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Internacional

10 de septiembre del 2002

Bush había anunciado su intención de desechar el tratado ABM mucho antes del 11 de septiembre

¿Qué guerra?
Gabriel Jackson
La Vanguardia

Ya que estamos hablando de que "la economía norteamericana libra una guerra", puede que sea oportuno preguntar: ¿qué guerra? El 11 de septiembre del 2001, el núcleo visible del capitalismo mundial sufrió un ataque terrorista a gran escala perpetrado por terroristas que, sin lugar a dudas, odian no sólo a EE.UU. sino a todas las modernas sociedades capitalistas laicas y democráticas. Ataques de esta naturaleza han ocurrido en otros lugares en los últimos cuatro decenios, pero el del 11 de septiembre fue único por el emplazamiento elegido y por el uso espectacular de tres aviones secuestrados como otros tantos misiles teledirigidos. EE.UU. y sus aliados, dentro de una inmediata y adecuada respuesta a este atentado, se apresuraron a incrementar la seguridad de los aeropuertos y a planificar cuando menos una mayor seguridad en las líneas marítimas, puertos y ferrocarriles, si bien es difícil apreciar hasta qué punto estos planes se han puesto en práctica.
Habría resultado lógico, asimismo, responder a la amenaza terrorista mundial buscando la cooperación internacional de todos los gobiernos del mundo civilizado para coordinar de modo urgente sus servicios de inteligencia en el plano militar y económico, a fin de identificar y perseguir a los individuos que habían planeado el ataque y de proceder inmediatamente a controlar las numerosas empresas multinacionales que negocian con armas, así como el transporte marítimo, ferroviario y aéreo, y las sustancias químicas y metales de importancia estratégica. Es un secreto a voces que Saddam Hussein es, para decirlo en pocas palabras, el dictador que más ha logrado hacerse con el material de sus "armas de destrucción masiva" a partir de los suministros procedentes de empresas multinacionales occidentales totalmente respetables, además de industrias estratégicas rusas y chinas. El 11 de septiembre hubiera sido el momento adecuado para cobrar conciencia de que no puede permitirse que tal actividad comercial, tanto en su forma legal como en sus formas de mercado negro, prosiga en tanto que parte admisible de la "economía de mercado" mundial.
Lo que hicimos, en cambio -y por este nosotros entiendo EE.UU., sus aliados y sus satélites-, fue declarar la "guerra contra el terrorismo", con el consiguiente bombardeo de Afganistán, la definición de un nuevo "eje del mal", las detenciones de inmigrantes musulmanes en su mayoría, el mayor secreto gubernamental a todos los niveles tanto en los asuntos militares como civiles, la presión sobre los jueces y los departamentos de policía al objeto de suspender las libertades cívicas habituales porque "estamos en guerra". Pueden comprenderse todas estas cosas en tanto que respuestas emocionales frente al terrorismo que ha golpeado nuestro capital económico y se ha cobrado casi tres mil vidas de civiles. Es asimismo algo comprensible como respuesta frente a la insoportable frustración de no ser capaces de localizar y destruir rápidamente los centros y los efectivos del terrorismo mundial. Y, para algunos amorales practicantes del poderío económico y militar puro y simple, se trata asimismo de una vía para apartar la atención de nuestros propios -y de nuestros aliados- sectores comerciales en el comercio armamentista y de materias primas, sin los cuales Saddam Hussein no revestiría mayor peligro que las decenas de dictadores militares con los que hemos convivido muy bien a lo largo y ancho del planeta.
Esta psicología bélica, autoprovocada en parte y notablemente exagerada, se ha visto acompañada por un presupuesto bélico estadounidense que suma la mitad de gastos militares mundiales y es superior a diez veces el de cualquier otro país individualmente considerado. Digo "acompañada" porque es bastante probable que el presupuesto militar habría sido el más elevado del mundo en cualquier hipótesis. El presidente Bush había anunciado su intención de desechar el tratado ABM y construir un "escudo antimisiles" en el espacio exterior mucho antes del 11 de septiembre. Ha señalado repetidamente -en cuestiones militares, comerciales y ecológicas- que procederá unilateralmente en la prosecución de los intereses de EE.UU. Por desgracia, en el mundo real, los terroristas actúan motivados por odios religiosos y raciales fanáticos y el "mundo libre" se halla dominado por una superpotencia desconocedora de las complejidades de la historia y poco amiga de pensar en términos de necesidades humanas globales y de problemas ecológicos y económicos globales.
GABRIEL JACKSON, historiador