente de unos 650 soldados estadounidenses enviados para ayudar
a combatir la insurrección islámica. Algunos senadores aquí hasta están exigiendo
la interpelación de la presidente Gloria Macapagal Arroyo, a sólo un año en
su mandato, y su vice presidente ha dicho que él se siente inquieto acerca
de la política seguida.
En una tentativa de calmar el furor político en una nación que hace 11 años
votó para acabar con un siglo de presencia militar norteamericana ininterrumpida,
funcionarios estadounidenses y filipinos hoy subrayaron repetidas veces que
los filipinos se encargarán de luchar y los estadounidenses sólo de asesorar.
"No habrá operaciones comunes, serán operaciones de tropas filipinas, con
los consejeros estadounidenses," dijo el teniente general Narciso L. Abaya,
subdirector del personal de las fuerzas armadas filipinas, en una entrevista
en las jefaturas del comando de los militares. "Será 100 por ciento filipino.
Los filipinos son los que mandarán."
En la base de la misión militar americana está un grupo de cerca de 85 sargentos
de entrenamiento de las fuerzas especiales de Estados Unidos que están trabajando
de cerca con las unidades filipinas que combaten a los insurrectos de Abu
Sayyaf al norte de Filipinas. Aunque las encuestas muestran escaso apoyo popular
a las tropas, su llegada será conforme a una petición formal por el senado
filipino el martes próximo.
La controversia está eclipsando el primer aniversario, el domingo, de la subida
de señora Arroyo a la presidencia. Su vice presidente, Teofisto Guingona,
ha negado los rumores que dimitirá como Ministro de Asuntos Exteriores, pero
públicamente ha sido poco entusiasta. "Apoyo totalmente a la presidente Arroyo
en el objetivo de rescatar a los rehenes restantes del Abu Sayyaf," dijo el
Sr. Guingona a una estación de radio local hoy. "Pero también expresé algunas
de mis preocupaciones."
Influencia el debate la experiencia, hace un siglo, de las campañas sangrientas
de contrainsurgencia conducidas por los soldados estadounidenses para consolidar
el control sobre Filipinas, antes colonia española.
"Nuestros militares no son sólo marionetas de los funcionarios de los EE.UU,"
dijo Rigoberto Tiglao, el portavoz del presidente. "Está muy claro que todo
el personal de los EE.UU está bajo el comando y supervisión estrictas de oficiales
filipinos." En el terreno, los asesores estadounidenses deben acompañar a
las unidades filipinas, pero no conducirlas. Sin embargo, no serán colocados
formalmente bajo comando de los oficiales filipinos, y el comentario de Sr.Tiglao
parecía dirigido sobre todo sofocar la cólera nacionalista aquí.
La presidente Arroyo fue puesta aún más a la defensiva esta mañana en que
los voceadores de periódicos anunciaban titulares como el de "Senador de los
EE.UU dice que RF seguirá a Afganistán," usando una abreviatura para la república
de Filipinas. Se reproducían comentarios estridentes hechos por Sam Brownback,
republicano de Kansas, que habló en Wichita, cerca de la ciudad natal de Martin
y de Gracia Burnham, una pareja de misioneros estadounidenses mantenidos como
rehenes por el Abu Sayyaf. El Sr. Brownback dijo, "Parece que las Filipinas
van a ser el segundo, el blanco siguiente, después de Afganistán en la guerra
contra el terrorismo."
Jovito Salonga era presidente del senado en 1991 cuando decidió a no renovar
un acuerdo con los Estados Unidos sobre las bases militares, terminando el
papel de los militares estadounidenses aquí. "Después de que nuestro senado
terminó con más de 400 años de presencia militar extranjera en las Filipinas,
ahora estamos de nuevo en la peor clase de intervención militar," dijo en
una entrevista hoy. "En mi opinión, ésta es una violación de la constitución
que prohíbe tropas e instalaciones extranjeras en las Filipinas." Agregó:
"Si matan a cualquier soldado estadounidense, o si el Abu Sayyaf mata a los
misionarios de Burnham, habrá una enorme presión en los Estados Unidos para
ensanchar la así llamada guerra a las Filipinas y tendremos otro Vietnam."
Desde la izquierda, Satur Ocampo, representante del congreso y portavoz del
partido Comunista de Filipinas, acusó a la señora Arroyo de dorarle la píldora
al establecimiento militar de Estados Unidos como manera de neutralizar cualquier
plan para un potencial golpe de estado. "La ayuda estadounidense para su gobierno
también desalienta a grupos que conspiran contra ella, o aquellos que buscan
acortar su mandato o desafiarla en 2004," dijo.
De los aproximadamente 650 soldados estadounidenses que serán desplegados
aquí por hasta seis meses, un funcionario estadounidense dijo hoy que cerca
de 490, o las tres cuartas partes, serían para los equipos logísticos de apoyo
aéreo, equipos médicos de la evacuación y las unidades de abastecimiento y
cerca de 160 serían asesores efectivos, doblados oficialmente por las "contrapartes
militares estadounidenses del ejercicio." La mitad de esos 160, más o menos,
serían los sargentos de las fuerzas especiales.
Precisando las reglas del enfrentamiento, el general Abaya, subdirector del
personal que era comandante en la zona del conflicto hasta hace un año, ha
dicho: "Si se les dispara, los estadounidenses pueden responder al fuego y
retirarse. Serán los filipinos los que perseguirán a quienquiera que abra
fuego contra esa unidad. En el zafarrancho, los estadounidenses observarán
cómo atacan de los filipinos."
Del lado del equipo, los Estados Unidos están proveyendo cerca USD$100 millones
de equipo militar estadounidense reacondicionado: un avión de carga C-130,
8 helicópteros, anteojos de visión nocturna para dos compañías de 100 hombres,
30.000 rifles M-16 reacondicionados, y una embarcación de alta velocidad de
guardacostas de la clase Cyclone de 175-pies.
Traducido por Jorge Capelán
Revisado por Luciano Alzaga